Mutantes
Daniel Manzano Diosdado


Bruce
Nunca olvidaré el día que conocí a Rachel. Fue el día en que mi vida cambió. De hecho, también fue el día en que su vida cambió. Nunca he sido especialmente inteligente, no llego a ser como un humano, pero creo puedo influir en las cosas. Eso es lo que Rachel me ha enseñado, que puedo hacer más cosas que las que pensaron cuando me diseñaron.

Era mi primer día como relaciones públicas en la mina de diamante. Allí había  vivido toda mi vida, desde un año después de ser creado en un laboratorio. Ese día tenía quince años y sobresalía entre mis compañeros por mi inteligencia y mi tranquilidad. No se confundan, no soy ni inteligente ni tranquilo. Es sólo que mis compañeros lo eran menos. En total éramos cinco los mutantes de seguridad que trabajábamos allí. Como ya he dicho, yo era el más inteligente. El único inteligente. Eso hizo que la dirección de la mina decidiera encargarme las relaciones públicas de la mina, en los temas concernientes a los mutantes, claro. Ese día empecé muy nervioso. Después de levantarme me puse el traje que me habían preparado. Imagino que lo harían a medida, porque ahora sé que los mutantes con cuatro brazos y más de dos metros de altura no somos especialmente comunes, y ninguno lleva traje nunca. La camisa me apretaba un poco, pero no me importaba.

Mi primera misión como relaciones públicas fue recibir una visita. Una periodista venía a hacer un reportaje de la mina. No me dieron mucha más información. Sólo sabía donde podía y donde no podía entrar, y sobre todo que no podía grabar ni transmitir nada. Eran instrucciones sencillas. No podía imaginar todo lo que iba a pasar y como mi vida iba a cambiar ese día.

Entré en la sala de reuniones donde me esperaban mis amos y la periodista, Rachel. Cuando me vio se sorprendió y no pudo disimularlo. Mis amos me habían explicado que casi nadie había visto nunca a un mutante y podía causar esa impresión. También pensé que podía ser mi olor. Nunca me había importado, pero también me habían dicho que al tener mucha más masa muscular que un humano sudo mucho más que ellos. 

- Señorita Hels. Este es nuestro relaciones públicas mutante, Bruce.

- Encantada, -dijo ella intentando disimular la impresión. Parecía entusiasmada por conocerme. -

- Bruce es sin duda nuestro mutante más inteligente. Llega a acercarse a un ser humano. -Dijo el amo Banner, el jefe de seguridad.-

- Es un ser humano. -Le corrigió Rachel.-

- Bueno, usted sabe que eso es más que discutible. -Le respondieron.-

Ahora entiendo esa discusión mejor, pero entonces no veía la polémica. Yo era un mutante, siempre lo había sido. Los seres humanos tenía dos brazos y yo tengo cuatro. ¿Cómo podía ser humano? No participé en la discusión. Mi trabajo era sencillo, enseñarle a la periodista los espacios permitidos, impedir que entre en los sitios prohibidos y sobre todo que no usara  ningún aparato. Nunca me había interesado por ninguno de esos temas, hasta ese día.

- Será un placer que me enseñe la mina, Bruce. -Dijo la periodista sonriéndome. Era la primera vez que alguien me sonreía. -

Los amos nos indicaron la salida. La periodista me acompañó hasta la salida.

- Recuerde las normas señorita Hels. - No puede separarse de Bruce en ningún momento. -Dijo el amo Banner.-

- Lo recordaré.

Salimos de la sala de juntas y fuimos por un corredor en dirección al laboratorio. Era la primera parte de la mina que tenía encargado enseñarle. Ella, sin embargo, parecía más interesada en mí que en la mina.

- ¿Cómo es tu vida aquí, Bruce? -Me preguntó.- ¿Eres feliz?

No entendí la pregunta.

- Soy un mutante de seguridad. Me encargo de la seguridad. Hoy empieza mi nuevo trabajo, enseñarle la mina.

- Pero, ¿te gusta vivir aquí o preferirías hacer otra cosa?

- No sé. -Respondí, realmente no entendía la pregunta.- Los mutantes de seguridad trabajamos en la mina.

Me miró de una manera extraña. No sabía qué era, pero me hacía sentir bien. Cuando llegamos al laboratorio no prestó atención ninguna a la explicación de los técnicos. Tampoco a la proyección sobre el funcionamiento de la mina. No tenía interés en la mina. Cuando salíamos del laboratorio me preguntó.

- ¿Dónde están los demás mutantes, Bruce?

- Tenemos que ir ahora al departamento de producción. -Respondí, sudaba mucho y la camisa me apretaba casi no dejándome respirar. Me di cuenta de que prefería mi trabajo de seguridad, no se me daba bien tratar con humanos.-

- Pero me puedes hablar mientras vamos, ¿no?

Realmente no sabía qué decir. Los amos me habían dicho que no hablara mucho, que la llevara a los sitios permitidos y que no la dejara ir a los sitios no permitidos. Ya he dicho antes que no soy muy inteligente, y nunca había hablado con un humano que no fuera un amo.

- El departamento de producción está cerca. -Respondí.-

No llegamos nunca al departamento. Cuando estábamos en mitad del pasillo sentí un pinchazo en la espalda e inmediatamente empecé a dormirme. La vi con una jeringa en la mano. Salió corriendo y me dormí.


Rachel

Conocí a Bruce hace ya bastante tiempo, en la mina de diamante. Después de un par de años trabajando como periodista, conseguí una de los primeros pases que se concedieron para visitar una de las minas de la colonia. Las asociaciones de defensa de los mutantes llevaban bastante tiempo recrudeciendo su oposición al uso de humanos modificados genéticamente para el duro trabajo de las minas. Esto hizo que se volvieran paranoicos y cerraran el acceso. Temían que un defensor de los derechos de los mutantes se infiltrara entre ellos y difundiera las condiciones de estos. Eso fue precisamente lo que ocurrió.

No teníamos muchos datos sobre la mina en sí, por lo que teníamos que improvisar. Era evidente que me quitarían mi dispositivo personal (DP) y que estarían atentos a que no hiciera ninguna comunicación. Por suerte el Frente de Liberación de las Colonias (FLC) nos apoyaba. Ellos me proveyeron de dispositivos que eludían casi todos los controles. No es que al FLC les importara mucho la calidad de vida de los mutantes, pero teníamos enemigos comunes. El gobierno de la Tierra y, principalmente, la empresa AT, la empresa creadora de los mutantes, eran nuestros enemigos.

Primero me reuní con dos de los gerentes de la mina. El encargado de seguridad, el señor Banner, y el jefe de relaciones públicas, el señor Frank. Antes de empezar el tour me explicaron las condiciones.

- Durante la visita será guiada por uno de nuestros mutantes. -Empezó el relaciones públicas. -

- ¿Un mutante? -Mi sorpresa era evidente. -

- Claro. Nosotros nos preocupamos mucho por la felicidad y satisfacción de nuestros mutantes. Se trata de un modelo de seguridad, y le advierto que puede impresionarle. Resultó algo más inteligente que los demás, algún error en el diseño genético imagino, así que le hemos buscado un puesto más acorde a sus cualidades.

A mí no me podían engañar. El pobre mutante no era más que una fachada, un pobre pelele que enseñar a los visitantes para que no pareciera que los explotaban. Por suerte para mí yo tenía información veraz. Sabía que en el fondo de la mina había cientos de mutantes, trabajando sin descanso para extraer los diamantes que AT necesitaba para sus dispositivos spintrónicos. Fuera como fuera sacaría a la luz lo que allí estaba pasando.

- Las normas son sencillas, señorita Hels. El mutante le dirá donde puede ir y donde no. No puede separarse de él, y por supuesto no se permiten dispositivos spintrónicos. Cuestión de patentes, claro. -Dijo Banner. "Cuestión de patentes y de ética", pensé yo. -

Entonces entró el mutante. Fue impresionante, tal y como me habían dicho. Era macho, de unos dos metros y medio y una envergadura acorde a su altura. Llevaba una camisa muy ceñida que permitía intuir su musculatura, mucho mayor que la del más musculoso de los no-mutantes. Por supuesto, su característica principal era otra, tenía cuatro brazos. Se le veía desorientado. Mi teoría de que no era más que un muñeco en manos de los encargados de la mina era cierta. Estaba claro que no había hablado con muchos humanos en su vida.

- Señorita Hels. Este es nuestro relaciones públicas mutante, Bruce.

- Encantada. -Dije intentando disimular la impresión.-

Después me llevó al laboratorio. Todo era una visita guiada sin contenido en absoluto. No me enseñaron nada que no pudieran mostrarme en una visita virtual. Todo lo que decían los técnicos estaba claramente preparado con antelación. Sólo Bruce me parecía realmente interesante. Intenté obtener alguna información de él, pero no fue posible. El pobre no sabía mucho sobre como tratar con no mutantes. Aún así pude ver que era curioso e inteligente, mucho más inteligente de lo que él mismo creía.

He de decir que dudé en seguir el plan. Era evidente que con Bruce al lado no podía llegar hasta el fondo de la mina, donde se encontraban los demás mutantes. Habíamos previsto lo que tenía que hacer, pero ahora que lo conocía me era muy difícil hacerlo. En cualquier caso no habría otra oportunidad como esta, así que me resigné y saqué la jeringa que había conseguido esconder. Llevaba una dosis de somnífero muy potente, suficiente como para dormirlo unas horas. Esas horas me permitirían inspeccionar la mina. Sentí una inmensa pena al pincharle. Se había portado muy bien conmigo y yo le estaba traicionando. "Es por su propio bien", pensé. Realmente lo creía. Era por el bien de todos los mutantes.

En cuanto le pinché eché a correr. Lo vi tambalearse un momento y luego calló al suelo. Aproveché para mirar a mi alrededor, pero no conocía la mina, por lo que era muy difícil orientarme. Saqué uno de los dispositivos spintrónicos que la FLC me había dado. Para poder ocultarlos tenían que hacerlos muy específicos, no como un DP que sirve para casi todo. Este debía ser capaz de encontrar el camino. Tardó un par de segundos en encenderse y luego casi medio minuto en calcular la estructura de la mina. Se supone que emitía microsonidos u ondas electromagnéticas, qué sé yo. Lo que sé es que le permitían calcular la distribución de los túneles. En un momento proyectó un holograma de la mina entera, indicando también mi posición.

En ese momento escuché un ruido y casi sufro un infarto. ¡Bruce se había despertado! Lo vi levantarse aturdido y luego mirar en mi dirección. Era evidente lo que había ocurrido. El sedante estaba pensado para dormir unas horas a un ser humano normal, no a un mutante gigante. Por un momento pensé que no entendía lo que había ocurrido, sólo me miraba desde lejos. Luego enfureció. Estaba claro que lo comprendía. Con sus cuatro brazos agarró su camisa y se la arrancó. Comencé a correr sin dirección alguna. Por suerte pasé cerca de una escalera, una vertical y pequeña, el mutante no cabía por ella. Desesperada me aferré a los peldaños y comencé a subir sin descanso. Desde allí, pude ver como Bruce se dirigía hacía mí. Corría por el corredor usando los brazos inferiores a modo de patas, mucho más rápido que cualquier bípedo hubiera podido hacerlo. Por suerte estaba en lo cierto y no cabía en la escalera, aunque eso no le impidió comenzar a arrancarla de la pared. La agarró con sus cuatro brazos y tiró de ella. Los tornillos que la mantenían pegada a la pared comenzaron a ceder, y el metal comenzó a doblarse. Todo tembló y estuve muy cerca de perder el equilibrio y caer en más de una ocasión. Llegué por un segundo al otro extremo y comencé a correr de nuevo mientras la escalera rota caía al suelo.

Corrí sin rumbo fijo por los túneles durante todo el tiempo que me fue posible. La imagen del mutante arrancando la escalera era estímulo suficiente como para correr hasta la extenuación. Cuando ya no pude seguir paré y me tumbé en el suelo. Había muy poca luz, casi ninguna. Cuando recuperé el aliento saqué el mapa holográfico y consulté mi posición. Ciertamente no tenía un rumbo bien definido, así que daba un poco igual qué dirección tomara, siempre que fuera hacia abajo, hacia donde los mutantes extraían los diamantes. Así pues me puse en camino despacio. Como casi no había luz tuve que usar el mapa a modo de linterna, para evitar tropezarme. El avance por los túneles era lento. Seguramente habría ascensores que el mapa holográfico no había podido detectar, así que tuve que andar durante horas. Por suerte la mina era inmensa, y según parece no habían puesto sensores para detectar intrusos, o no suficientes. La seguridad de la mina dependía sobre todo del  hermetismo hacia el exterior. En eso y en los mutantes como Bruce, claro.

Cuando había andado más de dos horas terrestres el túnel se acabó. Esperaba encontrar los mutantes en el extremo, haciendo sus labores de extracción, pero no fue así. Había maquinaria, pero no se veía actividad alguna. No era un túnel donde estuvieran extrayendo, sino una ampliación de la mina. No encontraría a los mutantes por aquí. El desanimo se apoderó de mi. Tendría que volver a desandar casi todo lo andado, más de una hora terrestre al menos, eso si no me capturaban antes. Cuando fui a emprender la marcha atrás escuché un ruido. Me habían descubierto. Apagué el mapa holográfico y me quedé a la espera. Se oían pasos. Tanteé la pared del túnel buscando un sitio donde esconderme pero era inútil. De repente, se encendieron las luces. Me quedé ciega por un momento, por el cambio de luz. Oí un ruido fuerte, como un gruñido, e inmediatamente después apareció él, el mutante. Aunque casi no podía ver, su tamaño y su olor eran característicos. Me agarró con dos de sus cuatro brazos y me golpeó contra la pared. Escuché por detrás la voz del jefe de seguridad, Banner, gritar. Con otro de sus brazos me cogió por el cuello y apretó. No podía respirar. Finalmente, escuché un ruido. Había algo más grande acercándose. Escuché un grito. Era un grito un humano. Recuerdo perfectamente como dijo: "¡Bruce!". El mutante se estremeció y perdió el equilibrio. Al caer él me dejó caer a mí, me golpeé en la cabeza y perdí el conocimiento.



Bruce

Me desperté desorientado después del pinchazo. No entendía muy bien lo que había pasado. La camisa no me dejaba respirar. Miré a mi alrededor y vi a la periodista lejos en el corredor. Tenía un aparato en la mano. ¡Estaba violando las normas! Se había salido de la zona permitida y estaba usando un aparato. No sabía bien qué hacer, era mi primer día en este puesto. Seguía casi sin poder respirar. Agarré la camisa con los 4 brazos y la rompí. Me sentí mucho mejor. Después salí corriendo detrás de la periodista. Sin camisa podía moverme mucho mejor, y podía correr con las piernas y mis brazos inferiores, que es como más rápido corro. La periodista decidió subir por una escalera de seguridad. Estaba prohibido. Cuando llegué ya estaba casi arriba. Yo no podía subir por la escalera, era demasiado pequeña, pero tampoco podía dejarla ir a la zona no permitida. Además estaba furioso. Agarré la escalera y comencé a arrancarla de la pared. Después pensé que no era una buena idea, podría haberla hecho caer y lastimarla. Por suerte ella llegó arriba y salió corriendo.

No supe qué hacer. Como mutante de seguridad habría tenido que perseguirla, pero esa ya no era mi función. No me gustaba mi nuevo trabajo. Activé la alarma y esperé a mis compañeros. En un momento apareció el amo Banner con Thor, otro mutante de vigilancia. Un hermano.

- ¿Qué ha pasado, Bruce? -Preguntó. -

- Me he dormido, amo. Primero sentí un pinchazo y luego caí dormido. La periodista ha subido por esta escalera. La he roto.

Me sentía muy mal por mi comportamiento. El amo Banner estaba muy molesto.

- Malditos mutantes, no servís ni para cuidar de una persona. -Dijo muy enfadado.- En cuanto haya una nueva versión os cambiaré a todos.

- Puedo ir a buscarla, amo. -No sabía muy bien qué decir.- La encontraré.

- Ni hablar. -Contestó.- Ya no trabajas en seguridad. Estás aquí para demostrar lo felices y estúpidos que sois los mutantes de esta mina. Ve y ponte otra camisa, es seguro que vendrán más periodistas y algo habrá que decirles. Ya nos encargaremos Thor y yo de encontrarla. Seguro que se dirige a los laboratorios a espiar la tecnología.

Agaché la cabeza. Enfadar a los amos era algo que siempre me hacía estar muy triste. Ellos eran mi única familia. Comencé a andar hacia mi habitación. Entonces recordé lo que la periodista me había preguntado. ¡Quería ver a los otros mutantes! El amo se equivocaba, no se dirigía a los laboratorios, se dirigía  a la zona de extracción. Pensé en avisarle, pero sabía que no me haría caso. En vez de eso decidí ir a buscarla yo mismo, si el amo se enfadaba porque la perdiera se alegraría si la recuperaba. Además, no me gustaba hablar con humanos, me gustaba mi otro trabajo, moverme libre por la mina. Comencé a correr hacia la zona de extracción.

Cuando iba corriendo hacia la zona de extracción escuché un ruido y vi al amo Banner con Thor. No sabía bien qué hacer, así que decidí avisarles. Ya estaba teniendo suficientes problemas. Corrí detrás de ellos, pero Thor es tan rápido como yo y el amo llevaba su aparato de levitación. Se fueron metiendo en uno de los túneles en construcción. Imaginé que esperaban encontrar a la periodista al otro lado. Me fui acercando cuando los vi parar, de repente encendieron las luces y no pude ver. Los mutantes de seguridad no vemos en la oscuridad como los extractores y el cambio de luz fue muy brusco. Como ya estaba muy cerca oí al amo Banner hablar.

- Thor. Ve a por ella. Cuando la tengas apriétale el cuello hasta que deje de respirar. Pero no tan fuerte como para romperlo. ¿Entendido?

- Sí, amo. -Respondió Thor. Ya he dicho que mis hermanos no eran tan inteligentes como yo. Sólo obedecían y casi no hablaban. 

Por un momento no entendí lo que oí. ¿Apretarle el cuello hasta que dejara de respirar? Eso la podía matar. ¿Por qué había que matarla? Se había saltado las normas de seguridad, pero antes había sido muy amable conmigo. Comencé a recuperar la visión y vi como Thor cogía a Rachel y la levantaba del suelo. Luego empezó a apretarle el cuello. No lo podía consentir. Sin pensar salí corriendo detrás de él. El amo Banner me vio y gritó "¡Bruce!", pero no podía parar. Tenía que ayudar a Rachel. Al pasar golpeé al amo y lo tiré al suelo, luego cogí a Thor por la espalda y lo levanté en peso. Rachel cayó al suelo y Thor consiguió escaparse. Él tampoco sabía qué hacer, el amo no se lo podía decir, se había golpeado en la cabeza. Imagino que como no tenía nuevas órdenes decidió seguir las instrucciones que tenía y se abalanzó sobre Rachel. No lo podía permitir. Me abalancé sobre él y le di dos puñetazos. Se volvió furioso y comenzó a golpearme. Nunca me había pegado un hermano. Nos enzarzamos y comenzamos a intentar estrangularnos mutuamente. Thor era más fuerte que yo. En poco tiempo consiguió ponerme contra el suelo y empezó a apretarme en la cabeza. Dolía mucho. Entonces se me ocurrió algo. Le golpeé en una pierna y le hice caer, así aproveché para escaparme y desactivar la luz con el control que había en la pared. Thor se quedó desorientado. Después de un momento la volví a activar y le cegué. Aproveché ese momento para abalanzarme sobre él y golpearle en la cabeza. Se quedó dormido.


Rachel

Cuando desperté me llevé un susto de muerte. El mutante estaba al lado de mí. Intenté levantarme asustada, pero estaba aún mareada. El mutante me miró y no dijo nada, no parecía agresivo. En cualquier caso no podía olvidar que casi me estrangula. Finalmente pensé que algo tenía que decirle.

- ¿Dónde estamos? - Pregunté.

- Te he traído donde querías, a ver a los otros mutantes. -Dijo. Entonces accionó un controlador y la sala donde estábamos se iluminó. -

Estábamos en una especie de mirador. La parte de producción de la mina se encontraba escasos metros bajo nosotros y había cientos de mutantes. Estos no eran como Bruce, no parecían en absoluto humanos. Eran más bien como hormigas gigantes, con seis patas, pero sin exoesqueleto. Su exterior si se parecía al de los humanos. Las extremidades acababan en algo similar a las manos humanas y podían utilizar herramientas. Había cientos de ellos allí, extraían, manejaban la maquinaria e incluso se dirigían unos a otros. Ya no podrían negar que eran inteligentes, al menos en parte. Al verlos sentí una mezcla de asco y compasión. Compasión por ellos y asco de mí misma, de mi especie. ¿Cómo habíamos llegado a un punto en el que creamos seres humanos para nuestro propio beneficio?  

Por un momento dudé. Bruce aún me daba miedo y no sabía si volvería a ponerse violento. Por otra parte, esta era una oportunidad única en la vida. Así pues me armé de valor y saqué el dispositivo que llevaba oculto en el pantalón. Bruce me miró, pero no pareció importarle. El dispositivo era un pequeño cilindro con una hélice en la parte superior. Según me habían dicho sólo tenía que activarlo. Cuando lo hice la hélice comenzó a girar y salió volando. Estuvo revoloteando por la zona de extracción un minuto terrestre, más o menos. Bruce lo miraba asombrado, era como un niño. No entendía como antes podía haber sido tan violento.

- ¿Qué es lo que hace? -Preguntó. -

- Está preparando hologramas sobre la vida aquí. Queremos que la gente sepa como se explota a los mutantes.

- ¿Qué quiere decir explota? -En su voz noté real interés. -

- Quiere decir que os fabrican para que trabajéis como esclavos. -Me miró sin entender, sin duda la palabra "esclavo" no estaba en su vocabulario. - Quiere decir que no os dejan decidir si queréis trabajar, si queréis vivir aquí o en otro sitio. Sólo obedecéis órdenes. 

- Yo no. Yo debo obedecer órdenes, pero he golpeado al amo Banner y a Thor.

Entonces lo comprendí, no tuve ni que preguntarle. Él no era el mutante que me estranguló sino el que me salvó. Me sentí muy mal por haber dudado de él. En ese momento el dispositivo volvió. Le quité la hélice, activé la segunda función y lo presioné contra la pared. En un momento comenzó a perforar la roca y en unos segundos ya había desaparecido dejando sólo un agujero tras de sí. Desde luego los chicos del FLC fabricaban buenos instrumentos.

- ¿Dónde va ahora? - Bruce miraba al agujero con mucha curiosidad. -

- Va a salir perforando hacia la superficie. Desde aquí no podemos enviarle los hologramas a mis amigos.

- ¿Y qué pasará ahora?

- Lo cierto es que no lo sé. Espero que la gente tome conciencia sobre lo que ocurre aquí, pero nunca se sabe. Al menos ahora podemos demostrar lo que venimos diciendo desde hace muchos años, que los mutantes sois seres humanos y que no debéis ser esclavos.

- Los mutantes no sabemos hacer otra cosa. Los mineros pueden salir, no hay barreras, no salen porque son mineros, les gusta trabajar. A mí me gusta mi trabajo, no quiero ser relaciones públicas.

Nos quedamos pensativos un momento. Se ve que el diseño de los mutantes era tan bueno que les gustaba hacer aquello para lo que se les creaba. Era retorcido e inteligente al mismo tiempo. Entonces pensé que debía salir de allí cuanto antes. Nunca me había importado que me detuvieran, pero según parecía en esta mina tenían políticas más drásticas. También me preocupaba qué le podrían hacer a Bruce.

- Y a ti, ¿qué te pasará ahora?

- No lo sé. -Respondió.- Un mutante que desobedece no se queda en la mina.

Se me erizó el pelo. Evidentemente no lo iban a llevar a otra mina, lo iban a matar. A fin de cuentas los mutantes no estaban reconocidos como humanos y no tenían derechos como tales, ni siquiera tenían derecho a la vida. Eso no lo podía consentir.

- ¿Sabes por dónde salir de la mina? - Pregunté nerviosa.- 

- Nunca he salido, -respondió- pero creo que sí. ¿Qué hay fuera de la mina?

Me quedé pensativa un momento. Mis amigos estarían buscándome fuera, en cuanto recibieran el mensaje del dispositivo spintrónico. No sabía si traerían un transporte apropiado para Bruce, pero no lo iba a dejar allí bajo ninguna circunstancia.

- Salgamos juntos, Bruce. -Dije al fin.- Que te guste tu trabajo no quiere decir que no haya algo fuera que te guste más. Ven conmigo y lo podrás descubrir.

Me miró y sonrió.  Pude ver la ilusión en sus ojos.

- Vamos. -Dijo.- Sé como salir de aquí sin que mis hermanos nos encuentren.


Bruce

Después de enseñarle los demás mutantes a Rachel no sabía muy bien qué hacer. Se suponía que debía obedecer las órdenes que me habían dado, pero realmente no quería. Sabía que después de golpear al jefe me iban a castigar. Ella me habló del exterior, de cosas que no entendía y al final decidí que por lo menos la tenía que sacar. A ella no iba a dejar que la castigaran.

- Vamos. -Dije.- Sé como salir de aquí sin que mis hermanos nos encuentren.

A ella le gustó la idea. Todavía estaba muy cansada por el golpe de antes, así que le dije:

- Si quieres puedes montar en mi espalda, puedo cargar contigo.

No le hizo mucha gracia, pero tuvo que hacerlo. Tiempo después me explicó que no le gustaba usarme como si fuera un caballo, pero yo entonces ni siquiera sabía que era un caballo. En cualquier caso no tenía mucha opción. La llevé durante mucho tiempo, por los túneles. Yo sabía donde había sensores y donde no, era parte de mi anterior trabajo. Me gustaba mucho correr por la mina. En algún momento escuchamos bastante revuelo, pero como no encendí ninguna luz no nos vieron, por suerte me conocía muy bien la mina. La salida no sabía muy bien dónde estaba, pero me imaginaba que tenía que ver con el montacargas que había en lo más alto.

Cuando llegamos al montacargas ya había decidido qué al montacargas ya habinaba que era hacia arriba, ass ni siquiera sabs es usado para espiar que hemos anidad.Neceía decidido que no me iría con ella. Mi vida estaba en la mina, era para eso para lo que me habían diseñado. Así que la coloqué en el montacargas.

- ¿Puedes manejarlo? -Pregunté.-

- Creo que sí, no es demasiado complicado. -Respondió.- ¿Por qué no subes?

- No puedo. -Respondí yo.- Mi sitio es la mina, me tengo que quedar.

No se esperaba esa respuesta. Se levantó en un momento y salió del montacargas.

- Pues si tú te quedas yo también, -dijo.-

No lo podía entender.

- Pero si te quedas te castigarán.

- Y a ti también, ¿Qué diferencia hay?

La diferencia era clara, yo era un mutante y ella no, ella podía hacer lo que quisiera. Entonces se oyó la alarma. Los amos se habían cansado de buscar sin éxito y preferían el escándalo a que Rachel se escapara.

- Corre, Rachel. -Dije-  Vendrán en un momento.

- Sólo si vienes conmigo, Bruce. Desobedeciste la orden de no protegerme, puedes desobedecer de nuevo.

Mi cabeza iba a explotar. Era cierto que había desobedecido, podía hacerlo, pero no debía. Además, mi vida era la mina.

- Ánimo Bruce, te prometo que fuera serás más feliz. Si no siempre puedes volver a dejarte castigar.
Me miró y me sonrió. Nunca nadie había sido bueno conmigo. Al final decidí que no iba a dejar que le pasara nada. Así que la cogí en brazos y me monté en el montacargas con ella. Ella pulsó un botón y subimos.

Era verdad que salía fuera. La sensación fue impresionante, nunca la olvidaré en mi vida. ¡El exterior era gigantesco! Había mucho más sitio para correr que en la mina. Podía ir a donde quisiera. Había mucha luz por todas partes. Me gustó, ya no quería estar en la mina, quería ir lo más lejos que pudiera. Rachel tenía razón, daba igual para qué me hubieran creado, ahora quería hacer otras cosas. Por suerte en un momento llegaron los amigos de Rachel. Traían un transporte muy pequeño y se sorprendieron mucho al verme.

- Hola chicos, -dijo ella- este es Bruce. Mucho me temo que habrá que buscar la manera de llevarlo con nosotros.

Ellos la miraron con una cara rara.

- No te preocupes. -Dije yo.- Prefiero ir corriendo.

Y así fue como me fui de la mina y nunca más volví.


Relato del libro Spintrónica. Licencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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