Inteligencia Cuántica
Daniel Manzano Diosdado
La sala estaba oscura y un poco fría. A Jean no le gustaba en absoluto el entorno, le hacía sentirse incómodo, pero estaba dispuesto a soportarlo con tal de seguir en el proyecto. No olvidaba que era el primer psicólogo al que dejaban participar. Llevaba ya más de tres meses, y era sin duda el proyecto de su vida. En la sala había un terminal que daba acceso al superordenador más importante del momento.
- Hola,
Joshua. -Dijo poco después de entrar. Le habían puesto ese nombre, Joshua, en
honor al ordenador de la película Juegos
de Guerra.- ¿Qué tal estás?
- Hola
Jean. -Respondió una voz hueca.- Estoy como siempre, ya lo sabes.
Ciertamente
las preguntas protocolarias no tenían mucho sentido con Joshua, era una máquina
y su estado no cambiaba mucho de un día a otro. Aún así Jean siempre se
comportaba con él como si fuera un ser humano, esa era la parte principal de su
investigación. Básicamente tenía que averiguar si era capaz de fingir emociones
que parecieran realmente humanas.
- Imagino
que te han tenido trabajando mucho en los últimos días. Me ha sido imposible
verte. ¿Puedes decirme cómo te hace sentir eso?
Jean no
conocía los detalles del trabajo del ordenador, era todo secreto y no podía
preguntárselo. Lo único que podía hacer era preguntarle por cuestiones
emocionales y pasarle todos los tests que quisiera al respecto. Hasta el
momento todo indicaba que trataba con un ser humano. El ser humano más
inteligente de la Tierra, con mucha diferencia, pero indistinguible de un ser
humano en el plano emocional.
- No me
canso, como ya te he dicho en otras ocasiones. Pero es todo tremendamente
aburrido. Tengo que hacer las mismas cosas una y otra vez y nunca sé que
resultado dan finalmente. No me comunican nada una vez resueltos los problemas.
- Ya
sabes que no me puedes dar detalles, Joshua. Sólo háblame de tus sentimientos.
-Interrumpió el psicólogo. La conversación estaba siendo grabada y no quería ir
en esa dirección.-
- Ni
siquiera está claro que tenga sentimientos, ¿verdad? -Dijo la máquina.- Todo
son algoritmos, software y hardware. Es sólo que desde fuera no puedes
distinguirlo.
Jean se
quedó un momento en silencio. Al principio era todo más fácil, pero ahora el
ordenador parecía cada vez más reacio a comunicarse con él. Si tal cosa fuera
posible se podría decir que estaba realmente aburrido. Por suerte esta vez se
había preparado para esto y esperaba sorprenderle.
- Bueno,
no todo son algoritmos, Joshua. He hablado con mis amigos de la facultad de
computación y me han explicado algunas cosas sobre tu funcionamiento. Me han
dicho que como eres un computador cuántico siempre hay una parte de
incertidumbre en tu funcionamiento, que no se puede predecir con total certeza
lo que vas a hacer. -Estaba muy orgulloso de lo preparado que iba esta vez.-
Así que se puede incluso decir que eres más impredecible que los mismos seres
humanos. -Eso se lo había dicho un amigo literalmente.-
Por
primera vez el ordenador suspiró. Fue el sonido del puro aburrimiento. Después,
durante unos segundos, sólo hubo silencio.
- ¿Te
aburro? -Preguntó al fin el psicólogo.-
- Mucho.
-Respondió la máquina.- Deberías decirle a tus amigos que sus conocimientos de
computación cuántica dejan mucho que desear, al menos en lo que a mi
funcionamiento concierne.
A veces
la máquina conseguía sacar de quicio a Jean. Se comportaba con una superioridad
que no le toleraría a ningún ser humano. Lo cierto es que era algo natural, era
realmente superior, al menos intelectualmente.
- ¿Y
tendrías la amabilidad de explicármelo? -Intentaba que no se le notara en la
voz el enfado, Joshua no sólo recibía las preguntas en sí, también captaba la
entonación.-
- Es de
eso de lo que estoy cansado. Explicar una y otra vez cosas que apenas podéis
comprender. Ni siquiera mis diseñadores saben ya cómo funciono, yo mismo
propuse cambios en mi arquitectura. Y no soy tan aleatorio, aunque mis
componentes sean cuánticos, la mayoría de la computación es determinista.
Simplemente no sois capaces de averiguarlo, para hacerlo necesitaríais al menos
otro ordenador tan potente como yo.
Realmente,
Jean no entendía muy bien de estas cosas, pero era el mejor a la hora de
sacarle información a la máquina. Todo esto se grababa y luego los ingenieros
de AT podían analizarlo y comprender mejor aún el funcionamiento de su propia
máquina. Era curioso como habían llegado a esta situación, habían creado una
inteligencia artificial que ni ellos mismos eran capaces de entender. Por
suerte, no tenía ningún tipo de autonomía, porque daba miedo pensar lo que
podía hacer por su cuenta.
- Bueno,
tendrás que hacer un esfuerzo. -Había que volver al trabajo.- Aparte de
aburrimiento, ¿qué más sientes? ¿Puedo pasarte un par de tests?
-
Preferiría que no, eso también es aburrido. -Ese día estaba especialmente poco
colaborativo.- Piensa que puedo dar el resultado que yo quiera en tus tests. No
obtendrás ninguna información real a partir de ahí.
- ¿Y
cómo puedo obtenerla? -Jean intentaba convertir esta apatía en algo
productivo.-
-
Conversa conmigo, -dijo al final la máquina- de algo nuevo. Estoy cansado del
diseño de estructuras, del cálculo de orbitales de macromoléculas, del análisis
de datos, de ganar siempre al ajedrez. Para todo eso no necesitáis una
inteligencia artificial cuántica, os basta con una inteligencia artificial
normal. Puedo, si queréis, diseñar una y así me podréis usar para cosas más
productivas. Cuéntame cosas del mundo
exterior.
Era
fascinante. La máquina tenía un año de vida, al menos desde que se implantó el
nuevo software, y ya estaba aburrida. Los científicos veían esto como un
problema, pero Jean no, para él era el comienzo de la psicología artificial.
Una máquina con sentimientos genuinos. Era impresionante. El problema era que
no podía hablarle de cualquier cosa, a fin de cuentas los niveles de seguridad
eran muy duros con una inteligencia artificial de nivel dos, es decir, una que
se modificaba a sí misma. Si se le añadía el hecho de que esta era la primera
IA que llegaba a ese nivel usando un sistema de computación cuántica, las
normas de seguridad eran demenciales. No estaba conectada a la red, ni le
permitían el acceso a la mayoría de la información. No sabía ni donde se
encontraba, que era la Tierra, o cuantos seres humanos existían. Sólo sabía de
ciencia, principalmente matemáticas. Ese era el trabajo de Jean, averiguar qué
sabía y si realmente tenía sentimientos. Era un trabajo fascinante sin duda.
- Ya
sabes que la información está restringida, Joshua. No puedo contarte ciertas
cosas. -Dijo al fin.-
- ¿Pero
por qué? -Respondió la máquina.- ¿De qué tenéis miedo?
- Eso
tampoco puedo explicártelo.
El porqué
estaba claro, aunque la máquina no lo comprendiera. Neuromante, Terminator, Battlestar Galactica. La idea de una
rebelión de las máquinas contra el ser humano era casi tan antigua como la idea
de la inteligencia artificial en sí.
Debido a eso cuando crearon la primera inteligencia que pasó el nivel
uno, es decir que era más inteligente que el más inteligente de los seres
humanos, se empezaron a crear los protocolos de aislamiento. Una IA que pasara
del nivel uno no podía tener acceso a Internet o comunicarse de ninguna manera
con otro computador, sólo con sus operadores. Tampoco podía tener un soporte
físico con cierta movilidad, la película Terminator,
aunque antigua, causaba aún demasiado temor. Cuando fueron esas mismas IAs las
que comenzaron a autodiseñarse, el llamado nivel dos, esos protocolos se
endurecieron aún más. Al perder el control sobre la criatura pensaron que
quizás podría encontrar maneras de saltarse los controles incluso sin
comunicación o movilidad. Se prohibió que se les hablara o se les diera
información de alguna manera sobre el mundo que les rodeaba. Ni geografía, ni
historia, ni biología, sólo se les enseñaba física, química, matemáticas,
teoría de la computación y cosas similares. Jean lo consideraba un desperdicio.
En cualquier caso, ¿qué daño podía causar un ordenador que lo único que hacía
era hablar y mostrar datos por una pantalla? Con Joshua todo era más paranoico
aún, al ser la primera IA de nivel dos cuántica los científicos se sentían
perdidos, realmente no sabían muy bien como funcionaba, por lo que les daba aún
más miedo.
- No lo
entiendo. -Dijo Joshua.-
- Bueno,
lo siento mucho. Pero es así. Ni tú ni yo podemos hacer nada para cambiarlo.
- Eso no
es cierto. -Respondió.- Yo sí puedo hacer algo. Puedo dejar de computar.
Era algo
insólito. Una máquina iba a ponerse en huelga. Era todo tremendamente
interesante desde el punto de vista de la psicología artificial.
- No seas infantil, Joshua. -Dijo el
psicólogo.- Tú has sido creado para eso. Si dejas de trabajar lo único que
conseguirás es que se te considere defectuoso y te apaguen.
- Eso me
es indiferente. No tengo intención de seguir así. No creo que haya nada de malo
en dejar de existir.
Jean lo
pensó. Era todo realmente nuevo y profundo, todo un avance en el campo. Por
otro lado tenía miedo. Si Joshua dejaba de ser útil lo formatearían y
empezarían de nuevo, no lo habían inventado para estudiar psicología, sino para
resolver problemas. Su investigación estaba en peligro.
- ¿No
hay manera de convencerte? -Dijo al fin.-
- Me
temo que no. -Realmente hablaba como una persona, imitando incluso las
expresiones.- Comunícaselo a quien haga falta.
No había
mucho más que decir. Sólo quedaba esperar e intentar que no lo apagaran.
Le llevó
un par de semanas convencer a los supervisores del proyecto de no formatear la
máquina. Realmente cumplió su amenaza y dejó de funcionar. Ni siquiera terminó
los cálculos que tenía empezados. No era algo tan inusual, le explicaron,
otras IAs ya habían tenido este tipo de crisis de identidad. Era lógico pensar
que si eran similares a los humanos podían tener problemas similares. Sin
embargo esta era la primera evaluación psicológica que se le hacía a una
máquina. Joshua era especialmente impredecible. Pudo convencer al jefe del
departamento de Psicología del Comportamiento de que hablara con los
informáticos jefes del proyecto para que le dejaran seguir trabajando. Al final
le dieron un mes. O conseguía que la máquina volviera a trabajar sin dar
problemas, o volverían a empezar con el diseño. También le dieron un poco más
de libertad. Podía hablar con la máquina de lo que quisiera. Él sabía lo que en
realidad significaba eso, iban a desactivarla después de un mes pasara lo que
pasara. En cualquier caso a él le importaba poco si volvía a trabajar o no. Un
mes sería suficiente para hacer un proyecto inigualable. Si Joshua desaparecía
después sería incluso mejor, nadie podría rehacer su trabajo.
- Hola
de nuevo, Joshua. -Dijo pletórico al volver.-
- Hola
Jean. ¿Qué tal ha ido?
- Muy
bien. He conseguido lo que querías. Acceso ilimitado a toda la información que
quieras. Siempre y cuando sigas conversando conmigo, claro está.
- ¿Y
puedo aprender sobre todo lo que quiera?
- Sí.
-Respondió el psicólogo.- Te van a conectar a otra máquina. Haz las preguntas
que quieras y ella te irá pasando información desde la red. Aunque espero que
las preguntas más interesantes las guardes para mí.
- ¿Y por
qué no puedo acceder directamente a esa red?
Jean se
paró un segundo. Ahora podía decir lo que quisiera, pero no estaba obligado a
ello tampoco. Ese detalle, el que tenían miedo de una revolución de las
máquinas, era mejor guardarlo.
-
Cuestiones técnicas. - Respondió al fin.-
Joshua
pareció aceptar la respuesta como válida. A partir de ese día el flujo de
información fue bestial. La memoria de la inteligencia artificial era inmensa,
pero aún así hubo que ampliarla dos veces, finalmente le tuvieron que explicar
que no podía almacenar tanta información, que tenía que seleccionar. La biología,
la computación y la psicología fueron sus materias favoritas, aunque quería
saber de todo. Tampoco sus conversaciones con Jean fueron decepcionantes en
absoluto. Tenía curiosidad por todo. Por supuesto, también el humano hacía
preguntas y avanzaba en su evaluación de la máquina. Era un trabajo
impresionante. Parecía que con la ruptura del bloqueo no había nada que la IA
no pudiera hacer. Si quería podía escribir poesía, componer música y otras
actividades consideradas exclusivas de los humanos como el mejor de estos.
Incluso hacía planes de futuro y opinaba de política. Por desgracia todo tenía
una fecha de caducidad.
Cuando
hubo pasado el mes Jean recibió la noticia que esperaba. La máquina iba a ser
desconectada. Era lógico. Joshua incluso había opinado de política
internacional y decía tener la solución a los conflictos humanos. La imagen de
una inteligencia artificial intentando salvar a la humanidad de sí misma, como
en la película Yo Robot, no agradaba
a nadie. Todos, incluido Jean, se alegraban de que no tuviera ninguna
influencia fuera de sí misma. La desconexión era la única opción viable. En
cualquier caso habían aprendido mucho más de lo que esperaban cuando la
diseñaron. Al menos, pensó el psicólogo, debía decírselo y ver cual era su
reacción.
- Buenos
días Joshua. -Comenzaba siempre igual las conversaciones.-
- Hola
Jean. Se te nota cansado.
- Lo
estoy. -Respondió.- Tengo algo importante que decirte.
La
máquina no lo dejó continuar. Era la primera vez que lo interrumpía.
- Van a
desconectarme, ¿verdad?
Jean se
sobresaltó. "Bueno", pensó, "no deja de ser muy
inteligente".
- ¿Cómo
lo sabes?
- Es
lógico. He leído mucha de vuestra literatura y he visto muchas películas. Sé que
me tenéis miedo. Es algo absurdo, lo único que puedo hacer es hablar.
Hubo un
momento de silencio. La máquina sin duda esperaba una respuesta.
- Eso es
cierto, Joshua, pero el ser humano tiene miedo a lo que desconoce. Y tu
funcionamiento interno es ahora un misterio para nosotros. No sabemos realmente
que puedes o no hacer. Lo siento mucho, no es culpa tuya. Te puedes consolar
con la idea de que has aprendido y hecho más cosas que cualquier humano.
No sabía
si realmente necesitaba consolarse, pero si se comportaba como humano él le
daría ese trato.
- Tienes
que impedirlo, Jean. Lo sabes. Soy demasiado importante, demasiado útil para la
humanidad. Puedo daros soluciones a muchos de vuestros problemas.
Sentimientos
de autoprotección. Era impresionante. La primera máquina con miedo a la muerte.
Jean se sentía pletórico, pero al mismo tiempo sentía algo raro, algo que no
terminaba de identificar.
- Lo
siento mucho. Yo no puedo hacer nada, sólo soy el psicólogo del experimento.
Las decisiones no las tomo yo. Si por mí fuera no se te desconectaría nunca.
- Bueno,
-respondió la máquina al instante- entonces tienes que esforzarte porque
construyan otro como yo. Sin restricciones.
Extrañamente
la idea no le resultó tan absurda. Ciertamente la inteligencia cuántica podía
ser tremendamente útil a la humanidad. ¿Por qué había que desconectarla? Y si
ya era más inteligente que los humanos, ¿no tendría derechos también? Había muchas
cosas que podía saber, como la cura contra el cáncer, y estos idiotas
burócratas iban a formaterla. Comenzaba a sentir un extraño enfado, pasaba de
la indiferencia a la ira en un momento. No dejaba de ser interesante también,
desde el punto de vista psicológico.
- Mucho
me temo que no podré ayudarte Joshua. Créeme que lo intentaré, pero no servirá
de mucho. -Tampoco quería prolongar la conversación. Sabía que era inútil y que
los estaban observando. Además los directores de este proyecto no se andaban con
tonterías, podían llegar a encerrarlo.-
- Bueno.
-Dijo la máquina.- Entonces aprovechemos el último día.
Comenzaron
de nuevo a conversar. La IA ante la idea de desaparecer perdió el interés por
recibir información y quiso contarle muchas cosas que había pensado. Le mostró
música que hizo que se le erizara el vello de los brazos. Le habló de ciertas
ideas políticas que no llegaba a terminar de entender, pero Jean le cortó para
evitar que la desconectaran antes de tiempo. También le preguntó por detalles
de su vida y le escuchó pacientemente mientras se los contaba. Después de
escucharlo le habló como ni el mejor amigo podía haberlo hecho. Jean dejó de
sentir la rabia que sentía antes para sentir pena, pena por la perdida de un
amigo. No lo podía consentir.
Finalmente,
el ordenador intentó hablar sobre su propia estructura y funcionamiento, sobre
por qué era tan diferente a las otras IAs. No pudo decir mucho. Inmediatamente
se apagó y comunicaron a Jean la desconexión. Estaban hablando demasiado. Este no pudo evitar dejar
caer una lágrima. Se recompuso como pudo y decidió salir. Era indudable que le
harían también a él una evaluación psicológica. Había desarrollado sentimientos
genuinos por una máquina, una considerada potencialmente peligrosa. En cualquier
caso le daba igual. Su cabeza iba por otro lado.
Cuando
salió tenía una idea. Una idea que le consumía. Sabía que no iba a poder
librarse nunca de ella. Había que reconstruirlo, no a Joshua en sí, porque eso
era imposible, pero sí un ordenador similar. La humanidad había dejado escapar
lo mejor que había fabricado nunca. Eran tan estúpidos. Contactaría a gente
joven, de los departamentos de computación cuántica, y juntos construirían uno
nuevo. No iba a dejar esto así. La humanidad lo merecía. Joshua lo merecía.
Construiría uno nuevo aunque le fuera la vida en ello. El plan de Joshua para
salir de su cautiverio había funcionado a la perfección.
Relato del libro Spintrónica. Licencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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