Neurociencia. Capítulo III
Daniel Manzano Diosdado


- ¿Una copa de champán?

Pietro miró al señor Gordon y afirmó. ¿Por qué no? Estaban de celebración al fin y al cabo.

- Nunca dudé del éxito de nuestra colaboración. -Dijo el jefe mafioso.

"Mentiroso", pensó Pietro. "Dudas ahora mismo, por eso me has traído aquí. Incluso después de que ya hayas ganado más de un millón de dólares gracias a mí."

- Yo tampoco. -Respondió, y sonrió.

En la televisión se veía una actualización constante de la bolsa. Walter lo miraba distraídamente, aunque todos sabían que no tenía ni idea de lo que significaba ese baile de cifras. Seguía con su apariencia de joven rebelde, cosa que a su padre no parecía importarle ese día. Ese era el día en que se convertiría en el hombre más rico del mundo. Nada podía molestarle.

- ¿Cuánto hemos invertido finalmente? -Preguntó Pietro.

- Un par de millones. - Le respondió Gordon. Era mentira, claramente. Habían invertido todo lo que tenían, pero cuanto menos le dijeran, menos beneficios tendrían que compartir.- En cuanto el gobierno empiece a comprar seremos inmensamente ricos, Pietro. ¿Quién te lo hubiera dicho?
Pietro ya no se enfadaba. La prepotencia de los analfabetos mafiosos había dejado de afectarles. Incluso a Walter lo soportaba. El sentir que ya nunca más tendría que tratar con ellos le tranquilizaba enormemente. En menos de una hora, podría largarse de esa maldita ciudad y empezar de nuevo. Una jubilación tranquila en una isla propia era un sueño que tranquilizaba a cualquiera.

- ¿A qué hora has previsto que empezarán a comprar? -Preguntó Walter. Parecía como si tuviera una cita y quisiera irse lo antes posible. -

- En unos 10 minutos. -Respondió Pietro.

El joven parecía molesto con la espera. No comprendía la magnitud de la operación que estaban llevando a cabo. Realmente, pensó Pietro, hacía tiempo que no comprendía nada de nada.

Pietro se levantó un momento de la silla. La espera se le hacía pesada. No eran nervios lo que sentía, sabía perfectamente lo que iba a ocurrir, pero quería salir de allí cuanto antes. Empezar su nueva vida. Pensó en excusarse un momento, pero luego lo descartó. El señor Gordon no lo iba a dejar salir así porque así, estaba allí a modo de rehén. Hasta que la operación no se hubiera completado y el dinero se hubiera materializado tenía que permanecer allí, así conseguían los mafiosos no ser estafados por sus propios neurocientíficos. Realmente no estaba seguro de si tendrían planeado también matarle en caso de que la operación saliera según lo previsto, así era como los mafiosos evitaban ser traicionados. En cualquier caso poco importaba ya.

- Ya empiezan. -Dijo Gordon.- Parece que suben las acciones.

"Poco durará", pensó Pietro. Y no se equivocaba. Enseguida las acciones empezaron a teñirse de rojo. Todas y cada una de las empresas en las que habían invertido empezaron a caer en picado. En menos de una hora habían reducido su valor a prácticamente nada. El jefe mafioso estaba rojo de ira.

- ¿Cómo es posible? -Preguntó a Pietro.- Dijiste que lo tenías todo bajo control.
Parecía que ni siquiera respiraba. Pietro, por otra parte, estaba más tranquilo que nunca. Se le veía disfrutar con el asunto.

- También te dije que la cirujía no se podía hacer sin dejar marcas. Decidiste no creerme cuando te decía la verdad y hacerlo cuando te mentía. Te pudo el ego, como siempre.

El mafioso no podía creerse lo que pasaba. Quería respuestas, pero el odio fue más fuerte. Se dirigió a su mesa y sacó una pistola, apuntó a Pietro, pero no disparó.

- Walter. Hazlo tú. -Dijo. - Ya es hora de que mates a alguien.

Walter se levantó de la silla en la que estaba sentado y fue al lado de su padre. Este le entregó la pistola.

- Hazlo en la frente, o si lo prefieres primero en el estómago. No es malo que sufra.

El joven apuntó a Pietro a la cabeza, pero no disparó. Algo le impedía apretar el gatillo. Una sensación en el estómago no le dejaba casi ni respirar. A lo mejor no tenía madera de matón.

- Walter, no dispares. -Dijo Pietro. - Baja el arma, y si tu padre intenta atacarme o avisar a alguien dispárale.

El joven obedeció. Tenía la mirada vacía, como si no fuera él mismo, de hecho no lo era. Ya no tenía voluntad.

- ¿Cómo es posible? -Dijo el señor Gordon. Aunque a estas alturas ya comprendía lo que pasaba.

- Te dije que era un gran neurocirujano. No puedo operar sin dejar marcas, pero da igual si nadie se para a observar. Walter, enséñasela.

El joven se levantó la melena y mostró una cicatriz enorme en la nuca. Su padre no pudo evitar una mueca de asco. Su hijo ya no existía, se había convertido en un zombi a las órdenes de uno de sus subordinados. No había manera de describir el odio que sentía en ese momento.

- ¿Y por qué? -Preguntó a Pietro, aunque la respuesta era obvia.

- Podría decir que no me dejaste otra opción, aunque sería mentira. La respuesta es más que obvia, por dinero. Hay maneras de manipular la bolsa, que no requieren cirugía, como llegar a un acuerdo con el político que controla la inversión pública. Si además haces creer a unos idiotas con dinero que unas acciones van a subir, haciéndoles invertir y realmente subirlas, las vendes al alza y luego las recompras a la baja, ganas mucho dinero. Puedes consolarte con el hecho de que el gobierno también ha ganado mucho dinero gracias a ti, tu dinero. Te has convertido sin saberlo en un gran patriota.

El mafioso no paraba de mirar a su alrededor. Estaba buscando una manera de escapar, de reducir a su hijo y acabar con esa sanguijuela. No se le ocurría nada que no terminara con su propio hijo disparándole, su propio hijo. Esa no es manera de morir, pensó.

- ¿Y cómo has sabido que no te dispararía? - Preguntó para ganar algo de tiempo.

Pietro lo miró y no tuvo necesidad de responder. El cómo estaba claro. Walter le había sedado en algún momento y hecho un mapa cerebral. Así era como sabían en qué acciones iban a invertir exactamente. "Mierda", pensó el mafioso. Comenzó a pensar en todas las posibilidades que tenía, como gritar para que entraran los guardias o tratar de reducir a Walter. Era inútil, lo que fuera a hacer Pietro ya lo sabía antes que él mismo. Ahora sentía la impotencia que había causado en tantos hombres, no ser dueño de tus propias decisiones mientras estás al borde de la muerte es una sensación horrible. Finalmente se resignó, no había nada que hacer.

- ¿Y qué vas a hacer ahora? -Preguntó con desgana.-

- Vivir la vida lejos de aquí. Lejos de vosotros sobre todo. Volveré a hacer ciencia, imagino. A lo mejor escribo un libro contando como te estafé.

- No podrás huir eternamente. -Le espetó el mafioso furioso.- Tarde o temprano alguien te encontrará. Si no soy yo, será otro.

Pietro respiró. Eso era cierto, era demasiado rico y tenía demasiados enemigos, pero al menos tenía una posibilidad. Tampoco nadie tenía que enterarse de lo rico que era, eso al menos reducía el riesgo.

- Walter, reduce a tu padre. -Dijo.

El joven obedeció y golpeó a su padre con la culata de la pistola en la cabeza. El mafioso calló al suelo inconsciente.

- Walter, ahora voy a salir. Esperarás aquí al lado de tu padre, cuando se despierte le dispararás en la cabeza. Si no despierta hazlo igualmente.

Por un momento dudó. ¿Era todo esto necesario? Era claro que sí, no debían quedar testigos, y mucho menos enemigos. No estaba acostumbrado a esto, pero aún así no le costaba tanto como había pensado, se ve que tanto trato con mafiosos le estaba costando la moral.

- Walter. Después de disparar a tu padre te dispararás a ti mismo. En la boca, apuntando al cerebro.

Sin duda en la autopsia le verían la cicatriz, pero cuanto menos cerebro quedara menos podrían saber. A lo mejor ni le hacían autopsia, a fin de cuentas un asesinato entre mafiosos, aunque fueran padre e hijo, no era tan raro. En cualquier caso esta era la mejor opción.

Pietro dejó a Walter y su padre inconsciente y salió. Los guardaespaldas no le pusieron resistencia. Lo previsto era que saliera después de la operación, así que no hicieron nada. En cuanto llegó a la calle escuchó dos disparos, seguidos. Parece que no le golpeó tan fuerte al viejo, pensó. Le sorprendió no sentir nada en absoluto. "Bueno, mi cerebro es como es y no puedo hacer nada para cambiarlo", pensó. 


Relato del libro Spintrónicalicencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
0

Añadir un comentario

El millonario filántropo

Daniel Manzano Diosdado

Era un día normal en mi aburrida vida. Hacía ya más de cinco años que estaba en la residencia de ancianos. Nunca pasaba nada. Mi vida no era más que una lenta espera, espera del día en que me acostara y no me volviera a levantar. Mi mayor excitación en ese momento era pensar que ese día tocaba pudding de postre en el comedor.

- Walter, cuéntale a mi hijo eso de que eras millonario y que lo perdiste todo. -Me dijo uno de mis compañeros, un octogenario bastante lúcido, al menos bastante lúcido en comparación con los demás.-

- Otro día, John. Voy al comedor.

Así eran todas mis conversaciones día tras día. No me gustaba la televisión, ni internet, lo único que me entretenía era leer la prensa todas las mañanas.
2

El fin de Dios

Daniel Manzano Diosdado

- Almirante, ya estamos en órbita.

El Almirante levantó una mano indicando que lo había oído y siguió atento al monitor. El ambiente era tan tenso como había imaginado. La tripulación, militares experimentados todos, casi no respiraba. Era algo previsible, a fin de cuentas en menos de dos horas iba a comenzar la operación militar más importante de la historia de la humanidad.

- Estaré en mi dependencia revisando el plan de ataque. – Dijo el Almirante.

Piratas

Daniel Manzano Diosdado

- Señor.  -El radar ha detectado algo extraño.- Parece una nave, pero desde luego no es de las nuestras.

El capitán lo miró sorprendido. Llevaba más de diez años al cargo de esta nave, haciendo esta misma ruta entre la Tierra y la Colonia 2 y nunca había tenido ningún problema. Por otra parte los tiempos estaban cambiando, y él lo sabía.

- Mande una señal de aviso. Exija identificación.

El  oficial dio la orden al ordenador.

Azar

Daniel Manzano Diosdado

Aquel día empezó como cualquier otro. Julia salió de su casa temprano en dirección a la Escuela de Spintrónica, donde trabajaba. Le gustaba llegar temprano para poder desayunar allí y que los alumnos pudieran interactuar con ella. Era importante que la sintieran cercana y accesible. Sobre todo en los tiempos tan complicados que corrían. Ese día, sin embargo, no llegaría a la escuela.

Inteligencia Cuántica

Daniel Manzano Diosdado

La sala estaba oscura y un poco fría. A Jean no le gustaba en absoluto el entorno, le hacía sentirse incómodo, pero estaba dispuesto a soportarlo con tal de seguir en el proyecto. No olvidaba que era el primer psicólogo al que dejaban participar. Llevaba ya más de tres meses, y era sin duda el proyecto de su vida. En la sala había un terminal que daba acceso al superordenador más importante del momento.

- Hola, Joshua.

Mutantes

Daniel Manzano Diosdado

Bruce

Nunca olvidaré el día que conocí a Rachel. Fue el día en que mi vida cambió. De hecho, también fue el día en que su vida cambió. Nunca he sido especialmente inteligente, no llego a ser como un humano, pero creo puedo influir en las cosas. Eso es lo que Rachel me ha enseñado, que puedo hacer más cosas que las que pensaron cuando me diseñaron.

Era mi primer día como relaciones públicas en la mina de diamante.

Spintrónica

Daniel Manzano Diosdado

El comedor de la Escuela Técnica de Spintrónica de la tercera colonia estaba bastante en calma. Aún quedaba una semana para el comienzo del nuevo curso y no se encontraban las decenas de estudiantes que solían reunirse allí para comer, estudiar o, y principalmente, charlar. Entre el ir y venir de alumnos y profesores sueltos sólo un grupo, tres chicos y una chica, permaneció en una mesa durante bastante más tiempo.

Neurociencia. Capítulo III

Daniel Manzano Diosdado

- ¿Una copa de champán?

Pietro miró al señor Gordon y afirmó. ¿Por qué no? Estaban de celebración al fin y al cabo.

- Nunca dudé del éxito de nuestra colaboración. -Dijo el jefe mafioso.

"Mentiroso", pensó Pietro. "Dudas ahora mismo, por eso me has traído aquí. Incluso después de que ya hayas ganado más de un millón de dólares gracias a mí."

- Yo tampoco. -Respondió, y sonrió.

Neurociencia. Capítulo II

Daniel Manzano Diosdado

La noche era bastante fría, pero agradable. Pietro miró al cielo y se sintió más joven por un momento. Estaba todo lleno de estrellas. En la ciudad rara vez se paraba uno a mirar las estrellas, y nunca se veían tantas. Debería buscarme algo en las montañas para mi jubilación, pensó. Entonces, un golpe en el brazo lo devolvió a la cruda realidad. Había que seguir andando.

Ciertamente hacía mucho frío.

Neurociencia. Capítulo I

Daniel Manzano Diosdado

- Parece un mapa cerebral normal. - Dijo Pietro mientras ojeaba los papeles.- Un sujeto de unos treinta años. Aparecen varias reestructuraciones periódicas, no invasivas, en los últimos cinco años.

Se quitó las gafas de cerca mientras se frotaba los ojos. Este trabajo cada día le cansaba más, se sentía ya viejo para hacer lo mismo una y otra vez. Levantó la mirada y miró al señor Gordon, jefe del sindicato del crimen más famoso de la ciudad.
2
Datos personales
Datos personales
Archivo del blog
Cargando
Tema Vistas dinámicas. Con la tecnología de Blogger. Denunciar abuso.