Piratas
Daniel Manzano Diosdado

- Señor.  -El radar ha detectado algo extraño.- Parece una nave, pero desde luego no es de las nuestras.

El capitán lo miró sorprendido. Llevaba más de diez años al cargo de esta nave, haciendo esta misma ruta entre la Tierra y la Colonia 2 y nunca había tenido ningún problema. Por otra parte los tiempos estaban cambiando, y él lo sabía.

- Mande una señal de aviso. Exija identificación.

El  oficial dio la orden al ordenador. Si era una nave de AT debería contestar inmediatamente. Nada pasó. Esperaron por un momento en silencio sin que hubiera respuesta.

- Nada, capitán. A lo mejor no es una nave, sino un cuerpo estelar, pero tiene un movimiento extraño. El sistema no reconoce su trayectoria como parabólica.

- Mierda. - El capitán Johnson no estaba acostumbrado a estas cosas, eso estaba claro.- Poned rumbo directo al portal. Si son piratas no se atreverán a acercarse a la Tierra. Y enviad un mensaje de emergencia.

La tripulación estaba más preocupada incluso que su capitán. No dejaba de ser  una nave comercial. No estaban acostumbrados a la acción. Su trabajo era sencillo, cargar, despegar, atravesar el portal y llegar al otro lado. Los viajes sólo duraban unas cuantas horas, por lo que ni siquiera hacían noche en la nave.
En el holograma donde venía su posición con respecto a la Colonia se veía su nuevo rumbo. No sintieron ninguna aceleración, ya que el estabilizador gravitatorio que simulaba la gravedad terrestre se adaptaba a la aceleración de la nave. El portal estaba muy cerca, así que no debía haber ningún problema.

- Capitán, el dispositivo de navegación indica que hay algún tipo de problema. No vamos en la dirección que deberíamos.

El capitán se pasó la mano por la frente. Estaba sudando mucho. No era bueno que su tripulación lo viera tan nervioso, se suponía que tenía que darles ejemplo. Por otra parte nunca se había visto en una situación así, la única experiencia militar que tenía eran las prácticas que hizo hacía más de veinte años.

- Ahora vamos en dirección contraria, capitán. - El joven estaba tremendamente nervioso. - Sin duda nos ha capturado algún tipo de mecanismo gravitatorio. No podemos hacer nada, me temo.

El capitán estaba a punto de sufrir un infarto.

- ¿Habéis hecho la llamada de emergencia? -Preguntó mientras tomaba asiento.-

- Sí, mi capitán.

- Pues poco más podemos hacer. Esperaremos y no ofreceremos resistencia. Esperemos que las naves militares estén ya en camino.

La tripulación sabía que tenía razón. No eran militares. Poco a poco en el holograma se vio como se acercaban al cuerpo extraño, que ya no había duda de que era una nave.

- Ya estamos casi al lado, capitán. Es una nave muy pequeña comparada con la nuestra.

- ¿Qué más da eso, oficial? -Respondió el capitán.- No tenemos cañones ni ningún otro tipo de artillería. Somos un simple carguero. Esa nave enana seguro que podría partirnos en dos en un instante. Y tampoco soñéis con ofrecer resistencia cuando nos aborden, seguro que están más acostumbrados a la violencia que nosotros. - Hizo una pausa.- Avisad a toda la tripulación, que vengan inmediatamente al puente de mando. Esperaremos todos juntos a que entren y que nadie diga nada ni se le ocurra oponérseles.

Un instante después llegó una comunicación. Un holograma de un hombre joven, de unos treinta años apareció en el panel de mando.

- Estimados tripulantes del carguero terrestre. Les habla el Capitán Shackleton, a mando de la nave Quest. Tienen dos opciones, o abren la escotilla de carga para que entremos o la abriremos por la fuerza.

- Esto es una nave comercial de AT. - Respondió el capitán.- ¿Con qué autoridad nos sacan de nuestra órbita?

El joven no parecía muy impresionado. Se le veía seguro y arrogante.

- Con la autoridad del Frente de Liberación de las Colonias. Con la de miles de mutantes esclavos que continuamente transportan para su propio beneficio. Con la autoridad de la libertad y, por supuesto, con la autoridad del cañon positrónico que les está apuntando. Cañón que hará un agujero en su cubierta en diez segundos si no abren la escotilla. Diez, nueve, ocho, ...

El capitán sabía que no había mucho que hacer. Así que con un gesto de la cabeza dio orden de abrir la escotilla. Sólo les quedaba esperar.

Pasaron varios minutos que se hicieron eternos. Los piratas entraron a la sala principal con mucha tranquilidad. Eran sólo tres. Dos hombres y un mutante. Este último era un ejemplar impresionante, de más de dos metros y con cuatro brazos. El capitán y la tripulación estaban acostumbrados a transportar este tipo de mutantes, modelos de seguridad, pero nunca habían tenido trato con ninguno.

- Muchas gracias por su hospitalidad, capitán. -Dijo el capitán pirata.- Como ya le he dicho anteriormente mi nombre es Capitán Schackleton. -Era evidente que no era ese su verdadero nombre, pero poco importaba.- Esta es parte de la tripulación de mi nave, la Quest.

El capitán Schackleton era un tipo bastante curioso. Tenía el pelo largo y barba, cosa muy rara en las colonias. Podía incluso ser terrestre. Una cicatriz le cruzaba la mejilla. Eso era más raro aún porque la eliminación de una cicatriz era algo rutinario. Llevaba en el pelo toda clase de adornos de madera y metal. También llevaba varios pendientes en una oreja. La tripulación del carguero nunca había visto a nadie así. En el pantalón le asomaba una pistola de positrones. El otro pirata era algo más normal. Luego estaba, claro está, el mutante gigante con cuatro brazos.

- ¿Qué podemos hacer por ustedes? - Preguntó el capitán del carguero. - Somos un simple transporte haciendo su línea habitual.

El capitán Schackleton sonrió.

- Ante todo queremos saber qué llevan en sus bodegas. Material spintrónico, de producción, armas, lo que sea. Así podremos decidir rápidamente que nos interesa quedarnos y que no, y nos ahorrarán el tiempo de desguazar su nave.

- No llevamos nada de eso. Llevamos grano de la Colonia a la Tierra y comida manufacturada de la Tierra a la colonia. Sólo eso. Cojan la comida que quieran y déjenos marchar. Tenemos hasta cerveza si quieren. Puedo mandar a algunos de mis tripulantes a las bodegas para que traigan lo que ustedes quieran y lo carguen en su nave.

Los piratas se miraron entre ellos. Llevaban mucho tiempo en este oficio, y tenían bastante claro que les estaban mintiendo. Por suerte, no les llevaría demasiado tiempo averiguarlo.

- El problema es que no le creo, capitán.- Dijo Schackleton.- Así que le voy a preguntar a su sistema de navegación mejor. Por favor, Scott.

Uno de sus compañeros se quitó la mochila que llevaba y sacó un pequeño aparato spintrónico. Se acercó a la consola del sistema de navegación y lo colocó encima.

- Tardará un par de minutos, Capitán. También nos dará el holograma de la nave.

- Bueno capitán... -Dijo Schackleton y esperó a que le respondieran.-

- Johnson. -Respondió el otro capitán.- Capitán Johnson.

El pirata sonrió. Realmente se lo pasaba muy bien con esto.

- Capitán Johnson, entonces. ¿Quiere conversar sobre algo mientras mi compañero hace su trabajo? No sé, ¿política, deportes, tecnología?

El Capitán Johnson realmente no quería conversar. No paraba de sudar e hiperventilar, y lo peor es que veía como eso le gustaba al pirata. Realmente lo único que quería era que cogieran lo que quisieran y se fueran de allí.

- No creo que tengamos nada de qué hablar usted y yo. -Dijo al fin.-

- Bueno, se sorprendería. -Respondió Schackleton.- Siempre me ha gustado discutir con los vástagos del sistema y explicarles como su trabajo sólo sirve para extender la pobreza y la miseria por la galaxia. Rara vez consigo convencerlos, pero aún así me gusta.

Al capitán del carguero las ideas políticas de un delincuente le importaban bien poco. Lo único que quería era irse de allí cuanto antes.

- Ya tenemos la información, capitán. -Dijo Scott. - Parece que es cierto que transportan alimentos, pero no es lo único. Lo principal son mutantes. Más de mil mutantes obreros, para construcciones, y unos doscientos de seguridad. Mira, Bruce, estos son igual que tú, pero pequeñitos.

El mutante gruñó. Si había algo que odiaba era a los que traficaban con gente como él. Sus amigos le habían explicado que hace muchos cientos de años en la Tierra traficaban con seres humanos dependiendo de su lugar de procedencia o color de piel. A él esto le parecía lo mismo.

- Tenemos que liberarlos. -Dijo y todos, incluido Schackleton, lo miraron sorprendidos.- Tenemos que liberar a mis hermanos.

La idea era bastante loca. La nave pirata no llegaba a la décima parte de la nave comercial. Además dos centenares de mutantes gigantes podían ser una carga difícil de llevar, aunque fueran crías.

- Perdona Bruce, pero eso es imposible. -Le explicó su capitán.- No podemos cargar con ellos, no tenemos a donde llevarlos, y no creo que sean tan tranquilos como tú. Necesitan un sitio donde trabajar y vivir.

- Trabajan como esclavos. Vosotros me lo enseñasteis. Los mutantes no somos esclavos.

Los piratas se arrepintieron al momento de haberle enseñado tantas cosas a su gigante amigo. Nunca habían sospechado que podían tener este problema.

- Bruce, tienes que ser razonable. Nos llevamos lo que podemos y dejamos lo que no podemos, esas son las normas.

El mutante enfureció. No podían dejar aquí a sus hermanos. Ellos mismos le habían enseñado que no tenían que ser esclavos. Enfurecido se dirigió al holograma donde se proyectaban los otros mutantes y comenzó a golpear la maquinaria que había abajo.

- ¡¡NO PODEMOS DEJAR A MIS HERMANOS!! - Gritó mientras golpeaba los controles con sus cuatro brazos.

Todos entraron en pánico, incluyendo los piratas. La tripulación de la nave mercante salió corriendo en todas direcciones. El capitán Schackleton sacó su pistola de positrones, pero no la usó. Bruce era un miembro de su tripulación, y un amigo, no la usaría salvo que fuera estrictamente necesario. Los demás piratas se alejaban de su amigo mientras destrozaba el puente de mando.

- ¡Bruce, cálmate! -Gritó el capitán. - ¡No me obligues a dispararte!

Bruce le miró y comenzó a calmarse. Todo eso estaba fuera de lugar. El capitán y los demás eran sus amigos. El ver a otros mutantes en la misma situación por la que él pasó era inconcebible. Eran niños, pequeños niños que en su vida sólo conocerían una mina o una fábrica. Eso sólo hasta que saliera un modelo mejor. Entonces los matarian a todos. No podía consentirlo, pero tampoco podía pelearse con sus amigos.

- Capitán, tenemos un serio problema. -Dijo Scott mirando los paneles que Bruce había destrozado.- Está todo roto. No se puede manejar la nave. De hecho se mantiene estable sólo por el rayo de la nuestra.

Schackleton se llevó una mano a la cabeza. Miró a su alrededor, menudo caos. Casi toda la tripulación del carguero había corrido fuera del puente de mando y ya podían estar en cualquier parte. El capitán se había refugiado debajo de un panel y estaba llorando de manera nerviosa. Ahora el carguero no podía dirigirse a su destino. "Entrar, robar y salir", ese había sido siempre su lema, pero ahora era complicado de aplicar. Además habría que ver como reaccionaba Bruce si le decía que iban a abandonar a los mutantes a morir en el espacio. Sólo se le ocurrió una salida posible. Se dirigió al panel donde se ocultaba el capitán Johnson.

- ¿Tienen cápsulas de emergencia para toda la tripulación? - Le preguntó.-

No hubo respuesta. Vio que se había orinado encima.

- Usted, el valiente. Le pregunto que si tienen cápsulas de emergencia donde quepan todos.

El capitán asintió con la cabeza.

- Entonces tiene una última misión. Le doy 15 minutos para reunir a toda su tripulación y salir en las cápsulas. Imagino que tienen su propio sistema de navegación, así que no les afectará demasiado el destrozo de aquí mi amigo. -Miró a Bruce y este bajó la cabeza.- Todo aquel que siga aquí pasado ese tiempo se vendrá con nosotros y será juzgado. -El capitán no se movió.- ¡Vamos! ¡Rápido!

El capitán se levantó casi gateando y salió corriendo del puente de mando.

- ¿Y qué hacemos ahora, capitán? ¿Abandonamos la nave a su suerte?

Bruce hizo el amago de protestar, pero el capitán lo calló con la mirada.

- No, Scott. No creo que a nuestro amigo Bruce le haga mucha gracia eso. - El mutante sonrió.- Vamos a remolcar el carguero hasta el campamento. Esperemos que nuestros compañeros rebeldes no nos maten cuando nos vean llegar con una nave llena de mutantes. A ver qué hacemos luego con ellos.
Bruce estaba pletórico de felicidad.

Se dirigieron a la base rebelde en la Colonia 2. Al llegar había otras tres naves piratas levitando sobre la base. Esa era la norma, como no tenían sitio para construir una base aérea las naves se debían quedar siempre sobrevolando la superficie. Además así era más rápido si había que salir corriendo. Lo que nunca se había visto era una nave de carga sobrevolando el campamento. Era mucho más grande que todas las demás juntas.

- ¿Cómo lo hacemos, capitán? - Dijo Scott.

- Bueno, no creo que haya ninguna opción buena. Lo mejor es que os quedéis todos aquí y yo baje a hablar con los demás. Me temo que se van a enfadar y será mejor que no estéis presentes. Si se ponen violentos os largáis. Tú eres el segundo al mando, Scott, si no vuelvo la nave es tuya. Que no se te pase por la cabeza irte antes de tiempo o te buscaré y te despellejaré vivo.

Scott sonrió. A Schackleton le encantaba dárselas de duro. Sabía perfectamente que no se iría sin él, y que si no lo dejaban volver bajaría a buscarlo. Llevaban ya más de diez años juntos en la nave y eran como hermanos. Su problema era que leía demasiados libros prehistóricos de piratas. Incluso el nombre lo había tomado de un capitán de barco de la prehistoria.

- Yo quiero ir. -Dijo Bruce.- Todo es culpa mía.

El capitán lo miró y se quedó pensando un momento. Bruce no era el más diplomático de la tripulación, eso estaba claro, pero era una buena idea. En cualquier caso era culpa suya y los rebeldes le animaron en principio a incorporarlo a la tripulación. "Un programa de reinsertación de mutantes", pensó en su momento.

- Ni se me pasaba por la cabeza dejarte aquí, Bruce. -Dijo al fin.-

Se dirigieron juntos a la escotilla de salida. Entraron en la habitación gravitatoria y cerraron la puerta.

- Ya estamos listos, Scott. -Gritó el capitán.-

- Ya os tengo, no os mováis mientras abro la escotilla. -Respondió la voz de Scott.-

Se levantaron unos centímetros en el aire y entonces comenzó a abrirse el suelo. Bruce tenía los ojos cerrados, no le gustaba levitar para bajar de la nave. Subir era menos impresionante, porque empezabas en el suelo y tomabas altura poco a poco, pero la impresión cuando se abría la escotilla y se veía a más de cien metros del suelo era demasiado para él.

- Bájanos despacio, -dijo Schackleton- la última vez casi nos partes una pierna.

Bruce rió. Le hacían mucha gracia los comentarios chistosos del capitán. La escotilla se abrió y se sobresaltó. Poco a poco empezaron a descender. Desde arriba se veía como un grupo de unas 30 personas se amontonaba para esperarlos. Sin duda estaban causando impresión. Eso le encantaba a Schackleton, ser el centro de atención. Cuando llegaron a la superficie estaba esperándolo todo un comité. El señor Sheldon, el encargado del FLC en la base, lo encabezaba. Era un hombre de unos cincuenta años, calvo y con bastante barriga.

- ¿Te has vuelto loco, Schackleton? -Dijo antes incluso de que hubieran tocado suelo.- ¿Qué se supone que hace esa nave ahí? ¿Es que le has declarado la guerra a la Tierra?

- Yo también me alegro de verte, John. -Respondió Schackleton. - Es una larga historia con tu amigo el gigante como protagonista. - Miró a Bruce y este agachó la cabeza.- Si quieres te la puedo contar mejor en privado.

Sheldon se contuvo la respuesta. Realmente era un tema suficientemente delicado como para discutirlo en privado.

- Venga, volved cada uno a lo suyo. Vamos a arreglar esto antes de que empiece a llegar la flota terrestre. - Hizo un gesto y sus lugartenientes comenzaron a invitar a la gente a que se moviera.- Vamos a mi oficina, Schackleton.

La "oficina" era un cubículo que estaba bajo tierra, como todos. Así dificultaban ser detectados por las naves espías de AT. Era la segunda vez que Schackleton entraba allí. La primera fue hacía ya 10 años, cuando le encomendaron la nave y la tripulación. Desde entonces pisaba la Colonia lo menos posible y se mantenía siempre alejado de los gerifaltes. Su lugar estaba en el espacio, entre colonia y colonia. El cubículo era bastante más amplio de lo que había recordado, parecía que lo habían ampliado. Aún estando bajo tierra era muy agradable y las bombillas producían una luz idéntica a la natural. Realmente era casi como estar en la superficie. A Bruce no le gustaba tanto, se sentía incómodo en los pequeños agujeros de los humanos. Le gustaba estar en la superficie, o en todo caso en la Quest, porque simbolizaba la posibilidad de ir a cualquier parte.

- Bueno, explícate. -Dijo Sheldon.- ¿Qué demonios has hecho?

- Eso se lo deberías preguntar aquí al amigo mutante. - Respondió Schackleton. -

Sheldon no tenía paciencia para muchos juegos.

- Te lo pregunto a ti. -Respondió enojado.- Tú eres el capitán de la Quest y no Bruce. Ahora explícame qué has hecho y por qué no debería mandarte con tu nave y tu tripulación a la Tierra para salvarnos nosotros.

Schackleton sabía cuando podía bromear y cuando no, así que cambió el tono.

- Tuvimos un problema. El carguero está lleno de comida y de mutantes. Bruce al enterarse enfureció y rompió todo el sistema de navegación. Ahora está inservible, sólo remolcándola se puede mover. Tampoco nos pareció bien abandonar a esos mutantes a su suerte.

Los hombres de Sheldon lo miraron sorprendidos, no se esperaban algo tan altruista. Ciertamente la liberación de los mutantes era uno de los principios de la revolución, pero nunca nadie había tomado una medida tan extrema. Esto colocaba a Sheldon y a la Colonia entera en una situación muy complicada.

- ¿Y no se te ocurrió nada mejor que traerlos a la base? - Sheldon estaba furioso.- Ahora media flota terrestre tiene que andar buscándonos. Esa nave no se puede quedar aquí.

- Hay que bajar a mis hermanos. ¿No? -Preguntó Bruce. -

Sheldon y sus hombres lo miraron con cara de no entender nada.

- Se refiere a los mutantes de seguridad. -Aclaró el capitán.- Hay unos doscientos en la nave, de menos de un año.

- ¿Doscientos? -Preguntó Sheldon.- ¿Para qué demonios quieren doscientos mutantes de seguridad en la Colonia? No tenemos tantas fábricas.

Uno de los lugartenientes de Sheldon se le acercó y le murmuró algo al oido. Este se llevó la mano a la frente  y se limpió el sudor. Sin duda estaban pasando cosas que a Schackleton y su grupo se le escapaban.

- Mejor dejadnos solos. -Dijo Sheldon al fin.- Tú también Bruce, espera fuera.

Los lugartenientes se miraron sorprendidos, pero Bruce estaba muy contento. No le gustaba nada estar en un agujero, le recordaba a la mina de donde venía. Cuando se quedaron solos, Schackleton se sintió mucho más cómodo.

- ¿Qué pasa John? - Preguntó.- ¿Para qué pensáis que son los mutantes? También hay más de mil modelos de construcción en la nave. Tienen que querer crear algo grande. Una ciudad entera, por lo menos.

- Me temo que no es sólo eso, Bill. - A Schackleton no le gustaba que se refirieran a él por su verdadero nombre. Prefería el que se había atribuido cuando empezó con la piratería.- Tenemos bastantes sospechas de que la Tierra está preparando una ofensiva más agresiva. Es posible que esos mutantes no sean para seguridad, sino para fines militares. Llevamos ya bastante tiempo tocándoles las narices. Nos tememos que quieren eliminarnos de una vez por todas.

El capitán se quedó un momento pensativo. Era razonable. Sólo él había desvalijado más de cien naves en los diez años que llevaba y eso a AT no le debía gustar. El problema era qué hacer entonces.

- ¿Y qué podemos hacer? Imagino que esos mutantes no son los únicos, y doscientos monstruos de esos podrían arrasar la base en un momento. ¿Y los modelos de construcción?

- Imagino que para fabricar maquinaria de guerra, o tal vez las bases. No lo sé, pero es cierto que parece que en poco tiempo tendremos guerra. - Se sentó un momento.- Empiezo a estar viejo para esto, Bill. Cada vez me cuesta más tomar una decisión.

- Bueno, John, tú te sientes viejo desde que cumpliste los veinte años. - Schackleton se rió.- Habrá que ver qué hacer ahora, ¿no?

Entonces el primer lugarteniente irrumpió en la sala.

- Señor, tenemos una comunicación de otra de las naves.

- ¿Qué ha pasado? -Respondió John.-

El lugarteniente miró a Schackleton sin saber si hablar o no.

- No te preocupes por él. Dilo ya. -Le espetó.-

- Al parecer cuatro naves militares han cruzado el portal.

Se hizo un silencio incómodo. Cuatro naves militares simbolizaban mucha potencia de fuego. Nunca había pasado algo así. No había duda de que iban detrás de la nave comercial. La situación era crítica.

- Preparad la evacuación. Aún tardarán unas horas en localizarnos. Tenemos que abandonar la base cuanto antes. - Dijo el encargado.- Dad el aviso y que todo el mundo vaya recogiendo sus cosas. Que cojan sólo lo imprescindible y ya veremos si podemos volver a por el resto. Y que no se deje nada en la superficie, con suerte una vez nos hayamos ido no podrán encontrar este sitio.

- Pero señor. -Dijo el lugarteniente.- Hay más de trescientas personas en la base, y ahora mismo sólo hay cuatro naves aquí. Es imposible trasladarnos a todos. Quizás habría que llevarse las naves y que el resto se escondan bajo tierra. Así al menos podemos aspirar a que no los descubran.
Eso era cierto. Si pedían ayuda las demás naves tardarían horas en llegar. Por otro lado, había una solución clara.

- ¿Cuánta gente cabe en tu nave, Bill? - Preguntó. -

Schackleton sacudió la cabeza sorprendido.

- Pues aparte de mi tripulación no más de diez. ¿Quieres que meta a trescientas personas?

- En esa no, idiota, en la otra. Imagino que si caben más de mil mutantes cabrá también nuestra gente, ¿no?

La idea era simple pero eficaz. Finalmente tendrían que llevarse el carguero.

- Imagino que no habrá problema. Pero llamaremos mucho la atención.

- Bueno, déjame eso a mí. Id comenzando la evacuación y lanzad un mensaje de socorro a las otras colonias. Necesitamos tanta ayuda militar como nos puedan proporcionar. Diles que saldremos en media hora.

- De acuerdo, señor. -Contestó el lugarteniente.- ¿Hacia dónde evacuaremos?

- Eso ya lo diré cuando estemos lejos de aquí. Prefiero que no lo sepa mucha gente. Sólo dile a todas las naves que sigan al carguero hasta que les comuniquemos el objetivo. Yo iré en la Quest dirigiendo el convoy.



En menos de media hora terrestre todo estaba listo.  A fin de cuentas, siempre habían vivido con el miedo de ser descubiertos, y toda la población tenía instrucciones de tenerlo todo listo por si hubiera que evacuar.  Un total de diez naves habían respondido a la llamada de emergencia, entre naves de la Colonia y de fuera. Así pues catorce naves, junto al enorme carguero, despegaron de la Colonia 2. El Quest iba de las primeras, remolcando al carguero con los mutantes y la población de la base por delante de ella. Otras dos naves piratas los escoltaban y había otras dos de avanzadilla. Nunca antes los rebeldes habían organizado una flota semejante, tampoco se habían visto nunca en esta situación.

- Bueno, John. - Schackleton se comportaba como si nada importante estuviera pasando.- ¿Cuándo me dirás hacia dónde vamos?

- Por ahora mantén el rumbo. -Respondió.- No estamos demasiado lejos.

- Bueno, si a estas alturas no te fías de mí creo que nuestra relación tiene un problema.

La tripulación se rió. Venía bien un poco de humor en un momento tan tenso como este. Realmente, ninguno tenía idea de a dónde se dirigían. Sólo se alejaban de la Colonia, pero no iban en dirección a ninguno de los portales de las otras colonias o de la Tierra.

- Tú sólo mantén el rumbo.

Durante un largo tiempo continuaron así. Sin decir nada. La flota simplemente se alejaba tranquilamente de la Colonia. Sin duda era una buena estrategia, nadie los buscaría en la inmensidad de la galaxia. El problema era que tampoco había nada allí. Los otros cuatro planetas de ese sistema estelar no eran habitables, y a las otras colonias sólo se podía acceder mediante los portales, ya que estaban a muchos años luz. Sin duda como maniobra de distracción era inigualable.

- Capitán. Tenemos una comunicación entrante. - Dijo Scott. - Se trata de una de las naves de reconocimiento.

Un holograma del capitán de la otra nave se proyectó. Se trataba de otro pirata, aunque su aspecto era muy diferente al de Schakleton. "Señor, hemos detectado una nave militar terrestre en nuestra zona, un lancero. No es de las más grandes, como mucho treinta tripulantes y dos o cuatro cañones de protones. Imagino que está de reconocimiento y si la hemos detectado es seguro que ellos también nos han detectado a nosotros".

"Mierda", pensó Sheldon.

- ¿Qué hacemos ahora? -Preguntó Schackleton.- ¿Seguimos?

- No nos queda otra. Scott, calcula cuanto tardaremos en llegar al siguiente punto, -le dictó las coordenadas- si vamos a máxima velocidad.

Scott le preguntó al sistema de navegación indicándole todas las variables. El resultado se proyectó.

- Unos treinta minutos terrestres nosotros, señor. El resto de la flota podría ir más rápido, ya que no tienen que acelerar al carguero, claro. Nosotros debemos mantener la velocidad si no queremos quedarnos sin energía.

Sheldon se quedó pensando un momento. A fin de cuentas el lancero terrestre no les había detectado a ellos, sino a una nave. Era probable que intentara darle caza antes de dar el aviso a las fragatas. Tampoco él era un experto estratega, su trabajo había sido llevar adelante la Colonia durante más de diez años. Casi todo era trabajo civil, construir viviendas, mediar en disputas, nada que ver con enfrentarse a una flota. Hacía muchos años que había dejado el mundo militar.

- Rápido Scott, ¿cuánto tardarían en llegar al portal que lleva a la Tierra las demás naves? - Preguntó.- Creo que no está muy lejos.

Se limitaron a preguntárselo al sistema de navegación y este contestó casi inmediatamente. Quince minutos las más rápidas.

- Comunícate con las demás naves. -Ordenó.- Que cinco de ellas, a ser posible de otras colonias, se dirijan juntas a ese portal. Que hagan todo el ruido que puedan y luego lo crucen. Luego ya que se busquen la vida para desaparecer.

- Desviando la atención, ¿eh John? - Dijo Schackleton.- Me parece un plan digno de un almirante.

Sheldon hizo caso omiso de los comentarios. Se acercó al holograma a ver la posición de las naves. Estaba claro que el lancero no se desviaría y habría que hacerle frente. Hubiera sido hasta una buena idea tomar rehenes del carguero, así al menos podrían negociar.

- Nosotros seguimos nuestro rumbo. Scott, en las coordenadas que te he dado hay un portal, el objetivo es cruzarlo sin pausa.

Todos se miraron sorprendidos. ¿Un portal? La situación de los portales era conocida desde hacía cientos de años. ¿Hacia dónde se dirigía este?

- Da orden a las demás naves de adelantarse, que nos lleven algo más de un minuto de ventaja. Calculo que entrarán en el radar del lancero después de que el señuelo esté ya funcionando. Que no se lo piensen y si se ponen agresivos que ataquen. Tenemos superioridad numérica a fin de cuentas. Lo importante es que el portal esté libre para cuando lleguemos nosotros, llevamos más de trescientas personas en ese carguero.

Bruce gruñió.

- Y más de mil mutantes, claro. - Añadió.-

Al mutante le gustó la aclaración. Scott dio las órdenes por el comunicador. La tripulación estaba bastante excitada, eran piratas al fin y al cabo, y nunca habían vivido una situación tan interesante.

- Me permito comentar, "Almirante Sheldon". - Dijo Schackleton con un tono burlón.- Que la superioridad numérica no lo es todo. Un lancero terrestre puede destruir a varias de nuestras naves sin problema. Este tiene al menos dos cañones protónicos, con mucha más potencia que los nuestros, y su reactor y baterías tienen mucha más potencia y capacidad que las nuestras.

- Bueno, pues deberán tener cuidado, Capitán Schackleton. -Respondió con el mismo tono. - Nosotros somos los más vulnerables, el carguero incluso no tiene escudo electromagnético. Un sólo ataque positrónico le abriría un agujero que lo despresurizaría. Lo sabes bien porque te has aprovechado de ello. ¿No?

Por supuesto que lo sabía, todos lo sabían. Un rayo positrónico era un ataque muy eficaz porque no había blindaje posible. Al ser los positrones antimateria al encontrarse con la materia ordinaria de las naves la destruía, dejando sólo rayos gamma. Creaba un agujero en la nave más gruesa en menos de un segundo, y luego la diferencia de presión hacía el resto. La única manera de protegerte de él era crear un campo magnético alrededor de la nave que desviara los positrones. Eso sólo lo hacían las naves de guerra.

- En cualquier caso, -añadió el pirata- no creo que tampoco nosotros seamos capaces de resistir un disparo de esa nave. Sus cañones deben tener al menos diez veces la potencia de los nuestros. Creo que el escudo no aguantaría ni un par de segundos.

En este tipo de enfrentamientos todo se decidía en función de la energía que cada nave podía producir. Si te quedabas sin energía para crear el escudo eras totalmente vulnerable, y un sólo ataque te podía despresurizar la nave. Por otro lado, para crear positrones también hacía falta energía. Así que al final era un juego simple, gastar la energía del contrario sin gastar la tuya. También había que decidir si levantar el escudo o disparar a toda potencia, o regularla, intentando adivinar que haría el contrario. Por eso las naves tenían un reactor nuclear y bastantes baterías. Mientras todo estuviera tranquilo las baterías se conservaban al 100% de su capacidad, de como se fueran descargando dependía todo. Sin duda, el lancero tenía que tener un reactor mucho más potente que ninguna de las naves, más potente quizás que todas juntas.

- Señor, -interrumpió Scott- la nave de reconocimiento, la que descubrió el lancero, ha desaparecido. Han debido destruirla.

- Mierda. -Gritó Schackleton. Perder a compañeros no pasaba muy a menudo, por suerte.-

- El resto de las naves ya está llegando al rango de alcance del lancero.

Todos se acercaron al holograma de la posición, incluyendo a Bruce, aunque él no lo entendía muy bien. Se veía la nave enemiga rodada por las otras ocho naves. Por suerte el lancero no era tan rápido como las demás y se limitó a quedarse estático en el medio mientras las demás naves volaban a su alrededor. En el holograma no se veían los rayos positrónicos, pero sí los escudos y así podían comprobar que la lucha ya había comenzado. El lancero tenía el escudo activado a plena potencia. Las pequeñas naves piratas activaban y desactivaban los suyos a medida que se movían para así poder ahorrar energía. Por suerte parecía que el lancero tenía sólo dos cañones por lo que no podía disparar a todas las naves a la vez. De esta manera los piratas podían aspirar ahorrar su energía mientras se consumía la del enemigo.

De repente, una de las naves piratas desapareció. Era una de las que tenía el escudo activado, por lo que se veía que Schackleton tenía razón, si el lancero disparaba a toda potencia el escudo de las naves pirata no era suficiente. Toda la tripulación estaba en silencio. Había poco que decir. Sus amigos estaban jugándose la vida para poder salvar a toda esa gente y los mutantes, igual que hacían ellos.

Dos nuevas naves aparecieron en el holograma, lejos de la acción. Estas no eran lanceros ni naves pirata, eran enormes naves de guerra, fragatas seguramente. Muy probablemente cada una de ellas llevara diez lanceros como el que estaban combatiendo.

- ¿Cuánto tardarán en llegar estas naves? - Preguntó Scott a su sistema.-

- Quince minutos. -Contestó este.-

Lo bueno de enfrentarse a estas naves es que no eran muy rápidas. Al ser tan grandes no podían acelerar a las mismas velocidades que ellos ya que luego gastarían toda su energía en decelerar. Daría tiempo a cruzar el portal antes de que llegaran. El problema era después, ellos también podían cruzar el portal y la probabilidad de que al otro lado hubiera cientos de naves aliadas era remota.

- Tenemos que hacer una comunicación. -Dijo rápidamente Sheldon.- Dirígela al portal, con codificación estándar. Que diga: "Al habla el concejal Sheldon. Llegamos en situación de emergencia, unas diez naves piratas y un carguero capturado de la Tierra. Nos persiguen. Cierren el portal a nuestro paso." Después añade mi clave, -dictó veinte caracteres, entre números y letras.-

Scott cumplió rápidamente el cometido, aunque no sabía muy bien que quería decir. Nunca habían oído hablar de la posibilidad de "cerrar un portal". La comunicación con este tipo de claves tampoco era usual. Los ordenadores cuánticos de AT podían descodificar una clave tan corta en unos minutos. Por suerte entre enviar la comunicación a la Tierra y que volviera tendrían tiempo de cruzar ese portal. O eso esperaban.

Otra nave desapareció del holograma. Quedaban seis. Sin duda el lancero ya los habría detectado, incluyendo al carguero, y empezaban a estar cerca de su alcance. Las otras naves seguían orbitando al enemigo. El lancero comenzó a moverse en su dirección, estaba claro quien era su objetivo. Toda la tripulación estaba más nerviosa que en cualquier otro momento de su vida.

- ¿Qué hacemos ahora? -Preguntó Scott. -

Sheldon fue a responder, pero Schackleton lo interrumpió.

- Perdona John, pero esta es mi nave. Tú decides sobre la flota, pero aquí mando yo, y creo que estoy más preparado para esto que tú.

No hubo discusión. Claramente el mando era suyo.

- Activar el escudo, a mitad de potencia al principio, ya veremos si sobrevivimos para necesitar esa energía. Cambia el rumbo, iremos al portal pero antes daremos un pequeño rodeo.

- ¿Qué rumbo pongo, señor?

- Uno que sea algo errático. Aquí en el espacio da todo un poco igual, pero al menos no seamos un blanco fácil. Desconecta todos los sistemas de energía que no sean esenciales, salvo la gravedad en esta sala. Si vamos a morir al menos lo haremos de pie.

Scott miró a Schackleton.

- Imagino, Capitán, que recuerda que seguimos el mismo rumbo que el carguero. Si pretende que lo movamos a él también nos quedaremos sin energía en un momento.

Toda la tripulación guardó silencio. Al capitán no le gustaba que le corrigieran, pero tenía razón. Cambiar el rumbo del carguero tenía un coste energético importante y lo prioritario ahora era mantener el escudo activo y ahorrar la energía de las baterías.

- No, deja el carguero a su rumbo. -Respondió.- Vamos a ver quien les interesa más, si ellos o nosotros.
Como la aceleración de la nave no se percibía en la sala, sólo a través del holograma podían ver su movimiento, sobre todo en relación al carguero. El enemigo definitivamente los había detectado y se dirigía a su posición. Las naves aliadas seguían a su alrededor, parecían insectos molestando a un caballo. Scott decidió ponerse al otro lado del carguero de modo que este sirviera de escudo ante el lancero. Este se acercó y luego se mantuvo a una distancia estable de ella. Definitivamente no tenia interés en destruirla, ya que lo podría haber hecho en un segundo, quería recuperarla. Un instante después, el carguero comenzó a desviarse de su rumbo.

- Señor, están intentando desviar la nave. Se ve que quieren recuperarla, nosotros les damos bastante igual.

- Schackleton, -dijo el concejal- esta es tu nave y respeto tu mando, pero te recuerdo que tenemos trescientos compañeros, -miró a Bruce- y miles de mutantes en esa nave. No podemos dejar que se la lleve.

La situación era tremendamente tensa. Sin duda las reservas de energía del lancero eran mucho mayores que la suya, luchar a ver quien controlaba el carguero era una lucha inútil.

- Avisa a las demás naves, Scott, diles que ataquen todos a la vez, que tengan que subir el escudo al máximo.

- Hecho. -Respondió.-

Las naves respondieron. Se dirigieron al lancero y en el holograma se pudo ver como este subía su escudo al máximo. Inmediatamente se apreció en el holograma que el carguero volvía a seguir una trayectoria recta. El plan estaba funcionando. El lancero no podía seguir usando el rayo gravitatorio ya que toda la energía la había dedicado al escudo.

- Aprovechad ahora y devolvedlo a su rumbo anterior. -Ordenó el capitán.- A ver si conseguimos que cruce el maldito portal.

El carguero volvió a desviarse. La aceleración era mucho menor que antes, estaba claro quien tenía el rayo gravitatorio más potente. Entonces vieron en el holograma otra de las naves desaparer. Las demás comenzaron a alejarse.

- ¿Qué ocurre? -Preguntó Sheldon.- ¿Dónde van?

- Se están quedando sin energía, -respondió Schackleton- o son unos cobardes, una de dos. ¿Cuánto tardará nuestro amigo en alcanzar el portal?

- Sesenta segundos. - Respondió Scott.-

Estaban tan cerca. No se oía nada en la sala, ahora todo dependía de lo que hiciera el lancero.

- Vamos a cambiar de estrategia. -Dijo el capitán.- Si desvía el carguero ahora ya no podremos devolverlo a su trayectoria a tiempo. Volved a una posición en la que los tengamos a tiro y disparad el cañón de protones, máxima potencia.

- No tenemos energía suficiente. -Dijo Scott.- Devolver a esa mole a su órbita nos ha dejado las baterías a cero, ahora tenemos sólo la energía del reactor. No nos da para todo.

El carguero volvió a desviarse despacio de su trayectoria. Lo habían capturado otra vez. Mientras las demás naves desaparecieron al cruzar el portal.

-  Desconecta todo lo demás, el escudo, la gravedad artificial, todo. Ahora lo único importante es disparar a la mayor potencia. - Scott lo miró incrédulo.- ¡Vamos! Es  ellos o nosotros.

Obedeció. En un momento estaban todos flotando por la sala de mando. Afortunadamente todo el control era por voz y no necesitaban estar cerca de los controladores. El cañón positrónico comenzó a funcionar y el lancero se vio obligado a subir el escudo al máximo. Por un momento nadie dijo nada. Se quedaron flotando a la espera de que el lancero les partiera en dos. Un sólo disparo y todo se habría acabado para ellos. De repente, la nave tembló y se escuchó una pequeña explosión. Al no tener la gravedad artificial volvían a sentir la aceleración de la nave y sin duda algo había pasado. Habían sido alcanzados y la nave se estaba despresurizando. Era sólo una cuestión de segundos que la diferencia de presión rompiera la cubierta y los lanzara a todos al espacio. Sin embargo, los segundos pasaron y no ocurrió nada.

- Señor, el lancero nos ha alcanzado. -dijo al fin Scott.- Parece que él tampoco tiene mucha energía y el rayo era muy débil. Sólo ha causado un pequeño agujero en la bodega. El sistema ha detectado el ataque y ha podido aislar la zona y activar el escudo a tiempo. Para eso ha tomado la energía del cañón, claro, así que no podemos disparar más. Además el motor gravitatorio está dañado por lo que vamos a la deriva.

- Bueno, eso ellos no lo saben, así que no creo que se atrevan a bajar su escudo hasta que nos quitemos de en medio. Esperemos que no recuperen la energía demasiado rápido, y que no nos puedan disparar de nuevo. Esperemos también que al cruzar el portal haya alguien esperando, o acabaremos mal.

Estaba en lo cierto. Durante los próximos segundos nada pasó, simplemente las tres naves siguieron su rumbo recto. En un momento, cuando el lancero recuperó la energía de las baterías volvieron a intentar desviar el carguero, pero era demasiado tarde. Las tres naves cruzaron el portal y el holograma mostró, de repente, más de cincuenta naves a su alrededor.

El lancero supo nada más llegar que no tenía ninguna posibilidad de combatir semejante flota, e intentó huir sin éxito. Al volver a cruzar el portal en la dirección opuesta nada pasó. Era cierto que podían cerrarlo y ya no se encontraba allí. Entonces mandó un mensaje de rendición y dejó de oponer resistencia. Las demás naves los remolcaron a todos.

Pudieron devolver la gravedad a la sala, pero el sistema de navegación estaba realmente destruido.

- Bueno, Almirante Sheldon, ¿puedes decirnos ya hacia dónde nos dirigimos? -Preguntó Schackleton.-
El concejal estaba sentado en una silla. Había tenido más emociones en un día que en los últimos diez años.

- Vamos a la Nueva Colonia. -Nadie dijo nada, estaba claro que necesitaban más explicaciones.- Por lo visto hace unos años descubrieron en un dispositivo electrónico, de esos que había en la prehistoria, las coordenadas de otro planeta habitable, pero no colonizado. Pensaron que era una buena idea establecerse allí, por todo el rollo ese de empezar de nuevo. La Tierra no sabe donde está, que sepamos, y no puede alegar que la Nueva Colonia sea suya, porque no se establecieron allí, nosotros lo hicimos. Llevan ya casi diez años con la colonización.

- ¿Y cuánta gente vive? - Preguntó Schackleton.- ¿Cómo es?

- Me temo que no sé demasiado. -Respondió.- Creo que hay un par de miles de personas, que han ido yendo poco a poco de cada colonia. La idea era crear una sociedad y luego ofrecerle a la Tierra la posibilidad de que los colonos que quisieran se pudieran exiliar allí y que nos dejaríamos mutuamente en paz. No sé ahora como saldrá la cosa después de tu aventura.

A la tripulación en general no le gustó esa acusación. Esta guerra no la habían empezado ellos. Scott, por otro lado, tenía también una cierta curiosidad científica.

- ¿Y ese portal? ¿Cómo lo han cerrado? Nunca había visto algo semejante.

- Detalles técnicos no te puedo dar, chico, porque no los conozco. Sólo sé que hemos avanzado mucho en la tecnología gravitatoria y que han creado portales a todas las colonias. Nos dijeron que si la posición del portal se veía comprometida enviáramos una señal de aviso y lo harían desaparecer. Es una suerte, porque si no tendríamos a media flota terrestre aquí en un par de horas. También es verdad que no descarto que eso pase en cualquier caso, aunque llevará más tiempo.

- Si no aceptan la tregua no nos culpes a nosotros, -dijo Schackleton- sólo hemos hecho lo que debíamos hacer.

Sheldon lo miró y suspiró. Eso era cierto.

- Tienes razón. Esa nave con los mutantes era indudablemente un acto de guerra. Doscientos amigos como Bruce no los fabrican para vigilar las minas.

Bruce gruñió, odiaba pensar en sus hermanos como en productos de fábrica. Era consciente de que así era, estaban fabricados con un propósito y descartados después, pero le repugnaba.

- Yo los cuidaré. -Dijo interrumpiendo la discusión.-

Todos lo miraron con cara paternal. No podían dejar de pensar en él como en un niño. Un niño gigante de cuatro brazos, pero niño al fin y al cabo.

- Ahora tenemos que encontrar su sitio, Bruce. -Le dijo el concejal.- Tenemos que educarlos y buscarle un trabajo. Bueno, en la ciudad ya veremos. 

La ciudad no les defraudó. No se parecía a ninguna de las que conocían en las otras colonias, pero tampoco era como su base. Era una ciudad de verdad, con sus casas y sus calles. Sin la necesidad de estar escondidos bajo tierra.

Como no podían usar su propio sistema gravitatorio necesitaron el apoyo de otras naves para poder aterrizar. No había posibilidad de dejar la nave levitando, así que tuvieron que bajarla hasta el planeta. En cualquier caso, estaba claro que pasaría mucho tiempo antes de que la Quest volviera a volar, si es que lo hacía algún día. Al salir había una muchedumbre esperándolos. El ambiente era distinto, era de noche, pero había bastante luz ya que el planeta tenía dos satélites naturales que iluminaban bastante. La gente parecía más tranquila que en la base de la Colonia 2. Allí no tenían el miedo constante a ser descubiertos,  era un verdadero hogar. La tripulación tenía sentimientos encontrados, mezcla entre ilusión y rabia, ilusión por la posibilidad de volver a empezar y rabia porque su propia gente les hubiera ocultado esta información.

- ¡Bruce! -Se oyó entre la multitud. en cuanto pisaron tierra.-

- ¡Rachel! -Gritó el mutante al verla. Miró a su capitán- ¿Puedo ir?

- Claro. -Contestó el concejal Sheldon. Schackleton lo miró reprobándolo.- Tu capitán y yo tenemos ahora mucho que hablar.

El mutante no esperó a la confirmación de su capitán, salió corriendo y abrazó a la mujer con sus cuatro brazos.



A Schackleton y Sheldon se los llevaron a dar cuentas a la autoridad. Al mismo tiempo hicieron aterrizar al carguero para dar salida al resto de los rebeldes de la Colonia 2. Con los mutantes aún no sabían muy bien qué hacer, así que los dejaron provisionalmente en la nave.

A pesar de la hora, se había formado un comité para discutir con ellos. Schackleton fue de muy mala gana, él era un pirata y no un político. Llevaba ya demasiadas reuniones en muy poco tiempo. Tenía claro que si hubiera sabido todo lo que iba a pasar, habría dejado el carguero en paz. Los llevaron a un pequeño edificio cercano, donde se llevaron la primera sorpresa. Estaba custodiado por dos mutantes parecidos a Bruce.

- Parece que no traemos a los primeros mutantes a esta colonia. -Dijo Schackleton.- Me alegro, seguro que aprecian que les hayamos traído amigos.

Los llevaron dentro del edificio, donde había un hombre esperando. Schackleton no lo conocía, pero era normal, no conocía a mucha gente dentro de la organización de la FLC. La escolta se fue dejándolos a solas.

- Hola, John, -dijo el desconocido- ¿quién es tu amigo?

- Hola Tom, -respondió- este es el capitán Schackleton. Él es el responsable de que estemos hoy aquí. Uno de los piratas que trabajaba en la zona de la Colonia 2.

Capitán Schakleton, este es Tom Elet, líder del Frente de Liberación de las Colonias.

Tom miró al capitán de arriba a abajo. Llevaba ya mucho tiempo al mando del FLC y sabía reconocer a un fanfarrón en cuanto lo veía. En cualquier caso las cartas  estaban ya echadas.

- Bueno, me han hecho ya un resumen de vuestra aventura. Así que ahora tenemos un carguero con miles de mutantes y estamos casi en guerra con la Tierra. -Se pasó la mano por la frente.- En fin, ya estábamos bastante mal en cualquier caso.

- ¿Y eso? -Preguntó Schackleton.- ¿Puede alguien explicarme qué es este sitio y sobre todo por qué no teníamos ni idea de su existencia?

Tom miró a Sheldon y este le asintió con la cabeza. El capitán pirata era un fanfarrón, pero era un fanfarrón de fiar.

- Llevamos ya varios años creando esta colonia. La idea era simple, si las demás colonias pertenecen a la Tierra creamos una nueva. Así cualquiera que quiera salir del yugo terrestre tendrá un sitio a donde ir.

- ¿Y cuál es el plan? -Preguntó Sheldon.-

- Bueno. -Dijo Tom.- Estábamos realizando contactos diplomáticos, pero el robo de un carguero no estaba entre las condiciones. La idea es que nos dejen aquí en paz, que dejen elegir a los colonos si quieren venir o permanecer en sus colonias.  Nosotros a cambio dejamos de asaltar sus naves.

Se oyó un bufido en la habitación. Los dos políticos miraron al pirata.

- ¿Y eso es todo? Años de explotación, de tratar a los colonos como miserables, de fabricar mutantes para esclavizarlos, ¿y ahora nos retiramos y los dejamos en paz? Cuanta valentía. ¿Y los mutantes? ¿Esos también decidirán dónde ir?

- ¿Y qué propone el capitán pirata? -Preguntó Tom.- ¿Qué ataquemos la Tierra?

- Eso tampoco serviría de nada. La mayoría de los terrícolas son igual de desgraciados que los colonos. Debemos seguir como estábamos. Causarles tanto daño hasta que descubran que les sale mejor ceder que continuar así.

Los políticos suspiraron. La gente joven los empezaban a cansar. Todo el esfuerzo que hacían para evitar la guerra siempre se reducía a cobardía, acomodamiento o pasividad. Ni siquiera eran conscientes de que contra el poder militar de AT no tenían nada que hacer.

- Muchas gracias, capitán. -Dijo finalmente Tom.- Tendremos en cuenta su opinión. Intentaremos arreglar su nave lo más rápidamente que sea posible y, en caso de que rechacen el armisticio, podrá volver a su lucha. Mientras tanto, nos ayudará a encontrar una utilidad a los miles de mutantes que nos ha traído.

- Muchas gracias, señor. -Respondió el pirata.- Y no se preocupe, que rechazarán su oferta. Les ayudaré con los mutantes, pero a cambio quiero que cuando empiece esta guerra me manden a la primera línea de batalla.

Tom lo miró sorprendido.

- Vaya, no sabía que era usted un experto en diplomacia, además de pirata.

- No tengo ni idea de diplomacia, como podrá imaginar. Pero gracias a usted y a otros pude leer mucho sobre guerras en la época prespintrónica, y con todo el respeto le digo que están ustedes equivocados por completo, señor. Se han confundido de enemigo.

Tanto Tom como Sheldon tenían ganas ya de despacharlo y poder comenzar a hablar de sus asuntos, pero por otro lado también sentían curiosidad. El pirata continuó antes de que pudieran preguntarle nada más.

- Se piensan ustedes que el enemigo es la Tierra, y eso es un grave error. En la Tierra hay millones de seres humanos pobres, pasando hambre, y millones de mutantes esclavizados, igual que en la colonias. El enemigo es el de siempre, el de todas las guerras de la historia, un grupo de privilegiados que nacen ricos y que necesitan de los pobres para poder seguir siendo ricos. En otra época fueron los blancos contra los negros, la casta rica contra la casta pobre, ahora es AT contra el resto de la humanidad. -Hizo una pequeña pausa.-  Ustedes le han ofrecido un trato, que dejen a los pobres que se vayan, pero ellos necesitan pobres para poder continuar siendo ricos. Necesitan su esfuerzo, su sudor, sus impuestos. Si piensan que van a renunciar a sus privilegios de forma pacífica es que no han aprendido nada de la historia que ustedes mismos rescataron. Ninguna revolución pacífica ha funcionado nunca, habrá que pelear por lo que queremos.

- ¿Y entonces qué hacemos, Schackleton? - Esta vez fue Sheldon el que preguntó.- ¿Le declaramos la guerra a una empresa?

- Pues sería un comienzo. -Respondió.- No es que sea fácil, AT es como un monstruo con miles de cabezas, con decenas de jefes y una enorme y absurda burocracia. Si eliminamos a un burócrata aparecerá otro, y así hasta el infinito. Lo único que podemos hacer es darle donde más les duele, cortarles el suministro de materia prima desde las colonias. Continuar con la piratería hasta el final.

- Gracias de nuevo. -Dijo finalmente Tom cortando la conversación. Todo esto él ya lo sabía. En el fondo no podía evitar verse reflejado en el pirata.- Como ya le he dicho, ya le contactaremos.

Schackleton sabía que no podía hacer nada más, así que hizo una exagerada reverencia y se fue, dejando a los dos hombres solos.

- ¿Qué piensas John? -Preguntó Tom.- ¿Crees que tiene algo de razón?

- Es un fanfarrón y es muy joven. Le encanta la piratería y no quiere dejar su estilo de vida. Pero también tiene razón. Los terrestres, los que viven gracias a la explotación de las colonias, no dejarán que su mano de obra se vaya tan fácilmente. Mucho me temo que la guerra es inevitable.

Tom se quedó pensativo un momento. Tenían razón, más les valdría comenzar a prepararse.

- Al menos, -dijo Tom al fin- nos han regalado doscientos soldados y miles de obreros. Habrá que ponerlos a trabajar cuanto antes.

En ese momento pensó también que quizás cada día se parecía más al enemigo al que combatía. 



Relato del libro Spintrónica. Licencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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