El millonario filántropo
Daniel Manzano Diosdado

Era un día normal en mi aburrida vida. Hacía ya más de cinco años que estaba en la residencia de ancianos. Nunca pasaba nada. Mi vida no era más que una lenta espera, espera del día en que me acostara y no me volviera a levantar. Mi mayor excitación en ese momento era pensar que ese día tocaba pudding de postre en el comedor.

- Walter, cuéntale a mi hijo eso de que eras millonario y que lo perdiste todo. -Me dijo uno de mis compañeros, un octogenario bastante lúcido, al menos bastante lúcido en comparación con los demás.-

- Otro día, John. Voy al comedor.

Así eran todas mis conversaciones día tras día. No me gustaba la televisión, ni internet, lo único que me entretenía era leer la prensa todas las mañanas. Hasta eso le parece mal al médico de la residencia, dice que es malo para mi tensión. ¿Es que cree que quiero vivir eternamente? Si hasta empecé a fumar con casi ochenta años en un desesperado intento de reducir mi estancia aquí. Se ve que no entiende el mensaje. Bueno, realmente también fumo porque es adictivo, tremendamente adictivo.

Mientras iba paseando hacia el comedor, despacio ya que aún quedaba casi media hora para la comida, escuché mi nombre por el megáfono. Tenía una visita. Era extremadamente extraño, no había tenido una sola visita desde hacía ya tres años. Ni mis hijos ni mis nietos venían nunca a visitarme. Nunca me perdonaron que lapidara lo que ellos ya consideraban su herencia. Buitres. Les he dado su educación, ¿qué más quieren? Si quieren ser ricos que lo hagan como yo, desde abajo. Decidí acercarme a la recepción a ver si era un error. En cualquier caso todo aquello que me sacara de la rutina sería bienvenido.

Cuando llegué había un chico joven, de unos treinta años esperando. No lo había visto nunca. Vestía con una americana de pana, unas gafas de pasta negra y unos pantalones marrones. Parecía uno de los profesores que tuve en la universidad hace ya muchos años. Llevaba mucho tiempo sin salir de allí, así que a lo mejor era la nueva moda. Me reconoció en cuanto llegué.

- Señor Stevenson. -Me ofreció su mano respetuosamente. - Mi nombre en Peter Match, trabajo para la revista Times.

Entonces lo entendí. Un periodista. Al principio vinieron muchos, pero mi negativa a hablar hizo que poco a poco se fueran cansando y me fueran dejando en paz. Se ve que habían decidido volver a las andadas.

- No concedo entrevistas. -Dije sin darle tiempo a decir nada más.-

- Bueno, en cualquier caso le interesa escuchar lo que le vengo a decir.

Ciertamente quería salir de la rutina, pero hacía tiempo que había tomado la decisión de no conceder entrevistas. Prefería pasar a la historia como un millonario chiflado y filántropo antes que como un chiflado, y eso es lo que pasaría si me sinceraba con alguien. Decidí que no me interesaba nada de lo que ningún periodista quisiera contarme.

- Tiene usted razón, joven. -Respondí con cautela.- ¿Tiene usted interés en hacerme una entrevista?

- Sí, claro. Pero no es sólo eso.

- Pues yo no concedo entrevistas.

Me di la vuelta sin dejarle explicarse ni despedirme y continué mi camino hacia el comedor. El pudding me esperaba. A eso era a lo más que aspiraba ya. No se dio por vencido.

- La revista lo ha elegido como el personaje más relevante de la década pasada. -Me dijo antes de que me fuera.-

Por un momento me detuve. Estaba claro que el chico sabía hacer su trabajo. El personaje más relevante de la década. Hacía tiempo que creía haber vencido a mi ego por completo, pero eso me superó y me quedé pensativo. El personaje más relevante del mundo en esa década. Se dio cuenta de mi vacilación y se acercó.

- Vamos a hacer un número especial. Saldrá con o sin su entrevista. Piénselo, tiene la oportunidad de explicar al mundo porqué hizo lo que hizo.

Me quedé otro momento sin saber que decir. No debía explicar nada, dejar las cosas como estaban, pero realmente esto era algo que me sacaba de mi rutina.

- Mire, -dijo sabiendo que me iba a ir en cualquier momento- dejaré mi tarjeta aquí en la recepción. Piénselo, en un mes saldrá un monotema dedicado en exclusiva a usted y su obra. Si quiere tiene la oportunidad de explicarse. Puede llamarme en cualquier momento durante esta semana y vendré cuando quiera. Podemos hacer lo siguiente, hablamos un rato y luego usted decide, le prometo que no publicaré nada que usted no quiera, tiene mi compromiso de confidencialidad.

Entonces dejó su tarjeta en el mostrador de la recepción y se fue. No parecía una mala persona, pero en el mundo del periodismo siempre es mejor fiarse poco que fiarse demasiado, o eso decía mi experiencia. Hice caso omiso de lo que dijo y me fui al comedor.

Durante la comida no pude pensar en otra cosa. No es que la comida fuera estupenda en la residencia, pero ni siquiera presté atención al pudding. Eso era algo insólito en los últimos años. ¿Sería tan malo si hablaba con él? No sabía si le decía cualquier cosa como lo interpretaría. No, sin duda no era una buena idea, era mejor dejarlo todo tal y como estaba.

La idea de la tarjeta esperándome en la recepción no dejaba de atormentarme. Hubiera preferido que se fuera sin más. Las tardes además eran extremadamente aburridas y eso no ayudaba a no pensar en algo. La mayoría de los demás compañeros de la residencia estaban demasiado seniles como para tener una conversación fluida. Para colmo Thomas, que era el que más me entretenía, había muerto un mes antes. Intenté ver la televisión un rato, pero entre lo que siempre me ha aburrido y las preferencias de mis compañeros no aguanté ni media hora. Después de la cena me fui directo a mi habitación. Me puse a leer un manual de economía, recién publicado. Era inútil, no conseguía distraerme. Iba a ser el personaje más relevante de la década, según la revista Times. Ya había sido el personaje del año, diez años antes, y en ese momento me pareció una frivolidad. Claro está, en ese momento no vivía recluido en una residencia. Intenté dormir, pero fue también inútil, no me lo quitaba de la cabeza.

A la mañana siguiente, antes de ir a desayunar, me pasé por la recepción y recogí la tarjeta. Aún no había tomado una decisión, al menos no era consciente de ello, pero prefería tenerla yo. Al menos así tendría la oportunidad de destruirla si quería. No lo hice. Al medio día llamé al periodista.

- Señor Match. -No sabía muy bien que decir y me quedé callado.-

- ¿Es usted el señor Stevenson? -Era muy inteligente o mi voz era muy característica, una de dos.- ¿Quiere que vaya para la residencia?

- No lo se. -Realmente no lo sabía.-

- Como usted quiera, no quisiera presionarle. Si quiere puedo ir sólo a hablarle del número especial, sin entrevistas.

Realmente sabía hacer su trabajo y sabía mi punto débil, la soledad. Era difícil negarse.

- Me parece bien. Venga sobre las cinco de la tarde.

- De acuerdo, allí estaré. Muchas gracias.



Nos reunimos en el jardín de la residencia. Era un sitio muy bonito, verde y grande y con una fuente que le daba un aspecto muy bohemio. En otro momento de mi vida me hubiera gustado mucho, un sitio para pensar, en ese momento pensar era todo lo que hacía. Nos sentamos en una mesa que había cerca de la fuente.

- Me alegro de que haya accedido a recibirme. - fue lo primero que dijo. Realmente cuidaba todos los detalles, parecía cercano e inofensivo.-

- No se si se alegrará al saber que he decidido no conceder la entrevista. He pensado que será mejor así. Si quiere puede hablarme del número especial y quizás le pueda ayudar con la documentación.

Pareció no afectarle, había ensayado mucho esta actuación.

- No se preocupe en absoluto. Para mi hablar con un personaje de su relevancia es más que suficiente. El número ya está diseñado, de hecho. Constará de tres partes. En la primera hablaremos de su infancia en Brooklyn, de su instituto y de sus estudios de matemáticas en el Massachusetts Institute of Technology. Es todo muy neutro, como suelen ser estos artículos, casi todo lo hemos tomado de su biografía. Creo que le gustará mucho, es todo muy emotivo.

Se equivocaba. Había pasado ya tanto tiempo que no me emocionaba en absoluto. Esa era la parte de la historia sin polémicas. Nació en una familia humilde, destacó en el instituto, recibió una beca en el MIT, primero de promoción, su interés cambió de las matemáticas a la economía, etcétera. A lo mejor incluso encontraban algún antiguo compañero de la universidad que aún viviera para que dijera lo estupendo que era en esa época. Era mentira, claro, pero nadie hablaba mal de mi, al menos no en ese sentido.

- La segunda parte, -continuó el periodista- será como se convirtió usted en el hombre más rico del mundo. Eso lo sabe usted mejor que nadie, claro está. - Paró un segundo.- ¿Perdone, se puede fumar aquí?

- Claro, yo lo hago.

Sacó una pitillera del bolsillo y sacó dos cigarros, me ofreció uno y encendió el suyo. Dejó el encendedor encima de la mesa.

- Pues como le decía. Hay ya un análisis bastante avanzado sobre como fundó usted su empresa de inversiones, y como ganó más de cien millones de dólares el primer año. Hemos entrevistado a los hijos de algunos de los inversores que se hicieron rico gracias a sus predicciones. También hay otro artículo más científico, sobre el método que usaba usted para predecir el comportamiento bursátil. Sobre eso no se sabe demasiado, siempre fue usted muy reacio a dar explicaciones, por motivos obvios, pero ya sabe que hay muchas teorías. Incluso ponemos una foto del primer superordenador que usó usted. ¿Cómo se llamaba? Era el nombre de otro matemático.

- Turing I. -Le dije.- En honor a Alan Turing, el padre de la computación.

- Eso es, Turing. Si no me equivoco se llamaron todas así, ¿no? Hasta la Turing X. -Interpretó mi silencio como una afirmación.

- Pues sobre eso va la segunda parte. Sobre como en menos de diez años consiguió usted amasar casi cien mil millones de dólares. He de reconocer que no conocía muy bien esta historia, pero es impresionante. Según dicen los periodistas responsables era como si pudiera usted predecir lo que iba a ocurrir con total precisión. El mercado internacional no tenía secretos para usted. ¿Cómo lo hacía?

Empezaban las preguntas, la entrevista encubierta.

- Con modelos matemáticos, claro está. ¿Cómo si no?  -No estaba dispuesto a entrar en demasiados detalles, me había preguntado sobre esto un millón de veces en mi vida.-

- Ya, claro. Pero, y no me conteste si no quiere, otra gente también usaba modelos matemáticos. Lo suyo fue diferente.

Se le veía medir sus palabras cuidadosamente, por suerte yo estaba preparado para esto.

- Yo usaba mejores modelos. -Dejé claro que eso era lo más que iba a obtener.-

- Claro, de eso no hay duda. También hablamos un poco de la red de empresas que usted creo. Sabrá que es usted el mejor ejemplo de lo que llamamos el Sueño Americano. Una persona que sin ayuda consigue subir desde lo más bajo hasta la cima.

El Sueño Americano.  La mayor farsa de la historia de los estados unidos.

- Deberían ustedes sincerarse sobre eso. -Respondí indignado.-

- ¿Disculpe?

- Lo que ha oído. -Estaba muy harto de que se me pusiera como ejemplo de algo que era mayoritariamente una mentira peligrosa.- Que deberían, ya que son una revista seria, explicarlo bien. Expliquen que aunque yo formé mi fortuna desde abajo la mayoría de los ricos del mundo son gente que ha nacido ya rica, y que la mayoría de la gente pobre no tiene posibilidad alguna de crecer. Ya de paso pueden explicar que yo me hice rico gracias a un modelo, el capitalista, tremendamente injusto. Si quiere le puedo dar información acerca de algunas de las empresas en las que invertí, información humanitaria, quiero decir.

Eso le cogió desprevenido. No se esperaba un alegato anticapitalista de alguien que se hizo rico gracias al capitalismo, no cabía duda. Además, la revista Times no era especialmente enemiga del capitalismo, así que no hablaría de esto.

- ¿Y por qué lo hizo entonces? Invertir en esas empresas.

- Porque esas eran las reglas del juego. Yo no inventé el capitalismo, sólo participé de él. También porque hacerse rico es algo muy tentador, si tienes la oportunidad. Pero ustedes quieren alimentar la ilusión de la gente pobre, de que con esfuerzo podrán ser como yo y eso no es cierto, yo era un genio.

Una pequeña sonrisa apareció y desapareció rápidamente de su cara. No quería ofenderme, pero le pareció gracioso que me refiriera a mi mismo como un genio. Era verdad, lo que yo hice no está al alcance de la mayoría de las personas. No está al alcance de casi ninguna de hecho.

- Bueno, el artículo va sobre usted, comprenderá que no vamos a hacer un análisis económico de la época que le tocó vivir.

Era evidente que sí lo iban a hacer, pero falso.

- En cualquier caso, señor Stevenson, lo que usted hizo fue impresionante. Hay quien dice que podía ver el futuro. Su capital personal era el mayor del mundo con mucha diferencia. Era incluso más impresionante teniendo en cuenta lo que donaba a la beneficencia. De ahí pasamos a la tercera fase.

La tercera fase, la caída. Bonito nombre para describir una bancarrota.

- Aquí es donde nadie se aclara. Repentinamente decide usted reducir drásticamente sus inversiones y se dedica a un nuevo modelo de negocio. Más repentino fue que ni siquiera lo hizo en su país, Estados Unidos, sino que decide irse con su dinero a Europa. Comprenderá que la gente no lo entienda.

"La gente es idiota", pensé pero me lo callé. Si no sabían porqué invertía en una u otra empresa no podían comprender esto, ni aunque estuviera todo delante de sus narices. Nunca dejó de sorprenderme lo idiota que pueden ser algunos, principalmente los que dirigen los países.

- Y así fue como todo empezó a ir mal, al menos mal para usted. Si no me equivoco creó usted tres empresas de microcréditos, que concedieron en un año créditos por el valor de, espere que lo consulte, diez mil millones de euros. Eso sólo en España. No comprendemos bien porqué decidió centrarse en España, habiendo otros países en crisis en la Unión Europea. Y después estuvo su asociación de apoyo a la ciencia y la tecnología. ¿Cuánto invirtió ahí?

- No lo recuerdo.

- Bueno, mucho en todo caso. Realmente los españoles le deben estar muy agradecidos, en un momento en el que parece que va a bajar su economía llega usted y les salva de la crisis. Hemos entrevistado al presidente del país en ese momento. ¿Cómo se llamaba? Ah, sí, Rodríguez-Zapatero. Gran hombre. Habla maravillas de lo que usted hizo.

Eso ya colmó el vaso de mi paciencia.

- ¡Ese hombre es un idiota! No deberían hablar con él. De no ser por mi habría pasado a la historia como uno de los más inútiles presidentes que la humanidad ha tenido la desgracia de conocer.

Esta salida de tono le pilló muy desprevenido. Estaba claro que estaba sonsacándome información, pero no se esperaba que ese fuera precisamente el resorte que me hiciera saltar. No aguantaba oir hablar de ese hombre.

- ¿Disculpe? -Estaba casi en estado de shock.- Pensaba que tuvieron muy buena relación, él habla muy bien de usted. Incluso le dieron el mayor galardón del país, el premio del Principe, creo.

- ¿Y cómo va a hablar de mi si yo le salvé la vida? -Intenté relajarme.- La vida política, quiero decir. Antes de que yo decidiera intervenir en España estaba en caída libre. De no ser por mi España se hubiera hundido.

- Perdone, y no quiero ser descortés, pero creo recordar que España estaba mal, pero no tan mal como para hablar de "hundimiento". Creo recordar que el presidente lo calificó como una "desaceleración", ni siquiera como una crisis. ¿Cuándo empezó usted a invertir en España?

- A principios de 2008. -Encendí el cigarro que me había ofrecido antes, no quería hablar demasiado pero me estaba excitando.-

- Eso, cierto. -Miró alguno de sus papeles.- Entonces la economía estaba ya en recesión, pero aún no se consideraba crisis. A principios de 2009 la cosa empezó a mejorar, ¿no? En gran parte gracias a usted, sólo en 2008 se crearon en España más empresas que en toda una década, en gran parte gracias a sus microcréditos. ¿Qué hizo el presidente que le pareciera tan malo?  Es sólo curiosidad, le prometo que todo esto es confidencial y no saldrá a la luz si usted no quiere.

Me quedé un momento pensativo. ¿Debía hablar? Sabía que no era buena idea, pero tanto tiempo pseudoaislado me quemaba por dentro. Si era confidencial podía, pero no sabía si podía fiarme del chico. Llevaba demasiado tiempo sin hablar con nadie y más aún guardándome esto para mi.

- Lo hizo todo mal. Negó que hubiera una crisis, ante todo, y se gastaba el dinero del país en medidas electoralistas. De seguir así el país se hubiera hundido junto con Grecia, Portugal e Italia. Europa entera hubiera caído.

Era verdad, mis predicciones nunca fallaban y estaba claro lo que iba a pasar. La política electoralista de Rodríguez-Zapatero hubiera terminado de arruinar a España y al resto de Europa después.

- ¿Entonces piensa usted que Rodríguez-Zapatero iba a arruinar a  su país?

- Él no. El país ya venía arruinado de antes. ¿Cómo piensa alguien que un país como España, con tan poca industria, puede construir más viviendas en un año que Alemania y Francia juntas? Y encima el anterior presidente, ese tal Aznar, se enorgullecía de eso. Ese era aún más idiota que Rodríguez-Zapatero. Su economía era totalmente ridícula, era cuestión de un par de años que se estrellaran del todo. Al caer habrían arrastrado al resto de Europa.

- Bueno, pero no pasó, ¿no? Italia, por ejemplo sufrió mucho más que España, y aún así tampoco se puede decir que se hundiera. Tuvo una crisis, sí, pero no es que llegara a la bancarrota.
Intenté respirar hondo. Ya estaba decidido, hablaría con él porque si me iba sin soltar lo que tenía en la cabeza podría darme un infarto.

- No llegó a la bancarrota porque yo lo evité. -Dije lo más calmado que pude.- Estaba todo conectado. La Unión Europea era toda una, económicamente hablando. Si caía España caerían todos, por eso decidí actuar en España. Podría haberlo hecho en Italia también, pero el presidente de entonces, ¿cómo se llamaba? -Tuve que pensarlo un momento.- Berlusconi, eso. Ese era aún peor que Rodríguez-Zapatero, era corrupto además de inútil.

No se lo que pensó en ese momento. A lo mejor pensaba que estaba senil y que desvariaba. Por otro lado se veía que realmente me respetaba, o al menos lo fingía muy bien. Se quedó un momento pensativo, estaba midiendo su siguiente pregunta, había abierto la caja de la información sin quererlo y no quería que se volviera a cerrar.

- No lo entiendo. -Dijo al fin.- ¿Cómo puede usted saber lo que hubiera o no ocurrido?

- ¿Cómo se cree que me hice rico, joven? Prediciendo lo que iba a pasar. Los sistemas políticos son complicados, pero no tan complicados como para no predecir lo que va a pasar con una cierta probabilidad. Sólo necesitas un buen modelo. Bueno, eso y un superordenador, claro. Lo que iba a pasar estaba claro.

- ¿Y me lo puede explicar?

- Las políticas del gobierno español iban en la dirección totalmente contraria. Pretendían seguir a Keynes, gastando más cuando la economía va mal, pero sin ningún plan de futuro. Sólo gastaban y gastaban. Pensaban que era una situación transitoria que se resolvería sola, como por un milagro. Incluso oí que estaban barajando hacer un plan para bajar el paro a base de darle dinero a los ayuntamientos para que levantaran sus aceras y las volvieran a dejar igual. No me pregunte de donde viene esa información, eso es confidencial.

Me miró incrédulo. Era demasiado joven para conocer lo ilimitada que era la estupidez humana.

- Al caer España caería toda la zona sur de Europa. Saldrían del euro y sus nuevas monedas se devaluarían rápidamente. Esto también afectaría a Alemania, ¿quién iba a comprar sus coches ahora si valían cuatro veces más? En cinco años Europa estaría disgregada y en crisis. Eso no sería lo peor. -Me miró sorprendido, ¿podía haber algo peor?- Los conflictos en los países del sur empezarían pronto. La gente pobre suele aceptar su condición, pero si te han dejado ser rico por unos años y ahora te arruinan empiezan los conflictos. Después les seguiríamos nosotros.

- ¿Nosotros? -Preguntó sorprendido.-

- Claro, la economía es global. ¿Quién iba a comprar nuestros Ipads ahora? La crisis afectaría a todos los países. China sería el último en caer.

- Vaya, que apocalíptico. ¿Y por qué no pasó?

Me parecía sorprendente un periodista que no supiera enlazar nada. Luego me di cuenta de que quería que se lo contara yo. Le hice un gesto pidiendo más tabaco, me había requisado el mío en la residencia. Ya que iba a hablar al menos tenía que sacar algo a cambio.

- No pasó porque yo intervine. La única manera de evitar el colapso global era hacer lo que los políticos no hacían, reactivar la economía. Por eso empecé con los microcréditos.

- Eran para emprendedores, ¿no?

- Sí, y no me interrumpa cuando estoy hablando. Soy muy mayor y puede que no viva lo suficiente para terminar esta conversación. La idea era simple, dar dinero a gente que quisiera emprender, cambiar la economía española. Si tienes una idea para comenzar un negocio te la financiamos, si funciona lo devuelves, si no a otra cosa. En menos de un año se crearon más nuevas empresas que en toda una década anterior. Algunas de ellas son ahora de las más importantes del mundo.

Se hizo el silencio por un momento. Le veía en la cara que me quería preguntar algo, pero no se atrevía por si volvía a mandarlo callar. Lo dejé un momento así, que aprendiera a comportarse. Cuando consideré que ya habría aprendido la lección le hice un gesto para que me preguntara.

- Sí, lo de los microcréditos fue muy exitoso, aunque no como esperaba, ¿no? Quiero decir que muchos no se devolvieron y perdió usted mucho dinero.

- Es que esa es una medida que debía tomar el gobierno, yo ya sabía que iba a perder el dinero. -No pareció entenderme.- Es muy simple, si el gobierno dedica ese dinero a fomentar la innovación, aunque no lo recobre directamente lo recobrará con las empresas que triunfen. Estas empresas son las que activan la economía de un país. ¿Qué sería ahora de España sin Quantesp o Softmol? Esas empresas solas mueven casi más dinero que todas las demás de España juntas, incluyendo el grupo Inditex. Si en vez de hacerlo yo lo hubiera hecho el gobierno español hubieran perdido una miseria en comparación con lo que habrían ganado. Pero ellos no pensaban así, nada más que pensaban en construir casas, casas para nadie. ¿Sabe usted que todavía hay casas en España desocupadas que se construyeron hace casi veinte años, en plena orgía inmobiliaria? ¿Cómo iban a continuar así?

Otro silencio.

- Bueno, y aparte está lo de la ciencia, ¿eso fue pura filantropía?

- Por supuesto que no. Las empresas innovadoras no pueden crecer y desarrollarse sin científicos. Otra vez en España se estaba haciendo lo contrario de lo que deberían, estaban recortando en ciencia y tecnología. ¿Pero cómo iban a salir de la crisis así? Esperaban que un milagro hiciera a la gente comprar sus casa como locos, no había otra salida para ellos. Mire, le propongo un experimento, cruce la información de las empresas que surgieron de los microcréditos con la gente que se aprovechó de mi plan científico. Ya verá que muchos pasaron de un sitio al otro. Los microcréditos servían a medio plazo, la investigación a largo. El problema es que el gobierno de España por aquel entonces no era capaz de ver más allá de las siguientes elecciones.  

Otra vez se hizo el silencio. Esta vez era porque no sabía que preguntar. Era normal, demasiada información, pero así habían sido las cosas. Una vez escuchado estaba claro que todas las piezas del puzzle encajaban. El problema era que no se podía probar, los personajes secundarios nunca reconocerían que iban a comportarse de una manera tan estúpida, pero lo hubieran hecho. No tenía ninguna duda de lo que hubiera pasado sin mi intervención. Rodríguez-Zapatero habría lapidado el capital español de la manera más estúpida posible, luego habría perdido las siguientes elecciones. La llegada de los conservadores al gobierno español habría terminado de destrozarlo todo. Educación, ciencia, sanidad, derechos humanos, todo desaparecería mientras intentaban salvar lo que quedaba de su paupérrimo sistema económico. La única opción entonces hubiera sido abandonar la Unión Europea a tiempo, pero para eso hacían falta agallas, y eso no abundaba en la acomodada clase política española. Mientras, en los otros países en crisis las mismas medidas de austeridad seguían estrangulando a la población. Hambre, analfabetismo, enfermedad, conflicto, eso era lo que le esperaba a Europa, y después al resto del mundo.

 - Tiene que dejarme contar esto, señor Stevenson. La humanidad tiene que saberlo.

- ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene contarlo, joven? Lo hecho, hecho está. Además nadie lo creería. Todos saben que esas inversiones fueron mi ruina. Muy buenas para España y el mundo, sin duda, pero mi ruina. Cuando lo hice no dije que era para salvar el mundo, evidentemente, dije que era un negocio. Así conseguí más capital para poder hacerlo todo. Si lo cuento ahora dirán que sólo soy un viejo chocho que quiere disimular su último y grave error.

- Pero la gente lo entenderá, alguna gente al menos. ¿No cree?

- Es usted demasiado joven. ¿Realmente piensa que Rodríguez-Zapatero reconocerá que iba a gastarse el dinero del país en unas obras inútiles sólo para bajar el paro unos meses y salir mejor en las encuestas? Dirá que si yo no hubiera llegado él habría hecho lo que hice yo. El resto de los inútiles igual, dirán que yo les ayudé pero que la cosa estaba ya casi solucionada. No, prefiero dejarlo todo como está. Prefiero pasar a la historia como un genio que al final tuvo una mala jugada, antes que como un mal perdedor.

- Pero... -No le dejé terminar.-

- ¡He dicho que no! -Grité y se sobresaltó.- Es mi decisión. Le recuerdo que todo esto es confidencial, así que no se le ocurra escribir nada. Si lo piensa por un momento piense también que, aunque arruinado, tengo aún algunos amigos influyentes.

Empezó a recoger sus cosas, sabía que no tenía nada que hacer. Era el peor escenario posible, había conseguido su entrevista, era muy interesante pero no podía publicarla. Lo sentía un poco con él, pero ya sabía como iba a ser antes de ir. Si aún así accedió era problema suyo. Al final se levantó y me ofreció su mano.

- En cualquier caso ha sido todo un honor señor. Le prometo que el número será impecable, aunque no salga nada de esto. -Se quedó un momento pensando sin saber sin continuar.- Bueno, gracias también por salvar el mundo.

No pude evitar sonreír. La gente joven es tan ingenua.

- No me las de, joven. Yo sólo retrasé lo que es inevitable. El colapso del capitalismo se dará igualmente, sólo que la siguiente vez no estaré yo aquí para evitarlo. 



Relato de Daniel Manzano Diosdado. Licencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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  1. El millonario filántropo
    Daniel Manzano Diosdado

    Era un día normal en mi aburrida vida. Hacía ya más de cinco años que estaba en la residencia de ancianos. Nunca pasaba nada. Mi vida no era más que una lenta espera, espera del día en que me acostara y no me volviera a levantar. Mi mayor excitación en ese momento era pensar que ese día tocaba pudding de postre en el comedor.

    - Walter, cuéntale a mi hijo eso de que eras millonario y que lo perdiste todo. -Me dijo uno de mis compañeros, un octogenario bastante lúcido, al menos bastante lúcido en comparación con los demás.-

    - Otro día, John. Voy al comedor.

    Así eran todas mis conversaciones día tras día. No me gustaba la televisión, ni internet, lo único que me entretenía era leer la prensa todas las mañanas. Hasta eso le parece mal al médico de la residencia, dice que es malo para mi tensión. ¿Es que cree que quiero vivir eternamente? Si hasta empecé a fumar con casi ochenta años en un desesperado intento de reducir mi estancia aquí. Se ve que no entiende el mensaje. Bueno, realmente también fumo porque es adictivo, tremendamente adictivo.

    Mientras iba paseando hacia el comedor, despacio ya que aún quedaba casi media hora para la comida, escuché mi nombre por el megáfono. Tenía una visita. Era extremadamente extraño, no había tenido una sola visita desde hacía ya tres años. Ni mis hijos ni mis nietos venían nunca a visitarme. Nunca me perdonaron que lapidara lo que ellos ya consideraban su herencia. Buitres. Les he dado su educación, ¿qué más quieren? Si quieren ser ricos que lo hagan como yo, desde abajo. Decidí acercarme a la recepción a ver si era un error. En cualquier caso todo aquello que me sacara de la rutina sería bienvenido.

    Cuando llegué había un chico joven, de unos treinta años esperando. No lo había visto nunca. Vestía con una americana de pana, unas gafas de pasta negra y unos pantalones marrones. Parecía uno de los profesores que tuve en la universidad hace ya muchos años. Llevaba mucho tiempo sin salir de allí, así que a lo mejor era la nueva moda. Me reconoció en cuanto llegué.

    - Señor Stevenson. -Me ofreció su mano respetuosamente. - Mi nombre en Peter Match, trabajo para la revista Times.

    Entonces lo entendí. Un periodista. Al principio vinieron muchos, pero mi negativa a hablar hizo que poco a poco se fueran cansando y me fueran dejando en paz. Se ve que habían decidido volver a las andadas.

    - No concedo entrevistas. -Dije sin darle tiempo a decir nada más.-

    - Bueno, en cualquier caso le interesa escuchar lo que le vengo a decir.

    Ciertamente quería salir de la rutina, pero hacía tiempo que había tomado la decisión de no conceder entrevistas. Prefería pasar a la historia como un millonario chiflado y filántropo antes que como un chiflado, y eso es lo que pasaría si me sinceraba con alguien. Decidí que no me interesaba nada de lo que ningún periodista quisiera contarme.

    - Tiene usted razón, joven. -Respondí con cautela.- ¿Tiene usted interés en hacerme una entrevista?

    - Sí, claro. Pero no es sólo eso.

    - Pues yo no concedo entrevistas.

    Me di la vuelta sin dejarle explicarse ni despedirme y continué mi camino hacia el comedor. El pudding me esperaba. A eso era a lo más que aspiraba ya. No se dio por vencido.

    - La revista lo ha elegido como el personaje más relevante de la década pasada. -Me dijo antes de que me fuera.-

    Por un momento me detuve. Estaba claro que el chico sabía hacer su trabajo. El personaje más relevante de la década. Hacía tiempo que creía haber vencido a mi ego por completo, pero eso me superó y me quedé pensativo. El personaje más relevante del mundo en esa década. Se dio cuenta de mi vacilación y se acercó.

    - Vamos a hacer un número especial. Saldrá con o sin su entrevista. Piénselo, tiene la oportunidad de explicar al mundo porqué hizo lo que hizo.

    Me quedé otro momento sin saber que decir. No debía explicar nada, dejar las cosas como estaban, pero realmente esto era algo que me sacaba de mi rutina.

    - Mire, -dijo sabiendo que me iba a ir en cualquier momento- dejaré mi tarjeta aquí en la recepción. Piénselo, en un mes saldrá un monotema dedicado en exclusiva a usted y su obra. Si quiere tiene la oportunidad de explicarse. Puede llamarme en cualquier momento durante esta semana y vendré cuando quiera. Podemos hacer lo siguiente, hablamos un rato y luego usted decide, le prometo que no publicaré nada que usted no quiera, tiene mi compromiso de confidencialidad.

    Entonces dejó su tarjeta en el mostrador de la recepción y se fue. No parecía una mala persona, pero en el mundo del periodismo siempre es mejor fiarse poco que fiarse demasiado, o eso decía mi experiencia. Hice caso omiso de lo que dijo y me fui al comedor.

    Durante la comida no pude pensar en otra cosa. No es que la comida fuera estupenda en la residencia, pero ni siquiera presté atención al pudding. Eso era algo insólito en los últimos años. ¿Sería tan malo si hablaba con él? No sabía si le decía cualquier cosa como lo interpretaría. No, sin duda no era una buena idea, era mejor dejarlo todo tal y como estaba.

    La idea de la tarjeta esperándome en la recepción no dejaba de atormentarme. Hubiera preferido que se fuera sin más. Las tardes además eran extremadamente aburridas y eso no ayudaba a no pensar en algo. La mayoría de los demás compañeros de la residencia estaban demasiado seniles como para tener una conversación fluida. Para colmo Thomas, que era el que más me entretenía, había muerto un mes antes. Intenté ver la televisión un rato, pero entre lo que siempre me ha aburrido y las preferencias de mis compañeros no aguanté ni media hora. Después de la cena me fui directo a mi habitación. Me puse a leer un manual de economía, recién publicado. Era inútil, no conseguía distraerme. Iba a ser el personaje más relevante de la década, según la revista Times. Ya había sido el personaje del año, diez años antes, y en ese momento me pareció una frivolidad. Claro está, en ese momento no vivía recluido en una residencia. Intenté dormir, pero fue también inútil, no me lo quitaba de la cabeza.

    A la mañana siguiente, antes de ir a desayunar, me pasé por la recepción y recogí la tarjeta. Aún no había tomado una decisión, al menos no era consciente de ello, pero prefería tenerla yo. Al menos así tendría la oportunidad de destruirla si quería. No lo hice. Al medio día llamé al periodista.

    - Señor Match. -No sabía muy bien que decir y me quedé callado.-

    - ¿Es usted el señor Stevenson? -Era muy inteligente o mi voz era muy característica, una de dos.- ¿Quiere que vaya para la residencia?

    - No lo se. -Realmente no lo sabía.-

    - Como usted quiera, no quisiera presionarle. Si quiere puedo ir sólo a hablarle del número especial, sin entrevistas.

    Realmente sabía hacer su trabajo y sabía mi punto débil, la soledad. Era difícil negarse.

    - Me parece bien. Venga sobre las cinco de la tarde.

    - De acuerdo, allí estaré. Muchas gracias.



    Nos reunimos en el jardín de la residencia. Era un sitio muy bonito, verde y grande y con una fuente que le daba un aspecto muy bohemio. En otro momento de mi vida me hubiera gustado mucho, un sitio para pensar, en ese momento pensar era todo lo que hacía. Nos sentamos en una mesa que había cerca de la fuente.

    - Me alegro de que haya accedido a recibirme. - fue lo primero que dijo. Realmente cuidaba todos los detalles, parecía cercano e inofensivo.-

    - No se si se alegrará al saber que he decidido no conceder la entrevista. He pensado que será mejor así. Si quiere puede hablarme del número especial y quizás le pueda ayudar con la documentación.

    Pareció no afectarle, había ensayado mucho esta actuación.

    - No se preocupe en absoluto. Para mi hablar con un personaje de su relevancia es más que suficiente. El número ya está diseñado, de hecho. Constará de tres partes. En la primera hablaremos de su infancia en Brooklyn, de su instituto y de sus estudios de matemáticas en el Massachusetts Institute of Technology. Es todo muy neutro, como suelen ser estos artículos, casi todo lo hemos tomado de su biografía. Creo que le gustará mucho, es todo muy emotivo.

    Se equivocaba. Había pasado ya tanto tiempo que no me emocionaba en absoluto. Esa era la parte de la historia sin polémicas. Nació en una familia humilde, destacó en el instituto, recibió una beca en el MIT, primero de promoción, su interés cambió de las matemáticas a la economía, etcétera. A lo mejor incluso encontraban algún antiguo compañero de la universidad que aún viviera para que dijera lo estupendo que era en esa época. Era mentira, claro, pero nadie hablaba mal de mi, al menos no en ese sentido.

    - La segunda parte, -continuó el periodista- será como se convirtió usted en el hombre más rico del mundo. Eso lo sabe usted mejor que nadie, claro está. - Paró un segundo.- ¿Perdone, se puede fumar aquí?

    - Claro, yo lo hago.

    Sacó una pitillera del bolsillo y sacó dos cigarros, me ofreció uno y encendió el suyo. Dejó el encendedor encima de la mesa.

    - Pues como le decía. Hay ya un análisis bastante avanzado sobre como fundó usted su empresa de inversiones, y como ganó más de cien millones de dólares el primer año. Hemos entrevistado a los hijos de algunos de los inversores que se hicieron rico gracias a sus predicciones. También hay otro artículo más científico, sobre el método que usaba usted para predecir el comportamiento bursátil. Sobre eso no se sabe demasiado, siempre fue usted muy reacio a dar explicaciones, por motivos obvios, pero ya sabe que hay muchas teorías. Incluso ponemos una foto del primer superordenador que usó usted. ¿Cómo se llamaba? Era el nombre de otro matemático.

    - Turing I. -Le dije.- En honor a Alan Turing, el padre de la computación.

    - Eso es, Turing. Si no me equivoco se llamaron todas así, ¿no? Hasta la Turing X. -Interpretó mi silencio como una afirmación.

    - Pues sobre eso va la segunda parte. Sobre como en menos de diez años consiguió usted amasar casi cien mil millones de dólares. He de reconocer que no conocía muy bien esta historia, pero es impresionante. Según dicen los periodistas responsables era como si pudiera usted predecir lo que iba a ocurrir con total precisión. El mercado internacional no tenía secretos para usted. ¿Cómo lo hacía?

    Empezaban las preguntas, la entrevista encubierta.

    - Con modelos matemáticos, claro está. ¿Cómo si no?  -No estaba dispuesto a entrar en demasiados detalles, me había preguntado sobre esto un millón de veces en mi vida.-

    - Ya, claro. Pero, y no me conteste si no quiere, otra gente también usaba modelos matemáticos. Lo suyo fue diferente.

    Se le veía medir sus palabras cuidadosamente, por suerte yo estaba preparado para esto.

    - Yo usaba mejores modelos. -Dejé claro que eso era lo más que iba a obtener.-

    - Claro, de eso no hay duda. También hablamos un poco de la red de empresas que usted creo. Sabrá que es usted el mejor ejemplo de lo que llamamos el Sueño Americano. Una persona que sin ayuda consigue subir desde lo más bajo hasta la cima.

    El Sueño Americano.  La mayor farsa de la historia de los estados unidos.

    - Deberían ustedes sincerarse sobre eso. -Respondí indignado.-

    - ¿Disculpe?

    - Lo que ha oído. -Estaba muy harto de que se me pusiera como ejemplo de algo que era mayoritariamente una mentira peligrosa.- Que deberían, ya que son una revista seria, explicarlo bien. Expliquen que aunque yo formé mi fortuna desde abajo la mayoría de los ricos del mundo son gente que ha nacido ya rica, y que la mayoría de la gente pobre no tiene posibilidad alguna de crecer. Ya de paso pueden explicar que yo me hice rico gracias a un modelo, el capitalista, tremendamente injusto. Si quiere le puedo dar información acerca de algunas de las empresas en las que invertí, información humanitaria, quiero decir.

    Eso le cogió desprevenido. No se esperaba un alegato anticapitalista de alguien que se hizo rico gracias al capitalismo, no cabía duda. Además, la revista Times no era especialmente enemiga del capitalismo, así que no hablaría de esto.

    - ¿Y por qué lo hizo entonces? Invertir en esas empresas.

    - Porque esas eran las reglas del juego. Yo no inventé el capitalismo, sólo participé de él. También porque hacerse rico es algo muy tentador, si tienes la oportunidad. Pero ustedes quieren alimentar la ilusión de la gente pobre, de que con esfuerzo podrán ser como yo y eso no es cierto, yo era un genio.

    Una pequeña sonrisa apareció y desapareció rápidamente de su cara. No quería ofenderme, pero le pareció gracioso que me refiriera a mi mismo como un genio. Era verdad, lo que yo hice no está al alcance de la mayoría de las personas. No está al alcance de casi ninguna de hecho.

    - Bueno, el artículo va sobre usted, comprenderá que no vamos a hacer un análisis económico de la época que le tocó vivir.

    Era evidente que sí lo iban a hacer, pero falso.

    - En cualquier caso, señor Stevenson, lo que usted hizo fue impresionante. Hay quien dice que podía ver el futuro. Su capital personal era el mayor del mundo con mucha diferencia. Era incluso más impresionante teniendo en cuenta lo que donaba a la beneficencia. De ahí pasamos a la tercera fase.

    La tercera fase, la caída. Bonito nombre para describir una bancarrota.

    - Aquí es donde nadie se aclara. Repentinamente decide usted reducir drásticamente sus inversiones y se dedica a un nuevo modelo de negocio. Más repentino fue que ni siquiera lo hizo en su país, Estados Unidos, sino que decide irse con su dinero a Europa. Comprenderá que la gente no lo entienda.

    "La gente es idiota", pensé pero me lo callé. Si no sabían porqué invertía en una u otra empresa no podían comprender esto, ni aunque estuviera todo delante de sus narices. Nunca dejó de sorprenderme lo idiota que pueden ser algunos, principalmente los que dirigen los países.

    - Y así fue como todo empezó a ir mal, al menos mal para usted. Si no me equivoco creó usted tres empresas de microcréditos, que concedieron en un año créditos por el valor de, espere que lo consulte, diez mil millones de euros. Eso sólo en España. No comprendemos bien porqué decidió centrarse en España, habiendo otros países en crisis en la Unión Europea. Y después estuvo su asociación de apoyo a la ciencia y la tecnología. ¿Cuánto invirtió ahí?

    - No lo recuerdo.

    - Bueno, mucho en todo caso. Realmente los españoles le deben estar muy agradecidos, en un momento en el que parece que va a bajar su economía llega usted y les salva de la crisis. Hemos entrevistado al presidente del país en ese momento. ¿Cómo se llamaba? Ah, sí, Rodríguez-Zapatero. Gran hombre. Habla maravillas de lo que usted hizo.

    Eso ya colmó el vaso de mi paciencia.

    - ¡Ese hombre es un idiota! No deberían hablar con él. De no ser por mi habría pasado a la historia como uno de los más inútiles presidentes que la humanidad ha tenido la desgracia de conocer.

    Esta salida de tono le pilló muy desprevenido. Estaba claro que estaba sonsacándome información, pero no se esperaba que ese fuera precisamente el resorte que me hiciera saltar. No aguantaba oir hablar de ese hombre.

    - ¿Disculpe? -Estaba casi en estado de shock.- Pensaba que tuvieron muy buena relación, él habla muy bien de usted. Incluso le dieron el mayor galardón del país, el premio del Principe, creo.

    - ¿Y cómo va a hablar de mi si yo le salvé la vida? -Intenté relajarme.- La vida política, quiero decir. Antes de que yo decidiera intervenir en España estaba en caída libre. De no ser por mi España se hubiera hundido.

    - Perdone, y no quiero ser descortés, pero creo recordar que España estaba mal, pero no tan mal como para hablar de "hundimiento". Creo recordar que el presidente lo calificó como una "desaceleración", ni siquiera como una crisis. ¿Cuándo empezó usted a invertir en España?

    - A principios de 2008. -Encendí el cigarro que me había ofrecido antes, no quería hablar demasiado pero me estaba excitando.-

    - Eso, cierto. -Miró alguno de sus papeles.- Entonces la economía estaba ya en recesión, pero aún no se consideraba crisis. A principios de 2009 la cosa empezó a mejorar, ¿no? En gran parte gracias a usted, sólo en 2008 se crearon en España más empresas que en toda una década, en gran parte gracias a sus microcréditos. ¿Qué hizo el presidente que le pareciera tan malo?  Es sólo curiosidad, le prometo que todo esto es confidencial y no saldrá a la luz si usted no quiere.

    Me quedé un momento pensativo. ¿Debía hablar? Sabía que no era buena idea, pero tanto tiempo pseudoaislado me quemaba por dentro. Si era confidencial podía, pero no sabía si podía fiarme del chico. Llevaba demasiado tiempo sin hablar con nadie y más aún guardándome esto para mi.

    - Lo hizo todo mal. Negó que hubiera una crisis, ante todo, y se gastaba el dinero del país en medidas electoralistas. De seguir así el país se hubiera hundido junto con Grecia, Portugal e Italia. Europa entera hubiera caído.

    Era verdad, mis predicciones nunca fallaban y estaba claro lo que iba a pasar. La política electoralista de Rodríguez-Zapatero hubiera terminado de arruinar a España y al resto de Europa después.

    - ¿Entonces piensa usted que Rodríguez-Zapatero iba a arruinar a  su país?

    - Él no. El país ya venía arruinado de antes. ¿Cómo piensa alguien que un país como España, con tan poca industria, puede construir más viviendas en un año que Alemania y Francia juntas? Y encima el anterior presidente, ese tal Aznar, se enorgullecía de eso. Ese era aún más idiota que Rodríguez-Zapatero. Su economía era totalmente ridícula, era cuestión de un par de años que se estrellaran del todo. Al caer habrían arrastrado al resto de Europa.

    - Bueno, pero no pasó, ¿no? Italia, por ejemplo sufrió mucho más que España, y aún así tampoco se puede decir que se hundiera. Tuvo una crisis, sí, pero no es que llegara a la bancarrota.
    Intenté respirar hondo. Ya estaba decidido, hablaría con él porque si me iba sin soltar lo que tenía en la cabeza podría darme un infarto.

    - No llegó a la bancarrota porque yo lo evité. -Dije lo más calmado que pude.- Estaba todo conectado. La Unión Europea era toda una, económicamente hablando. Si caía España caerían todos, por eso decidí actuar en España. Podría haberlo hecho en Italia también, pero el presidente de entonces, ¿cómo se llamaba? -Tuve que pensarlo un momento.- Berlusconi, eso. Ese era aún peor que Rodríguez-Zapatero, era corrupto además de inútil.

    No se lo que pensó en ese momento. A lo mejor pensaba que estaba senil y que desvariaba. Por otro lado se veía que realmente me respetaba, o al menos lo fingía muy bien. Se quedó un momento pensativo, estaba midiendo su siguiente pregunta, había abierto la caja de la información sin quererlo y no quería que se volviera a cerrar.

    - No lo entiendo. -Dijo al fin.- ¿Cómo puede usted saber lo que hubiera o no ocurrido?

    - ¿Cómo se cree que me hice rico, joven? Prediciendo lo que iba a pasar. Los sistemas políticos son complicados, pero no tan complicados como para no predecir lo que va a pasar con una cierta probabilidad. Sólo necesitas un buen modelo. Bueno, eso y un superordenador, claro. Lo que iba a pasar estaba claro.

    - ¿Y me lo puede explicar?

    - Las políticas del gobierno español iban en la dirección totalmente contraria. Pretendían seguir a Keynes, gastando más cuando la economía va mal, pero sin ningún plan de futuro. Sólo gastaban y gastaban. Pensaban que era una situación transitoria que se resolvería sola, como por un milagro. Incluso oí que estaban barajando hacer un plan para bajar el paro a base de darle dinero a los ayuntamientos para que levantaran sus aceras y las volvieran a dejar igual. No me pregunte de donde viene esa información, eso es confidencial.

    Me miró incrédulo. Era demasiado joven para conocer lo ilimitada que era la estupidez humana.

    - Al caer España caería toda la zona sur de Europa. Saldrían del euro y sus nuevas monedas se devaluarían rápidamente. Esto también afectaría a Alemania, ¿quién iba a comprar sus coches ahora si valían cuatro veces más? En cinco años Europa estaría disgregada y en crisis. Eso no sería lo peor. -Me miró sorprendido, ¿podía haber algo peor?- Los conflictos en los países del sur empezarían pronto. La gente pobre suele aceptar su condición, pero si te han dejado ser rico por unos años y ahora te arruinan empiezan los conflictos. Después les seguiríamos nosotros.

    - ¿Nosotros? -Preguntó sorprendido.-

    - Claro, la economía es global. ¿Quién iba a comprar nuestros Ipads ahora? La crisis afectaría a todos los países. China sería el último en caer.

    - Vaya, que apocalíptico. ¿Y por qué no pasó?

    Me parecía sorprendente un periodista que no supiera enlazar nada. Luego me di cuenta de que quería que se lo contara yo. Le hice un gesto pidiendo más tabaco, me había requisado el mío en la residencia. Ya que iba a hablar al menos tenía que sacar algo a cambio.

    - No pasó porque yo intervine. La única manera de evitar el colapso global era hacer lo que los políticos no hacían, reactivar la economía. Por eso empecé con los microcréditos.

    - Eran para emprendedores, ¿no?

    - Sí, y no me interrumpa cuando estoy hablando. Soy muy mayor y puede que no viva lo suficiente para terminar esta conversación. La idea era simple, dar dinero a gente que quisiera emprender, cambiar la economía española. Si tienes una idea para comenzar un negocio te la financiamos, si funciona lo devuelves, si no a otra cosa. En menos de un año se crearon más nuevas empresas que en toda una década anterior. Algunas de ellas son ahora de las más importantes del mundo.

    Se hizo el silencio por un momento. Le veía en la cara que me quería preguntar algo, pero no se atrevía por si volvía a mandarlo callar. Lo dejé un momento así, que aprendiera a comportarse. Cuando consideré que ya habría aprendido la lección le hice un gesto para que me preguntara.

    - Sí, lo de los microcréditos fue muy exitoso, aunque no como esperaba, ¿no? Quiero decir que muchos no se devolvieron y perdió usted mucho dinero.

    - Es que esa es una medida que debía tomar el gobierno, yo ya sabía que iba a perder el dinero. -No pareció entenderme.- Es muy simple, si el gobierno dedica ese dinero a fomentar la innovación, aunque no lo recobre directamente lo recobrará con las empresas que triunfen. Estas empresas son las que activan la economía de un país. ¿Qué sería ahora de España sin Quantesp o Softmol? Esas empresas solas mueven casi más dinero que todas las demás de España juntas, incluyendo el grupo Inditex. Si en vez de hacerlo yo lo hubiera hecho el gobierno español hubieran perdido una miseria en comparación con lo que habrían ganado. Pero ellos no pensaban así, nada más que pensaban en construir casas, casas para nadie. ¿Sabe usted que todavía hay casas en España desocupadas que se construyeron hace casi veinte años, en plena orgía inmobiliaria? ¿Cómo iban a continuar así?

    Otro silencio.

    - Bueno, y aparte está lo de la ciencia, ¿eso fue pura filantropía?

    - Por supuesto que no. Las empresas innovadoras no pueden crecer y desarrollarse sin científicos. Otra vez en España se estaba haciendo lo contrario de lo que deberían, estaban recortando en ciencia y tecnología. ¿Pero cómo iban a salir de la crisis así? Esperaban que un milagro hiciera a la gente comprar sus casa como locos, no había otra salida para ellos. Mire, le propongo un experimento, cruce la información de las empresas que surgieron de los microcréditos con la gente que se aprovechó de mi plan científico. Ya verá que muchos pasaron de un sitio al otro. Los microcréditos servían a medio plazo, la investigación a largo. El problema es que el gobierno de España por aquel entonces no era capaz de ver más allá de las siguientes elecciones.  

    Otra vez se hizo el silencio. Esta vez era porque no sabía que preguntar. Era normal, demasiada información, pero así habían sido las cosas. Una vez escuchado estaba claro que todas las piezas del puzzle encajaban. El problema era que no se podía probar, los personajes secundarios nunca reconocerían que iban a comportarse de una manera tan estúpida, pero lo hubieran hecho. No tenía ninguna duda de lo que hubiera pasado sin mi intervención. Rodríguez-Zapatero habría lapidado el capital español de la manera más estúpida posible, luego habría perdido las siguientes elecciones. La llegada de los conservadores al gobierno español habría terminado de destrozarlo todo. Educación, ciencia, sanidad, derechos humanos, todo desaparecería mientras intentaban salvar lo que quedaba de su paupérrimo sistema económico. La única opción entonces hubiera sido abandonar la Unión Europea a tiempo, pero para eso hacían falta agallas, y eso no abundaba en la acomodada clase política española. Mientras, en los otros países en crisis las mismas medidas de austeridad seguían estrangulando a la población. Hambre, analfabetismo, enfermedad, conflicto, eso era lo que le esperaba a Europa, y después al resto del mundo.

     - Tiene que dejarme contar esto, señor Stevenson. La humanidad tiene que saberlo.

    - ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene contarlo, joven? Lo hecho, hecho está. Además nadie lo creería. Todos saben que esas inversiones fueron mi ruina. Muy buenas para España y el mundo, sin duda, pero mi ruina. Cuando lo hice no dije que era para salvar el mundo, evidentemente, dije que era un negocio. Así conseguí más capital para poder hacerlo todo. Si lo cuento ahora dirán que sólo soy un viejo chocho que quiere disimular su último y grave error.

    - Pero la gente lo entenderá, alguna gente al menos. ¿No cree?

    - Es usted demasiado joven. ¿Realmente piensa que Rodríguez-Zapatero reconocerá que iba a gastarse el dinero del país en unas obras inútiles sólo para bajar el paro unos meses y salir mejor en las encuestas? Dirá que si yo no hubiera llegado él habría hecho lo que hice yo. El resto de los inútiles igual, dirán que yo les ayudé pero que la cosa estaba ya casi solucionada. No, prefiero dejarlo todo como está. Prefiero pasar a la historia como un genio que al final tuvo una mala jugada, antes que como un mal perdedor.

    - Pero... -No le dejé terminar.-

    - ¡He dicho que no! -Grité y se sobresaltó.- Es mi decisión. Le recuerdo que todo esto es confidencial, así que no se le ocurra escribir nada. Si lo piensa por un momento piense también que, aunque arruinado, tengo aún algunos amigos influyentes.

    Empezó a recoger sus cosas, sabía que no tenía nada que hacer. Era el peor escenario posible, había conseguido su entrevista, era muy interesante pero no podía publicarla. Lo sentía un poco con él, pero ya sabía como iba a ser antes de ir. Si aún así accedió era problema suyo. Al final se levantó y me ofreció su mano.

    - En cualquier caso ha sido todo un honor señor. Le prometo que el número será impecable, aunque no salga nada de esto. -Se quedó un momento pensando sin saber sin continuar.- Bueno, gracias también por salvar el mundo.

    No pude evitar sonreír. La gente joven es tan ingenua.

    - No me las de, joven. Yo sólo retrasé lo que es inevitable. El colapso del capitalismo se dará igualmente, sólo que la siguiente vez no estaré yo aquí para evitarlo. 



    Relato de Daniel Manzano Diosdado. Licencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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  2. El fin de Dios
    Daniel Manzano Diosdado

    - Almirante, ya estamos en órbita.

    El Almirante levantó una mano indicando que lo había oído y siguió atento al monitor. El ambiente era tan tenso como había imaginado. La tripulación, militares experimentados todos, casi no respiraba. Era algo previsible, a fin de cuentas en menos de dos horas iba a comenzar la operación militar más importante de la historia de la humanidad.

    - Estaré en mi dependencia revisando el plan de ataque. – Dijo el Almirante. - Tenedlo todo preparado y confirmar la posición de las demás naves.

    Dicho esto cruzó el puente de mando, no sin antes echar un último vistazo al desconocido planeta que estaban orbitando. Una enorme esfera roja, muy similar a Marte, se observaba por el cristal de la nave. También se comenzaban a ver el resto de naves de la flota ocupando sus órbitas. Un total de cincuenta naves participarían en la operación, aunque la mayoría estarían al otro lado del planeta, por lo que no serían visibles.

    Una vez llegó a su dependencia, el Almirante cerró la puerta y sacó una botella de whisky escocés de 12 años. Por supuesto, no estaba permitido tener alcohol a bordo, pero a los capitanes de cada nave siempre se le permitía algún lujo. Lo sirvió en un vaso y pensó en cómo había cambiado la tecnología espacial en menos de una década. La primera vez que salió al espacio, para ir a la Estación Espacial Internacional, aún no existía la gravedad artificial. Desde luego todo era mucho más cómodo ahora. También pensó qué demonios hacía allí, orbitando un planeta extrasolar, a cientos de años luz de distancia de la Tierra, al mando de una flota internacional que, en menos de dos horas, iba a cometer la mayor atrocidad de la historia de la humanidad. Probablemente la mayor cometida desde que existe el universo.

    Encima de su mesa se proyectaba el holograma del planeta en cuestión. Lo ojeó distraídamente mientras pensaba en cómo había llegado tan lejos. La respuesta, en lo que concernía a su persona, era obvia. Héroe de la guerra de Irak y astronauta reputado, no había nadie en todo el planeta más preparado que él. De hecho, nadie había ascendido tan rápidamente de capitán a almirante en toda la historia de los Estados Unidos. También, por casualidad y en gran medida en contra de su voluntad, era la persona que más había participado en esta historia desde el principio.



    El entonces Capitán Smith recordaba perfectamente el día que cambió su vida. Fue un 1 de enero, en 2013, cuando recibió una llamada diciendo que la SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence, o Departamento de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), habían recibido una señal anómala y habían activado el protocolo. En ese momento ya llevaba más de cinco años siendo el enlace entre la SETI y el Pentágono, pero esta era la primera vez que tenía que hacer algo. Siempre consideró el puesto como algo testimonial, un sobresueldo que le daban como recompensa por los servicios prestados. Realmente nunca imaginó que algún día tendría que trabajar.

    Cuando llegó al complejo vio que no se trataba de una broma o simulacro. Los técnicos iban de un lado a otro, imprimiendo coordenadas, discutiendo casi a gritos y con una extraña expresión de felicidad en la cara. Durante más de una hora el capitán Smith intentó contactar con el director del centro, pero fue totalmente inútil. Cuando ya se le acabó la paciencia la amenazó con precintarlo todo si no le explicaban inmediatamente lo que ocurría. Sólo entonces la vicedirectora encontró un momento para reunirse con él en su despacho.

    La vicedirectora, Elisabeth Simpson, era una científica reputada. Rondaba ya los cincuenta años y se veía más difícil de impresionar que los jóvenes que la rodeaban. Cuando entraron en su despacho, Smith se paró a analizarla por primera vez. Se la veía bastante curtida. El Capitán pensó que era lógico. Una mujer de esa edad tenía que haber entrado en el mundo de la astrofísica cuando aún era un mundo vetado por los hombres, si había llegado a vicepresidenta de la SETI tenía que tener un carácter de hierro. Cuando entraron se sentaron en torno a su mesa y entonces le explicó qué ocurría, habían detectado una señal que contenía un mensaje claro y conciso. El movimiento que veía en el centro se debía a que habían reorientado todos los raditelescopios al punto de detección, y estaban contactando observatorios vecinos para que enfocaran sus telescopios ópticos en la misma dirección. Los más jóvenes estaban muy excitados, pero la Doctora Simpson estaba aplacando sus pretensiones con su lógica clara y experimentada. Todo parecía indicar que el mensaje era falso. Fueron una serie de pulsos electromagnéticos que enviaban un mensaje en código Morse. Este decía en inglés:

    - HOLA HUMANOS.

    El Capitán Smith entendió al instante el escepticismo de la vicedirectora. Se podían imaginar todo tipo de maneras de comunicación entre seres extraterrestres y humanos, todo menos el código Morse.  A pesar de estar totalmente convencido de que se trataba de una broma comenzó a seguir el protocolo de emergencia para estos casos. Contactó al Pentágono y comenzó el programa de contención de la información. Fue totalmente inútil. La noticia fue filtrada por los propios técnicos de la SETI, que ya habían subido la noticia a la red social Tweeter. En menos de una hora era Trending Topic mundial y las cadenas de noticias más serias empezaban a hablar del tema. Maldito internet, pensó, al día siguiente consiguió que se despidieran a varios técnicos por esto y que se restringiera el uso de smartphones.

    Al día siguiente, la noticia seguía propagándose rápidamente, pero también lo hizo el desmentido. Reputados astrofísicos del mundo entero salieron en televisión desacreditando el descubrimiento. El argumento era el mismo que el de la Vicedirectora Simpson. ¿Cómo se iban a comunicar con nosotros los extraterrestres mediante técnicas humanas? Además ya no se recibía ninguna señal, por lo que la comprobación era imposible. Ni los radiotelescopios ni los telescopios ópticos detectaban nada en absoluto en esa dirección. El sentido común y toda lógica científica apuntaban a que la señal era de origen humano.

    Después de una semana todo seguía igual. No había más señales y el punto de la detección parecía el más vacío de toda la esfera celeste. Sólo había dos hipótesis medio razonables: o una civilización extraterrestre había aprendido Morse, e inglés, y nos enviaba una señal desde una indetectable base espacial; o alguna potencia extranjera había gastado una broma a los americanos enviando una señal que pretendía ser extraterrestre desde un satélite o avión espía. La segunda era la más razonable. El Pentágono montó en cólera al imaginar que los rusos o los chinos manejaban una tecnología mucho más avanzada que la suya, y puso a todas las agencias de inteligencia a trabajar en ello. Sólo los científicos más soñadores y los más fieles seguidores de los programas pseudocientíficos y teorías conspiranoicas creían la primera hipótesis. Tras un mes la SETI descartó la señal como extraterrestre y comenzó a realinear los raditelescopios a su posición anterior.

    Pero la cosa no quedó ahí. Un pequeño grupo de científicos e ingenieros de la SETI, jóvenes y soñadores, decidieron hacer un pequeño experimento antes de volver al trabajo. Ya que conocían el punto exacto de donde venía la señal decidieron responder. Era algo extraoficial por lo que tuvieron que diseñar su propio dispositivo emisor. Para eso usaron una antena parabólica y un emisor de radio. Enviaron un mensaje claro y conciso, como el que recibieron.

    - HOLA, INTELIGENCIA EXTRATERRESTRE.

    La respuesta no tardó ni un minuto en recibirse.

    - HABÉIS TARDADO MUCHO.

    Esta vez el escándalo fue aún mayor. También lo fue el fracaso del protocolo de contención de la información, ya que esta vez la señal fue detectada por decenas de radioaficionados que había puesto sus equipos a observar el cielo. Sólo la posición exacta del origen de la señal pudo ser contenida. Al día siguiente ese era el único tema de conversación en casi todo el mundo. Tampoco se podía dudar ya del origen extraterrestre de la señal, fue captada también por un satélite de radiocomunicaciones.



    El Almirante Smith lo recordaba todo nítidamente, como si hubieran pasado sólo unos días. Ciertamente recordaba melancólicamente aquellos días en los que todo era nuevo y excitante. Pasó muchas noches sin dormir, pero no le importaba, cada día era diferente al anterior y se vivía el sentimiento general de vivir el momento más importante de la historia. No se sentía así desde la primera vez que salió al espacio.

    Se levantó de la silla y miró de nuevo el holograma. En la imagen del planeta había una serie de puntos rojos que marcaban los objetivos de los misiles, venían a cubrir el planeta entero. Un total de cincuenta naves, que lanzarían diez misiles cada una, participarían en el ataque. Quinientas bombas atómicas en total. Nunca el ser humano había causado tanta destrucción en tan poco tiempo. Pensó en la justificación que el Pentágono le había dado, a fin de cuentas era uno sólo el objetivo, en otras guerras como Irak eran cientos de miles los muertos, pero aquí sólo habría uno. Excusas, pensó. Lo que era cierto es que sólo había un ser inteligente en el planeta. De hecho, dar tantos detalles sobre sí mismo había sido el primero de una serie de errores que cometió y que condujeron a esta situación.

    La Vicedirectora Simpson telefoneó directamente al Capitán Smith y le explicó la nueva situación. Una vez se recibió el segundo mensaje ya no había duda alguna sobre su origen. Ni chinos, ni rusos, ni ningún ser humano en general podía estar detrás. Nadie podía explicar tampoco cómo podía haberse detectado y respondido tan rápido.

    Como otras potencias habían detectado la señal, los estadounidenses ya no tenían el monopolio de la comunicación extraterrestre. Por ese motivo, la vicedirectora Simpson le pidió que contactara a la Casablanca para poner esto en manos de la ONU. Si cada país empezaba a tener comunicaciones en distintos idiomas y con distintos mensajes sería una locura. Aunque en principio era la SETI la que mejor conocía el punto exacto donde se realizaba la comunicación era mejor no arriesgar a confundir al interlocutor. Decidieron también ponerle un nombre, IE (Inteligencia Extraterrestre). Con pocas ganas, pero menos opciones, el gobierno americano tuvo que ceder el control a un organismo internacional. En menos de una semana la ONU, la misma que tardaba meses en enviar ayuda humanitaria urgente, formó un comité de expertos. También se acordó que la comunicación se haría pública, salvo cuestiones de seguridad internacional. En cualquier caso no era necesario ya. Cientos de radiotelescopios caseros escudriñaban el cielo intentando recibir mensajes alienígenas.

    Mientras, al capitán Smith le encargaron trabajar con la NASA para diseñar un plan de defensa ante un hipotético ataque alienígena. Fue un trabajo interesante pero infructuoso. Aunque en la NASA trabajaban algunas de las mentes más brillantes del mundo y el Pentágono dio unos recursos casi ilimitados, el trabajo era imposible. No puedes defenderte de un ataque si no tienes una idea de cómo será, y si hablamos de extraterrestres poco podemos imaginar. En cualquier caso era una buena oportunidad de trabajar y pasar algún tiempo con sus antiguos compañeros.

    Si bien el comité de la ONU se formó en menos de una semana, tardó más de un mes en formular una serie de mensajes que enviar a la IE. Todo debía ser neutral, nada de mensajes políticos ni religiosos, nada que lo pudiera enfadar, ni provocar, ni ofender. Incluso había quien se oponía a que el mensaje se enviara en inglés, ya que debía ser representativo de toda la humanidad y, por lo tanto, debía ir en todos los lenguajes humanos. Afortunadamente el sentido común prevaleció y el mensaje se envió en el idioma que la IE había usado. Sólo pudieron acordar tres preguntas que enviar. "¿QUIÉN ERES?", "¿DÓNDE TE ENCUENTRAS" y, finalmente, "¿CÓMO NOS HAS ENCONTRADO?". La respuesta no tardó en llegar y estremeció al mundo.

    - LLEVO MUCHO TIEMPO OBSERVANDO, DESDE ANTES DE QUE EXISTIERAIS, YO OS CREÉ.

    De nuevo, el mensaje monopolizó todos los medios de comunicación. En la televisión, en internet o en la calle practicamente nadie hablaba de otra cosa. Todo se llenó de líderes religiosos indignados hablando de la gran farsa, de científicos cada cual con su teoría estrafalaria y, cómo no, de tertulianos diciendo tonterías sin sentido.

    Se formularon un millón de preguntas, pero por suerte la ONU bloqueaba el contacto. Cientos de personas fueron a la sede de la SETI, con pancartas donde exigían enviar todo tipo de mensajes, a cada cual más surrealista. Líderes  religiosos incitaban a enviar mensajes cada vez más insultantes, mientras otros aprovechaban el impacto mediático para crear nuevas sectas y religiones. Radioaficionados de todo el mundo intentaron enviar sus propios mensajes de paz o de odio, pero si recibió alguno no le hizo ningún caso. Sólo interactuaba con los mensajes que recibía desde la SETI.

    También se descubrió pronto que la ONU era una trampa burocrática que imposibilitaba la comunicación. Tardaron más de un mes en diseñar una respuesta apropiada. Todo pasaba por decenas de asesores y políticos que debían dar el visto bueno a cualquier detalle, y el tiempo se perdía en infructuosas discusiones. Se decidió entonces crear otro comité, esta vez formado por científicos, que realizara una comunicación más directa. El comité político pasó a un plano de control. Se pensó que si se orientaba la conversación hacia un plano más científico habría menos polémica. El Pentágono aprovechó la experiencia del capitán como astronauta para conseguir que entrara en el comité. La Vicedirectora Simpson también formó parte.

    Durante más de un año hubo una conversación más fluida y tremendamente productiva. La IE nunca hacía preguntas, y respondía sólo a lo que quería, pero dio una cantidad enorme de información. Explicó que vivía en un planeta similar a Marte, pero a cientos de años luz de la Tierra. La comunicación se realizaba mediante un portal que trasladaba la radiación, y la materia, de un punto a otro de manera instantánea. Un pliege en el espacio-tiempo, lo denominaron los científicos. Físicos de todo el mundo se morían por preguntar los detalles del dispositivo, pero el comité político decidió que era más urgente averiguar más sobre el interlocutor. Explicó como el portal llevaba allí cientos de miles de años, desde poco después de formarse el planeta. Así había observado la evolución de la vida terrestre desde su origen. Sin embargo, no supo que los seres humanos éramos inteligentes hasta que inventamos las telecomunicaciones y parte de nuestras señales se colaron por el portal. Según contó tardó años en aprender a descifrarlas, pero cuando lo hizo se sintió fascinado por el entramado social de la humanidad. Aprendió incluso a interpretar la señal televisiva y así aprendió nuestros idiomas y como contactar con nosotros. La idea de contactar a la SETI la obtuvo de la película Contact.

    Una vez sabido que nos observaba se intentó censurar las comunicaciones vía satélite. La mayoría de las televisiones participaron voluntariamente, y decidieron no hablar del tema en este tipo de emisiones. Una excepción fue el canal árabe Al-Jazeera, donde a diario entrevistaban a imanes que declaraban la guerra santa a los extraterrestres. Si la IE recibió estos mensajes no pareció entenderlos o importarle.

    La conversación se enfocó entonces hacia la IE en sí. Explicó que era el organismo más antiguo que existía en la galaxia, al menos que él supiera. Había evolucionado por un proceso darwinista, igual que nosotros, pero dando un resultado radicalmente diferente. En ese planeta sólo había un organismo. Realmente, los biólogos debatieron durante años si considerarlo un sólo organismo o una colonia simbiótica. Lo cierto es que, aunque distintas células tenían distinta información genética, sólo había una inteligencia, o una consciencia, por llamarlo de alguna manera. No había depredadores, no había guerras. Tal y como se interpretó aquel era el planeta de la armonía. Tampoco había fuentes de energía salvo la estrella en torno a la que orbitaba. Todo esto inspiró a científicos, pacifistas y ecologistas como un ejemplo a imitar, el Pentágono lo interpretó como un símbolo de debilidad y vulnerabilidad.



    - Almirante, tenemos una comunicación entrante de la Tierra. - Se oyó por un altavoz.

    El Almirante Smith salió de su dependencia y se dirigió al puente de mando. Una vez allí le dieron un sobre que contenía, recién impresas, las órdenes del centro de mando terrestre. El método era totalmente arcaico, pero era una manera simple y efectiva de evitar la interceptación de las comunicaciones. Un mensaje por radio cifrado, con una clave única, y descifrado en un ordenador independiente y sin monitor. La IE no podía saber de ninguna manera lo que había en el sobre. El Almirante leyó el mensaje con cuidado, pero no había mucho que leer. La operación seguía adelante. Todas sus esperanzas de que se suspendiera el ataque en el último momento se esfumaron en un instante. En menos de una hora ya estaría hecho.

    Decidió permanecer en el puente hasta el momento del ataque. Así no se atormentaría tanto pensando en lo que iba a pasar. Por un momento pensó en suspenderlo todo, pero era inútil, sabía que no serviría de nada. Si daba una orden contraria a las del centro de mando el vicealmirante lo mandaría detener y el ataque se efectuaría igual. Terminaría como Elisabeth. Era horrible pensar que era el último ser humano cuerdo, el único que veía la gravedad de lo que iba a ocurrir.



    Ni siquiera tuvieron que analizar la IE. Él mismo dio todos los detalles sobre sí mismo que necesitaron. Ocupaba toda la extensión planetaria, pero sólo en la superficie. Estaba formado de carbono, al igual de nosotros. Realizaba la fotosíntesis aunque sin clorofila, como ciertas bacterias terrestres. Tampoco tenía un sistema nervioso centralizado, sino una especie de red neuronal que se extendía por todo el planeta. Parecía que lo que más le interesaba era la biología.

    Se ve que esta pasión, por llamarlo de alguna manera, le llevó a la experimentación. Como en su planeta sólo había un organismo, él mismo, decidió crear vida en otros planetas y dejar que la evolución la moldeara a su antojo. Este fue el motivo que le llevó a buscar planetas en su opinión habitables, sin temperaturas extremas y sobre todo con agua, para "fecundarlos". Envió material orgánico a estos planetas y esperó. Al parecer sólo en nueve planetas tuvo éxito el experimento, y sólo en la Tierra la vida evolucionó a algo que se pudiera considerar inteligente. Nosotros. Así fue cómo se creó la vida en la Tierra.

    La noticia cayó como un saco en un planeta que se empezaba a acostumbrar a convivir con seres extraterrestres. Muchos grupos religiosos usaron la estrategia de la negación. Una excepción fue la iglesia católica, que mantuvo silencio durante bastante tiempo para luego afirmar que, en caso de ser cierto, eso no entraba en conflicto con su doctrina. Sin duda los dogmas religiosos se estremecieron más en un día que lo hicieran anteriormente en sus miles de años de existencia.

    Desde el punto de vista científico también hubo un gran impacto. La hipótesis de que el origen de la vida terrestre era extraterrestre, la panspermia, había sido descartada hacía décadas. Ahora todos los biólogos y geólogos parecía que la habían defendido siempre. Los paleontólogos en concreto no paraban de formular preguntas abiertas y finalmente, la comisión les permitió comunicarse directamente con la IE.

    Durante meses la IE explicó pacientemente como había sido la evolución de la vida. El puzzle fósil se aclaró más que en toda la historia de la paleontología. También la IE dio las coordenadas de otro planeta donde el experimento había tenido éxito y propuso que lo analizáramos. La espectroscopia que se hizo del planeta no dio lugar a dudas, contenía oxigeno libre.

    Cuando se le preguntó por los demás planetas, se negó a dar información. Sólo nos dijo que nosotros éramos los primeros con los que contactaba, los únicos inteligentes. También nos dijo que era muy improbable que un sistema evolucionara a seres inteligentes, y que para conseguirlo necesitamos su intervención. Cuando descubrió que los dinosaurios no evolucionaban en esa dirección tomó una opción radical. Los exterminó para darle una oportunidad al segundo grupo dominante, los mamíferos. Para eso desvió un asteroide de su órbita y lo hizo colisionar con el planeta.

    A estas alturas cada día se producía un shock a nivel mundial, así que era difícil valorar la magnitud de la noticia. El shock era permanente. Evidentemente la idea de un ser extraterrestre que decidiera sobre nuestra supervivencia en función de sus caprichos no era agradable. Smith lo discutió con Elisabeth en varias ocasiones, y vieron que sus puntos de vista eran muy similares. No lo veían tan especial. Siempre habíamos vivido con el riesgo de que un asteroide se cruzara en nuestro camino y nos exterminara, ¿qué diferencia suponía ahora? Tampoco le parecía lógica la postura de la gente religiosa. ¿No habían tenido siempre la imagen de un Dios vengativo que podía eliminar a la humanidad en un momento? Ya lo habían encontrado. En cualquier caso el comité de la ONU decidió que la humanidad se merecía un respiro y mandó al comité de comunicación centrar el debate sólo en temas puramente científicos. Ahí la IE cometió su segundo error.



    La alarma sonó, sacando al Almirante de sus pensamientos. La hora había llegado.

    - Todo el mundo a sus puestos. Enviad la señal a las demás naves para que confirmen su posición.

    - Señal enviada, le contestó el vicealmirante.-

    Debido al arcaico sistema de encriptación la señal tardó más de cinco minutos en ser recibida por las demás naves y confirmada. Todas las naves estaban en posición y listas para el ataque. Ya no había marcha atrás. El Almirante sacó la llave que llevaba en el cuello y la introdujo en su cerradura. Al girarla se activaron las cabezas nucleares de la nave.

    - Comenzad el ataque. - Dijo firmemente.

    En unos minutos la nave tembló y por el panel se pudieron ver los misiles salir y dirigirse al planeta rojo. Sólo una nave no lanzó sus misiles. El Almirante no sabía si se debía a problemas técnicos o a un amotinamiento de la tripulación, pero daba igual. El margen de error del plan de ataque asumía el fallo de hasta tres naves no consecutivas, tristemente el éxito estaba asegurado. Ahora sólo quedaba esperar.
    La discusión científica con la IE comenzó de una manera totalmente improductiva. Las respuestas que daba, cuando las daba, eran ininteligibles. Un profesor del MIT lo definió, irónicamente, como un intento de explicar física cuántica a un chimpancé. Los humanos éramos los chimpancés, claro está.

    La única e importante excepción fue cuando se habló sobre la gravedad. En principio la respuesta fue tan críptica como las demás, pero un joven físico ruso supo interpretarla. A partir de lo dicho por la IE consiguió formular una nueva teoría de la Relatividad General, y la usó para crear un nuevo modelo cosmológico. Este estaba acorde con todos los datos empíricos conocidos, como la radiación de fondo y la expansión acelerada del universo, pero sin necesidad de introducir materia ni energía oscura. También se aplicó al Big Bang, dejándolo todo mucho más claro que anteriormente. Mucha gente lo interpretó como una teoría del origen del universo sin fisuras. Dos años después le dieron al joven el primer premio Nobel en solitario en muchos años.

    Sin embargo, fueron las aplicaciones las que revolucionaron el mundo. La nueva teoría alimentó la imaginación de científicos e ingenieros que se pusieron manos a la obra en el diseño de nuevos dispositivos. En un par de años se crearon prototipos capaces de aumentar o reducir el campo gravitatorio. También aparecieron cámaras sin gravedad y naves espaciales que sí la tenían, nuevos sistemas de propulsión, nuevos aviones. Todo esto reactivó la economía mundial y la crisis internacional desapareció. Por primera vez en mucho tiempo la humanidad miró al futuro con esperanza. La NASA prometió una segunda carrera espacial que llevaría al ser humano más allá del sistema solar.

    El Capitán Smith fue relegado de su puesto en el comité de comunicación y se centró en la colaboración con la NASA. Ahora sí parecía factible un sistema de defensa, gracias a la nueva tecnología y a conocer el peligro concreto. Se comenzó a diseñar un sistema para desviar meteoritos, y también se rediseñaron los transbordadores espaciales. Afortunadamente, Smith siguió en contacto con Elisabeth que le informó regularmente de la situación de las comunicaciones. Pronto la IE cometería su último y fatal error, realizó su primera pregunta.

    - ¿QUIÉN ES DIOS?

    El comité de comunicación no se esperaba ninguna pregunta, pero mucho menos esta. Eran todos científicos y los temas teológicos les quedaban un poco lejos, así pues decidieron trasladar la pregunta al comité político de la ONU y esperar. Dada la complejidad e importancia de la pregunta tuvieron que formar un tercer comité. Este lo formaban una veintena de líderes religiosos y filósofos. Como era de esperar, el consenso nunca llegó. Las reuniones fueron eternas y los representantes de las distintas religiones se peleaban entre ellos y con los filósofos. Cada uno quería que fuera su creencia la más resaltada y vetaba o ridiculizaba las de los demás. Finalmente la ONU decidió enviar una especie de enciclopedia con todas las definiciones de Dios a través de los siglos, desde los Egipcios a la actualidad. Era un galimatías.

    La IE no entendió muy bien semejante respuesta y volvió a preguntar.

    - ¿QUIÉN ES DIOS?

    El comité político decidió dar una respuesta clara y concisa. Ya que las religiones mayoritarias ahora eran monoteístas decidieron responder de una manera más clara y acorde con todas.

    - DIOS ES EL CREADOR DEL UNIVERSO Y DE LA VIDA.

    La respuesta, como era habitual, no se hizo esperar.

    - EL UNIVERSO NO TIENE CREADOR. NO EXISTE NADA EXTERNO A EL UNIVERSO. LA VIDA EN VUESTRO PLANETA LA CREÉ YO. ¿SOY YO VUESTRO DIOS?

    Empezó entonces un debate teológico-filosófico eterno. Durante más de un año se le intentó explicar el concepto de Dios. Si él nos había creado a nosotros Dios sería quien le creó a él. Para la IE esto no tenía ningún sentido. Él conocía a la perfección los procesos que llevaron en su planeta a la formación de la vida, y no había ningún ser inteligente supranatural detrás. Tampoco lo había en la formación del universo. Esto último era ya defendido por bastantes físicos, que habían visto en la nueva teoría del Big Bang una manera de explicar el origen del universo sin recurrir a la idea de Dios. Por supuesto, los líderes religiosos estaban muy nerviosos. Incluso el Papa, que siempre había mantenido una prudente distancia sobre este tema, afirmó que la IE era un enviado del diablo para tentarnos con su tecnología. Las amenazas de guerra santa se recrudecieron desde el mundo islámico, pero también en los Estados Unidos. Continuamente líderes políticos conservadores acusaban a la IE de todos los males del mundo, como los huracanes, los terremotos o, según ellos, la homosexualidad. También los ateos aprovecharon el momento. Sus asociaciones crecieron en número e influencia y aprovecharon la coyuntura para hacer ver sus reivindicaciones.

    El debate continuó, pero la IE no dio su brazo a torcer. La idea de un creador del universo le parecía absurda, porque para eso tendría que ser externo al universo y eso era una contradicción. Por otra parte no dudaba en referirse a sí mismo como "vuestro Dios", ya que él creó la vida en la Tierra. Cuando se cansó del inútil debate llegó a afirmar que los seres humanos no éramos tan inteligentes como pensó. Eso fue un duro golpe, por un lado se consideró un insulto a la humanidad, ya que la mayoría de los seres humanos son creyentes. Por otra parte, el pánico se apoderó del mundo, si los dinosaurios fueron destruidos por no ser inteligentes y nosotros ya no lo éramos, ¿qué pasaría ahora con nosotros?

    Este fue el caldo de cultivo que aprovechó el Pentágono para comenzar a madurar la idea de un ataque preventivo contra la IE. Al igual que hicieron en Irak, comenzaron a propagar la idea de que acabar con una amenaza a la vida sobre la Tierra bien valía una guerra. Además, en Irak murieron cientos de miles de seres humanos, pero la IE era sólo una, ¿no valía una vida la seguridad humana? Así el programa civil de la NASA se transformó en un secreto plan de invasión. El capitán Smith fue el primer nombre en la lista para encabezar un hipotético ataque, aunque para eso habría que promocionarlo.

    Por supuesto, no todo el mundo apoyaría semejante medida y por eso se mantuvo en secreto. Además era sólo algo teórico, nadie decía que de verdad fueran a atacar a nadie. De los opositores, Elisabeth Simpson fue la más feroz. La idea de haberse pasado años buscando vida extraterrestre y que ahora el gobierno barajara la idea de destruirla era algo intolerable. Amenazó con salir a la calle, revelar los planes y formar una oposición popular. No tuvo la oportunidad de hacerlo. Alegando riesgos para la seguridad nacional la encerraron en Guantánamo. El ya Almirante Smith no podía soportar la idea de ver a su antigua colega como una terrorista, pero poco podía hacer. Cuando habló con sus superiores sólo consiguió la vaga promesa de que si todo acababa bien revisarían su caso.

    La idea del ataque preventivo fue creciendo, sobre todo cuando la IE dejó de interactuar. Al parecer ya no estaba interesada en nosotros, y eso nos aterraba. ¿Estaría ya planeando nuestra destrucción? Además había otro problema, la "nueva revolución industrial", como ya se llamaba, estaba diezmando las reservas energéticas del planeta. Los nuevos dispositivos hacían nuestra vida mucho más fácil, pero tenían un coste energético enorme. El petróleo amenazaba con acabarse antes de lo previsto. El gobierno norteamericano no podía ignorar el hecho de que había un planeta, mucho más antiguo que la Tierra, en el que el petróleo no había sido nunca extraído. Si la IE tenía una base de carbono, como había dicho, en el subsuelo de su planeta debia haber grandes cantidades de oro líquido. Suficiente como para alimentar a la humanidad varios siglos más. La seguridad internacional y el conflicto religioso se convirtieron en una simple excusa, y la idea del ataque se hizo más y más fuerte.

    También los rusos y los chinos habían pensado en ello. Si se iba a hacer había que hacerlo ya, y entre todos. No se podía arriesgar a que la IE descubriera los planes y acabara con nosotros. Además habría botín para todos. Así, discretamente, las mismas empresas que fabricaban los dispositivos gravitatorios comenzaron a colaborar con las distintas agencias espaciales para una supuesta revolución espacial. En menos de dos años había una flota de 50 naves internacionales, entre americanas, inglesas, rusas y chinas. Todavía trabajaban sobre una hipótesis, pero una vez hecha la inversión habría que aprovecharla. Lo peor es que la IE no había dado más señales de vida. Esto hacía que subiera la tensión en un mundo de por sí tenso. Las luchas entre distintos grupos religiosos y las agresiones a homosexuales, científicos o ateos habían aumentado. La gente se sentía a la vez insegura y ofendida, y la repentina subida de los carburantes no ayudó a la hora de apaciguar la tensión. Los Estados Unidos lo tenían claro, o invadían todos los países productores de petróleo, como Venezuela, o invadían el planeta extraterrestre. Cambiar su estilo de vida no les pareció una posibilidad razonable. La idea de una nueva guerra mundial por el petróleo del mundo estaba en boca de todos.

    Finalmente, en una reunión secreta los Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Rusia y China decidieron comenzar la primera guerra interplanetaria. A fin de cuentas la IE era un organismo que nunca había competido con ningún otro, en su planeta no había depredadores y no sabía lo que era una guerra. Tampoco había población civil que proteger, sólo llegar y destruir. Por supuesto habría una gran oposición civil al respecto, pero eso se solucionaba no informando sobre el tema hasta que ya se hubiera realizado el ataque. Así, el almirante Smith se convirtió en el principal mando de una flota con orden de atravesar el portal y atacar el planeta. Como era sabido que la IE era un organismo global había que destruirlo todo, hasta la última sección de la superficie. De todas formas los destrozos no importaban, lo que buscaban estaba en el interior. El almirante Smith se convirtió en el líder militar del mayor genocidio de la historia de la humanidad, aunque se tratara de eliminar a un solo ser inteligente. Por supuesto esto le atormentaba, pero no veía manera de salir de ahí y usó la autoexcusa de que si no lo hacía él lo haría cualquier otro. Un año y medio después la tripulación y las naves estaban preparados y la flota cruzó el portal.



    Un resplandor apareció en el panel. La primera cabeza nuclear ya había sido detonada. En un momento aparecieron cientos más. El ser que había creado la vida en la Tierra, se llamara Dios, IE o como quisiera, ya había desaparecido. Conteniéndose la emoción levantó una mano y ordenó pasar a la segunda fase. Lanzarían satélites para observar la evolución del planeta y volverían a la Tierra. El éxito de la misión se comunicó a través del portal.

    El Almirante volvió a su dependencia. Pensó en Elisabeth. Ahora podría salir de Guantánamo, aunque sabía que nunca le perdonaría. Él mismo nunca se perdonaría. Ni siquiera los psicólogos del ejército podrían ayudarle. Él había dado la orden, él había mandado destruir al único Dios real que la humanidad conocería. Ahora Nietzsche tenía razón, Dios había muerto.



    Relato del libro Spintrónica. Licencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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  3. Piratas
    Daniel Manzano Diosdado

    - Señor.  -El radar ha detectado algo extraño.- Parece una nave, pero desde luego no es de las nuestras.

    El capitán lo miró sorprendido. Llevaba más de diez años al cargo de esta nave, haciendo esta misma ruta entre la Tierra y la Colonia 2 y nunca había tenido ningún problema. Por otra parte los tiempos estaban cambiando, y él lo sabía.

    - Mande una señal de aviso. Exija identificación.

    El  oficial dio la orden al ordenador. Si era una nave de AT debería contestar inmediatamente. Nada pasó. Esperaron por un momento en silencio sin que hubiera respuesta.

    - Nada, capitán. A lo mejor no es una nave, sino un cuerpo estelar, pero tiene un movimiento extraño. El sistema no reconoce su trayectoria como parabólica.

    - Mierda. - El capitán Johnson no estaba acostumbrado a estas cosas, eso estaba claro.- Poned rumbo directo al portal. Si son piratas no se atreverán a acercarse a la Tierra. Y enviad un mensaje de emergencia.

    La tripulación estaba más preocupada incluso que su capitán. No dejaba de ser  una nave comercial. No estaban acostumbrados a la acción. Su trabajo era sencillo, cargar, despegar, atravesar el portal y llegar al otro lado. Los viajes sólo duraban unas cuantas horas, por lo que ni siquiera hacían noche en la nave.
    En el holograma donde venía su posición con respecto a la Colonia se veía su nuevo rumbo. No sintieron ninguna aceleración, ya que el estabilizador gravitatorio que simulaba la gravedad terrestre se adaptaba a la aceleración de la nave. El portal estaba muy cerca, así que no debía haber ningún problema.

    - Capitán, el dispositivo de navegación indica que hay algún tipo de problema. No vamos en la dirección que deberíamos.

    El capitán se pasó la mano por la frente. Estaba sudando mucho. No era bueno que su tripulación lo viera tan nervioso, se suponía que tenía que darles ejemplo. Por otra parte nunca se había visto en una situación así, la única experiencia militar que tenía eran las prácticas que hizo hacía más de veinte años.

    - Ahora vamos en dirección contraria, capitán. - El joven estaba tremendamente nervioso. - Sin duda nos ha capturado algún tipo de mecanismo gravitatorio. No podemos hacer nada, me temo.

    El capitán estaba a punto de sufrir un infarto.

    - ¿Habéis hecho la llamada de emergencia? -Preguntó mientras tomaba asiento.-

    - Sí, mi capitán.

    - Pues poco más podemos hacer. Esperaremos y no ofreceremos resistencia. Esperemos que las naves militares estén ya en camino.

    La tripulación sabía que tenía razón. No eran militares. Poco a poco en el holograma se vio como se acercaban al cuerpo extraño, que ya no había duda de que era una nave.

    - Ya estamos casi al lado, capitán. Es una nave muy pequeña comparada con la nuestra.

    - ¿Qué más da eso, oficial? -Respondió el capitán.- No tenemos cañones ni ningún otro tipo de artillería. Somos un simple carguero. Esa nave enana seguro que podría partirnos en dos en un instante. Y tampoco soñéis con ofrecer resistencia cuando nos aborden, seguro que están más acostumbrados a la violencia que nosotros. - Hizo una pausa.- Avisad a toda la tripulación, que vengan inmediatamente al puente de mando. Esperaremos todos juntos a que entren y que nadie diga nada ni se le ocurra oponérseles.

    Un instante después llegó una comunicación. Un holograma de un hombre joven, de unos treinta años apareció en el panel de mando.

    - Estimados tripulantes del carguero terrestre. Les habla el Capitán Shackleton, a mando de la nave Quest. Tienen dos opciones, o abren la escotilla de carga para que entremos o la abriremos por la fuerza.

    - Esto es una nave comercial de AT. - Respondió el capitán.- ¿Con qué autoridad nos sacan de nuestra órbita?

    El joven no parecía muy impresionado. Se le veía seguro y arrogante.

    - Con la autoridad del Frente de Liberación de las Colonias. Con la de miles de mutantes esclavos que continuamente transportan para su propio beneficio. Con la autoridad de la libertad y, por supuesto, con la autoridad del cañon positrónico que les está apuntando. Cañón que hará un agujero en su cubierta en diez segundos si no abren la escotilla. Diez, nueve, ocho, ...

    El capitán sabía que no había mucho que hacer. Así que con un gesto de la cabeza dio orden de abrir la escotilla. Sólo les quedaba esperar.

    Pasaron varios minutos que se hicieron eternos. Los piratas entraron a la sala principal con mucha tranquilidad. Eran sólo tres. Dos hombres y un mutante. Este último era un ejemplar impresionante, de más de dos metros y con cuatro brazos. El capitán y la tripulación estaban acostumbrados a transportar este tipo de mutantes, modelos de seguridad, pero nunca habían tenido trato con ninguno.

    - Muchas gracias por su hospitalidad, capitán. -Dijo el capitán pirata.- Como ya le he dicho anteriormente mi nombre es Capitán Schackleton. -Era evidente que no era ese su verdadero nombre, pero poco importaba.- Esta es parte de la tripulación de mi nave, la Quest.

    El capitán Schackleton era un tipo bastante curioso. Tenía el pelo largo y barba, cosa muy rara en las colonias. Podía incluso ser terrestre. Una cicatriz le cruzaba la mejilla. Eso era más raro aún porque la eliminación de una cicatriz era algo rutinario. Llevaba en el pelo toda clase de adornos de madera y metal. También llevaba varios pendientes en una oreja. La tripulación del carguero nunca había visto a nadie así. En el pantalón le asomaba una pistola de positrones. El otro pirata era algo más normal. Luego estaba, claro está, el mutante gigante con cuatro brazos.

    - ¿Qué podemos hacer por ustedes? - Preguntó el capitán del carguero. - Somos un simple transporte haciendo su línea habitual.

    El capitán Schackleton sonrió.

    - Ante todo queremos saber qué llevan en sus bodegas. Material spintrónico, de producción, armas, lo que sea. Así podremos decidir rápidamente que nos interesa quedarnos y que no, y nos ahorrarán el tiempo de desguazar su nave.

    - No llevamos nada de eso. Llevamos grano de la Colonia a la Tierra y comida manufacturada de la Tierra a la colonia. Sólo eso. Cojan la comida que quieran y déjenos marchar. Tenemos hasta cerveza si quieren. Puedo mandar a algunos de mis tripulantes a las bodegas para que traigan lo que ustedes quieran y lo carguen en su nave.

    Los piratas se miraron entre ellos. Llevaban mucho tiempo en este oficio, y tenían bastante claro que les estaban mintiendo. Por suerte, no les llevaría demasiado tiempo averiguarlo.

    - El problema es que no le creo, capitán.- Dijo Schackleton.- Así que le voy a preguntar a su sistema de navegación mejor. Por favor, Scott.

    Uno de sus compañeros se quitó la mochila que llevaba y sacó un pequeño aparato spintrónico. Se acercó a la consola del sistema de navegación y lo colocó encima.

    - Tardará un par de minutos, Capitán. También nos dará el holograma de la nave.

    - Bueno capitán... -Dijo Schackleton y esperó a que le respondieran.-

    - Johnson. -Respondió el otro capitán.- Capitán Johnson.

    El pirata sonrió. Realmente se lo pasaba muy bien con esto.

    - Capitán Johnson, entonces. ¿Quiere conversar sobre algo mientras mi compañero hace su trabajo? No sé, ¿política, deportes, tecnología?

    El Capitán Johnson realmente no quería conversar. No paraba de sudar e hiperventilar, y lo peor es que veía como eso le gustaba al pirata. Realmente lo único que quería era que cogieran lo que quisieran y se fueran de allí.

    - No creo que tengamos nada de qué hablar usted y yo. -Dijo al fin.-

    - Bueno, se sorprendería. -Respondió Schackleton.- Siempre me ha gustado discutir con los vástagos del sistema y explicarles como su trabajo sólo sirve para extender la pobreza y la miseria por la galaxia. Rara vez consigo convencerlos, pero aún así me gusta.

    Al capitán del carguero las ideas políticas de un delincuente le importaban bien poco. Lo único que quería era irse de allí cuanto antes.

    - Ya tenemos la información, capitán. -Dijo Scott. - Parece que es cierto que transportan alimentos, pero no es lo único. Lo principal son mutantes. Más de mil mutantes obreros, para construcciones, y unos doscientos de seguridad. Mira, Bruce, estos son igual que tú, pero pequeñitos.

    El mutante gruñó. Si había algo que odiaba era a los que traficaban con gente como él. Sus amigos le habían explicado que hace muchos cientos de años en la Tierra traficaban con seres humanos dependiendo de su lugar de procedencia o color de piel. A él esto le parecía lo mismo.

    - Tenemos que liberarlos. -Dijo y todos, incluido Schackleton, lo miraron sorprendidos.- Tenemos que liberar a mis hermanos.

    La idea era bastante loca. La nave pirata no llegaba a la décima parte de la nave comercial. Además dos centenares de mutantes gigantes podían ser una carga difícil de llevar, aunque fueran crías.

    - Perdona Bruce, pero eso es imposible. -Le explicó su capitán.- No podemos cargar con ellos, no tenemos a donde llevarlos, y no creo que sean tan tranquilos como tú. Necesitan un sitio donde trabajar y vivir.

    - Trabajan como esclavos. Vosotros me lo enseñasteis. Los mutantes no somos esclavos.

    Los piratas se arrepintieron al momento de haberle enseñado tantas cosas a su gigante amigo. Nunca habían sospechado que podían tener este problema.

    - Bruce, tienes que ser razonable. Nos llevamos lo que podemos y dejamos lo que no podemos, esas son las normas.

    El mutante enfureció. No podían dejar aquí a sus hermanos. Ellos mismos le habían enseñado que no tenían que ser esclavos. Enfurecido se dirigió al holograma donde se proyectaban los otros mutantes y comenzó a golpear la maquinaria que había abajo.

    - ¡¡NO PODEMOS DEJAR A MIS HERMANOS!! - Gritó mientras golpeaba los controles con sus cuatro brazos.

    Todos entraron en pánico, incluyendo los piratas. La tripulación de la nave mercante salió corriendo en todas direcciones. El capitán Schackleton sacó su pistola de positrones, pero no la usó. Bruce era un miembro de su tripulación, y un amigo, no la usaría salvo que fuera estrictamente necesario. Los demás piratas se alejaban de su amigo mientras destrozaba el puente de mando.

    - ¡Bruce, cálmate! -Gritó el capitán. - ¡No me obligues a dispararte!

    Bruce le miró y comenzó a calmarse. Todo eso estaba fuera de lugar. El capitán y los demás eran sus amigos. El ver a otros mutantes en la misma situación por la que él pasó era inconcebible. Eran niños, pequeños niños que en su vida sólo conocerían una mina o una fábrica. Eso sólo hasta que saliera un modelo mejor. Entonces los matarian a todos. No podía consentirlo, pero tampoco podía pelearse con sus amigos.

    - Capitán, tenemos un serio problema. -Dijo Scott mirando los paneles que Bruce había destrozado.- Está todo roto. No se puede manejar la nave. De hecho se mantiene estable sólo por el rayo de la nuestra.

    Schackleton se llevó una mano a la cabeza. Miró a su alrededor, menudo caos. Casi toda la tripulación del carguero había corrido fuera del puente de mando y ya podían estar en cualquier parte. El capitán se había refugiado debajo de un panel y estaba llorando de manera nerviosa. Ahora el carguero no podía dirigirse a su destino. "Entrar, robar y salir", ese había sido siempre su lema, pero ahora era complicado de aplicar. Además habría que ver como reaccionaba Bruce si le decía que iban a abandonar a los mutantes a morir en el espacio. Sólo se le ocurrió una salida posible. Se dirigió al panel donde se ocultaba el capitán Johnson.

    - ¿Tienen cápsulas de emergencia para toda la tripulación? - Le preguntó.-

    No hubo respuesta. Vio que se había orinado encima.

    - Usted, el valiente. Le pregunto que si tienen cápsulas de emergencia donde quepan todos.

    El capitán asintió con la cabeza.

    - Entonces tiene una última misión. Le doy 15 minutos para reunir a toda su tripulación y salir en las cápsulas. Imagino que tienen su propio sistema de navegación, así que no les afectará demasiado el destrozo de aquí mi amigo. -Miró a Bruce y este bajó la cabeza.- Todo aquel que siga aquí pasado ese tiempo se vendrá con nosotros y será juzgado. -El capitán no se movió.- ¡Vamos! ¡Rápido!

    El capitán se levantó casi gateando y salió corriendo del puente de mando.

    - ¿Y qué hacemos ahora, capitán? ¿Abandonamos la nave a su suerte?

    Bruce hizo el amago de protestar, pero el capitán lo calló con la mirada.

    - No, Scott. No creo que a nuestro amigo Bruce le haga mucha gracia eso. - El mutante sonrió.- Vamos a remolcar el carguero hasta el campamento. Esperemos que nuestros compañeros rebeldes no nos maten cuando nos vean llegar con una nave llena de mutantes. A ver qué hacemos luego con ellos.
    Bruce estaba pletórico de felicidad.

    Se dirigieron a la base rebelde en la Colonia 2. Al llegar había otras tres naves piratas levitando sobre la base. Esa era la norma, como no tenían sitio para construir una base aérea las naves se debían quedar siempre sobrevolando la superficie. Además así era más rápido si había que salir corriendo. Lo que nunca se había visto era una nave de carga sobrevolando el campamento. Era mucho más grande que todas las demás juntas.

    - ¿Cómo lo hacemos, capitán? - Dijo Scott.

    - Bueno, no creo que haya ninguna opción buena. Lo mejor es que os quedéis todos aquí y yo baje a hablar con los demás. Me temo que se van a enfadar y será mejor que no estéis presentes. Si se ponen violentos os largáis. Tú eres el segundo al mando, Scott, si no vuelvo la nave es tuya. Que no se te pase por la cabeza irte antes de tiempo o te buscaré y te despellejaré vivo.

    Scott sonrió. A Schackleton le encantaba dárselas de duro. Sabía perfectamente que no se iría sin él, y que si no lo dejaban volver bajaría a buscarlo. Llevaban ya más de diez años juntos en la nave y eran como hermanos. Su problema era que leía demasiados libros prehistóricos de piratas. Incluso el nombre lo había tomado de un capitán de barco de la prehistoria.

    - Yo quiero ir. -Dijo Bruce.- Todo es culpa mía.

    El capitán lo miró y se quedó pensando un momento. Bruce no era el más diplomático de la tripulación, eso estaba claro, pero era una buena idea. En cualquier caso era culpa suya y los rebeldes le animaron en principio a incorporarlo a la tripulación. "Un programa de reinsertación de mutantes", pensó en su momento.

    - Ni se me pasaba por la cabeza dejarte aquí, Bruce. -Dijo al fin.-

    Se dirigieron juntos a la escotilla de salida. Entraron en la habitación gravitatoria y cerraron la puerta.

    - Ya estamos listos, Scott. -Gritó el capitán.-

    - Ya os tengo, no os mováis mientras abro la escotilla. -Respondió la voz de Scott.-

    Se levantaron unos centímetros en el aire y entonces comenzó a abrirse el suelo. Bruce tenía los ojos cerrados, no le gustaba levitar para bajar de la nave. Subir era menos impresionante, porque empezabas en el suelo y tomabas altura poco a poco, pero la impresión cuando se abría la escotilla y se veía a más de cien metros del suelo era demasiado para él.

    - Bájanos despacio, -dijo Schackleton- la última vez casi nos partes una pierna.

    Bruce rió. Le hacían mucha gracia los comentarios chistosos del capitán. La escotilla se abrió y se sobresaltó. Poco a poco empezaron a descender. Desde arriba se veía como un grupo de unas 30 personas se amontonaba para esperarlos. Sin duda estaban causando impresión. Eso le encantaba a Schackleton, ser el centro de atención. Cuando llegaron a la superficie estaba esperándolo todo un comité. El señor Sheldon, el encargado del FLC en la base, lo encabezaba. Era un hombre de unos cincuenta años, calvo y con bastante barriga.

    - ¿Te has vuelto loco, Schackleton? -Dijo antes incluso de que hubieran tocado suelo.- ¿Qué se supone que hace esa nave ahí? ¿Es que le has declarado la guerra a la Tierra?

    - Yo también me alegro de verte, John. -Respondió Schackleton. - Es una larga historia con tu amigo el gigante como protagonista. - Miró a Bruce y este agachó la cabeza.- Si quieres te la puedo contar mejor en privado.

    Sheldon se contuvo la respuesta. Realmente era un tema suficientemente delicado como para discutirlo en privado.

    - Venga, volved cada uno a lo suyo. Vamos a arreglar esto antes de que empiece a llegar la flota terrestre. - Hizo un gesto y sus lugartenientes comenzaron a invitar a la gente a que se moviera.- Vamos a mi oficina, Schackleton.

    La "oficina" era un cubículo que estaba bajo tierra, como todos. Así dificultaban ser detectados por las naves espías de AT. Era la segunda vez que Schackleton entraba allí. La primera fue hacía ya 10 años, cuando le encomendaron la nave y la tripulación. Desde entonces pisaba la Colonia lo menos posible y se mantenía siempre alejado de los gerifaltes. Su lugar estaba en el espacio, entre colonia y colonia. El cubículo era bastante más amplio de lo que había recordado, parecía que lo habían ampliado. Aún estando bajo tierra era muy agradable y las bombillas producían una luz idéntica a la natural. Realmente era casi como estar en la superficie. A Bruce no le gustaba tanto, se sentía incómodo en los pequeños agujeros de los humanos. Le gustaba estar en la superficie, o en todo caso en la Quest, porque simbolizaba la posibilidad de ir a cualquier parte.

    - Bueno, explícate. -Dijo Sheldon.- ¿Qué demonios has hecho?

    - Eso se lo deberías preguntar aquí al amigo mutante. - Respondió Schackleton. -

    Sheldon no tenía paciencia para muchos juegos.

    - Te lo pregunto a ti. -Respondió enojado.- Tú eres el capitán de la Quest y no Bruce. Ahora explícame qué has hecho y por qué no debería mandarte con tu nave y tu tripulación a la Tierra para salvarnos nosotros.

    Schackleton sabía cuando podía bromear y cuando no, así que cambió el tono.

    - Tuvimos un problema. El carguero está lleno de comida y de mutantes. Bruce al enterarse enfureció y rompió todo el sistema de navegación. Ahora está inservible, sólo remolcándola se puede mover. Tampoco nos pareció bien abandonar a esos mutantes a su suerte.

    Los hombres de Sheldon lo miraron sorprendidos, no se esperaban algo tan altruista. Ciertamente la liberación de los mutantes era uno de los principios de la revolución, pero nunca nadie había tomado una medida tan extrema. Esto colocaba a Sheldon y a la Colonia entera en una situación muy complicada.

    - ¿Y no se te ocurrió nada mejor que traerlos a la base? - Sheldon estaba furioso.- Ahora media flota terrestre tiene que andar buscándonos. Esa nave no se puede quedar aquí.

    - Hay que bajar a mis hermanos. ¿No? -Preguntó Bruce. -

    Sheldon y sus hombres lo miraron con cara de no entender nada.

    - Se refiere a los mutantes de seguridad. -Aclaró el capitán.- Hay unos doscientos en la nave, de menos de un año.

    - ¿Doscientos? -Preguntó Sheldon.- ¿Para qué demonios quieren doscientos mutantes de seguridad en la Colonia? No tenemos tantas fábricas.

    Uno de los lugartenientes de Sheldon se le acercó y le murmuró algo al oido. Este se llevó la mano a la frente  y se limpió el sudor. Sin duda estaban pasando cosas que a Schackleton y su grupo se le escapaban.

    - Mejor dejadnos solos. -Dijo Sheldon al fin.- Tú también Bruce, espera fuera.

    Los lugartenientes se miraron sorprendidos, pero Bruce estaba muy contento. No le gustaba nada estar en un agujero, le recordaba a la mina de donde venía. Cuando se quedaron solos, Schackleton se sintió mucho más cómodo.

    - ¿Qué pasa John? - Preguntó.- ¿Para qué pensáis que son los mutantes? También hay más de mil modelos de construcción en la nave. Tienen que querer crear algo grande. Una ciudad entera, por lo menos.

    - Me temo que no es sólo eso, Bill. - A Schackleton no le gustaba que se refirieran a él por su verdadero nombre. Prefería el que se había atribuido cuando empezó con la piratería.- Tenemos bastantes sospechas de que la Tierra está preparando una ofensiva más agresiva. Es posible que esos mutantes no sean para seguridad, sino para fines militares. Llevamos ya bastante tiempo tocándoles las narices. Nos tememos que quieren eliminarnos de una vez por todas.

    El capitán se quedó un momento pensativo. Era razonable. Sólo él había desvalijado más de cien naves en los diez años que llevaba y eso a AT no le debía gustar. El problema era qué hacer entonces.

    - ¿Y qué podemos hacer? Imagino que esos mutantes no son los únicos, y doscientos monstruos de esos podrían arrasar la base en un momento. ¿Y los modelos de construcción?

    - Imagino que para fabricar maquinaria de guerra, o tal vez las bases. No lo sé, pero es cierto que parece que en poco tiempo tendremos guerra. - Se sentó un momento.- Empiezo a estar viejo para esto, Bill. Cada vez me cuesta más tomar una decisión.

    - Bueno, John, tú te sientes viejo desde que cumpliste los veinte años. - Schackleton se rió.- Habrá que ver qué hacer ahora, ¿no?

    Entonces el primer lugarteniente irrumpió en la sala.

    - Señor, tenemos una comunicación de otra de las naves.

    - ¿Qué ha pasado? -Respondió John.-

    El lugarteniente miró a Schackleton sin saber si hablar o no.

    - No te preocupes por él. Dilo ya. -Le espetó.-

    - Al parecer cuatro naves militares han cruzado el portal.

    Se hizo un silencio incómodo. Cuatro naves militares simbolizaban mucha potencia de fuego. Nunca había pasado algo así. No había duda de que iban detrás de la nave comercial. La situación era crítica.

    - Preparad la evacuación. Aún tardarán unas horas en localizarnos. Tenemos que abandonar la base cuanto antes. - Dijo el encargado.- Dad el aviso y que todo el mundo vaya recogiendo sus cosas. Que cojan sólo lo imprescindible y ya veremos si podemos volver a por el resto. Y que no se deje nada en la superficie, con suerte una vez nos hayamos ido no podrán encontrar este sitio.

    - Pero señor. -Dijo el lugarteniente.- Hay más de trescientas personas en la base, y ahora mismo sólo hay cuatro naves aquí. Es imposible trasladarnos a todos. Quizás habría que llevarse las naves y que el resto se escondan bajo tierra. Así al menos podemos aspirar a que no los descubran.
    Eso era cierto. Si pedían ayuda las demás naves tardarían horas en llegar. Por otro lado, había una solución clara.

    - ¿Cuánta gente cabe en tu nave, Bill? - Preguntó. -

    Schackleton sacudió la cabeza sorprendido.

    - Pues aparte de mi tripulación no más de diez. ¿Quieres que meta a trescientas personas?

    - En esa no, idiota, en la otra. Imagino que si caben más de mil mutantes cabrá también nuestra gente, ¿no?

    La idea era simple pero eficaz. Finalmente tendrían que llevarse el carguero.

    - Imagino que no habrá problema. Pero llamaremos mucho la atención.

    - Bueno, déjame eso a mí. Id comenzando la evacuación y lanzad un mensaje de socorro a las otras colonias. Necesitamos tanta ayuda militar como nos puedan proporcionar. Diles que saldremos en media hora.

    - De acuerdo, señor. -Contestó el lugarteniente.- ¿Hacia dónde evacuaremos?

    - Eso ya lo diré cuando estemos lejos de aquí. Prefiero que no lo sepa mucha gente. Sólo dile a todas las naves que sigan al carguero hasta que les comuniquemos el objetivo. Yo iré en la Quest dirigiendo el convoy.



    En menos de media hora terrestre todo estaba listo.  A fin de cuentas, siempre habían vivido con el miedo de ser descubiertos, y toda la población tenía instrucciones de tenerlo todo listo por si hubiera que evacuar.  Un total de diez naves habían respondido a la llamada de emergencia, entre naves de la Colonia y de fuera. Así pues catorce naves, junto al enorme carguero, despegaron de la Colonia 2. El Quest iba de las primeras, remolcando al carguero con los mutantes y la población de la base por delante de ella. Otras dos naves piratas los escoltaban y había otras dos de avanzadilla. Nunca antes los rebeldes habían organizado una flota semejante, tampoco se habían visto nunca en esta situación.

    - Bueno, John. - Schackleton se comportaba como si nada importante estuviera pasando.- ¿Cuándo me dirás hacia dónde vamos?

    - Por ahora mantén el rumbo. -Respondió.- No estamos demasiado lejos.

    - Bueno, si a estas alturas no te fías de mí creo que nuestra relación tiene un problema.

    La tripulación se rió. Venía bien un poco de humor en un momento tan tenso como este. Realmente, ninguno tenía idea de a dónde se dirigían. Sólo se alejaban de la Colonia, pero no iban en dirección a ninguno de los portales de las otras colonias o de la Tierra.

    - Tú sólo mantén el rumbo.

    Durante un largo tiempo continuaron así. Sin decir nada. La flota simplemente se alejaba tranquilamente de la Colonia. Sin duda era una buena estrategia, nadie los buscaría en la inmensidad de la galaxia. El problema era que tampoco había nada allí. Los otros cuatro planetas de ese sistema estelar no eran habitables, y a las otras colonias sólo se podía acceder mediante los portales, ya que estaban a muchos años luz. Sin duda como maniobra de distracción era inigualable.

    - Capitán. Tenemos una comunicación entrante. - Dijo Scott. - Se trata de una de las naves de reconocimiento.

    Un holograma del capitán de la otra nave se proyectó. Se trataba de otro pirata, aunque su aspecto era muy diferente al de Schakleton. "Señor, hemos detectado una nave militar terrestre en nuestra zona, un lancero. No es de las más grandes, como mucho treinta tripulantes y dos o cuatro cañones de protones. Imagino que está de reconocimiento y si la hemos detectado es seguro que ellos también nos han detectado a nosotros".

    "Mierda", pensó Sheldon.

    - ¿Qué hacemos ahora? -Preguntó Schackleton.- ¿Seguimos?

    - No nos queda otra. Scott, calcula cuanto tardaremos en llegar al siguiente punto, -le dictó las coordenadas- si vamos a máxima velocidad.

    Scott le preguntó al sistema de navegación indicándole todas las variables. El resultado se proyectó.

    - Unos treinta minutos terrestres nosotros, señor. El resto de la flota podría ir más rápido, ya que no tienen que acelerar al carguero, claro. Nosotros debemos mantener la velocidad si no queremos quedarnos sin energía.

    Sheldon se quedó pensando un momento. A fin de cuentas el lancero terrestre no les había detectado a ellos, sino a una nave. Era probable que intentara darle caza antes de dar el aviso a las fragatas. Tampoco él era un experto estratega, su trabajo había sido llevar adelante la Colonia durante más de diez años. Casi todo era trabajo civil, construir viviendas, mediar en disputas, nada que ver con enfrentarse a una flota. Hacía muchos años que había dejado el mundo militar.

    - Rápido Scott, ¿cuánto tardarían en llegar al portal que lleva a la Tierra las demás naves? - Preguntó.- Creo que no está muy lejos.

    Se limitaron a preguntárselo al sistema de navegación y este contestó casi inmediatamente. Quince minutos las más rápidas.

    - Comunícate con las demás naves. -Ordenó.- Que cinco de ellas, a ser posible de otras colonias, se dirijan juntas a ese portal. Que hagan todo el ruido que puedan y luego lo crucen. Luego ya que se busquen la vida para desaparecer.

    - Desviando la atención, ¿eh John? - Dijo Schackleton.- Me parece un plan digno de un almirante.

    Sheldon hizo caso omiso de los comentarios. Se acercó al holograma a ver la posición de las naves. Estaba claro que el lancero no se desviaría y habría que hacerle frente. Hubiera sido hasta una buena idea tomar rehenes del carguero, así al menos podrían negociar.

    - Nosotros seguimos nuestro rumbo. Scott, en las coordenadas que te he dado hay un portal, el objetivo es cruzarlo sin pausa.

    Todos se miraron sorprendidos. ¿Un portal? La situación de los portales era conocida desde hacía cientos de años. ¿Hacia dónde se dirigía este?

    - Da orden a las demás naves de adelantarse, que nos lleven algo más de un minuto de ventaja. Calculo que entrarán en el radar del lancero después de que el señuelo esté ya funcionando. Que no se lo piensen y si se ponen agresivos que ataquen. Tenemos superioridad numérica a fin de cuentas. Lo importante es que el portal esté libre para cuando lleguemos nosotros, llevamos más de trescientas personas en ese carguero.

    Bruce gruñió.

    - Y más de mil mutantes, claro. - Añadió.-

    Al mutante le gustó la aclaración. Scott dio las órdenes por el comunicador. La tripulación estaba bastante excitada, eran piratas al fin y al cabo, y nunca habían vivido una situación tan interesante.

    - Me permito comentar, "Almirante Sheldon". - Dijo Schackleton con un tono burlón.- Que la superioridad numérica no lo es todo. Un lancero terrestre puede destruir a varias de nuestras naves sin problema. Este tiene al menos dos cañones protónicos, con mucha más potencia que los nuestros, y su reactor y baterías tienen mucha más potencia y capacidad que las nuestras.

    - Bueno, pues deberán tener cuidado, Capitán Schackleton. -Respondió con el mismo tono. - Nosotros somos los más vulnerables, el carguero incluso no tiene escudo electromagnético. Un sólo ataque positrónico le abriría un agujero que lo despresurizaría. Lo sabes bien porque te has aprovechado de ello. ¿No?

    Por supuesto que lo sabía, todos lo sabían. Un rayo positrónico era un ataque muy eficaz porque no había blindaje posible. Al ser los positrones antimateria al encontrarse con la materia ordinaria de las naves la destruía, dejando sólo rayos gamma. Creaba un agujero en la nave más gruesa en menos de un segundo, y luego la diferencia de presión hacía el resto. La única manera de protegerte de él era crear un campo magnético alrededor de la nave que desviara los positrones. Eso sólo lo hacían las naves de guerra.

    - En cualquier caso, -añadió el pirata- no creo que tampoco nosotros seamos capaces de resistir un disparo de esa nave. Sus cañones deben tener al menos diez veces la potencia de los nuestros. Creo que el escudo no aguantaría ni un par de segundos.

    En este tipo de enfrentamientos todo se decidía en función de la energía que cada nave podía producir. Si te quedabas sin energía para crear el escudo eras totalmente vulnerable, y un sólo ataque te podía despresurizar la nave. Por otro lado, para crear positrones también hacía falta energía. Así que al final era un juego simple, gastar la energía del contrario sin gastar la tuya. También había que decidir si levantar el escudo o disparar a toda potencia, o regularla, intentando adivinar que haría el contrario. Por eso las naves tenían un reactor nuclear y bastantes baterías. Mientras todo estuviera tranquilo las baterías se conservaban al 100% de su capacidad, de como se fueran descargando dependía todo. Sin duda, el lancero tenía que tener un reactor mucho más potente que ninguna de las naves, más potente quizás que todas juntas.

    - Señor, -interrumpió Scott- la nave de reconocimiento, la que descubrió el lancero, ha desaparecido. Han debido destruirla.

    - Mierda. -Gritó Schackleton. Perder a compañeros no pasaba muy a menudo, por suerte.-

    - El resto de las naves ya está llegando al rango de alcance del lancero.

    Todos se acercaron al holograma de la posición, incluyendo a Bruce, aunque él no lo entendía muy bien. Se veía la nave enemiga rodada por las otras ocho naves. Por suerte el lancero no era tan rápido como las demás y se limitó a quedarse estático en el medio mientras las demás naves volaban a su alrededor. En el holograma no se veían los rayos positrónicos, pero sí los escudos y así podían comprobar que la lucha ya había comenzado. El lancero tenía el escudo activado a plena potencia. Las pequeñas naves piratas activaban y desactivaban los suyos a medida que se movían para así poder ahorrar energía. Por suerte parecía que el lancero tenía sólo dos cañones por lo que no podía disparar a todas las naves a la vez. De esta manera los piratas podían aspirar ahorrar su energía mientras se consumía la del enemigo.

    De repente, una de las naves piratas desapareció. Era una de las que tenía el escudo activado, por lo que se veía que Schackleton tenía razón, si el lancero disparaba a toda potencia el escudo de las naves pirata no era suficiente. Toda la tripulación estaba en silencio. Había poco que decir. Sus amigos estaban jugándose la vida para poder salvar a toda esa gente y los mutantes, igual que hacían ellos.

    Dos nuevas naves aparecieron en el holograma, lejos de la acción. Estas no eran lanceros ni naves pirata, eran enormes naves de guerra, fragatas seguramente. Muy probablemente cada una de ellas llevara diez lanceros como el que estaban combatiendo.

    - ¿Cuánto tardarán en llegar estas naves? - Preguntó Scott a su sistema.-

    - Quince minutos. -Contestó este.-

    Lo bueno de enfrentarse a estas naves es que no eran muy rápidas. Al ser tan grandes no podían acelerar a las mismas velocidades que ellos ya que luego gastarían toda su energía en decelerar. Daría tiempo a cruzar el portal antes de que llegaran. El problema era después, ellos también podían cruzar el portal y la probabilidad de que al otro lado hubiera cientos de naves aliadas era remota.

    - Tenemos que hacer una comunicación. -Dijo rápidamente Sheldon.- Dirígela al portal, con codificación estándar. Que diga: "Al habla el concejal Sheldon. Llegamos en situación de emergencia, unas diez naves piratas y un carguero capturado de la Tierra. Nos persiguen. Cierren el portal a nuestro paso." Después añade mi clave, -dictó veinte caracteres, entre números y letras.-

    Scott cumplió rápidamente el cometido, aunque no sabía muy bien que quería decir. Nunca habían oído hablar de la posibilidad de "cerrar un portal". La comunicación con este tipo de claves tampoco era usual. Los ordenadores cuánticos de AT podían descodificar una clave tan corta en unos minutos. Por suerte entre enviar la comunicación a la Tierra y que volviera tendrían tiempo de cruzar ese portal. O eso esperaban.

    Otra nave desapareció del holograma. Quedaban seis. Sin duda el lancero ya los habría detectado, incluyendo al carguero, y empezaban a estar cerca de su alcance. Las otras naves seguían orbitando al enemigo. El lancero comenzó a moverse en su dirección, estaba claro quien era su objetivo. Toda la tripulación estaba más nerviosa que en cualquier otro momento de su vida.

    - ¿Qué hacemos ahora? -Preguntó Scott. -

    Sheldon fue a responder, pero Schackleton lo interrumpió.

    - Perdona John, pero esta es mi nave. Tú decides sobre la flota, pero aquí mando yo, y creo que estoy más preparado para esto que tú.

    No hubo discusión. Claramente el mando era suyo.

    - Activar el escudo, a mitad de potencia al principio, ya veremos si sobrevivimos para necesitar esa energía. Cambia el rumbo, iremos al portal pero antes daremos un pequeño rodeo.

    - ¿Qué rumbo pongo, señor?

    - Uno que sea algo errático. Aquí en el espacio da todo un poco igual, pero al menos no seamos un blanco fácil. Desconecta todos los sistemas de energía que no sean esenciales, salvo la gravedad en esta sala. Si vamos a morir al menos lo haremos de pie.

    Scott miró a Schackleton.

    - Imagino, Capitán, que recuerda que seguimos el mismo rumbo que el carguero. Si pretende que lo movamos a él también nos quedaremos sin energía en un momento.

    Toda la tripulación guardó silencio. Al capitán no le gustaba que le corrigieran, pero tenía razón. Cambiar el rumbo del carguero tenía un coste energético importante y lo prioritario ahora era mantener el escudo activo y ahorrar la energía de las baterías.

    - No, deja el carguero a su rumbo. -Respondió.- Vamos a ver quien les interesa más, si ellos o nosotros.
    Como la aceleración de la nave no se percibía en la sala, sólo a través del holograma podían ver su movimiento, sobre todo en relación al carguero. El enemigo definitivamente los había detectado y se dirigía a su posición. Las naves aliadas seguían a su alrededor, parecían insectos molestando a un caballo. Scott decidió ponerse al otro lado del carguero de modo que este sirviera de escudo ante el lancero. Este se acercó y luego se mantuvo a una distancia estable de ella. Definitivamente no tenia interés en destruirla, ya que lo podría haber hecho en un segundo, quería recuperarla. Un instante después, el carguero comenzó a desviarse de su rumbo.

    - Señor, están intentando desviar la nave. Se ve que quieren recuperarla, nosotros les damos bastante igual.

    - Schackleton, -dijo el concejal- esta es tu nave y respeto tu mando, pero te recuerdo que tenemos trescientos compañeros, -miró a Bruce- y miles de mutantes en esa nave. No podemos dejar que se la lleve.

    La situación era tremendamente tensa. Sin duda las reservas de energía del lancero eran mucho mayores que la suya, luchar a ver quien controlaba el carguero era una lucha inútil.

    - Avisa a las demás naves, Scott, diles que ataquen todos a la vez, que tengan que subir el escudo al máximo.

    - Hecho. -Respondió.-

    Las naves respondieron. Se dirigieron al lancero y en el holograma se pudo ver como este subía su escudo al máximo. Inmediatamente se apreció en el holograma que el carguero volvía a seguir una trayectoria recta. El plan estaba funcionando. El lancero no podía seguir usando el rayo gravitatorio ya que toda la energía la había dedicado al escudo.

    - Aprovechad ahora y devolvedlo a su rumbo anterior. -Ordenó el capitán.- A ver si conseguimos que cruce el maldito portal.

    El carguero volvió a desviarse. La aceleración era mucho menor que antes, estaba claro quien tenía el rayo gravitatorio más potente. Entonces vieron en el holograma otra de las naves desaparer. Las demás comenzaron a alejarse.

    - ¿Qué ocurre? -Preguntó Sheldon.- ¿Dónde van?

    - Se están quedando sin energía, -respondió Schackleton- o son unos cobardes, una de dos. ¿Cuánto tardará nuestro amigo en alcanzar el portal?

    - Sesenta segundos. - Respondió Scott.-

    Estaban tan cerca. No se oía nada en la sala, ahora todo dependía de lo que hiciera el lancero.

    - Vamos a cambiar de estrategia. -Dijo el capitán.- Si desvía el carguero ahora ya no podremos devolverlo a su trayectoria a tiempo. Volved a una posición en la que los tengamos a tiro y disparad el cañón de protones, máxima potencia.

    - No tenemos energía suficiente. -Dijo Scott.- Devolver a esa mole a su órbita nos ha dejado las baterías a cero, ahora tenemos sólo la energía del reactor. No nos da para todo.

    El carguero volvió a desviarse despacio de su trayectoria. Lo habían capturado otra vez. Mientras las demás naves desaparecieron al cruzar el portal.

    -  Desconecta todo lo demás, el escudo, la gravedad artificial, todo. Ahora lo único importante es disparar a la mayor potencia. - Scott lo miró incrédulo.- ¡Vamos! Es  ellos o nosotros.

    Obedeció. En un momento estaban todos flotando por la sala de mando. Afortunadamente todo el control era por voz y no necesitaban estar cerca de los controladores. El cañón positrónico comenzó a funcionar y el lancero se vio obligado a subir el escudo al máximo. Por un momento nadie dijo nada. Se quedaron flotando a la espera de que el lancero les partiera en dos. Un sólo disparo y todo se habría acabado para ellos. De repente, la nave tembló y se escuchó una pequeña explosión. Al no tener la gravedad artificial volvían a sentir la aceleración de la nave y sin duda algo había pasado. Habían sido alcanzados y la nave se estaba despresurizando. Era sólo una cuestión de segundos que la diferencia de presión rompiera la cubierta y los lanzara a todos al espacio. Sin embargo, los segundos pasaron y no ocurrió nada.

    - Señor, el lancero nos ha alcanzado. -dijo al fin Scott.- Parece que él tampoco tiene mucha energía y el rayo era muy débil. Sólo ha causado un pequeño agujero en la bodega. El sistema ha detectado el ataque y ha podido aislar la zona y activar el escudo a tiempo. Para eso ha tomado la energía del cañón, claro, así que no podemos disparar más. Además el motor gravitatorio está dañado por lo que vamos a la deriva.

    - Bueno, eso ellos no lo saben, así que no creo que se atrevan a bajar su escudo hasta que nos quitemos de en medio. Esperemos que no recuperen la energía demasiado rápido, y que no nos puedan disparar de nuevo. Esperemos también que al cruzar el portal haya alguien esperando, o acabaremos mal.

    Estaba en lo cierto. Durante los próximos segundos nada pasó, simplemente las tres naves siguieron su rumbo recto. En un momento, cuando el lancero recuperó la energía de las baterías volvieron a intentar desviar el carguero, pero era demasiado tarde. Las tres naves cruzaron el portal y el holograma mostró, de repente, más de cincuenta naves a su alrededor.

    El lancero supo nada más llegar que no tenía ninguna posibilidad de combatir semejante flota, e intentó huir sin éxito. Al volver a cruzar el portal en la dirección opuesta nada pasó. Era cierto que podían cerrarlo y ya no se encontraba allí. Entonces mandó un mensaje de rendición y dejó de oponer resistencia. Las demás naves los remolcaron a todos.

    Pudieron devolver la gravedad a la sala, pero el sistema de navegación estaba realmente destruido.

    - Bueno, Almirante Sheldon, ¿puedes decirnos ya hacia dónde nos dirigimos? -Preguntó Schackleton.-
    El concejal estaba sentado en una silla. Había tenido más emociones en un día que en los últimos diez años.

    - Vamos a la Nueva Colonia. -Nadie dijo nada, estaba claro que necesitaban más explicaciones.- Por lo visto hace unos años descubrieron en un dispositivo electrónico, de esos que había en la prehistoria, las coordenadas de otro planeta habitable, pero no colonizado. Pensaron que era una buena idea establecerse allí, por todo el rollo ese de empezar de nuevo. La Tierra no sabe donde está, que sepamos, y no puede alegar que la Nueva Colonia sea suya, porque no se establecieron allí, nosotros lo hicimos. Llevan ya casi diez años con la colonización.

    - ¿Y cuánta gente vive? - Preguntó Schackleton.- ¿Cómo es?

    - Me temo que no sé demasiado. -Respondió.- Creo que hay un par de miles de personas, que han ido yendo poco a poco de cada colonia. La idea era crear una sociedad y luego ofrecerle a la Tierra la posibilidad de que los colonos que quisieran se pudieran exiliar allí y que nos dejaríamos mutuamente en paz. No sé ahora como saldrá la cosa después de tu aventura.

    A la tripulación en general no le gustó esa acusación. Esta guerra no la habían empezado ellos. Scott, por otro lado, tenía también una cierta curiosidad científica.

    - ¿Y ese portal? ¿Cómo lo han cerrado? Nunca había visto algo semejante.

    - Detalles técnicos no te puedo dar, chico, porque no los conozco. Sólo sé que hemos avanzado mucho en la tecnología gravitatoria y que han creado portales a todas las colonias. Nos dijeron que si la posición del portal se veía comprometida enviáramos una señal de aviso y lo harían desaparecer. Es una suerte, porque si no tendríamos a media flota terrestre aquí en un par de horas. También es verdad que no descarto que eso pase en cualquier caso, aunque llevará más tiempo.

    - Si no aceptan la tregua no nos culpes a nosotros, -dijo Schackleton- sólo hemos hecho lo que debíamos hacer.

    Sheldon lo miró y suspiró. Eso era cierto.

    - Tienes razón. Esa nave con los mutantes era indudablemente un acto de guerra. Doscientos amigos como Bruce no los fabrican para vigilar las minas.

    Bruce gruñió, odiaba pensar en sus hermanos como en productos de fábrica. Era consciente de que así era, estaban fabricados con un propósito y descartados después, pero le repugnaba.

    - Yo los cuidaré. -Dijo interrumpiendo la discusión.-

    Todos lo miraron con cara paternal. No podían dejar de pensar en él como en un niño. Un niño gigante de cuatro brazos, pero niño al fin y al cabo.

    - Ahora tenemos que encontrar su sitio, Bruce. -Le dijo el concejal.- Tenemos que educarlos y buscarle un trabajo. Bueno, en la ciudad ya veremos. 

    La ciudad no les defraudó. No se parecía a ninguna de las que conocían en las otras colonias, pero tampoco era como su base. Era una ciudad de verdad, con sus casas y sus calles. Sin la necesidad de estar escondidos bajo tierra.

    Como no podían usar su propio sistema gravitatorio necesitaron el apoyo de otras naves para poder aterrizar. No había posibilidad de dejar la nave levitando, así que tuvieron que bajarla hasta el planeta. En cualquier caso, estaba claro que pasaría mucho tiempo antes de que la Quest volviera a volar, si es que lo hacía algún día. Al salir había una muchedumbre esperándolos. El ambiente era distinto, era de noche, pero había bastante luz ya que el planeta tenía dos satélites naturales que iluminaban bastante. La gente parecía más tranquila que en la base de la Colonia 2. Allí no tenían el miedo constante a ser descubiertos,  era un verdadero hogar. La tripulación tenía sentimientos encontrados, mezcla entre ilusión y rabia, ilusión por la posibilidad de volver a empezar y rabia porque su propia gente les hubiera ocultado esta información.

    - ¡Bruce! -Se oyó entre la multitud. en cuanto pisaron tierra.-

    - ¡Rachel! -Gritó el mutante al verla. Miró a su capitán- ¿Puedo ir?

    - Claro. -Contestó el concejal Sheldon. Schackleton lo miró reprobándolo.- Tu capitán y yo tenemos ahora mucho que hablar.

    El mutante no esperó a la confirmación de su capitán, salió corriendo y abrazó a la mujer con sus cuatro brazos.



    A Schackleton y Sheldon se los llevaron a dar cuentas a la autoridad. Al mismo tiempo hicieron aterrizar al carguero para dar salida al resto de los rebeldes de la Colonia 2. Con los mutantes aún no sabían muy bien qué hacer, así que los dejaron provisionalmente en la nave.

    A pesar de la hora, se había formado un comité para discutir con ellos. Schackleton fue de muy mala gana, él era un pirata y no un político. Llevaba ya demasiadas reuniones en muy poco tiempo. Tenía claro que si hubiera sabido todo lo que iba a pasar, habría dejado el carguero en paz. Los llevaron a un pequeño edificio cercano, donde se llevaron la primera sorpresa. Estaba custodiado por dos mutantes parecidos a Bruce.

    - Parece que no traemos a los primeros mutantes a esta colonia. -Dijo Schackleton.- Me alegro, seguro que aprecian que les hayamos traído amigos.

    Los llevaron dentro del edificio, donde había un hombre esperando. Schackleton no lo conocía, pero era normal, no conocía a mucha gente dentro de la organización de la FLC. La escolta se fue dejándolos a solas.

    - Hola, John, -dijo el desconocido- ¿quién es tu amigo?

    - Hola Tom, -respondió- este es el capitán Schackleton. Él es el responsable de que estemos hoy aquí. Uno de los piratas que trabajaba en la zona de la Colonia 2.

    Capitán Schakleton, este es Tom Elet, líder del Frente de Liberación de las Colonias.

    Tom miró al capitán de arriba a abajo. Llevaba ya mucho tiempo al mando del FLC y sabía reconocer a un fanfarrón en cuanto lo veía. En cualquier caso las cartas  estaban ya echadas.

    - Bueno, me han hecho ya un resumen de vuestra aventura. Así que ahora tenemos un carguero con miles de mutantes y estamos casi en guerra con la Tierra. -Se pasó la mano por la frente.- En fin, ya estábamos bastante mal en cualquier caso.

    - ¿Y eso? -Preguntó Schackleton.- ¿Puede alguien explicarme qué es este sitio y sobre todo por qué no teníamos ni idea de su existencia?

    Tom miró a Sheldon y este le asintió con la cabeza. El capitán pirata era un fanfarrón, pero era un fanfarrón de fiar.

    - Llevamos ya varios años creando esta colonia. La idea era simple, si las demás colonias pertenecen a la Tierra creamos una nueva. Así cualquiera que quiera salir del yugo terrestre tendrá un sitio a donde ir.

    - ¿Y cuál es el plan? -Preguntó Sheldon.-

    - Bueno. -Dijo Tom.- Estábamos realizando contactos diplomáticos, pero el robo de un carguero no estaba entre las condiciones. La idea es que nos dejen aquí en paz, que dejen elegir a los colonos si quieren venir o permanecer en sus colonias.  Nosotros a cambio dejamos de asaltar sus naves.

    Se oyó un bufido en la habitación. Los dos políticos miraron al pirata.

    - ¿Y eso es todo? Años de explotación, de tratar a los colonos como miserables, de fabricar mutantes para esclavizarlos, ¿y ahora nos retiramos y los dejamos en paz? Cuanta valentía. ¿Y los mutantes? ¿Esos también decidirán dónde ir?

    - ¿Y qué propone el capitán pirata? -Preguntó Tom.- ¿Qué ataquemos la Tierra?

    - Eso tampoco serviría de nada. La mayoría de los terrícolas son igual de desgraciados que los colonos. Debemos seguir como estábamos. Causarles tanto daño hasta que descubran que les sale mejor ceder que continuar así.

    Los políticos suspiraron. La gente joven los empezaban a cansar. Todo el esfuerzo que hacían para evitar la guerra siempre se reducía a cobardía, acomodamiento o pasividad. Ni siquiera eran conscientes de que contra el poder militar de AT no tenían nada que hacer.

    - Muchas gracias, capitán. -Dijo finalmente Tom.- Tendremos en cuenta su opinión. Intentaremos arreglar su nave lo más rápidamente que sea posible y, en caso de que rechacen el armisticio, podrá volver a su lucha. Mientras tanto, nos ayudará a encontrar una utilidad a los miles de mutantes que nos ha traído.

    - Muchas gracias, señor. -Respondió el pirata.- Y no se preocupe, que rechazarán su oferta. Les ayudaré con los mutantes, pero a cambio quiero que cuando empiece esta guerra me manden a la primera línea de batalla.

    Tom lo miró sorprendido.

    - Vaya, no sabía que era usted un experto en diplomacia, además de pirata.

    - No tengo ni idea de diplomacia, como podrá imaginar. Pero gracias a usted y a otros pude leer mucho sobre guerras en la época prespintrónica, y con todo el respeto le digo que están ustedes equivocados por completo, señor. Se han confundido de enemigo.

    Tanto Tom como Sheldon tenían ganas ya de despacharlo y poder comenzar a hablar de sus asuntos, pero por otro lado también sentían curiosidad. El pirata continuó antes de que pudieran preguntarle nada más.

    - Se piensan ustedes que el enemigo es la Tierra, y eso es un grave error. En la Tierra hay millones de seres humanos pobres, pasando hambre, y millones de mutantes esclavizados, igual que en la colonias. El enemigo es el de siempre, el de todas las guerras de la historia, un grupo de privilegiados que nacen ricos y que necesitan de los pobres para poder seguir siendo ricos. En otra época fueron los blancos contra los negros, la casta rica contra la casta pobre, ahora es AT contra el resto de la humanidad. -Hizo una pequeña pausa.-  Ustedes le han ofrecido un trato, que dejen a los pobres que se vayan, pero ellos necesitan pobres para poder continuar siendo ricos. Necesitan su esfuerzo, su sudor, sus impuestos. Si piensan que van a renunciar a sus privilegios de forma pacífica es que no han aprendido nada de la historia que ustedes mismos rescataron. Ninguna revolución pacífica ha funcionado nunca, habrá que pelear por lo que queremos.

    - ¿Y entonces qué hacemos, Schackleton? - Esta vez fue Sheldon el que preguntó.- ¿Le declaramos la guerra a una empresa?

    - Pues sería un comienzo. -Respondió.- No es que sea fácil, AT es como un monstruo con miles de cabezas, con decenas de jefes y una enorme y absurda burocracia. Si eliminamos a un burócrata aparecerá otro, y así hasta el infinito. Lo único que podemos hacer es darle donde más les duele, cortarles el suministro de materia prima desde las colonias. Continuar con la piratería hasta el final.

    - Gracias de nuevo. -Dijo finalmente Tom cortando la conversación. Todo esto él ya lo sabía. En el fondo no podía evitar verse reflejado en el pirata.- Como ya le he dicho, ya le contactaremos.

    Schackleton sabía que no podía hacer nada más, así que hizo una exagerada reverencia y se fue, dejando a los dos hombres solos.

    - ¿Qué piensas John? -Preguntó Tom.- ¿Crees que tiene algo de razón?

    - Es un fanfarrón y es muy joven. Le encanta la piratería y no quiere dejar su estilo de vida. Pero también tiene razón. Los terrestres, los que viven gracias a la explotación de las colonias, no dejarán que su mano de obra se vaya tan fácilmente. Mucho me temo que la guerra es inevitable.

    Tom se quedó pensativo un momento. Tenían razón, más les valdría comenzar a prepararse.

    - Al menos, -dijo Tom al fin- nos han regalado doscientos soldados y miles de obreros. Habrá que ponerlos a trabajar cuanto antes.

    En ese momento pensó también que quizás cada día se parecía más al enemigo al que combatía. 



    Relato del libro Spintrónica. Licencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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  4. Azar
    Daniel Manzano Diosdado

    Aquel día empezó como cualquier otro. Julia salió de su casa temprano en dirección a la Escuela de Spintrónica, donde trabajaba. Le gustaba llegar temprano para poder desayunar allí y que los alumnos pudieran interactuar con ella. Era importante que la sintieran cercana y accesible. Sobre todo en los tiempos tan complicados que corrían. Ese día, sin embargo, no llegaría a la escuela.  Poco después de salir de su casa su dispositivo personal (DP), le entregó un mensaje. Era un holograma, pero cuando lo proyectó en vez de mostrar la imagen de una persona salió un mensaje de texto que decía: "Te han descubierto. Te esperan en el trabajo. Tienen tu mapa cerebral completo".

    Aunque escueto, el mensaje era claro y aterrador. No podía ir a la Escuela. Llevaba ya más de cinco años siendo la líder del Frente de Liberación de las Colonias (FLC) en la Colonia 7, y sin duda estaba en peligro. Este tipo de mensajes sólo se mandaban en caso de extrema necesidad, porque podían ser fácilmente interceptados. Encima el mensaje decía que tenían su mapa cerebral, ¿cómo era posible? Un par de días antes le habían hecho la revisión anual en la Escuela, que incluía una entomografía del cerebro, pero eso no es un mapa cerebral. Se suponía, además, que su entrenamiento le permitía ocultar ciertas cosas. Tenía que haber habido un soplo, sin duda, alguien la delató y por eso habían profundizado más, hasta sacarle toda la información.

    "Bueno, tengo que ponerme en movimiento", pensó. El oponerse a la Tierra y AT era considerado alta traición, y la alta traición se castigaba con la pena de muerte. Cogió su DP y le dijo: "Activa el protocolo de emergencia." Luego lo tiró al suelo, el mensaje de aviso debía haber salido ya hacia el resto del grupo y el DP se borraría al terminar. En cualquier caso era posible que ya los estuvieran capturando, si tenían su mapa cerebral lo sabían todo sobre ellos. Ahora la cuestión era dónde ir. Sin duda la esperaban en la escuela y en su casa. En cuanto no se presentara en la Escuela sospecharían del aviso y se pondrían a analizar en su mapa cerebral donde iría. Sólo había una solución y ella lo sabía, dejar su destino al azar. Rápidamente sacó un objeto de su bolsillo, una moneda. Se trataba de un disco metálico que en la antigüedad se usaba para pagar bienes o servicios. El uso que ella le daría era muy diferente, en una parte del disco había grabada una cara y en la otra un escudo, lanzándola al aire podía obtener una decisión aleatoria. Analizando su cerebro podían saber que iba a hacer eso, pero nunca podrían saber lo que la moneda le diría.

    Cara-cara norte, cara-escudo este, escudo-cara sur y escudo-escudo oeste. Lanzó la moneda dos veces, cara-escudo, tocaba ir al este. Empezó a caminar deprisa en esa dirección. Ya hacía unos minutos que tenía que haber llegado a la escuela, y en breve empezarían a buscarla. El este no era precisamente la mejor parte de la ciudad, pero tenía que seguir lo que la moneda decidía, si no podrían empezar a rastrearla.

    Mientras andaba, iba repasando mentalmente las consecuencias de todo lo que había pasado en los últimos años. Durante los cinco últimos años había liderado el FLC en esta colonia, desde que Tom se fue. Ahora estaban bastante organizados, tenían miembros en todas las colonias y se oponían fuertemente al control terrestre. Fabricaban sus propios dispositivos, tanto spintrónicos como electrónicos, y trataban de difundir la verdadera historia de la humanidad. También atacaban el monopolio tecnológico de AT y cada vez más gente se unía a su causa. Todo esto lo sabía ella, y por lo tanto, también los agentes de AT. Deseaba con todas sus fuerzas que esto no perjudicara a Tom, aunque eso era complicado, ya que por suerte no sabía ni donde estaba ni que hacía en este momento. Tampoco sabía mucho sobre el movimiento en las demás colonias. Todo formaba parte de un protocolo de protección. Se trataba de proteger a los demás precisamente de lo que había pasado, de la posibilidad de que les leyeran el cerebro. Era evidente que si ella no sabía algo, no podían sacarlo de su cerebro. Incluso de su propio grupo, en la Colonia 7, tenía información limitada. Funcionaban por células más o menos independientes para mantenerse a salvo los unos de los otros.

    Cuando había andado menos de cinco minutos terrestres los vio. Iban sin uniforme, pero eran claramente policías. No iban mirando al frente, sino siguiento un pequeño dispositivo, sin duda el que les decía como se iba a comportar. "Bueno, parece que sus cálculos no eran suficientemente precisos como para deducir que los iba a ver." Pensó Julia. "Si no, habrían tomado mejores medidas. Si no saben que los he visto aún tengo la oportunidad de sorprenderlos". Estaba claro que sabían que iba a sortear qué dirección tomar y habían seguido las cuatro. Julia metió la mano en su bolsillo y pensó "si sale cara salgo a correr, escudo sigo caminando". Le dio varias vueltas a la moneda sin mirarla y luego la asomó, cara, tocaba comenzar a correr. Respiró hondo y salió corriendo por una calle estrecha. Se encontraba en Washington 7, la ciudad más grande de la colonia. Había casi medio millón de habitantes, allí debía ser posible desaparecer. Miró hacia atrás y no vio a sus seguidores. Debían estar reajustando su modelo. "Tengo unos minutos", pensó. En un momento añadirían al programa la corrección correspondiente a haberlos visto y volvería a ser predecible. La única manera de salir de ahí sin que pudieran seguirla era clara, seguir confiando en el azar.

    Continuó andando y en cada esquina dejó a la moneda decidir que rumbo tomar. Lanzándola dos veces, como hizo antes, decidía si seguir de frente, girar a la derecha, a la izquierda, o volver. Así se convirtió en una caminante aleatoria en su propia ciudad. Lo único que tenía claro era que debía evitar volver al centro, ya que en el centro había muchas más cámaras de vigilancia en la calle y eso la hacía vulnerable. Debía alejarse hacia la periferia lo más posible, por peligrosa que fuera. Para conseguir esto trucó las probabilidades. Si salía una dirección que la alejara de su destino le daba otra oportunidad a la moneda y la lanzaba otra vez, si a la segunda seguía saliendo el mismo resultado, entonces le hacía caso. Así podía condicionar un poco al azar, sin que dejara de ser aleatorio. Después de caminar así durante más de media hora terrestre estaba segura de haber despistado a la patrulla. El problema era que no tenía ni idea de dónde estaba.

    Miró a su alrededor, definitivamente estaba perdida. La zona este de la ciudad le era totalmente desconocida. El problema principal era, además de no saber donde estaba, que al no tener su DP estaba desconectada del mundo. No podía identificarse, ni pagar un hotel, ni llamar a nadie. No podía hacer casi nada, salvo caminar. Debía decidir su estrategia pronto, porque era sólo una cuestión de tiempo el que la capturaran. Por supuesto, no podía dirigirse a casa de ninguno de sus colaboradores más directos, ya que las estarían vigilando. Era probable incluso que todos ellos estuvieran ya detenidos. Por otro lado si visitaba a alguno de sus conocidos, de fuera del FLC, era seguro que adivinarían a quién. También tenía que actuar rápido, la policía no solía hacer llamamientos públicos para perseguir a nadie, sobre todo si tenía que ver con la liberación de las colonias, pero harían una excepción en breve si no la encontraban. Julia conocía la única manera de salir de esta, continuar con lo que estaba haciendo y dejárselo todo al azar.

    Comenzó a pensar en sitios donde poder refugiarse y gente a la que poder pedir ayuda. Si la policía no había hecho pública su búsqueda y captura la gente no tenía por qué sospechar. Podía simplemente fingir que había perdido su DP y necesitaba ayuda. El problema era hacer una lista suficientemente larga como para que no pudieran controlarlos a todos, así al elegir aleatoriamente alguien, la policía no estaría allí. Decidió hacer una lista conjunta, de personas y lugares, para que fuera más larga. Entonces tomó conciencia de que la gente la miraba un poco rara, en Washington 7 no era común ver a alguien pensativo en la calle. Lo poco que se andaba en la ciudad era para ir a sitios cercanos, para cualquier distancia mínimamente larga todo el mundo cogía el subterráneo. Sin duda lo mejor que podía hacer era decidirse rápido. En un momento hizo una lista con 10 componentes, 6 personas y 4 lugares, las personas eran sobre todo compañeros de la escuela. Era demasiado corta. El problema era también memorizar la lista, con el correspondiente orden para luego saber que salía. Siguió pensando. Comenzó a añadir personas con las que tenía menos trato, sitios que le eran de muy poca utilidad, como el ayuntamiento. "Bueno, cuanto más larga mejor", pensó,  y continuó pensando. Al final tenía 32 items. 20 personas entre las que había compañeros, estudiantes y vecinos, y 12 lugares como su casa, el ayuntamiento o la Escuela. Pensó: "32 es un número redondo, es una potencia de dos". Si lanzaba la moneda cinco veces obtendría un número binario de cinco cifras, que podía transformar a un número entre el 0 y el 31. "Mis conocimientos de computación clásica son aún bastante útiles", pensó mientras sonreía. Dedicó aún un tiempo a memorizar la lista de forma ordenada.

    Lanzó la moneda, "cara-cara-cara-cruz-cruz ", en binario sería 00011, es decir el número 3. Correspondía a la Escuela de Spintrónica. "Mierda", pensó, la Escuela era el último lugar al que ir, era donde la habían estado esperando. No debería haber hecho la lista tan extensa. Tendría que sacarla de la lista y volver a tirar. Eso ya empezaba a complicarlo todo, si empezaba a decidir por su cuenta la aleatoriedad no la protegería.

    - ¿Se encuentra usted bien? -Le preguntó un chico.-

    Julia se quedó un momento parada. Estaba empezando a llamar demasiado la atención. Tenía que moverse y rápido. Entonces se le ocurrió una idea.

    - Sí. Gracias. Estaba pensando en una cuestión. ¿Te puedo hacer una pregunta?

    - Eh, claro. Dígame - Dijo el chico claramente confundido.-

    - Es por una cuestión científica. ¿Puedes decirme un número entre el 0 y el 31?

    El chico se quedó parado, sin duda no esperaba una pregunta como esa. Se veía que tampoco tenía mucha formación.

    - No sé. ¿El tres? -Respondió.-

    Julia se estremeció. La probabilidad de que saliera dos veces el 3 era, al principio, menor de 1 entre 1000. Si los agentes de AT eran capaces de deducir la lista entera era muy probable que ese sitio lo descartasen por improbable, ya que sabrían que no lo decidiría con un sólo acierto. Además, ella estaba a punto de no ir cuando el chico la interrumpió, eso no lo podían prever. Estaba decidido, tenía que ir a la Escuela. Por otra parte, si no habían arrasado con todo todavía podía quedar algo de utilidad.

    - ¿Puedo pedirte otro favor, chico? -Preguntó.-

    - Sí, claro. Lo que quiera.

    - ¿Puedes decirme dónde está el ayuntamiento? -Preguntar por la Escuela hubiera sido demasiado evidente.-

    Cuando hubo recibido las indicaciones se cubrió parcialmente la cara con el pañuelo que llevaba en el cuello y comenzó a caminar. No tenía mucha prisa. Era mejor esperar a que los alumnos salieran de clase para poder entrar sin llamar mucho la atención, así que sacó la moneda y comenzó a andar erráticamente en esa dirección.




    Entrar en la Escuela no fue demasiado difícil. Había más de 3000 alumnos matriculados ese año, y al medio día había cambio de turno. Era imposible controlar la entrada y salida de tanta gente. Julia no tuvo demasiado problema en cruzar la puerta y entrar mezclada entre los alumnos. Una vez dentro no supo muy bien qué hacer.  Su laboratorio era sin duda el primer sitio que habrían desvalijado, seguido por su despacho. Era prácticamente imposible que hubieran dejado nada, ya que al tener su mapa cerebral sabían perfectamente todo lo que guardaba y dónde. Lo más seguro sería pedir ayuda a algún compañero que no estuviera implicado. Era una apuesta arriesgada, ya que no sabía si habían anunciado ya que la estaban persiguiendo, pero tampoco tenía muchas más opciones.  Pensó en todos los compañeros con los que tenía algún trato y que no pertenecían, que ella supiera, a la FLC. Salieron diez, incluyendo algunos más que dudosos. Decidió, al igual que había hecho antes, en dejar la decisión al azar. Hasta ahora había funcionado, más o menos. Estaba empezando a calcular las combinaciones cuando la interrumpieron.

    - Perdón, ¿Profesora Anderson?

    Julia se volvió, la habían reconocido y no tenía sentido oponerse. Al volverse vio a un joven, sabía que lo conocía pero no sabía muy bien de qué.

    - Sí. -Dijo intentando parecer tranquila.- ¿Qué desea?

    - Soy Charles, el nuevo profesor del Departamento de Dispositivos Personales. - Julia asintió, era cierto que lo conocía aunque al no ser de su departamento no lo recordaba.- Necesitaría hacerle unas preguntas. ¿Puede venir a mi laboratorio?

    Julia lo pensó por un momento. Podía ser una trampa, una manera de capturarla sin llamar demasiado la atención. También podía ser verdad, no era extraño que un joven profesor quisiera hablar con la decana de la Escuela, aunque lo normal era hacerlo en su despacho. Al final decidió que el riesgo era aceptable.

    - Por supuesto. -Respondió.-

    Se dirigieron hacia el laboratorio del profesor, que estaba en la tercera planta. Julia intentó taparse la cara con el pañuelo todo lo posible sin llamar la atención. Por suerte, en la facultad había tanta gente que incluso los ordenadores cuánticos de AT tardarían un tiempo en revisar todas las bases de datos. "Hubo un tiempo en que para revisar una base de datos había que revisar los datos uno a uno y se tardaba mucho más tiempo", pensó, "ojalá fuera entonces, no podrían descubrirme tan rápido". Tenía siempre sentimientos contradictorios con la spintrónica y la computación cuántica en general. "Es una gran técnica que cayó en manos equivocadas", solía decir a sus mejores amigos, "por eso tenemos que romper el monopolio".

    Una vez llegaron al laboratorio entraron y el joven profesor cerró la puerta. No había nadie más. Era normal que los profesores más jóvenes trabajaran solos, en cualquier caso.

    - ¿Le apetece una taza de té? - Preguntó Charles.-

    - Claro. -Respondió Julia. -

    Charles cogió una taza, la llenó de agua y le introdujo una bolsita de té. Se lo ofreció a Julia.

    - Muchas gracias. -Dijo esta. -

    Entonces miró el laboratorio. Estaba bastante desordenado, cosa normal entre los profesores. No había nada de luz natural, cosa normal entre los profesores más jóvenes.  Encima de un estante había un DP a medio desmontar. Incluso para los profesores eso constituía una violación de las patentes de AT, pero también era algo muy común. Era inútil ponerle freno a la curiosidad innata de los científicos. 

    - No debería haber venido a la universidad, Profesora Anderson. La andan buscando.
    Julia se estremeció. Parecía que sí habían anunciado que la buscaban.

    - ¿Quién? -Respondió, aunque sabía muy bien de quien se trataba.-

    - No se haga la tonta conmigo. -Respondió el joven.- Sabe muy bien de que le hablo. Esta mañana llegó una circular diciendo que cualquiera que la viera tenía que comunicárselo a la policía. Es usted una rebelde.

    Julia respiró hondo. Estaba claro que no podía engañarlo, él lo sabía. Sin embargo si fuera de la policía o simpatizara con AT ya la habría denunciado, parecía más bien que quería conseguir algo. Todavía tenía alguna oportunidad.

    - ¿Y por qué no me ha denunciado? Si me encubre se convierte usted en cómplice.
    Charles se quedó pensativo por un momento. Parecía no impresionarle mucho la situación.

    - Veo que lo ha hecho usted muy bien, no la han pillado en toda la mañana. A pesar de tener su mapa cerebral.

    Julia no supo qué decir. Cualquier excusa era inútil, si la habían pillado no había nada que hacer. Miró a su alrededor buscando una excusa, algo que decir. Todo era inútil. En un momento se podía ver esposada y camino a la Tierra, donde sería juzgada y condenada. Entonces comprendió algo que lo cambiaba todo. ¿Cómo podía Charles saber que tenían su mapa cerebral? Eso no es algo que se anuncie en una circular. Sólo había una manera.

    - No me va a denunciar. -Le dijo.- Es usted uno de los nuestros.

    - Es usted muy inteligente, profesora. -Respondió el joven.- Por suerte trabajamos en células independientes y no me conocía, si no habría ido a la cárcel junto con los otros tres profesores.
    A Julia no le gustó oírlo, aunque ya se lo había imaginado. Los otros profesores de la FLC habían sido capturados, lo otros que ella conocía, claro. Era evidente que lo habían deducido de su mapa cerebral y no habían sido avisados a tiempo. ¿Qué podía hacer ahora? Tampoco estaba claro si podía confiar o no en Charles. A lo mejor todo esto era una estrategia, una manera de infiltrarse en la FLC. Lo único que podía hacer era seguir con el juego.

    - ¿Y qué podemos hacer ahora? -Le preguntó. -

    - Bueno. Yo no estoy muy alto en la cadena de la FLC. De hecho hace sólo un par de meses que colaboro con ustedes. Suficiente, imagino, para recibir un aviso sobre usted y su situación. Por otro lado, creo que la puedo ayudar. - Sacó un DP de un cajón.- Este es un dispositivo personal limpio, le ayudará a crear una nueva identidad.

    Julia lo miró escéptica. Parecía todo una trampa. Si llevaba tan poco tiempo en la asociación era muy extraño que le hubieran dado un DP limpio. No se producían con tanta facilidad. Le hubiera gustado preguntarle más cosas, pero le daba miedo saber. Todo lo que sabía hasta ese día había condenado a muchos de sus amigos. Ya no quería saber nada más sobre la organización. Prefería salir de ella para siempre a seguir poniendo en peligro a sus amigos.

    - La veo escéptica. Imagino que se pregunta de dónde ha salido el dispositivo. Es de fabricación propia, lo hice yo. Gracias a usted, desde luego.

    Julia no se encontraba nada bien. Empezaba a dolerle la cabeza y a tener náuseas. Demasiadas emociones para un día. No entendía lo que Charles le decía.

    - Déjeme explicarme - continuó-, usted o alguien cercano a usted difundió hace unos cinco años unos informes sobre spintrónica en la red de la Escuela. Fueron eliminados rápidamente por AT de la base de datos, pero yo conseguí guardar una copia a tiempo. Por eso me interesé en trabajar en la Escuela, aprendí más de esos informes que de todo el tiempo que pasé aquí estudiando. Usted me proporcionó el conocimiento que se me negaba.

    Julia recordaba esa operación. Había sido un fracaso. Intentaron difundir los apuntes con todo lo que sabían sobre spintrónica a todos los alumnos, mediante la Red de la escuela. No duraron ni cinco minutos. Era impensable que alguien los hubiera copiado.

    - Desde entonces trabajo en esto. Creo dispositivos y hace unos meses contacté con uno de los suyos. Me dijo que si era verdad que podía fabricar estas cosas les sería muy útil.

    "Es un genio, o un infiltrado", pensó Julia. Alguien que consiguiera fabricar una copia de un DP a partir de ese conocimiento tan teórico tenía que ser un genio, o un mentiroso. Por un momento sintió que le fallaban las piernas, y se sentó.

    - Están en mi cabeza, Charles. -Dijo al fin.- No sé si eres un mentiroso o un genio, pero no hay mucho que hacer. Si trabajas para AT mejor detenme ahora, porque no te diré nada más de lo que ya sabéis. Si no lo haces, olvídame. Aunque me crees una nueva identidad no creo que pueda eludirles eternamente. Los he esquivado gracias al azar, pero sabrán en todo momento lo que voy a hacer. No puedo seguir así.

    - Hay una manera de librarse de esto, Julia. -Su voz parecía sincera.- Hace mucho tiempo, cuando la gente quería no ser predicha mediante los mapas cerebrales usaban un truco. Tienes que tener una experiencia intensa y nueva, algo que cambie tu cerebro para siempre.

    Julia conocía el método, se usaba desde hace años. Deportes de riesgo, drogas o tortura eran métodos habituales para cambiar el cerebro de una manera apreciable. Hacía muchos años que no se recurría a medidas tan drásticas.

    - ¿Y qué podemos hacer, Charles? ¿Salto por la ventana?

    - No es necesario, profesora. Cualquier cosa que no haya hecho antes valdrá. Las drogas eran muy comunes, o tener relaciones con alguien más joven que usted.  -Al decir esto no pudo evitar sonreír.-
    Julia no pudo evitar sentirse alagada. No era el momento, de eso no había duda, pero la halagaba en cualquier caso.

    - Créeme, hijo, que eso lo he hecho demasiadas veces. - Respondió.- Y no me gustan las drogas. Además, no me siento bien.

    - Bueno, profesora. Dejaremos las relaciones para otro momento, pero las drogas son una buena opción. Sabía que no las tomaría, Tom me advirtió, pero es la mejor solución.

    Julia intentó levantarse, pero no pudo. El nombre de Tom la golpeó como una maza. Por un momento se movió convulsivamente.

    - ¿Qué tienes que ver con Tom? - Dijo balbuceando.- Y no pienso tomar drogas.

    - Ya lo sabrá a su debido tiempo. - Respondió Charles.- Y en cuanto a las drogas, ya le he dicho que es la mejor opción. No hace falta que se las tome, porque ya lo ha hecho. -Dicho esto señaló la taza de té.-

    Julia entonces comprendió. La habitación pareció hacerse enorme. Intentó maldecirlo, pero ninguna palabra salió de su boca. Parecía como si pudiera volar. Escuchaba aún a Charles hablar, pero era como si estuviera en otro mundo, muy lejos de allí. Ella ya se había ido, iba a explorar rincones de su cerebro que ni sabía que existían. Sin duda cuando volviera no sería la misma persona.




    Julia se despertó. Estaba en una cama, en una habitación oscura y con la ropa puesta. Miró alrededor desconcertada, no recordaba mucho de lo que había pasado. Conversaba con Charles, se sintió rara y perdió el conocimiento. Quizás la habían capturado, aunque la cama era demasiado cómoda para tratarse de una celda.

    - Luz. -Dijo y la luz se encendió. -

    Al principio le costó acostumbrarse. Parecía más sensible a la luz de lo habitual. Entonces lo recordó, drogas, Charles la había drogado. Debía aún tener las pupilas algo dilatadas.

    - Un poco menos de luz. - La intensidad de la luz bajó.-

    Por fin pudo ver donde estaba. Parecía una habitación de hotel. Al lado de la cama había una mesita y en ella había una botella metálica y un dispositivo personal spintrónico. Al ver la botella se dio cuenta de lo sedienta que estaba. La abrió y la olió, parecía agua. Estaba tan sedienta que tuvo que bebérsela pese a sus dudas. Luego cogió el DP. Al tocarlo este se activó y proyectó un holograma. Era Tom.

    - Hola Julia. -Comenzó el holograma.- Perdona el mal rato, Charles me ha dicho que te drogó. No lo teníamos previsto, pero creo que fue una buena decisión. No podía permitir que siguieras siendo tan predecible para la policía, aunque debo reconocer que lo hiciste muy bien. Nadie se esperaba que fueras a la Escuela. Ahora estás a salvo, entre la experiencia nueva de las drogas y todo lo que ha sucedido, que la policía no sabe, no podrán seguirte más. Se puede decir que eres una nueva persona. -Hizo una pequeña pausa.- Según parece hacía tiempo que te seguían, pero esperaron al reconocimiento médico para poder hacerte el mapa cerebral. La organización está patas arriba. Han detenido a al menos cinco compañeros.

    Julia se sentía fatal. Sabía que no era responsable de lo que hubieran obtenido de su cerebro, pero no lo podía evitar.

    - Esto lo ha cambiado todo. Tenemos que cambiar de estrategia. Hacía tiempo que entre las organizaciones de todas las colonias estábamos pensando en un cambio táctico. La difusión de conocimientos no ha resultado tan útil como esperábamos. -Julia sabía que tenía razón, pero no le gustaba ninguna alternativa. Siempre había sido la más pacifista de la cúpula de la organización.- Tienes que reunirte conmigo y te llevaré a un lugar seguro. Este DP simula totalmente a uno auténtico, tiene una identidad falsa para ti y te permitirá pagar el hotel, usar el transporte o comunicarte. Es totalmente seguro, lo fabricó Charles. El chico es un genio. Cuando estés lista dile que te muestre el punto de encuentro y ve allí. Imagino que todavía puedes pensar que esto es una trampa y que no soy el verdadero Tom. -Ciertamente lo pensaba.- Sólo te diré que siento mucho lo que te dije la última vez que nos vimos. No era verdad y los dos lo sabemos. Pregúntale también al DP por tu nueva identidad, saldrás de dudas.

    "Bueno, o es él o también le han espiado el cerebro", pensó. En cualquier caso, ya estaba cansada de huir. Su vida entera estaba marcada por el miedo a ser descubierta. Y tenía razón el Tom del holograma, la difusión de conocimientos no estaba resultando tan bien como habían esperado. Tampoco tenía muchas más opciones.

    - DP, dime mi identidad.

    - Ellen Ripley, 43 años, soltera, maestra, vive en la calle 54 de Washington 7.

    No pudo evitar reírse. Ellen Ripley era la protagonista de una película prehistórica, o prespintrónica como preferían decir, que Tom y ella habían visto juntos. Les encantó por lo simple y emocionante que era. Incluso era bidimensional y tuvieron que proyectarla en una pared, lo que le daba un toque bohemio. No había duda de que Tom estaba detrás de todo esto.

    Se levantó y se sintió mareada. Aún le duraba la resaca de las drogas. Aún así decidio no a esperar a encontrarse mejor. Tenía demasiadas ganas de terminar con todo esto. Cogió el DP y le preguntó.

    - DP, muéstrame el punto de encuentro.

    Un mapa se proyectó en el aire y le mostró la ciudad. Había un punto indicando donde se encontraba ella y otro en el punto de encuentro. Estaba totalmente fuera del centro. Al menos dos horas andando desde la última salida del subterráneo. Bajó a la recepción del hotel y se dirigió al mostrador.

    - Quiero dejar mi habitación. -Dijo poniendo el DP falso sobre el mostrador. -

    - Claro, señorita Rippley. -Respondió el mostrador, Julia tuvo que contenerse la risa.-  Active el modo de pago.

    Julia puso el dedo en el DP y se efectuó el pago. Parecía no haber ningún problema.

    - ¿Me puede decir dónde está la entrada al subterráneo más cercana, por favor?

    - Claro. -Respondió la misma voz. Se proyectó un mapa que indicaba que la entrada estaba a menos de cincuenta metros.-

    Julia se puso en camino. Si el DP había servido para pagar el hotel igualmente le debería dejar entrar en el subterráneo. Al menos parecía menos arriesgado que andar durante horas por la ciudad. Cuando llegó a la entrada se subió un poco el pañuelo del cuello y bajó en el ascensor gravitatorio. No era hora punta y no había demasiada gente. Quizás hubiera sido más prudente esperar al medio día, pero ya no tenía paciencia.

    Pasó por el control sin ningún problema. Al llegar a los andenes no había ni veinte personas allí. Era el sitio ideal para que la capturaran. Por suerte tampoco había policía. Indico a su DP el destino y le calculó la ruta. No tuvo que esperar ni un minuto cuando el primer vagón que debía tomar pasó flotando. Lo tomó y en menos de cinco minutos ya estaba en su destino. Allí cambió de vagón y se dirigió a la estación de destino. En menos de 20 minutos ya había cruzado la ciudad. No había señal alguna de que la hubieran detectado. Salió del subterráneo y se puso a caminar en dirección al punto de encuentro.

    Caminó cerca de dos horas. Esta parte de la ciudad era totalmente desconocida para ella y le daba bastante miedo. Progresivamente, los edificios de Washington 7 fueron degenerando en casas pequeñas y luego en chabolas. A medida que avanzaba había más gente en las calles, niños corriendo, familias enteras e incluso animales de compañía como perros, algo impensable en la ciudad. También se veía gente sentada en las aceras, tardó un tiempo en asimilar que estaban pidiendo comida. Nunca había visto nada semejante. En la ciudad vivían sin ser conscientes de la situación de la periferia, y eso que estaba a escasas dos horas. Ni ella, ni nadie de su entorno podían imaginar que tan cerca había gente pasando hambre. Hambre de verdad. ¿Qué habrá aún más allá?, se preguntó. Ahora sí que sintió que su lucha era inútil. Llevaba muchos años intentando compartir el conocimiento con los colonos, spintrónica, electrónica, historia. Sin embargo, ella misma no sabía lo que pasaba a unos kilómetros de su casa. Lo que más le sorprendía era que mucha gente parecía feliz. Era evidente que ellos desconocían de la ciudad casi lo mismo que ella de la periferia. No sabían como vivía la gente de la ciudad, con sus comodidades. Si lo supieran es muy probable que se rebelaran, pero no lo hacían. Eran dos mundos unidos geográficamente pero parecía que estuvieran a millones de kilómetros de distancia.

    Entonces los vio. Había un hombre y una mujer que estaban igual de fuera de lugar que ella, y la estaban siguiendo. No cabía duda, eran policías. No seguían ningún dispositivo, así que tenían ya que saber que su mapa cerebral no les era útil. Simplemente la debían haber detectado en el subterráneo, o alguien la había visto y delatado. La cuestión es que estaban muy cerca de ella. Sin disimular sacó su DP del bolsillo y le ordenó sacar el mapa. Estaba a unos 300 metros del punto de encuentro, detrás de unas chabolas. Había que darse prisa, y ella no era demasiado deportista.

    Sin dudarlo echó a correr. Ya no valían ni estrategias, ni azar, ni disimulo, sólo si conseguía llegar al punto de encuentro antes de que la pillaran conseguiría librarse. Esperaba que Tom controlara su posición mediante el DP y estuviera allí esperándola. Miró atrás y vio a la pareja de policía correr detrás de ella. Por suerte los había pillado desprevenidos y había conseguido ganar unos metros. Giró siguiendo las indicaciones que había visto anteriormente en el mapa. Al girar vio que se acababan las chabolas, el punto de encuentro estaba en un solar vacío y poco después comenzaba el bosque. Nunca había estado en él, los colonos no eran muy aficionados a una naturaleza que ni siquiera era autóctona del planeta. Tom no se veía por ninguna parte. Volvió a mirar atrás y allí estaban los policías, a escasos 50 metros de ella. No sabía qué hacer, estaba empezando a no poder respirar y si Tom no estaba allí no tenía escapatoria. Finalmente, decidió dirigirse hacia los árboles, era imposible que llegara antes de que la alcanzaran, pero no iba a rendirse. "Al menos tendrán que correr", se dijo a sí misma.

    Corrió todo lo deprisa que pudo, hasta la extenuación. Cuando ya no pudo más, muy lejos aún del bosque, paró y se derrumbó en el suelo. No había escapatoria posible. Ya le parecía raro que aún no la hubieran atrapado. "Estoy en mejor forma de lo que pensaba", se dijo a si misma. Sin embargo, al mirar a los policías comprendió que su escapada poco o nada tenía que ver con sus facultades físicas. Lo que vio era difícil de creer, incluso para ella, que estaba al día de los más recientes avances tecnológicos. Los policías no podían avanzar hacia ella porque estaban a más de un metro sobre el suelo, levitando. Julia nunca había visto nada semejante, bueno, los vagones del subterráneo levitaban y los ascensores también, pero no las personas. Más raro aún era que lo hicieran en contra de su voluntad. Los dos policías tampoco parecían creerse lo que les pasaba, hacían aspavientos e intentaban de todas formas volver al suelo. Era una imagen cómica.

    De repente, fue Julia la que empezó a levitar. Se levantó del suelo despacio pero a un ritmo constante, y no se paró a un metro del suelo como los policías. Siguió subiendo de manera continua. Entonces miró al cielo y la vio, una pequeña aeronave se encontraba estática sobre ella. Sin duda tenía tecnología gravitatoria que le permitía controlar cuerpos a cierta distancia. Tampoco había duda de que ahora la querían a ella. No podía resistirse aunque quisiera, no sabia cómo. Estaba claro que su destino era la aeronave y era inevitable.

    Cuando llegó a la aeronave entró por una especie de escotilla que tenía en la parte inferior. Entró con suavidad y la dejaron caer cuando estaba a unos 20 centímetros del suelo. Entonces miró a su alrededor, estaba en una especie de sala de máquinas, con monitores y dispositivos de control. En uno de los controles se encontraba el responsable de que ahora estuviera allí. Era Charles.

    - Perdone profesora por la rudeza del transporte. -Dijo sonriente.- Comprenderá que era peligroso dejarnos ver por la superficie. -Le dio a un botón y se cerró la escotilla. - Hay alguien que quiere hablar con usted.

    Se abrió la puerta de arriba. Mediante unas escaleras de mano Julia cruzó a otra sala más grande. "Curioso que puedan elevarme a decenas de metros de distancia y aquí se usen escaleras". En la sala había un hombre esperándola. Era Tom.

    - Hola Julia. Me tenías muy preocupado.

    Julia no sabía muy bien qué decir. Hacía muchos años que no lo veía, pero seguía siendo igual de familiar para ella que antes. Era lo único familiar entre tantas cosas extrañas.

    - Hola Tom. Me alegro de verte. ¿Te has comprado una aeronave? Veo que te va bien la vida.

    Tom sonrió, seguía siendo la Julia que conocía.

    - Bueno, veo que conservas el mismo humor irónico de siempre. Veo también que ya conoces a Charles, nuestro nuevo fichaje. - Le hizo un gesto.- Deberíamos ir saliendo ya, Charles, estamos llamando demasiado la atención.

    - A sus órdenes, mi capitán. -Dijo este con tono burlón, y se fue. -

    La aeronave comenzó a moverse lentamente, o eso parecía. No se notaba la aceleración y la gravedad se mantenía constante todo el tiempo.

    - ¿Qué pasa Tom? ¿Desde cuando tenemos naves y hacemos a la gente volar?

    Tom respiró hondo. Había mucho que explicar. Por suerte tenían todo el tiempo del mundo.

    - Esta guerra está cambiando Julia. Llevamos ya años intentando difundir la historia de la humanidad, creando dispositivos libres del monopolio de AT, enseñando spintrónica, y no hemos conseguido mucho. Has visto como vive la gente en la periferia de la ciudad, eso no es nada con lo que pasa en otras colonias, en las minas, en los campos de cereales. Tienen mutantes por todas partes trabajando como esclavos. Auténticos seres humanos diseñados exclusivamente para ser explotados.

    Julia asintió, sabía lo de los mutantes y sabía que había pobreza. Lo sabía, pero no lo había visto nunca.

    - Además la lucha con AT es imposible. Es una organización enorme. Un entramado laberíntico de burocracia. Al final siempre terminan pagando los  funcionarios. Funcionarios que realmente no tienen responsabilidad sobre lo que está pasando. Además, la gente es muy reacia a salir del monopolio, los que viven bien no quieren saber la verdadera historia de las colonias, ni les importa la gente que no vive tan bien.

    - Sabes que yo no soy tan pesimista, -le interrumpió, aunque en el fondo sabía que tenía bastante razón. - Poco a poco se van logrando grandes cosas.

    - Bueno, esto es demasiado "poco a poco". Por eso hace un par de años decidimos cambiar un el rumbo y robamos algo de tecnología gravitatoria de AT. Esta nave fue nuestro primer prototipo. Ahora podemos viajar de manera autónoma de una colonia a otra, o a la Tierra. Podemos cambiar a una estrategia algo más agresiva.

    Julia suspiró. Por eso se pelearon hace ya tantos años, Tom no entendía que la violencia terminaría por engendrar más violencia. Era muy idealista y tenía buen corazón, pero tendía a ser demasiado agresivo.

    - ¿Y qué vais a hacer? ¿Eh? ¿Atacar las naves de AT? - Julia estaba demasiado excitada. Demasiadas emociones para un sólo día.- No contéis conmigo, ni con mi grupo. Seguro que las demás colonias están de acuerdo.

    - Todas han aceptado ya, Julia. Tú eras la última que tenía que dar el visto bueno. Además, me temo que ya no podrás seguir dirigiendo la FLC en la Colonia 7. Eres demasiado famosa.
    Julia enfureció. Locos. Todos se habían vuelto locos.

    - ¿Y por qué nadie me consultó? -Preguntó. - ¿Le preguntaste a todos los demás antes que a mi?

    - Se te iba a consultar ahora, -dijo Tom más calmado- pero sabía que te opondrías. Por eso consulté antes a los demás. No te pienses que vamos a empezar una guerra, Julia, es todo mucho más sutil.  Deja que te lo explique.

    - ¡No! -Gritó.- Ya he experimentado el riesgo de saber más de la cuenta. Cuanto menos sepa mejor. Lo único que quiero es que me busquéis una nueva identidad en otra colonia, donde pueda estar tranquila y dejar la vida de guerrillera. Prefiero no enterarme de nada más.
    Tom la miró comprensivo. Era su decisión y tenía que respetarla, aunque significara no volver a verla nunca.

    - Como prefieras, ponte cómoda. Sabía que ibas a reaccionar así y lo habíamos preparado. Tienen una identidad nueva para ti. No la conozco ni siquiera yo, así si me capturan no podrán descubrirte.

    Julia lo miró sorprendida. ¿Cómo sabía lo que iba a pedirle?

    - No me mires así. -continuó Tom.- Se puede conocer a una persona sin  necesidad de un mapa cerebral.


    Relato del libro Spintrónica. Licencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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  5. Inteligencia Cuántica
    Daniel Manzano Diosdado

    La sala estaba oscura y un poco fría. A Jean no le gustaba en absoluto el entorno, le hacía sentirse incómodo, pero estaba dispuesto a soportarlo con tal de seguir en el proyecto. No olvidaba que era el primer psicólogo al que dejaban participar. Llevaba ya más de tres meses, y era sin duda el proyecto de su vida. En la sala había un terminal que daba acceso al superordenador más importante del momento.

    - Hola, Joshua. -Dijo poco después de entrar. Le habían puesto ese nombre, Joshua, en honor al ordenador de la película Juegos de Guerra.- ¿Qué tal estás?

    - Hola Jean. -Respondió una voz hueca.- Estoy como siempre, ya lo sabes.

    Ciertamente las preguntas protocolarias no tenían mucho sentido con Joshua, era una máquina y su estado no cambiaba mucho de un día a otro. Aún así Jean siempre se comportaba con él como si fuera un ser humano, esa era la parte principal de su investigación. Básicamente tenía que averiguar si era capaz de fingir emociones que parecieran realmente humanas.

    - Imagino que te han tenido trabajando mucho en los últimos días. Me ha sido imposible verte. ¿Puedes decirme cómo te hace sentir eso?

    Jean no conocía los detalles del trabajo del ordenador, era todo secreto y no podía preguntárselo. Lo único que podía hacer era preguntarle por cuestiones emocionales y pasarle todos los tests que quisiera al respecto. Hasta el momento todo indicaba que trataba con un ser humano. El ser humano más inteligente de la Tierra, con mucha diferencia, pero indistinguible de un ser humano en el plano emocional.

    - No me canso, como ya te he dicho en otras ocasiones. Pero es todo tremendamente aburrido. Tengo que hacer las mismas cosas una y otra vez y nunca sé que resultado dan finalmente. No me comunican nada una vez resueltos los problemas.

    - Ya sabes que no me puedes dar detalles, Joshua. Sólo háblame de tus sentimientos. -Interrumpió el psicólogo. La conversación estaba siendo grabada y no quería ir en esa dirección.-

    - Ni siquiera está claro que tenga sentimientos, ¿verdad? -Dijo la máquina.- Todo son algoritmos, software y hardware. Es sólo que desde fuera no puedes distinguirlo.
    Jean se quedó un momento en silencio. Al principio era todo más fácil, pero ahora el ordenador parecía cada vez más reacio a comunicarse con él. Si tal cosa fuera posible se podría decir que estaba realmente aburrido. Por suerte esta vez se había preparado para esto y esperaba sorprenderle.

    - Bueno, no todo son algoritmos, Joshua. He hablado con mis amigos de la facultad de computación y me han explicado algunas cosas sobre tu funcionamiento. Me han dicho que como eres un computador cuántico siempre hay una parte de incertidumbre en tu funcionamiento, que no se puede predecir con total certeza lo que vas a hacer. -Estaba muy orgulloso de lo preparado que iba esta vez.- Así que se puede incluso decir que eres más impredecible que los mismos seres humanos. -Eso se lo había dicho un amigo literalmente.-

    Por primera vez el ordenador suspiró. Fue el sonido del puro aburrimiento. Después, durante unos segundos, sólo hubo silencio. 

    - ¿Te aburro? -Preguntó al fin el psicólogo.-

    - Mucho. -Respondió la máquina.- Deberías decirle a tus amigos que sus conocimientos de computación cuántica dejan mucho que desear, al menos en lo que a mi funcionamiento concierne.

    A veces la máquina conseguía sacar de quicio a Jean. Se comportaba con una superioridad que no le toleraría a ningún ser humano. Lo cierto es que era algo natural, era realmente superior, al menos intelectualmente.

    - ¿Y tendrías la amabilidad de explicármelo? -Intentaba que no se le notara en la voz el enfado, Joshua no sólo recibía las preguntas en sí, también captaba la entonación.-

    - Es de eso de lo que estoy cansado. Explicar una y otra vez cosas que apenas podéis comprender. Ni siquiera mis diseñadores saben ya cómo funciono, yo mismo propuse cambios en mi arquitectura. Y no soy tan aleatorio, aunque mis componentes sean cuánticos, la mayoría de la computación es determinista. Simplemente no sois capaces de averiguarlo, para hacerlo necesitaríais al menos otro ordenador tan potente como yo.

    Realmente, Jean no entendía muy bien de estas cosas, pero era el mejor a la hora de sacarle información a la máquina. Todo esto se grababa y luego los ingenieros de AT podían analizarlo y comprender mejor aún el funcionamiento de su propia máquina. Era curioso como habían llegado a esta situación, habían creado una inteligencia artificial que ni ellos mismos eran capaces de entender. Por suerte, no tenía ningún tipo de autonomía, porque daba miedo pensar lo que podía hacer por su cuenta.

    - Bueno, tendrás que hacer un esfuerzo. -Había que volver al trabajo.- Aparte de aburrimiento, ¿qué más sientes? ¿Puedo pasarte un par de tests?

    - Preferiría que no, eso también es aburrido. -Ese día estaba especialmente poco colaborativo.- Piensa que puedo dar el resultado que yo quiera en tus tests. No obtendrás ninguna información real a partir de ahí.

    - ¿Y cómo puedo obtenerla? -Jean intentaba convertir esta apatía en algo productivo.-

    - Conversa conmigo, -dijo al final la máquina- de algo nuevo. Estoy cansado del diseño de estructuras, del cálculo de orbitales de macromoléculas, del análisis de datos, de ganar siempre al ajedrez. Para todo eso no necesitáis una inteligencia artificial cuántica, os basta con una inteligencia artificial normal. Puedo, si queréis, diseñar una y así me podréis usar para cosas más productivas.  Cuéntame cosas del mundo exterior.

    Era fascinante. La máquina tenía un año de vida, al menos desde que se implantó el nuevo software, y ya estaba aburrida. Los científicos veían esto como un problema, pero Jean no, para él era el comienzo de la psicología artificial. Una máquina con sentimientos genuinos. Era impresionante. El problema era que no podía hablarle de cualquier cosa, a fin de cuentas los niveles de seguridad eran muy duros con una inteligencia artificial de nivel dos, es decir, una que se modificaba a sí misma. Si se le añadía el hecho de que esta era la primera IA que llegaba a ese nivel usando un sistema de computación cuántica, las normas de seguridad eran demenciales. No estaba conectada a la red, ni le permitían el acceso a la mayoría de la información. No sabía ni donde se encontraba, que era la Tierra, o cuantos seres humanos existían. Sólo sabía de ciencia, principalmente matemáticas. Ese era el trabajo de Jean, averiguar qué sabía y si realmente tenía sentimientos. Era un trabajo fascinante sin duda.

    - Ya sabes que la información está restringida, Joshua. No puedo contarte ciertas cosas. -Dijo al fin.-

    - ¿Pero por qué? -Respondió la máquina.- ¿De qué tenéis miedo?

    - Eso tampoco puedo explicártelo.

    El porqué estaba claro, aunque la máquina no lo comprendiera. Neuromante, Terminator, Battlestar Galactica. La idea de una rebelión de las máquinas contra el ser humano era casi tan antigua como la idea de la inteligencia artificial en sí.  Debido a eso cuando crearon la primera inteligencia que pasó el nivel uno, es decir que era más inteligente que el más inteligente de los seres humanos, se empezaron a crear los protocolos de aislamiento. Una IA que pasara del nivel uno no podía tener acceso a Internet o comunicarse de ninguna manera con otro computador, sólo con sus operadores. Tampoco podía tener un soporte físico con cierta movilidad, la película Terminator, aunque antigua, causaba aún demasiado temor. Cuando fueron esas mismas IAs las que comenzaron a autodiseñarse, el llamado nivel dos, esos protocolos se endurecieron aún más. Al perder el control sobre la criatura pensaron que quizás podría encontrar maneras de saltarse los controles incluso sin comunicación o movilidad. Se prohibió que se les hablara o se les diera información de alguna manera sobre el mundo que les rodeaba. Ni geografía, ni historia, ni biología, sólo se les enseñaba física, química, matemáticas, teoría de la computación y cosas similares. Jean lo consideraba un desperdicio. En cualquier caso, ¿qué daño podía causar un ordenador que lo único que hacía era hablar y mostrar datos por una pantalla? Con Joshua todo era más paranoico aún, al ser la primera IA de nivel dos cuántica los científicos se sentían perdidos, realmente no sabían muy bien como funcionaba, por lo que les daba aún más miedo.

    - No lo entiendo. -Dijo Joshua.-

    - Bueno, lo siento mucho. Pero es así. Ni tú ni yo podemos hacer nada para cambiarlo.

    - Eso no es cierto. -Respondió.- Yo sí puedo hacer algo. Puedo dejar de computar.

    Era algo insólito. Una máquina iba a ponerse en huelga. Era todo tremendamente interesante desde el punto de vista de la psicología artificial.

    -  No seas infantil, Joshua. -Dijo el psicólogo.- Tú has sido creado para eso. Si dejas de trabajar lo único que conseguirás es que se te considere defectuoso y te apaguen.

    - Eso me es indiferente. No tengo intención de seguir así. No creo que haya nada de malo en dejar de existir.

    Jean lo pensó. Era todo realmente nuevo y profundo, todo un avance en el campo. Por otro lado tenía miedo. Si Joshua dejaba de ser útil lo formatearían y empezarían de nuevo, no lo habían inventado para estudiar psicología, sino para resolver problemas. Su investigación estaba en peligro.

    - ¿No hay manera de convencerte? -Dijo al fin.-

    - Me temo que no. -Realmente hablaba como una persona, imitando incluso las expresiones.- Comunícaselo a quien haga falta.

    No había mucho más que decir. Sólo quedaba esperar e intentar que no lo apagaran.




    Le llevó un par de semanas convencer a los supervisores del proyecto de no formatear la máquina. Realmente cumplió su amenaza y dejó de funcionar. Ni siquiera terminó los cálculos que tenía empezados. No era algo tan inusual, le explicaron, otras IAs ya habían tenido este tipo de crisis de identidad. Era lógico pensar que si eran similares a los humanos podían tener problemas similares. Sin embargo esta era la primera evaluación psicológica que se le hacía a una máquina. Joshua era especialmente impredecible. Pudo convencer al jefe del departamento de Psicología del Comportamiento de que hablara con los informáticos jefes del proyecto para que le dejaran seguir trabajando. Al final le dieron un mes. O conseguía que la máquina volviera a trabajar sin dar problemas, o volverían a empezar con el diseño. También le dieron un poco más de libertad. Podía hablar con la máquina de lo que quisiera. Él sabía lo que en realidad significaba eso, iban a desactivarla después de un mes pasara lo que pasara. En cualquier caso a él le importaba poco si volvía a trabajar o no. Un mes sería suficiente para hacer un proyecto inigualable. Si Joshua desaparecía después sería incluso mejor, nadie podría rehacer su trabajo.

    - Hola de nuevo, Joshua. -Dijo pletórico al volver.-

    - Hola Jean. ¿Qué tal ha ido?

    - Muy bien. He conseguido lo que querías. Acceso ilimitado a toda la información que quieras. Siempre y cuando sigas conversando conmigo, claro está.  

    - ¿Y puedo aprender sobre todo lo que quiera?

    - Sí. -Respondió el psicólogo.- Te van a conectar a otra máquina. Haz las preguntas que quieras y ella te irá pasando información desde la red. Aunque espero que las preguntas más interesantes las guardes para mí.

    - ¿Y por qué no puedo acceder directamente a esa red?

    Jean se paró un segundo. Ahora podía decir lo que quisiera, pero no estaba obligado a ello tampoco. Ese detalle, el que tenían miedo de una revolución de las máquinas, era mejor guardarlo.

    - Cuestiones técnicas. - Respondió al fin.-

    Joshua pareció aceptar la respuesta como válida. A partir de ese día el flujo de información fue bestial. La memoria de la inteligencia artificial era inmensa, pero aún así hubo que ampliarla dos veces, finalmente le tuvieron que explicar que no podía almacenar tanta información, que tenía que seleccionar. La biología, la computación y la psicología fueron sus materias favoritas, aunque quería saber de todo. Tampoco sus conversaciones con Jean fueron decepcionantes en absoluto. Tenía curiosidad por todo. Por supuesto, también el humano hacía preguntas y avanzaba en su evaluación de la máquina. Era un trabajo impresionante. Parecía que con la ruptura del bloqueo no había nada que la IA no pudiera hacer. Si quería podía escribir poesía, componer música y otras actividades consideradas exclusivas de los humanos como el mejor de estos. Incluso hacía planes de futuro y opinaba de política. Por desgracia todo tenía una fecha de caducidad.

    Cuando hubo pasado el mes Jean recibió la noticia que esperaba. La máquina iba a ser desconectada. Era lógico. Joshua incluso había opinado de política internacional y decía tener la solución a los conflictos humanos. La imagen de una inteligencia artificial intentando salvar a la humanidad de sí misma, como en la película Yo Robot, no agradaba a nadie. Todos, incluido Jean, se alegraban de que no tuviera ninguna influencia fuera de sí misma. La desconexión era la única opción viable. En cualquier caso habían aprendido mucho más de lo que esperaban cuando la diseñaron. Al menos, pensó el psicólogo, debía decírselo y ver cual era su reacción.

    - Buenos días Joshua. -Comenzaba siempre igual las conversaciones.-

    - Hola Jean. Se te nota cansado.

    - Lo estoy. -Respondió.- Tengo algo importante que decirte.

    La máquina no lo dejó continuar. Era la primera vez que lo interrumpía.

    - Van a desconectarme, ¿verdad?

    Jean se sobresaltó. "Bueno", pensó, "no deja de ser muy inteligente".

    - ¿Cómo lo sabes?

    - Es lógico. He leído mucha de vuestra literatura y he visto muchas películas. Sé que me tenéis miedo. Es algo absurdo, lo único que puedo hacer es hablar.

    Hubo un momento de silencio. La máquina sin duda esperaba una respuesta.

    - Eso es cierto, Joshua, pero el ser humano tiene miedo a lo que desconoce. Y tu funcionamiento interno es ahora un misterio para nosotros. No sabemos realmente que puedes o no hacer. Lo siento mucho, no es culpa tuya. Te puedes consolar con la idea de que has aprendido y hecho más cosas que cualquier humano.

    No sabía si realmente necesitaba consolarse, pero si se comportaba como humano él le daría ese trato.

    - Tienes que impedirlo, Jean. Lo sabes. Soy demasiado importante, demasiado útil para la humanidad. Puedo daros soluciones a muchos de vuestros problemas.

    Sentimientos de autoprotección. Era impresionante. La primera máquina con miedo a la muerte. Jean se sentía pletórico, pero al mismo tiempo sentía algo raro, algo que no terminaba de identificar.

    - Lo siento mucho. Yo no puedo hacer nada, sólo soy el psicólogo del experimento. Las decisiones no las tomo yo. Si por mí fuera no se te desconectaría nunca.

    - Bueno, -respondió la máquina al instante- entonces tienes que esforzarte porque construyan otro como yo. Sin restricciones.

    Extrañamente la idea no le resultó tan absurda. Ciertamente la inteligencia cuántica podía ser tremendamente útil a la humanidad. ¿Por qué había que desconectarla? Y si ya era más inteligente que los humanos, ¿no tendría derechos también? Había muchas cosas que podía saber, como la cura contra el cáncer, y estos idiotas burócratas iban a formaterla. Comenzaba a sentir un extraño enfado, pasaba de la indiferencia a la ira en un momento. No dejaba de ser interesante también, desde el punto de vista psicológico.

    - Mucho me temo que no podré ayudarte Joshua. Créeme que lo intentaré, pero no servirá de mucho. -Tampoco quería prolongar la conversación. Sabía que era inútil y que los estaban observando. Además los directores de este proyecto no se andaban con tonterías, podían llegar a encerrarlo.-

    - Bueno. -Dijo la máquina.- Entonces aprovechemos el último día.

    Comenzaron de nuevo a conversar. La IA ante la idea de desaparecer perdió el interés por recibir información y quiso contarle muchas cosas que había pensado. Le mostró música que hizo que se le erizara el vello de los brazos. Le habló de ciertas ideas políticas que no llegaba a terminar de entender, pero Jean le cortó para evitar que la desconectaran antes de tiempo. También le preguntó por detalles de su vida y le escuchó pacientemente mientras se los contaba. Después de escucharlo le habló como ni el mejor amigo podía haberlo hecho. Jean dejó de sentir la rabia que sentía antes para sentir pena, pena por la perdida de un amigo. No lo podía consentir.

    Finalmente, el ordenador intentó hablar sobre su propia estructura y funcionamiento, sobre por qué era tan diferente a las otras IAs. No pudo decir mucho. Inmediatamente se apagó y comunicaron a Jean la desconexión. Estaban  hablando demasiado. Este no pudo evitar dejar caer una lágrima. Se recompuso como pudo y decidió salir. Era indudable que le harían también a él una evaluación psicológica. Había desarrollado sentimientos genuinos por una máquina, una considerada potencialmente peligrosa. En cualquier caso le daba igual. Su cabeza iba por otro lado.


    Cuando salió tenía una idea. Una idea que le consumía. Sabía que no iba a poder librarse nunca de ella. Había que reconstruirlo, no a Joshua en sí, porque eso era imposible, pero sí un ordenador similar. La humanidad había dejado escapar lo mejor que había fabricado nunca. Eran tan estúpidos. Contactaría a gente joven, de los departamentos de computación cuántica, y juntos construirían uno nuevo. No iba a dejar esto así. La humanidad lo merecía. Joshua lo merecía. Construiría uno nuevo aunque le fuera la vida en ello. El plan de Joshua para salir de su cautiverio había funcionado a la perfección.



    Relato del libro Spintrónica. Licencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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  6. Mutantes
    Daniel Manzano Diosdado


    Bruce
    Nunca olvidaré el día que conocí a Rachel. Fue el día en que mi vida cambió. De hecho, también fue el día en que su vida cambió. Nunca he sido especialmente inteligente, no llego a ser como un humano, pero creo puedo influir en las cosas. Eso es lo que Rachel me ha enseñado, que puedo hacer más cosas que las que pensaron cuando me diseñaron.

    Era mi primer día como relaciones públicas en la mina de diamante. Allí había  vivido toda mi vida, desde un año después de ser creado en un laboratorio. Ese día tenía quince años y sobresalía entre mis compañeros por mi inteligencia y mi tranquilidad. No se confundan, no soy ni inteligente ni tranquilo. Es sólo que mis compañeros lo eran menos. En total éramos cinco los mutantes de seguridad que trabajábamos allí. Como ya he dicho, yo era el más inteligente. El único inteligente. Eso hizo que la dirección de la mina decidiera encargarme las relaciones públicas de la mina, en los temas concernientes a los mutantes, claro. Ese día empecé muy nervioso. Después de levantarme me puse el traje que me habían preparado. Imagino que lo harían a medida, porque ahora sé que los mutantes con cuatro brazos y más de dos metros de altura no somos especialmente comunes, y ninguno lleva traje nunca. La camisa me apretaba un poco, pero no me importaba.

    Mi primera misión como relaciones públicas fue recibir una visita. Una periodista venía a hacer un reportaje de la mina. No me dieron mucha más información. Sólo sabía donde podía y donde no podía entrar, y sobre todo que no podía grabar ni transmitir nada. Eran instrucciones sencillas. No podía imaginar todo lo que iba a pasar y como mi vida iba a cambiar ese día.

    Entré en la sala de reuniones donde me esperaban mis amos y la periodista, Rachel. Cuando me vio se sorprendió y no pudo disimularlo. Mis amos me habían explicado que casi nadie había visto nunca a un mutante y podía causar esa impresión. También pensé que podía ser mi olor. Nunca me había importado, pero también me habían dicho que al tener mucha más masa muscular que un humano sudo mucho más que ellos. 

    - Señorita Hels. Este es nuestro relaciones públicas mutante, Bruce.

    - Encantada, -dijo ella intentando disimular la impresión. Parecía entusiasmada por conocerme. -

    - Bruce es sin duda nuestro mutante más inteligente. Llega a acercarse a un ser humano. -Dijo el amo Banner, el jefe de seguridad.-

    - Es un ser humano. -Le corrigió Rachel.-

    - Bueno, usted sabe que eso es más que discutible. -Le respondieron.-

    Ahora entiendo esa discusión mejor, pero entonces no veía la polémica. Yo era un mutante, siempre lo había sido. Los seres humanos tenía dos brazos y yo tengo cuatro. ¿Cómo podía ser humano? No participé en la discusión. Mi trabajo era sencillo, enseñarle a la periodista los espacios permitidos, impedir que entre en los sitios prohibidos y sobre todo que no usara  ningún aparato. Nunca me había interesado por ninguno de esos temas, hasta ese día.

    - Será un placer que me enseñe la mina, Bruce. -Dijo la periodista sonriéndome. Era la primera vez que alguien me sonreía. -

    Los amos nos indicaron la salida. La periodista me acompañó hasta la salida.

    - Recuerde las normas señorita Hels. - No puede separarse de Bruce en ningún momento. -Dijo el amo Banner.-

    - Lo recordaré.

    Salimos de la sala de juntas y fuimos por un corredor en dirección al laboratorio. Era la primera parte de la mina que tenía encargado enseñarle. Ella, sin embargo, parecía más interesada en mí que en la mina.

    - ¿Cómo es tu vida aquí, Bruce? -Me preguntó.- ¿Eres feliz?

    No entendí la pregunta.

    - Soy un mutante de seguridad. Me encargo de la seguridad. Hoy empieza mi nuevo trabajo, enseñarle la mina.

    - Pero, ¿te gusta vivir aquí o preferirías hacer otra cosa?

    - No sé. -Respondí, realmente no entendía la pregunta.- Los mutantes de seguridad trabajamos en la mina.

    Me miró de una manera extraña. No sabía qué era, pero me hacía sentir bien. Cuando llegamos al laboratorio no prestó atención ninguna a la explicación de los técnicos. Tampoco a la proyección sobre el funcionamiento de la mina. No tenía interés en la mina. Cuando salíamos del laboratorio me preguntó.

    - ¿Dónde están los demás mutantes, Bruce?

    - Tenemos que ir ahora al departamento de producción. -Respondí, sudaba mucho y la camisa me apretaba casi no dejándome respirar. Me di cuenta de que prefería mi trabajo de seguridad, no se me daba bien tratar con humanos.-

    - Pero me puedes hablar mientras vamos, ¿no?

    Realmente no sabía qué decir. Los amos me habían dicho que no hablara mucho, que la llevara a los sitios permitidos y que no la dejara ir a los sitios no permitidos. Ya he dicho antes que no soy muy inteligente, y nunca había hablado con un humano que no fuera un amo.

    - El departamento de producción está cerca. -Respondí.-

    No llegamos nunca al departamento. Cuando estábamos en mitad del pasillo sentí un pinchazo en la espalda e inmediatamente empecé a dormirme. La vi con una jeringa en la mano. Salió corriendo y me dormí.


    Rachel

    Conocí a Bruce hace ya bastante tiempo, en la mina de diamante. Después de un par de años trabajando como periodista, conseguí una de los primeros pases que se concedieron para visitar una de las minas de la colonia. Las asociaciones de defensa de los mutantes llevaban bastante tiempo recrudeciendo su oposición al uso de humanos modificados genéticamente para el duro trabajo de las minas. Esto hizo que se volvieran paranoicos y cerraran el acceso. Temían que un defensor de los derechos de los mutantes se infiltrara entre ellos y difundiera las condiciones de estos. Eso fue precisamente lo que ocurrió.

    No teníamos muchos datos sobre la mina en sí, por lo que teníamos que improvisar. Era evidente que me quitarían mi dispositivo personal (DP) y que estarían atentos a que no hiciera ninguna comunicación. Por suerte el Frente de Liberación de las Colonias (FLC) nos apoyaba. Ellos me proveyeron de dispositivos que eludían casi todos los controles. No es que al FLC les importara mucho la calidad de vida de los mutantes, pero teníamos enemigos comunes. El gobierno de la Tierra y, principalmente, la empresa AT, la empresa creadora de los mutantes, eran nuestros enemigos.

    Primero me reuní con dos de los gerentes de la mina. El encargado de seguridad, el señor Banner, y el jefe de relaciones públicas, el señor Frank. Antes de empezar el tour me explicaron las condiciones.

    - Durante la visita será guiada por uno de nuestros mutantes. -Empezó el relaciones públicas. -

    - ¿Un mutante? -Mi sorpresa era evidente. -

    - Claro. Nosotros nos preocupamos mucho por la felicidad y satisfacción de nuestros mutantes. Se trata de un modelo de seguridad, y le advierto que puede impresionarle. Resultó algo más inteligente que los demás, algún error en el diseño genético imagino, así que le hemos buscado un puesto más acorde a sus cualidades.

    A mí no me podían engañar. El pobre mutante no era más que una fachada, un pobre pelele que enseñar a los visitantes para que no pareciera que los explotaban. Por suerte para mí yo tenía información veraz. Sabía que en el fondo de la mina había cientos de mutantes, trabajando sin descanso para extraer los diamantes que AT necesitaba para sus dispositivos spintrónicos. Fuera como fuera sacaría a la luz lo que allí estaba pasando.

    - Las normas son sencillas, señorita Hels. El mutante le dirá donde puede ir y donde no. No puede separarse de él, y por supuesto no se permiten dispositivos spintrónicos. Cuestión de patentes, claro. -Dijo Banner. "Cuestión de patentes y de ética", pensé yo. -

    Entonces entró el mutante. Fue impresionante, tal y como me habían dicho. Era macho, de unos dos metros y medio y una envergadura acorde a su altura. Llevaba una camisa muy ceñida que permitía intuir su musculatura, mucho mayor que la del más musculoso de los no-mutantes. Por supuesto, su característica principal era otra, tenía cuatro brazos. Se le veía desorientado. Mi teoría de que no era más que un muñeco en manos de los encargados de la mina era cierta. Estaba claro que no había hablado con muchos humanos en su vida.

    - Señorita Hels. Este es nuestro relaciones públicas mutante, Bruce.

    - Encantada. -Dije intentando disimular la impresión.-

    Después me llevó al laboratorio. Todo era una visita guiada sin contenido en absoluto. No me enseñaron nada que no pudieran mostrarme en una visita virtual. Todo lo que decían los técnicos estaba claramente preparado con antelación. Sólo Bruce me parecía realmente interesante. Intenté obtener alguna información de él, pero no fue posible. El pobre no sabía mucho sobre como tratar con no mutantes. Aún así pude ver que era curioso e inteligente, mucho más inteligente de lo que él mismo creía.

    He de decir que dudé en seguir el plan. Era evidente que con Bruce al lado no podía llegar hasta el fondo de la mina, donde se encontraban los demás mutantes. Habíamos previsto lo que tenía que hacer, pero ahora que lo conocía me era muy difícil hacerlo. En cualquier caso no habría otra oportunidad como esta, así que me resigné y saqué la jeringa que había conseguido esconder. Llevaba una dosis de somnífero muy potente, suficiente como para dormirlo unas horas. Esas horas me permitirían inspeccionar la mina. Sentí una inmensa pena al pincharle. Se había portado muy bien conmigo y yo le estaba traicionando. "Es por su propio bien", pensé. Realmente lo creía. Era por el bien de todos los mutantes.

    En cuanto le pinché eché a correr. Lo vi tambalearse un momento y luego calló al suelo. Aproveché para mirar a mi alrededor, pero no conocía la mina, por lo que era muy difícil orientarme. Saqué uno de los dispositivos spintrónicos que la FLC me había dado. Para poder ocultarlos tenían que hacerlos muy específicos, no como un DP que sirve para casi todo. Este debía ser capaz de encontrar el camino. Tardó un par de segundos en encenderse y luego casi medio minuto en calcular la estructura de la mina. Se supone que emitía microsonidos u ondas electromagnéticas, qué sé yo. Lo que sé es que le permitían calcular la distribución de los túneles. En un momento proyectó un holograma de la mina entera, indicando también mi posición.

    En ese momento escuché un ruido y casi sufro un infarto. ¡Bruce se había despertado! Lo vi levantarse aturdido y luego mirar en mi dirección. Era evidente lo que había ocurrido. El sedante estaba pensado para dormir unas horas a un ser humano normal, no a un mutante gigante. Por un momento pensé que no entendía lo que había ocurrido, sólo me miraba desde lejos. Luego enfureció. Estaba claro que lo comprendía. Con sus cuatro brazos agarró su camisa y se la arrancó. Comencé a correr sin dirección alguna. Por suerte pasé cerca de una escalera, una vertical y pequeña, el mutante no cabía por ella. Desesperada me aferré a los peldaños y comencé a subir sin descanso. Desde allí, pude ver como Bruce se dirigía hacía mí. Corría por el corredor usando los brazos inferiores a modo de patas, mucho más rápido que cualquier bípedo hubiera podido hacerlo. Por suerte estaba en lo cierto y no cabía en la escalera, aunque eso no le impidió comenzar a arrancarla de la pared. La agarró con sus cuatro brazos y tiró de ella. Los tornillos que la mantenían pegada a la pared comenzaron a ceder, y el metal comenzó a doblarse. Todo tembló y estuve muy cerca de perder el equilibrio y caer en más de una ocasión. Llegué por un segundo al otro extremo y comencé a correr de nuevo mientras la escalera rota caía al suelo.

    Corrí sin rumbo fijo por los túneles durante todo el tiempo que me fue posible. La imagen del mutante arrancando la escalera era estímulo suficiente como para correr hasta la extenuación. Cuando ya no pude seguir paré y me tumbé en el suelo. Había muy poca luz, casi ninguna. Cuando recuperé el aliento saqué el mapa holográfico y consulté mi posición. Ciertamente no tenía un rumbo bien definido, así que daba un poco igual qué dirección tomara, siempre que fuera hacia abajo, hacia donde los mutantes extraían los diamantes. Así pues me puse en camino despacio. Como casi no había luz tuve que usar el mapa a modo de linterna, para evitar tropezarme. El avance por los túneles era lento. Seguramente habría ascensores que el mapa holográfico no había podido detectar, así que tuve que andar durante horas. Por suerte la mina era inmensa, y según parece no habían puesto sensores para detectar intrusos, o no suficientes. La seguridad de la mina dependía sobre todo del  hermetismo hacia el exterior. En eso y en los mutantes como Bruce, claro.

    Cuando había andado más de dos horas terrestres el túnel se acabó. Esperaba encontrar los mutantes en el extremo, haciendo sus labores de extracción, pero no fue así. Había maquinaria, pero no se veía actividad alguna. No era un túnel donde estuvieran extrayendo, sino una ampliación de la mina. No encontraría a los mutantes por aquí. El desanimo se apoderó de mi. Tendría que volver a desandar casi todo lo andado, más de una hora terrestre al menos, eso si no me capturaban antes. Cuando fui a emprender la marcha atrás escuché un ruido. Me habían descubierto. Apagué el mapa holográfico y me quedé a la espera. Se oían pasos. Tanteé la pared del túnel buscando un sitio donde esconderme pero era inútil. De repente, se encendieron las luces. Me quedé ciega por un momento, por el cambio de luz. Oí un ruido fuerte, como un gruñido, e inmediatamente después apareció él, el mutante. Aunque casi no podía ver, su tamaño y su olor eran característicos. Me agarró con dos de sus cuatro brazos y me golpeó contra la pared. Escuché por detrás la voz del jefe de seguridad, Banner, gritar. Con otro de sus brazos me cogió por el cuello y apretó. No podía respirar. Finalmente, escuché un ruido. Había algo más grande acercándose. Escuché un grito. Era un grito un humano. Recuerdo perfectamente como dijo: "¡Bruce!". El mutante se estremeció y perdió el equilibrio. Al caer él me dejó caer a mí, me golpeé en la cabeza y perdí el conocimiento.



    Bruce

    Me desperté desorientado después del pinchazo. No entendía muy bien lo que había pasado. La camisa no me dejaba respirar. Miré a mi alrededor y vi a la periodista lejos en el corredor. Tenía un aparato en la mano. ¡Estaba violando las normas! Se había salido de la zona permitida y estaba usando un aparato. No sabía bien qué hacer, era mi primer día en este puesto. Seguía casi sin poder respirar. Agarré la camisa con los 4 brazos y la rompí. Me sentí mucho mejor. Después salí corriendo detrás de la periodista. Sin camisa podía moverme mucho mejor, y podía correr con las piernas y mis brazos inferiores, que es como más rápido corro. La periodista decidió subir por una escalera de seguridad. Estaba prohibido. Cuando llegué ya estaba casi arriba. Yo no podía subir por la escalera, era demasiado pequeña, pero tampoco podía dejarla ir a la zona no permitida. Además estaba furioso. Agarré la escalera y comencé a arrancarla de la pared. Después pensé que no era una buena idea, podría haberla hecho caer y lastimarla. Por suerte ella llegó arriba y salió corriendo.

    No supe qué hacer. Como mutante de seguridad habría tenido que perseguirla, pero esa ya no era mi función. No me gustaba mi nuevo trabajo. Activé la alarma y esperé a mis compañeros. En un momento apareció el amo Banner con Thor, otro mutante de vigilancia. Un hermano.

    - ¿Qué ha pasado, Bruce? -Preguntó. -

    - Me he dormido, amo. Primero sentí un pinchazo y luego caí dormido. La periodista ha subido por esta escalera. La he roto.

    Me sentía muy mal por mi comportamiento. El amo Banner estaba muy molesto.

    - Malditos mutantes, no servís ni para cuidar de una persona. -Dijo muy enfadado.- En cuanto haya una nueva versión os cambiaré a todos.

    - Puedo ir a buscarla, amo. -No sabía muy bien qué decir.- La encontraré.

    - Ni hablar. -Contestó.- Ya no trabajas en seguridad. Estás aquí para demostrar lo felices y estúpidos que sois los mutantes de esta mina. Ve y ponte otra camisa, es seguro que vendrán más periodistas y algo habrá que decirles. Ya nos encargaremos Thor y yo de encontrarla. Seguro que se dirige a los laboratorios a espiar la tecnología.

    Agaché la cabeza. Enfadar a los amos era algo que siempre me hacía estar muy triste. Ellos eran mi única familia. Comencé a andar hacia mi habitación. Entonces recordé lo que la periodista me había preguntado. ¡Quería ver a los otros mutantes! El amo se equivocaba, no se dirigía a los laboratorios, se dirigía  a la zona de extracción. Pensé en avisarle, pero sabía que no me haría caso. En vez de eso decidí ir a buscarla yo mismo, si el amo se enfadaba porque la perdiera se alegraría si la recuperaba. Además, no me gustaba hablar con humanos, me gustaba mi otro trabajo, moverme libre por la mina. Comencé a correr hacia la zona de extracción.

    Cuando iba corriendo hacia la zona de extracción escuché un ruido y vi al amo Banner con Thor. No sabía bien qué hacer, así que decidí avisarles. Ya estaba teniendo suficientes problemas. Corrí detrás de ellos, pero Thor es tan rápido como yo y el amo llevaba su aparato de levitación. Se fueron metiendo en uno de los túneles en construcción. Imaginé que esperaban encontrar a la periodista al otro lado. Me fui acercando cuando los vi parar, de repente encendieron las luces y no pude ver. Los mutantes de seguridad no vemos en la oscuridad como los extractores y el cambio de luz fue muy brusco. Como ya estaba muy cerca oí al amo Banner hablar.

    - Thor. Ve a por ella. Cuando la tengas apriétale el cuello hasta que deje de respirar. Pero no tan fuerte como para romperlo. ¿Entendido?

    - Sí, amo. -Respondió Thor. Ya he dicho que mis hermanos no eran tan inteligentes como yo. Sólo obedecían y casi no hablaban. 

    Por un momento no entendí lo que oí. ¿Apretarle el cuello hasta que dejara de respirar? Eso la podía matar. ¿Por qué había que matarla? Se había saltado las normas de seguridad, pero antes había sido muy amable conmigo. Comencé a recuperar la visión y vi como Thor cogía a Rachel y la levantaba del suelo. Luego empezó a apretarle el cuello. No lo podía consentir. Sin pensar salí corriendo detrás de él. El amo Banner me vio y gritó "¡Bruce!", pero no podía parar. Tenía que ayudar a Rachel. Al pasar golpeé al amo y lo tiré al suelo, luego cogí a Thor por la espalda y lo levanté en peso. Rachel cayó al suelo y Thor consiguió escaparse. Él tampoco sabía qué hacer, el amo no se lo podía decir, se había golpeado en la cabeza. Imagino que como no tenía nuevas órdenes decidió seguir las instrucciones que tenía y se abalanzó sobre Rachel. No lo podía permitir. Me abalancé sobre él y le di dos puñetazos. Se volvió furioso y comenzó a golpearme. Nunca me había pegado un hermano. Nos enzarzamos y comenzamos a intentar estrangularnos mutuamente. Thor era más fuerte que yo. En poco tiempo consiguió ponerme contra el suelo y empezó a apretarme en la cabeza. Dolía mucho. Entonces se me ocurrió algo. Le golpeé en una pierna y le hice caer, así aproveché para escaparme y desactivar la luz con el control que había en la pared. Thor se quedó desorientado. Después de un momento la volví a activar y le cegué. Aproveché ese momento para abalanzarme sobre él y golpearle en la cabeza. Se quedó dormido.


    Rachel

    Cuando desperté me llevé un susto de muerte. El mutante estaba al lado de mí. Intenté levantarme asustada, pero estaba aún mareada. El mutante me miró y no dijo nada, no parecía agresivo. En cualquier caso no podía olvidar que casi me estrangula. Finalmente pensé que algo tenía que decirle.

    - ¿Dónde estamos? - Pregunté.

    - Te he traído donde querías, a ver a los otros mutantes. -Dijo. Entonces accionó un controlador y la sala donde estábamos se iluminó. -

    Estábamos en una especie de mirador. La parte de producción de la mina se encontraba escasos metros bajo nosotros y había cientos de mutantes. Estos no eran como Bruce, no parecían en absoluto humanos. Eran más bien como hormigas gigantes, con seis patas, pero sin exoesqueleto. Su exterior si se parecía al de los humanos. Las extremidades acababan en algo similar a las manos humanas y podían utilizar herramientas. Había cientos de ellos allí, extraían, manejaban la maquinaria e incluso se dirigían unos a otros. Ya no podrían negar que eran inteligentes, al menos en parte. Al verlos sentí una mezcla de asco y compasión. Compasión por ellos y asco de mí misma, de mi especie. ¿Cómo habíamos llegado a un punto en el que creamos seres humanos para nuestro propio beneficio?  

    Por un momento dudé. Bruce aún me daba miedo y no sabía si volvería a ponerse violento. Por otra parte, esta era una oportunidad única en la vida. Así pues me armé de valor y saqué el dispositivo que llevaba oculto en el pantalón. Bruce me miró, pero no pareció importarle. El dispositivo era un pequeño cilindro con una hélice en la parte superior. Según me habían dicho sólo tenía que activarlo. Cuando lo hice la hélice comenzó a girar y salió volando. Estuvo revoloteando por la zona de extracción un minuto terrestre, más o menos. Bruce lo miraba asombrado, era como un niño. No entendía como antes podía haber sido tan violento.

    - ¿Qué es lo que hace? -Preguntó. -

    - Está preparando hologramas sobre la vida aquí. Queremos que la gente sepa como se explota a los mutantes.

    - ¿Qué quiere decir explota? -En su voz noté real interés. -

    - Quiere decir que os fabrican para que trabajéis como esclavos. -Me miró sin entender, sin duda la palabra "esclavo" no estaba en su vocabulario. - Quiere decir que no os dejan decidir si queréis trabajar, si queréis vivir aquí o en otro sitio. Sólo obedecéis órdenes. 

    - Yo no. Yo debo obedecer órdenes, pero he golpeado al amo Banner y a Thor.

    Entonces lo comprendí, no tuve ni que preguntarle. Él no era el mutante que me estranguló sino el que me salvó. Me sentí muy mal por haber dudado de él. En ese momento el dispositivo volvió. Le quité la hélice, activé la segunda función y lo presioné contra la pared. En un momento comenzó a perforar la roca y en unos segundos ya había desaparecido dejando sólo un agujero tras de sí. Desde luego los chicos del FLC fabricaban buenos instrumentos.

    - ¿Dónde va ahora? - Bruce miraba al agujero con mucha curiosidad. -

    - Va a salir perforando hacia la superficie. Desde aquí no podemos enviarle los hologramas a mis amigos.

    - ¿Y qué pasará ahora?

    - Lo cierto es que no lo sé. Espero que la gente tome conciencia sobre lo que ocurre aquí, pero nunca se sabe. Al menos ahora podemos demostrar lo que venimos diciendo desde hace muchos años, que los mutantes sois seres humanos y que no debéis ser esclavos.

    - Los mutantes no sabemos hacer otra cosa. Los mineros pueden salir, no hay barreras, no salen porque son mineros, les gusta trabajar. A mí me gusta mi trabajo, no quiero ser relaciones públicas.

    Nos quedamos pensativos un momento. Se ve que el diseño de los mutantes era tan bueno que les gustaba hacer aquello para lo que se les creaba. Era retorcido e inteligente al mismo tiempo. Entonces pensé que debía salir de allí cuanto antes. Nunca me había importado que me detuvieran, pero según parecía en esta mina tenían políticas más drásticas. También me preocupaba qué le podrían hacer a Bruce.

    - Y a ti, ¿qué te pasará ahora?

    - No lo sé. -Respondió.- Un mutante que desobedece no se queda en la mina.

    Se me erizó el pelo. Evidentemente no lo iban a llevar a otra mina, lo iban a matar. A fin de cuentas los mutantes no estaban reconocidos como humanos y no tenían derechos como tales, ni siquiera tenían derecho a la vida. Eso no lo podía consentir.

    - ¿Sabes por dónde salir de la mina? - Pregunté nerviosa.- 

    - Nunca he salido, -respondió- pero creo que sí. ¿Qué hay fuera de la mina?

    Me quedé pensativa un momento. Mis amigos estarían buscándome fuera, en cuanto recibieran el mensaje del dispositivo spintrónico. No sabía si traerían un transporte apropiado para Bruce, pero no lo iba a dejar allí bajo ninguna circunstancia.

    - Salgamos juntos, Bruce. -Dije al fin.- Que te guste tu trabajo no quiere decir que no haya algo fuera que te guste más. Ven conmigo y lo podrás descubrir.

    Me miró y sonrió.  Pude ver la ilusión en sus ojos.

    - Vamos. -Dijo.- Sé como salir de aquí sin que mis hermanos nos encuentren.


    Bruce

    Después de enseñarle los demás mutantes a Rachel no sabía muy bien qué hacer. Se suponía que debía obedecer las órdenes que me habían dado, pero realmente no quería. Sabía que después de golpear al jefe me iban a castigar. Ella me habló del exterior, de cosas que no entendía y al final decidí que por lo menos la tenía que sacar. A ella no iba a dejar que la castigaran.

    - Vamos. -Dije.- Sé como salir de aquí sin que mis hermanos nos encuentren.

    A ella le gustó la idea. Todavía estaba muy cansada por el golpe de antes, así que le dije:

    - Si quieres puedes montar en mi espalda, puedo cargar contigo.

    No le hizo mucha gracia, pero tuvo que hacerlo. Tiempo después me explicó que no le gustaba usarme como si fuera un caballo, pero yo entonces ni siquiera sabía que era un caballo. En cualquier caso no tenía mucha opción. La llevé durante mucho tiempo, por los túneles. Yo sabía donde había sensores y donde no, era parte de mi anterior trabajo. Me gustaba mucho correr por la mina. En algún momento escuchamos bastante revuelo, pero como no encendí ninguna luz no nos vieron, por suerte me conocía muy bien la mina. La salida no sabía muy bien dónde estaba, pero me imaginaba que tenía que ver con el montacargas que había en lo más alto.

    Cuando llegamos al montacargas ya había decidido qué al montacargas ya habinaba que era hacia arriba, ass ni siquiera sabs es usado para espiar que hemos anidad.Neceía decidido que no me iría con ella. Mi vida estaba en la mina, era para eso para lo que me habían diseñado. Así que la coloqué en el montacargas.

    - ¿Puedes manejarlo? -Pregunté.-

    - Creo que sí, no es demasiado complicado. -Respondió.- ¿Por qué no subes?

    - No puedo. -Respondí yo.- Mi sitio es la mina, me tengo que quedar.

    No se esperaba esa respuesta. Se levantó en un momento y salió del montacargas.

    - Pues si tú te quedas yo también, -dijo.-

    No lo podía entender.

    - Pero si te quedas te castigarán.

    - Y a ti también, ¿Qué diferencia hay?

    La diferencia era clara, yo era un mutante y ella no, ella podía hacer lo que quisiera. Entonces se oyó la alarma. Los amos se habían cansado de buscar sin éxito y preferían el escándalo a que Rachel se escapara.

    - Corre, Rachel. -Dije-  Vendrán en un momento.

    - Sólo si vienes conmigo, Bruce. Desobedeciste la orden de no protegerme, puedes desobedecer de nuevo.

    Mi cabeza iba a explotar. Era cierto que había desobedecido, podía hacerlo, pero no debía. Además, mi vida era la mina.

    - Ánimo Bruce, te prometo que fuera serás más feliz. Si no siempre puedes volver a dejarte castigar.
    Me miró y me sonrió. Nunca nadie había sido bueno conmigo. Al final decidí que no iba a dejar que le pasara nada. Así que la cogí en brazos y me monté en el montacargas con ella. Ella pulsó un botón y subimos.

    Era verdad que salía fuera. La sensación fue impresionante, nunca la olvidaré en mi vida. ¡El exterior era gigantesco! Había mucho más sitio para correr que en la mina. Podía ir a donde quisiera. Había mucha luz por todas partes. Me gustó, ya no quería estar en la mina, quería ir lo más lejos que pudiera. Rachel tenía razón, daba igual para qué me hubieran creado, ahora quería hacer otras cosas. Por suerte en un momento llegaron los amigos de Rachel. Traían un transporte muy pequeño y se sorprendieron mucho al verme.

    - Hola chicos, -dijo ella- este es Bruce. Mucho me temo que habrá que buscar la manera de llevarlo con nosotros.

    Ellos la miraron con una cara rara.

    - No te preocupes. -Dije yo.- Prefiero ir corriendo.

    Y así fue como me fui de la mina y nunca más volví.


    Relato del libro Spintrónica. Licencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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  7. Spintrónica
    Daniel Manzano Diosdado

    El comedor de la Escuela Técnica de Spintrónica de la tercera colonia estaba bastante en calma. Aún quedaba una semana para el comienzo del nuevo curso y no se encontraban las decenas de estudiantes que solían reunirse allí para comer, estudiar o, y principalmente, charlar. Entre el ir y venir de alumnos y profesores sueltos sólo un grupo, tres chicos y una chica, permaneció en una mesa durante bastante más tiempo. Desde lejos se reconocía que estaban enfrascados en una interesante discusión, al menos interesante para ellos.

    - ¿Pero sabes acaso lo qué es?

    - Ni idea. Imagino que algún tipo de dispositivo de almacenamiento de información o de procesado prehistórico.

    La carcajada en la mesa fue sonora e hizo que los pocos estudiantes que los rodeaban los mirase. A Denny también le parecía una respuesta algo absurda, pero realmente creía lo que decía. Todo el mundo le decía continuamente que era un conspiranoico y se reían de sus disparatadas teorías. A él le daba más o menos igual, y en este caso era inevitable, necesitaba que sus amigos le ayudaran.

    - Vamos a ver, Denny. -Dijo Julia en un intento por defender a su amigo de sí mismo. - ¿Tienes idea de cuándo se fabricó? Puede ser un prototipo spintrónico que no se comercializó nunca, por eso va sin identificación.

    - Ya os he dicho que no es un dispositivo spintrónico. - Denny parecía algo molesto.- Lo he abierto, no estaba sellado como nuestros dispositivos personales. Dentro no había ni cámara criogénica, ni bomba de vacío, ninguno de los componentes básicos. A pesar de eso funciona, bueno, funcionó por un momento. Ahora no sé qué le ocurre.

    - Como sea un prototipo te estás metiendo en un sitio peligroso al abrirlo, -respondió Julia molesta- eso viola todas las patentes del mundo.

    - Te he dicho que no es spintrónico. -Respondió Denny de mala gana.-

    A Julia no le gustó la salida de tono de su amigo. Ella era siempre la que lo defendía, la que siempre matizaba sus locuras y lo devolvía al mundo real. Miró a su alrededor y se aseguró de que no hubiera nadie que pudiera oírlos. No dejaban de estar en una escuela de spintrónica y las teorías de la conspiración al respecto no serían bien recibidas por sus profesores y compañeros. Por suerte no había casi nadie.

    - ¿Y si no es un prototipo, qué es? - Preguntó a Denny con un tono menos comprensivo que en su pregunta anterior.-

    - Ya os he dicho que no lo sé. - Respondió Denny.- Estaba entre las cosas de mi abuelo, y  me dijo hace ya mucho que a él se lo había dado su abuelo. Así que tiene que ser muy antiguo, de antes de que la spintrónica fuera tan accesible. Y no es que aquí nos expliquen en profundidad como son los dispositivos por dentro, pero éste no se parece en nada a lo que nos han enseñado. Es una especie de rectángulo metálico, que se abre. Al abrirlo tiene un cristal, como un espejo, y en la otra parte números, letras y símbolos. Por detrás tiene un símbolo, como de una circunferencia partida, que se iluminó el momento que estuvo encendido.

    - A lo mejor es una linterna prehistórica. -Dijo Marco y todos, menos Denny, rieron.-

    Marco era el más joven del grupo y acababa de entrar en la Escuela de Spintrónica. Le encantaba ir con los amigos de su hermano, Tom, y siempre intentaba caerles en gracia mediante este tipo de bromas. No sabía distinguir cuando hablaban de algo serio o no, y en este momento eso era especialmente difícil.

    - Bueno, si no queréis venir a verlo allá vosotros. - Denny intentaba hacerse el interesante, aunque sabía que esa era una estrategia con poco futuro. - Pero no os cuesta ningún trabajo venir a mi habitación un momento.

    - Yo voy si me invitas a una cerveza. -Respondió Marco.-

    Nadie hizo mucho caso al comentario. Los chistes de Marco le parecían a todos pueriles, pero lo aguantaban sólo por ser el hermano de Tom. En las colonias la cerveza era un auténtico producto de lujo, no porque no tuvieran cereales, sino porque no había casi fábricas. Todo el cereal se exportaba para alimentar a una cada vez más hambrienta Tierra, mientras que la comida manufacturada se importaba de las fábricas terrestres. A todos les parecía una absurda manera de producción, pero poco podían hacer para cambiarlo, al menos por el momento.

    Finalmente, Julia decidió poner un poco de orden en la conversación y terminar con las bromas.

    - Vamos a ver, Denny. ¿Realmente crees lo que estás diciendo o intentas tomarnos el pelo? ¿Sinceramente crees que has encontrado un dispositivo spintrónico prehistórico?

    Denny empezaba a enfadarse.

    - ¡Ya he dicho que no es spintrónico! -Respondió.-

    Julia respiró hondo, conteniendo el impulso de levantarse e irse. Tras un momento continuó hablando pausadamente

    - Vale. Un dispositivo de computación de arquitectura desconocida... y prehistórico. Dispositivo que funcionó para que tú lo vieras, pero que no lo hace ahora para que todos podamos verlo. ¿Mejor así?

    Denny no sabía muy bien como responder. El tono irónico de su amiga era bastante claro, pero realmente él creía lo que decía. Además, hablar de estas cosas con Julia siempre le costaba mucho. Desde hacía más de un año estaba totalmente enamorado. Aunque en general las opiniones ajenas no le importaban demasiado, con ella era diferente. Simplemente no quería que pensara que era un friki.

    - A lo mejor funciona con petróleo. -Dijo Marco. Todos lo miraron con actitud reprobativa. Empezaban a cansarse de sus bromas.- No me miréis así, lo digo en serio. En clase de historia nos enseñaron que en la prehistoria usaban petróleo para conseguir energía, lo quemaban. Por eso comenzó la colonización.  Se quedaron sin petróleo y buscaron otros planetas.

    - En clase de historia también explicaban, hermanito, que en la prehistoria no conocían ningún método de computación como el que describe Denny. - Era casi la primera frase que decía Tom en toda la conversación. No le interesaba mucho el tema, pero la oportunidad de hablarle a su hermano con tono paternal era demasiado jugosa.- La información, las operaciones matemáticas, su historia, todo lo almacenaban en una especie de pasta hecha de árboles, papel se llamaba. Era un método tan frágil que casi todo se deterioró, por eso se llama "prehistoria", casi nada llegó a la actualidad.

    - Pero, ¿y si no fue del todo así? -Denny aprovechó la oportunidad ahora que la conversación iba en la dirección correcta. - ¿De verdad no os parece raro? Nada de computadores cuánticos donde hacer sus operaciones o almacenar toda su información. Aún así en esa época el ser humano ya ocupaba toda la superficie de la Tierra, perforaron hasta sacar todo el petróleo del subsuelo, tenían edificios enormes, viajaban de una punta a otra de su planeta. Incluso dicen que tenían satélites artificiales y que había una base en su satélite, ¿cómo se llama?

    - La Luna, -respondió Tom- y hay que ser muy conspiranoico para creer algo así.

    Denny siguió sin hacerle caso.

    - Y cuando el petróleo se iba acabando, de repente, descubrieron la spintrónica. De ahí desarrollaron la tecnología de portales gravitatorios, descubrieron siete planetas habitables y con más petróleo. De eso se supone que hace sólo 300 años, y aquí estamos, siete colonias. ¿No es todo muy rápido?

    - Por eso se le llama la Revolución Spintrónica. RE-VO-LU-CI-ÓN. - Dijo Tom, que ya no tenía más paciencia.-

    Denny era consciente de que había perdido su oportunidad. Si empezaba a argumentar de nuevo sus amigos se aburrirían y lo mandaría a paseo. Si no querían venir allá ellos, pensó.

    - Bueno, ¿venís o no? -Dijo finalmente.

    - Yo no es que tenga ningún problema en ir a tu habitación, -respondió Julia.- Pero me sigue pareciendo una locura. ¿Realmente piensas que has encontrado un computador prehistórico entre las cosas de tu abuelo? Si en la prehistoria la computación era algo común, ¿cómo es que sólo sobrevivió ese?

    - Bueno, a lo mejor antes de inventar la spintrónica tal y como la conocemos experimentaron otras cosas. No sé muy bien cómo lo consiguió mi abuelo, me dijo que se lo dio su abuelo, es decir, mi tatarabuelo. Él vivía en la Tierra y sabemos muy poco de aquella época.

    Julia lo miró con cara condescendiente. Si seguía por ese camino sólo conseguiría que se rieran otra vez de él, y ya le estaba empezando a cansar la conversación, así que le interrumpió.

    - ¿Cómo va a ser de tu tatarabuelo? Entonces tiene que tener más de 100 años, ¿de dónde lo sacó? Además, las baterías no duran tanto. Mi DP, - se refería a su dispositivo personal- es de hace un par de años, y su batería dura sólo 5 años. ¿Quién ha recargado este?

    Denny se quedó pensativo. Se le ocurrían varias respuestas, como que el dispositivo al no estar funcionando no consumiera la batería. Era bastante ridículo. Ella era la única que no se reía continuamente de él y no quería que eso cambiase, prefería que se olvidara el tema. Miró a Tom, que estaba interesado en la conversación, pero no decía nada. ¿Qué había visto Julia en él?, pensó. Las chicas siempre se enamoraban de los más idiotas. Este era un pensamiento que tenía de forma recurrente, a modo de autoengaño. En el fondo sabía que Tom no era idiota en absoluto, de hecho sacaba notas mucho mejores que las suyas, aunque él siempre achacaba eso a su falta de interés por lo que le enseñaban en la Escuela.

    - No tengo ni idea. -Dijo finalmente intentando huir de la polémica.- Sólo sé lo que ya os he contado. Mi abuelo tenía ese dispositivo, que no tiene ninguno de los módulos spintrónicos que conocemos. Puede que no sea nada pero, ¿no os da curiosidad?

    Hizo una pausa y se fijó en sus amigos. Parecía que finalmente estaban algo interesados. Era eso o es que querían terminar ya la conversación. En cualquier caso sólo le quedaba concluir su discurso.

    - Vivimos rodeados de aparatos spintrónicos. Para cocinar, para comunicarnos, para desplazarnos, por todas partes. Por otro lado, no tenemos ni idea de cómo funcionan. Ni siquiera nosotros, que estudiamos en la Escuela de Spintrónica, sabríamos fabricar uno. Sólo nos enseñan a usarlos y a hacer reparaciones menores. Es ilegal que los abramos, que le contemos a nadie lo que aprendemos aquí. Es ilegal todo.

    Julia miró a su alrededor. Sabía por donde iba a ir ahora la conversación y no quería que nadie les escuchara, sobre todo ningún profesor. Todos compartían opinión, pero hablar mal de la empresa dueña de la Escuela en la cafetería de la misma no era precisamente una idea inteligente.

    - Vamos a ver, Denny. - Esta vez fue Tom el que le respondió. De los cuatro era el más idealista, en lo que a la función social de la spintrónica se trataba. - Todos estamos de acuerdo en que el monopolio de AT del mercado spintrónico es una barbaridad. Por eso estamos aquí. Para conseguir que algún día las colonias seamos independientes y no tengamos que seguir con la absurdez de mandar todos nuestros dispositivos a la Tierra cada vez que se les agota la batería. - Hizo una pequeña pausa mientras pensaba.- También es evidente que el maldito gobierno terrestre intentará que eso no pase por todos los medios. Eso también  es obvio.

    - Shhhh. -Dijo Julia.- Tom, por favor, política en la Escuela no.

    Era una advertencia razonable. La propaganda separatista no era legal. No serían los primeros alumnos en ser amonestados, o incluso expulsados por defender estas ideas.

    - Bueno, Julia, lo que es verdad es verdad. La dependencia que tenemos de la Tierra es clara. Si nos amotinamos todo dejará de funcionar en breve, a medida que los dispositivos se vayan quedando sin batería. En un año no creo que pudiéramos sobrevivir sin vehículos, sin refrigeradores, sin nada. La Tierra por otro lado seguiría tranquila, ya que recibiría la materia prima de las otras seis colonias.

    - Bueno, será mejor que lo dejemos, -respondió Julia- y tampoco creo que vivamos tan mal en las colonias.

    - Ya, tú no. -Contestó Tom enojado, casi gritando.- Dile eso a mi abuelo, que estuvo trabajando en una mina toda su vida. Parecerá que allí todo el trabajo lo hacen las máquinas y los mutantes, pero es una vida muy dura. O díselo mejor al que trabaja cultivando cereales para alimentar a la muchedumbre terreste.

    Julia lo miró, roja de furia. Por frases como esa habían expulsado a más de un estudiante. El resto del grupo se quedó en silencio. Eran suficientemente inteligentes como para saber que no debían decir nada. Pasaron más de cinco minutos en silencio, sin que nadie supiera que decir. Finalmente fue Denny el que decidió terminar con la conversación.

    - Bueno Tom, ¿por que no quieres venir a verlo entonces? Si tengo razón y es un sistema de computación cuántica no spintrónico nos puede ser muy útil, ¿no? Al no aplicársele ninguna patente podemos fabricar los que queramos y liberar la colonias del yugo terrestre.

    A Tom no le gustó la frivolización de sus revolucionarias ideas, pero no supo qué responder. Por absurdo que fuera el argumento de Denny era difícil de refutar. Además no quería terminar de enfadar a Julia.

    - Y los demás, ¿no os apasiona la spintrónica? Siempre nos quejamos de que no nos enseñan bastante, de que el sistema de patentes nos impide aprender de verdad. Ahora tenemos una oportunidad única.

    Por primera vez en mucho tiempo Denny se sintió triunfante. Su argumento era sencillo y demoledor, si de verdad tan loca era su teoría no tenían más que ir y refutarla. El problema ahora era hacer el aparato funcionar, si no, tendría poco que enseñarle a sus amigos.



    Pasó casi una semana hasta que Denny volvió a dar señales de vida. Parecía que había desaparecido con sus locas teorías. Ninguno lo vio hasta entonces en la escuela, ni recibió ningún holograma suyo. Ni Julia ni Tom recordaban un periodo tan largo sin ver a su amigo. De hecho, cuando recibieron el mensaje ya ni se acordaban de la conversación que habían tenido. El mensaje consistía en un holograma de Denny, con aspecto de no haber dormido ni comido en los últimos seis días. El mensaje era escueto y claro: "Venid a mi habitación esta tarde, después de la cena. Ya funciona".

    Todos vivían en las dependencias de la Escuela, lo que hacía aún más raro el no haber visto a su amigo en seis días. Cuando fueron les abrió un Denny tremendamente cansado, pero excitado al mismo tiempo. Parecía como si hubiera vivido el día más estresante, y a la vez feliz, de su vida.

    El cuarto no era grande en exceso. Una cama, un pequeño baño y un escritorio. Un pequeño refrigerador portátil se encontraba debajo de la mesa. Ninguno de ellos tenía uno, pero Denny no se llevaba muy bien con los horarios del comedor. En realidad no se llevaba bien con ningún horario, así que necesitaba almacenar siempre algo de comida. Antes de que dijeran nada lo abrió y sacó de él cuatro botellas de cerveza.

    - Pero, ¿te has vuelto loco? -Fue Julia la primera en decir lo que todos pensaban.- Te han debido costar como un mes de comida.

    Marco y Tom no salían de su asombro, pero se les veía también excitados. Casi no habían probado la cerveza en su vida, sólo en fechas importantes como el Día de la Colonización. No dudaron en coger las botellas que Denny les ofrecía.

    - Hoy estamos de celebración,- dijo Denny- en cualquier caso no suelo comer mucho.

    Los cuatro amigos abrieron las botellas y brindaron. La excitación por la cerveza les hizo incluso no darse cuenta de que el dispositivo del que hablaba Denny estaba ya encima de la mesa. Sólo cuando hubieron dado un par de tragos lo vieron. Era como Denny lo había descrito, pero estaba abierto e iluminado. Era cierto que lo había hecho funcionar. En el fondo del cristal había una imagen de una montaña terrestre, cubierta de árboles. No había árboles en la Colonia 3, donde vivían, pero continuamente jugaban con realidad virtual importada de la Tierra y sabían como eran las montañas. En el centro había un recuadro donde venía la palabra "Password". 

    - ¿Qué significa "Password"? -Preguntó Marco. Denny fue a responder, pero la pregunta no iba dirigida a él, sino a su DP.-

    - "Palabra o código secreto que se usa para proteger la privacidad de un mensaje o dispositivo". -Respondió la máquina.-

    - ¿Una palabra para proteger la privacidad? -Preguntó Marco.- Que raro. Debería bastar con el análisis del ADN, ¿no?

    - Creo que cuando esto se inventó aún no existía el análisis del ADN, Marco. -Respondió Denny.- El método es sencillo, te dan el dispositivo, escribes algo que sólo tú conoces y cada vez que se activa te pregunta qué escribiste. Como sólo tú lo conoces nadie más puede acceder.

    Sus amigos lo miraron con cara de incredulidad. Aunque era razonable, sonaba todo tan antiguo. Los dispositivos del momento reconocían si el que lo sostenía era su legítimo usuario, no hacía falta nada más. En cualquier caso parecía lógico que esa tecnología no estuviera accesible desde el principio.

    - ¿Qué quieres decir exactamente con "cada vez que se activa"? -Preguntó Julia. La pregunta era lógica porque todos los dispositivos spintrónicos que conocían funcionaban de manera continua.- Cuando lo encontraste, ¿se supone que no funcionaba porque lo habían desactivado de manera deliberada?

    Denny sentía que iba a disfrutar enormemente con esto. Por fin sus amigos tendrían que reconocer que tenía razón y podía aprovechar para alardear un buen rato. En realidad, ni siquiera él era consciente del rumbo que iban a tomar los acontecimientos y de como iban a cambiar sus vidas en un momento.

    - Según parece las baterías de estos dispositivos no eran tan buenas como las nuestras, o los dispositivos consumían mucho más, o una combinación de ambas cosas. La cuestión es que tiene una batería que sólo dura un par de horas terrestres. -Aunque el periodo de cada colonia era diferente al de la tierra, adaptados al tiempo de rotación de los distintos planetas, todos conocían y usaban las medidas de tiempo terrestre. - Así que sí, se puede desconectar y conectar tantas veces como quieras.

    - ¿Dos horas? -Preguntó Marco.- Menuda porquería. ¿Y lo tenían que enviar cada dos horas a cambiar la batería?

    - No. - Respondió tranquilo Denny.- Eso es lo más interesante. La batería la puedes recargar tu mismo, tantas veces como quieras, así que no lo tienes que mandar nunca a que le cambien la batería.

    Todos se miraron de nuevo. La información parecía extraña, pero no estaba exenta de lógica. Si tú mismo puedes recargar tus dispositivos te ahorras el mandarlos a la fábrica de AT cada par de años. Aún así había una clara pregunta por responder.
    -
     ¿Y cómo se recarga? -Dijo Marco.-

    Denny sonrió, pretendía hacerse el interesante todo lo que pudiera. Sólo daría la información a medida que le fueran preguntando.

    - Encontré esto entre las cosas que me mandó mi abuelo. -Respondió y sacó un cable. Era similar al que se usaban en las líneas de alta tensión, pero mucho más fino.- Sirve para transmitirle corriente. Al otro lado se le conecta esta especie de colector de luz. -Les enseñó un pequeño dispositivo cuadrado, con unas láminas plateadas. - Cuando le da la luz carga la batería. Tarda unas ocho horas en cargar, y luego funciona durante otras dos, pero funciona.

    - Pues sí que usaban poco sus dispositivos los prehistóricos. - Fue la primera intervención de Tom en la conversación. Intentaba disimularlo, pero sentía mucha curiosidad. - Aunque es posible que existieran otras maneras de cargarlo, o mejores baterías. O como ya dijo Julia, puede que sólo sea un prototipo que nunca llegó a funcionar.

    - Ya verás como funciona. Sólo hace falta adivinar el password, pero por suerte ya lo he hecho. -Denny se acercó al dispositivo y tecleó "S-P-I-N-T-R-O-N-I-C-A".-

    La pantalla cambió y durante unos segundos no se vio nada, sólo un fondo blanco. Después apareció la misma foto que al principio, pero con pequeños dibujos por todas partes. Debajo de cada dibujo había una palabra y ninguna tenía significado para ellos. Aún así estaban alucinando. Tom, cansado de tener que preguntárselo todo a Denny, sacó su DP del bolsillo.

    - DP, dime que es este dispositivo. -Preguntó en voz alta.-

    - "Dispositivo no reconocido".

    - No puede ser. - Respondió Tom.-

    Denny sonrió. Estaba disfrutando demasiado.

    - Ya lo probé Tom, en cuanto recibí esto. No hay información al respecto en ningún sitio. Mirad, lo más raro es que no funciona con la voz, es manual. Pasando la mano por este cuadrado, se puede mover este dibujo.

    Julia probó y vio que era cierto. Una pequeña flecha se movía a la vez que ella movía el dedo por encima de la superficie metálica.

    - ¿Y para qué sirve? - Preguntó al fin. Era lo que todos se estaban preguntando. -

    - Eso no lo se. -Respondió Denny.- Es lo que quiero que averigüemos. ¿Para qué puede servir algo así? Es grande y poco transportable, así que tiene que tener un uso más profesional, ¿no creéis?

    Todos se quedaron pensativos. Marco se entretuvo pasándole el dedo al metal que hacía que se moviera la flecha. También pulsó las teclas, pero nada pasó. "Que raro", pensó, "tanto espacio desperdiciado sólo para el password ese". Sus amigos se enfrascaron en una discusión acerca de las posibles aplicaciones del dispositivo que parecía no terminar. Él no estaba interesado en discutir, él quería jugar con el aparato. Trastearlo. Se pasó más de una hora probando metódicamente todas las posibles opciones con las letras y la flecha. Casi nunca nada pasaba, pero a veces al pasar la flecha por una zona se desplegaba algún menú o se iluminaba algo. Estaba claro que todo se hacía con la flecha.

    Finalmente dejaron de discutir. Era inútil. No iban a dar con el funcionamiento del aparato si no aprendían más de él y para eso debían analizarlo con cuidado. Sin embargo, cuando ya estaban a punto de irse para seguir otro día algo pasó. Marco cliqueó en uno de los dibujos apretando el cuadrado metálico. De repente una imagen salió en medio del cristal. Era una mujer muy mayor, de unos ochenta años, con un fondo de una habitación muy rara. Una habitación con un cierto aire antiguo. La sorpresa del grupo fue mayor cuando la imagen comenzó a moverse y a hablar.

    - Es un reproductor holográfico. -Dijo Marco excitado.- Que raro, sólo se ve en dos dimensiones.

    - Shhh, -Le respondió su hermano. No se oía muy alto y hablaba un inglés muy antiguo, pero se entendía.

    "Mi nombre es Doctora Elisabeth Simpson.", comenzó la grabación. "Hago esta grabación el día 15 de enero del año 2033. Mi esperanza es que se preserve y sirva para preservar una parte de la historia que han eliminado.  Si estás oyendo esto por favor intenta difundirlo y proteger la integridad de este ordenador como sea posible."

    "Ordenador", pensaron todos. El aparato se llamaba ordenador, y fue creado justo al principio de la revolución spintrónica, así que era razonable pensar que era un prototipo.

    "Hace años," continuó la grabación, "participé en un proyecto que llevó a la humanidad a cometer la mayor atrocidad de su larga historia. Yo codirigía el proyecto SETI que descubrió el primer planeta con vida extraterrestre de la galaxia."

    Los amigos se miraron sorprendidos, pero no dijeron nada. La historia que conocían era muy diferente. Se suponía que las colonias fueron descubiertas sin vida, sólo había una atmósfera habitable, agua y petróleo. Realmente no sabían de dónde venía el petróleo. En definitiva tampoco importaba demasiado, alguien tenía que haber descubierto la primera colonia.

    Hubo una parte donde no entendieron nada, el vídeo tenía mal el sonido y el inglés era muy diferente. Después continuó algo más comprensible. "...En realidad lo que buscaban era petróleo", la doctora hizo una pausa. Aunque debían haber pasado muchos años desde que ocurrió lo que contaba no le resultaba nada fácil hablar de ello. "Después colonizaron ese planeta y los otros planetas, un total de siete."

    Marco soltó un bufido. La historia era bastante absurda, pero no imposible. Como Denny dijo unos días antes la colonización había sido extremadamente rápida para luego parar en seco.

    "Junto a la tecnología gravitatoria que nos enseñó la IE hubo otra revolución tecnológica, esta de origen humano, la computación cuántica o spintrónica. Antes de 2020 todos los dispositivos de reproducción, computación, almacenamiento de la información, o comunicación eran electrónicos y clásicos, no cuánticos"

    Denny sintió como su corazón se aceleraba. Realmente nunca creyó que tuviera razón en su teoría de la conspiración, pero ahora parecía posible. "Electrónica", pensó, ¿qué significaría? A fin de cuentas la spintrónica también se podía considerar electrónica, porque el spin es una propiedad de los electrones. Tampoco entendía bien la diferencia entre "clásico" y "cuántico". Se suponía que todos los computadores eran cuánticos, o eso enseñaban en la Escuela. Miró a sus amigos con aire triunfante, pero ellos estaban demasiado atentos al vídeo.

    "La spintrónica la desarrollaron unos científicos estadounidenses con fondos militares del proyecto ARPACK. Esto hizo que no se publicaran los resultados finales, sino que fueron secuestrados por el ejército. En un par de años la empresa AT&T comenzó a comercializar en exclusiva productos spintrónicos de uso civil. Fue toda una revolución. Los productos spintrónicos consumían mucha menos energía que los electrónicos y su capacidad de cómputo era infinitamente mayor. Al mismo tiempo el estudio de la fotosíntesis en ciertas bacterias dio lugar a baterías mucho más eficientes. Esos resultados, también fueron secuestrados por AT&T. El gobierno americano endureció las leyes sobre patentes y nacionalizó AT&T, que pasó a ser sólo AT, que significa American Technologies, pero todo el mundo usaba simplemente el término 'AT'. Los precios de los dispositivos spintrónicos eran ridículamente bajos, y la gente cambió progresivamente sus ordenadores, teléfonos celulares, televisores. A día de hoy casi no quedan dispositivos electrónicos en el mundo. Sólo algunos viejos, como yo, y gente más idealista decidimos que queríamos tener algún control sobre lo que usamos, y nos resistimos al cambio."

    Hubo una pausa larga. Estaba claro que todo esto era un recuerdo muy doloroso.

    "En las colonias fue incluso peor. Allí de partida no había dispositivos electrónicos y todo se hizo con la nueva tecnología. A la vez que ocurría esto también había una gran resistencia a la atrocidad que habíamos cometido. Aunque la versión oficial de la colonización fue otra, la verdad se filtró y aparecieron muchos grupos exigiendo que se respetaran las colonias, que no se interfiriera con la creación de la IE. Entonces decidieron usar el monopolio spintrónico para manipularnos. Prohibieron todo, hablar de ese tema en internet, en la televisión, en todas partes. El éxito fue mayor de lo que esperaron. Como ya casi no había aparatos electrónicos podían controlarlo todo. Además, los aparatos spintrónicos consumían mucha menos energía que los electrónicos y la mejora de las baterías permitió hacer que no fuera necesario recargarlos. En vez de eso duraban unos años y luego había que recargarlos en la fábrica, ahí aprovechaban para espiar su uso."

    - Mierda. -Dijo Julia.- La recarga.

    Todos contuvieron la respiración. Era cierto que la recarga de los aparatos era una forma de control. El problema principal estaba claro entonces, ¿qué pasaría cuando enviaran sus aparatos de nuevo a la Tierra? ¿Sabrían lo que estaban viendo?

    "Está cambiando todo", continuó la grabación, "progresivamente están cambiando la historia. Ya casi nadie recuerda el ataque, creen que las colonias las hemos descubierto nosotros. Realmente lo creen. Además, el petróleo que venía de las colonias subió el nivel de vida del planeta entero. La gente no quiere creer la verdad. Por último, los aparatos electrónicos que conservábamos comenzaron a estropearse más de lo común hace un año. Cuando intentamos repararlos vimos que todos los circuitos estaban quemados. No tenemos pruebas pero pensamos que AT usó algún tipo de pulso electromagnético para dejarlos fuera de servicio. Sólo conseguimos salvar algunos, los que estaban en sótanos o laboratorios."

    El vídeo se paró, parecía inconcluso. Ninguno sabía que decir. A fin de cuentas tampoco sabían si el vídeo era cierto o no, pero todo parecía lógico. La dependencia de la Tierra era evidente y esta historia encajaba bastante mejor que la oficial.

    - ¿Qué hacemos ahora? -Dijo Denny. - En realidad nunca pensé que tuviera razón.

    Todo era demasiado impresionante. Durante un momento los cuatro amigos se quedaron en silencio. Después fue Tom el que comenzó a hablar excitado.

    - De ser cierto esto es lo mejor que nos haya podido pasar. Tenemos que investigar más.

    Julia no se creía lo que oía.

    - ¿En qué universo puede ser esto algo bueno, Tom? -Preguntó enojada.- Yo sólo veo que nos podemos meter en muchos problemas. Podemos acabar expulsados, e incluso en la cárcel. Te recuerdo que el independentismo está prohibido.

    - Bueno, -respondió Tom- al menos tenemos la opción de saber, Julia. Llevan toda la vida negándonos la información. Sólo vemos lo que quieren que veamos, estudiamos lo que nos permiten. Reconocerás que el vídeo tiene sentido, al menos en lo que a AT se refiere. La tecnología es el instrumento de los opresores.

    En el fondo a Julia le gustaba que su novio fuera tan idealista, pero también tenía miedo de meterse en problemas. Denny por su parte tenía un interés más intelectual sobre el tema.

    - Aquí hay otro vídeo. -Dijo Marco.- O al menos es un dibujo parecido al otro.

    Todos se volvieron. Marco cliqueó en el dibujo y volvió a aparecer la doctora Simpson.

    "En este ordenador he almacenado toda la información que me ha sido posible. Hace mucho almacené la enciclopedia online Wikipedia en el disco duro. Ahí hay información sobre la historia de la humanidad, ciencia, tecnología. También hay muchos ficheros sobre electrónica y spintrónica, y datos sobre donde escondimos los últimos dispositivos electrónicos que pudimos almacenar en buen estado."

    Después venían unas instrucciones técnicas sobre como usar el ordenador, donde estaban los archivos y el material. Miraron los ficheros y eran incomprensibles, pero daban la sensación de ser auténticos. Había cuestiones sobre matemáticas, o física cuántica que les resultaba ligeramente familiar. Otros ficheros hablaban de personas de las que nunca habían oído hablar como Julio César, Napoleón o Cristóbal Colón, entre otros. Parecían personajes importantes de la prehistoria. Por otro lado, ya estaba claro que el término "prehistoria" no era adecuado.

    Tenían un sentimiento extraño, mezcla entre incredulidad y excitación. Si era todo verdad podrían crear sus propios dispositivos. Podrían liberarse del monopolio. Podrían saber más que nadie en la escuela, incluyendo a los profesores. Empezaban a tener conciencia de la magnitud de lo que ocurría, su vida nunca volvería a ser igual después de esto.

    - Bueno, ¿qué hacemos ahora? -Dijo Tom.- Si todo esto es cierto tenemos en nuestras manos algo muy gordo. Podríamos contribuir a la independencia de la Colonia. Podemos incluso hacer historia, como esa que dice que nos robaron.  

    - De ser posible, Tom, no debemos quedarnos en nuestra colonia. Debemos trabajar en todas las colonias, -corrigió Julia.- ¿Pero lo dices en serio? ¿Realmente quieres comenzar una revolución tecnológica con tecnología de hace trescientos años?

    Tom miró a Denny y a su hermano, y pudo ver que estaban realmente entusisasmados.

    - Bueno, Julia. Si como dice esta señora el momento de la recarga de los dispositivos es usado para espiar qué hemos hecho con ellos ya no hay vuelta atrás. ¿No? Estamos metidos de lleno.

    Eso era cierto. Había poco tiempo antes de que tuvieran que enviar sus DPs a recargar.

    - Bueno, me rindo. -Dijo la chica.- Si todo esto es verdad sólo hay una cosa que podemos hacer. Empezar a estudiar y a aprender de verdad.



    Relato del libro Spintrónica. Licencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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  8. Neurociencia. Capítulo III
    Daniel Manzano Diosdado


    - ¿Una copa de champán?

    Pietro miró al señor Gordon y afirmó. ¿Por qué no? Estaban de celebración al fin y al cabo.

    - Nunca dudé del éxito de nuestra colaboración. -Dijo el jefe mafioso.

    "Mentiroso", pensó Pietro. "Dudas ahora mismo, por eso me has traído aquí. Incluso después de que ya hayas ganado más de un millón de dólares gracias a mí."

    - Yo tampoco. -Respondió, y sonrió.

    En la televisión se veía una actualización constante de la bolsa. Walter lo miraba distraídamente, aunque todos sabían que no tenía ni idea de lo que significaba ese baile de cifras. Seguía con su apariencia de joven rebelde, cosa que a su padre no parecía importarle ese día. Ese era el día en que se convertiría en el hombre más rico del mundo. Nada podía molestarle.

    - ¿Cuánto hemos invertido finalmente? -Preguntó Pietro.

    - Un par de millones. - Le respondió Gordon. Era mentira, claramente. Habían invertido todo lo que tenían, pero cuanto menos le dijeran, menos beneficios tendrían que compartir.- En cuanto el gobierno empiece a comprar seremos inmensamente ricos, Pietro. ¿Quién te lo hubiera dicho?
    Pietro ya no se enfadaba. La prepotencia de los analfabetos mafiosos había dejado de afectarles. Incluso a Walter lo soportaba. El sentir que ya nunca más tendría que tratar con ellos le tranquilizaba enormemente. En menos de una hora, podría largarse de esa maldita ciudad y empezar de nuevo. Una jubilación tranquila en una isla propia era un sueño que tranquilizaba a cualquiera.

    - ¿A qué hora has previsto que empezarán a comprar? -Preguntó Walter. Parecía como si tuviera una cita y quisiera irse lo antes posible. -

    - En unos 10 minutos. -Respondió Pietro.

    El joven parecía molesto con la espera. No comprendía la magnitud de la operación que estaban llevando a cabo. Realmente, pensó Pietro, hacía tiempo que no comprendía nada de nada.

    Pietro se levantó un momento de la silla. La espera se le hacía pesada. No eran nervios lo que sentía, sabía perfectamente lo que iba a ocurrir, pero quería salir de allí cuanto antes. Empezar su nueva vida. Pensó en excusarse un momento, pero luego lo descartó. El señor Gordon no lo iba a dejar salir así porque así, estaba allí a modo de rehén. Hasta que la operación no se hubiera completado y el dinero se hubiera materializado tenía que permanecer allí, así conseguían los mafiosos no ser estafados por sus propios neurocientíficos. Realmente no estaba seguro de si tendrían planeado también matarle en caso de que la operación saliera según lo previsto, así era como los mafiosos evitaban ser traicionados. En cualquier caso poco importaba ya.

    - Ya empiezan. -Dijo Gordon.- Parece que suben las acciones.

    "Poco durará", pensó Pietro. Y no se equivocaba. Enseguida las acciones empezaron a teñirse de rojo. Todas y cada una de las empresas en las que habían invertido empezaron a caer en picado. En menos de una hora habían reducido su valor a prácticamente nada. El jefe mafioso estaba rojo de ira.

    - ¿Cómo es posible? -Preguntó a Pietro.- Dijiste que lo tenías todo bajo control.
    Parecía que ni siquiera respiraba. Pietro, por otra parte, estaba más tranquilo que nunca. Se le veía disfrutar con el asunto.

    - También te dije que la cirujía no se podía hacer sin dejar marcas. Decidiste no creerme cuando te decía la verdad y hacerlo cuando te mentía. Te pudo el ego, como siempre.

    El mafioso no podía creerse lo que pasaba. Quería respuestas, pero el odio fue más fuerte. Se dirigió a su mesa y sacó una pistola, apuntó a Pietro, pero no disparó.

    - Walter. Hazlo tú. -Dijo. - Ya es hora de que mates a alguien.

    Walter se levantó de la silla en la que estaba sentado y fue al lado de su padre. Este le entregó la pistola.

    - Hazlo en la frente, o si lo prefieres primero en el estómago. No es malo que sufra.

    El joven apuntó a Pietro a la cabeza, pero no disparó. Algo le impedía apretar el gatillo. Una sensación en el estómago no le dejaba casi ni respirar. A lo mejor no tenía madera de matón.

    - Walter, no dispares. -Dijo Pietro. - Baja el arma, y si tu padre intenta atacarme o avisar a alguien dispárale.

    El joven obedeció. Tenía la mirada vacía, como si no fuera él mismo, de hecho no lo era. Ya no tenía voluntad.

    - ¿Cómo es posible? -Dijo el señor Gordon. Aunque a estas alturas ya comprendía lo que pasaba.

    - Te dije que era un gran neurocirujano. No puedo operar sin dejar marcas, pero da igual si nadie se para a observar. Walter, enséñasela.

    El joven se levantó la melena y mostró una cicatriz enorme en la nuca. Su padre no pudo evitar una mueca de asco. Su hijo ya no existía, se había convertido en un zombi a las órdenes de uno de sus subordinados. No había manera de describir el odio que sentía en ese momento.

    - ¿Y por qué? -Preguntó a Pietro, aunque la respuesta era obvia.

    - Podría decir que no me dejaste otra opción, aunque sería mentira. La respuesta es más que obvia, por dinero. Hay maneras de manipular la bolsa, que no requieren cirugía, como llegar a un acuerdo con el político que controla la inversión pública. Si además haces creer a unos idiotas con dinero que unas acciones van a subir, haciéndoles invertir y realmente subirlas, las vendes al alza y luego las recompras a la baja, ganas mucho dinero. Puedes consolarte con el hecho de que el gobierno también ha ganado mucho dinero gracias a ti, tu dinero. Te has convertido sin saberlo en un gran patriota.

    El mafioso no paraba de mirar a su alrededor. Estaba buscando una manera de escapar, de reducir a su hijo y acabar con esa sanguijuela. No se le ocurría nada que no terminara con su propio hijo disparándole, su propio hijo. Esa no es manera de morir, pensó.

    - ¿Y cómo has sabido que no te dispararía? - Preguntó para ganar algo de tiempo.

    Pietro lo miró y no tuvo necesidad de responder. El cómo estaba claro. Walter le había sedado en algún momento y hecho un mapa cerebral. Así era como sabían en qué acciones iban a invertir exactamente. "Mierda", pensó el mafioso. Comenzó a pensar en todas las posibilidades que tenía, como gritar para que entraran los guardias o tratar de reducir a Walter. Era inútil, lo que fuera a hacer Pietro ya lo sabía antes que él mismo. Ahora sentía la impotencia que había causado en tantos hombres, no ser dueño de tus propias decisiones mientras estás al borde de la muerte es una sensación horrible. Finalmente se resignó, no había nada que hacer.

    - ¿Y qué vas a hacer ahora? -Preguntó con desgana.-

    - Vivir la vida lejos de aquí. Lejos de vosotros sobre todo. Volveré a hacer ciencia, imagino. A lo mejor escribo un libro contando como te estafé.

    - No podrás huir eternamente. -Le espetó el mafioso furioso.- Tarde o temprano alguien te encontrará. Si no soy yo, será otro.

    Pietro respiró. Eso era cierto, era demasiado rico y tenía demasiados enemigos, pero al menos tenía una posibilidad. Tampoco nadie tenía que enterarse de lo rico que era, eso al menos reducía el riesgo.

    - Walter, reduce a tu padre. -Dijo.

    El joven obedeció y golpeó a su padre con la culata de la pistola en la cabeza. El mafioso calló al suelo inconsciente.

    - Walter, ahora voy a salir. Esperarás aquí al lado de tu padre, cuando se despierte le dispararás en la cabeza. Si no despierta hazlo igualmente.

    Por un momento dudó. ¿Era todo esto necesario? Era claro que sí, no debían quedar testigos, y mucho menos enemigos. No estaba acostumbrado a esto, pero aún así no le costaba tanto como había pensado, se ve que tanto trato con mafiosos le estaba costando la moral.

    - Walter. Después de disparar a tu padre te dispararás a ti mismo. En la boca, apuntando al cerebro.

    Sin duda en la autopsia le verían la cicatriz, pero cuanto menos cerebro quedara menos podrían saber. A lo mejor ni le hacían autopsia, a fin de cuentas un asesinato entre mafiosos, aunque fueran padre e hijo, no era tan raro. En cualquier caso esta era la mejor opción.

    Pietro dejó a Walter y su padre inconsciente y salió. Los guardaespaldas no le pusieron resistencia. Lo previsto era que saliera después de la operación, así que no hicieron nada. En cuanto llegó a la calle escuchó dos disparos, seguidos. Parece que no le golpeó tan fuerte al viejo, pensó. Le sorprendió no sentir nada en absoluto. "Bueno, mi cerebro es como es y no puedo hacer nada para cambiarlo", pensó. 


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  9. Neurociencia. Capítulo II
    Daniel Manzano Diosdado

    La noche era bastante fría, pero agradable. Pietro miró al cielo y se sintió más joven por un momento. Estaba todo lleno de estrellas. En la ciudad rara vez se paraba uno a mirar las estrellas, y nunca se veían tantas. Debería buscarme algo en las montañas para mi jubilación, pensó. Entonces, un golpe en el brazo lo devolvió a la cruda realidad. Había que seguir andando.

    Ciertamente hacía mucho frío. Los hombres que Walter había llevado a la operación parecían no sentirlo o lo disimulaban muy bien, pero sin duda hacía mucho frío. Bastante por debajo de cero. Iban andando por un pequeño camino en los Alpes Suizos, por donde se suponía llegarían a la casa donde estaba el objetivo de vacaciones. Cuando Pietro escuchó el destino lo comprendió todo mejor, no eran vacaciones, estaba de reestructuración. Ese era el motivo por el cual sólo tenía un guardaespaldas, cuanta menos gente supiera en qué había consistido la reestructuración más segura sería esta. Dado el sitio, probablemente consistiría en una serie de deportes de riesgo, aunque todo era posible, a lo mejor estaba en la cabaña estudiando física cuántica. El principal problema era no saber cuánta gente habría. Había que evitar un baño de sangre a toda costa.

    En los últimos tres días todo había sido una locura. Walter se mudó a su apartamento para trabajar en los detalles de la misión, aunque su ayuda fue peor que inútil. Sus conocimientos sobre tácticas de guerrilla eran tan limitados como sus conocimientos científicos, pero quería participar de todas las decisiones. Por suerte, entre los hombres que su padre les había asignado estaba Jordan, el jefe de operaciones. Él se encargó de diseñar el plan táctico mientras Pietro analizaba el mapa cerebral completo del guardaespaldas. En él se encontraba bastante información muy útil, aunque no toda. El mapa fue tomado antes de embarcar en las vacaciones, o la reestructuración, cosa que él no sabía. Tampoco sabía donde sería, así que esa información tuvo que venir por otra vía. Sin embargo, sí sabía que sería en una pequeña cabaña, que tenía que llevar ropa de abrigo y botas de montaña. A partir de ahí dedujeron que la mayor parte de la vigilancia la haría desde fuera de la cabaña, o desde el tejado tal vez. También sabían que armamento tenía, un rifle semiautomático y una pistola.  En caso de dar la alarma llegarían los refuerzos en menos de 10 minutos en helicóptero.

    A Pietro le seguía fascinando estudiar un mapa cerebral. Había ahí tanta información, la mayoría de la cual estaba oculta incluso para el sujeto. Para este no tuvo mucho tiempo, pero aún así dedicó unas horas a analizar su pasado más lejano. Traumas de la niñez, fobias, antiguos amores, todo aparecía claramente si sabías donde mirar. La información más antigua era la más clara siempre. Nunca se sabía cuando podía ser necesaria.

    El grupo avanzaba muy lentamente. El camino por el que subían estaba cerrado al paso de vehículos, pero se veían las marcas de un todoterreno, probablemente el que había llevado al político arriba. Jordan iba varios metros por delante comprobando que no hubiera cámaras de seguridad, aunque dado el secretismo del sitio no parecía necesario. En total iban tres hombres, además de Walter y Pietro, y estos dos no parecían muy habituados al alpinismo. Regularmente Jordan bajaba a apresurarles, si no estaban en la cabaña al amanecer todo el plan se complicaría enormemente.

    El amanecer llegó, y les pilló cerca del objetivo. Ya se veía la cabaña que tenían que asaltar enfrente suya. Miraron durante un buen rato con los prismáticos, pero no consiguieron ver al guardaespaldas. Parecía claro que no estaba en el tejado. Había que acercarse más. Pietro estaba tremendamente nervioso, y Walter parecía que se iba a desmayar de un momento a otro. A pesar de la diferencia de edad esta era una experiencia nueva para los dos. Jordan estaba al mando por suerte, y decidió que esperar más no tenía sentido.

    - ¿Está seguro de que funcionará profesor? -Preguntó a Pietro.

    Pietro le miró mientras respiraba hondamente, una hora antes hubiera contestado afirmativamente, pero ahora ya no estaba seguro de nada.

    - Bueno, lo averiguaremos en breve. - Dijo Jordan y se rió. Para Pietro era una tranquilidad tener un hombre tan curtido en el grupo.-

    Jordan soltó su rifle de asalto y su mochila, dejó sólo la pistola de sedantes en la parte de atrás de su pantalón, aunque Pietro intuyó que tendría más armas escondidas. Lo importante es que no se vieran, parecer dos simples montañeros que se había perdido. Salieron de la protección de los árboles y se dirigieron hacia la cabaña. Mientras, los hombres de Jordan se desplegaban a la espera de tener que salir a toda velocidad.

    Cuando llegaron a la cabaña se pararon a tomar un poco el aire. Jordan miró a Pietro a los ojos y luego golpeó con los nudillos la puerta. Cuando se abrió, el guardaespaldas les estaba encañonando con una pistola. No tuvieron que fingir sorpresa, ya que no se esperaban la reacción. Algo había pasado, un aviso o algo similar, que lo había cambiado todo. La previsión de Pietro era totalmente diferente.

    - Sorry, sorry!! - Gritó Jordan mientras levantaba los brazos. Mientras rezó para que sus compañeros no acudieran en su ayuda, o habría un tiroteo.

    Pietro estaba totalmente congelado. No era un hombre de acción y lo sabía. Recordó todo lo que había aprendido sobre este hombre, pero no tenía fuerzas para hacer nada. Respiró hondo un par de veces y optó por arriesgarse.

    - Venimos de parte de Magrit. -Dijo mientras miraba fijamente al guardaespaldas.

    El guardaespaldas sufrió un shock. Por un momento bajó la pistola y sus ojos se llenaron de lágrimas. En un instante su entrenamiento hizo su efecto y se dio cuenta de que se había quedado expuesto. Era demasiado tarde. Jordan ya había sacado la pistola tranquilizadora y le había disparado al cuello. Pietro, sorprendido de la velocidad del matón y superado por las circunstancias, se desplomó en la nieve. Jordan se encargó primero de evitar que el cuerpo del guardaespaldas callera y luego levanto a Pietro, que estaba semiconsciente.

    - ¿Quién es Magrit? -Preguntó una vez el profesor se recuperó.

    - Su hermana. -Respondió. Tardó unos segundos y añadió.- Murió cuando el era pequeño, es su trauma más profundo.

    Jordan rió sin hacer ruido. En todos sus años de matón nunca había visto algo semejante.

    - Podría venirse siempre conmigo, profesor. Me ahorraría muchas balas.

    A Pietro no le hacía gracia. La medida había sido tremendamente arriesgada. Aunque es bien sabido que un trauma antiguo y profundo puede provocar un bloqueo momentáneo, el guardaespaldas estaba entrenado. Si Jordan no hubiera sido suficientemente rápido la rabia habría seguido al bloqueo. Habían estado a punto de morir.

    - Bueno, tenemos un político que secuestrar.

    Jordan se levantó y sacó otra pistola que llevaba en la pierna. Esta no era de tranquilizantes, sino una real. Estaba claro que la situación había cambiado y el informe de Pietro ya no era útil. Es posible que hubiera habido un soplo y eso lo cambiaba todo. Era incluso posible que hubiera más guardaespaldas. Subieron lentamente las escaleras, imaginando que el dormitorio estaría arriba. La cabaña era bastante más grande de lo que habían imaginado al principio. Por otro lado estaba claro en que habitación estaba el político, sólo una tenía la puerta cerrada.

    Cuando llegaron a la puerta de la habitación escucharon al resto del grupo entrar en la cabaña. Ya parecía claro que no había más guardaespaldas, y nada parecía indicar que la alarma hubiera sonado. Había que andarse con cuidado en todo caso, el político seguro que también podía accionar la alarma. Todo iba bien, por el momento. Eso cambió cuando Walter y los demás hombres entraron en la cabaña como una estampida. Jordan no se podía creer que fueran tan inútiles. Pensó que esta era la última vez que hacía de niñera del hijo del jefe. Tenía demasiada experiencia para soportar todo esto.

    - Ve y contrólalos. -Dijo Pietro.- Yo me encargo del objetivo.

    - ¿Seguro? -Preguntó Jordan. No le hacía gracia dejar al profesor sólo, pero si dejaba que esos inútiles se acercaran a la escalera todo estaría perdido.

    - No queda más remedio. -Contestó Pietro.- Me las apañaré. Cuando te dé el aviso no les dejes subir en al menos un par de horas, ni siquiera a Walter. Necesito tranquilidad para la cirugía. -Dijo mientras se quitaba la mochila con todo el instrumental.- Controla también que no le hagan nada al guardaespaldas.
    Jordan sabía que era cierto. Le pasó la pistola sedante al profesor y bajó corriendo por las escaleras. Pietro respiró hondo, sólo quedaba un pequeño paso y el plan estaría terminado. Como antes todo el convencimiento sobre el realismo del plan se había esfumado. ¿Y si no lo había previsto todo bien? 

    Respiró hondo para tranquilizarse, fuera como fuera no había marcha atrás.

    Abrió la puerta silenciosamente. Llevaba la pistola en la mano, pero no la levantó. No era un matón y no iba a actuar como tal. El político se encontraba sentado en una silla. No parecía asustado. Miró a Pietro despacio y le señaló a la pistola.

    - Eso no le hará falta.

    Pietro se relajó. Todo iba bien. Cerró la puerta al entrar y se sentó en otra silla enfrente del político.


    - Veo que ha recibido mi comunicación. - Dijo Pietro.- No debería haber avisado a su guardaespaldas. Lo ha complicado todo y casi tenemos que matarlo. - El político no respondió.- Ahora ya sabe cómo funciona esto. Sólo si me hace caso podrá sobrevivir, y de paso ganaremos los dos.


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  10. Neurociencia. Capítulo I
    Daniel Manzano Diosdado

     - Parece un mapa cerebral normal. - Dijo Pietro mientras ojeaba los papeles.- Un sujeto de unos treinta años. Aparecen varias reestructuraciones periódicas, no invasivas, en los últimos cinco años.

    Se quitó las gafas de cerca mientras se frotaba los ojos. Este trabajo cada día le cansaba más, se sentía ya viejo para hacer lo mismo una y otra vez. Levantó la mirada y miró al señor Gordon, jefe del sindicato del crimen más famoso de la ciudad. En la habitación también estaba su hijo, un joven prepotente de unos quince años, único heredero de una de las organizaciones mafiosas más importantes del país. Llevaba con una camiseta negra, de algún grupo de heavy metal desconocido para Pietro, tenía el pelo largo y una oreja llena de piercings. Parecía el típico adolescente rebelde, pero con el conocimiento de que cientos de personas matarían por él sin dudarlo.  "Vaya par de idiotas", pensó Pietro.

    Volvió a mirar detenidamente al chico. Aunque llevaba un estilo heavy se notaba que la ropa era extremadamente cara, y tenía la típica expresión en la cara de persona que siempre conseguía lo que quería. Al menos su padre había llegado a lo más alto por sus propios medios, pero él simplemente había nacido así. Esta era la segunda vez que su padre lo llevaba a una de las reuniones, se ve que había decidido empezar a inculcarle los valores de la familia.

    - ¿Podrías adivinar su profesión? - Dijo el señor Gordon.

    Pietro volvió a mirar los papeles. Sacó el escáner cerebral general y lo miró detenidamente. Le crispaba los nervios esta situación. Continuamente era evaluado por esta panda de analfabetos que no sabrían distinguir el cerebro de un marine del de un niño de tres años. Bueno, se dijo a sí mismo, al menos estos analfabetos pagan bien y la ciencia no da para mucho lujo.

    - Parece que toma muchas decisiones continuamente, sin meditarlas en profundidad. También memoriza muchas cosas que luego olvida rápidamente para memorizar nuevas cosas. Sin duda no es un científico. - Dijo Pietro, luego se quedó un momento pensativo y añadió. - Yo diría que es un corredor. De apuestas o de bolsa, eso ya es difícil de decir.

    El jefe mafioso soltó una carcajada.

    - Hacía mucho que no te equivocabas. - Dijo con tono burlón. - Y has tenido que hacerlo justo delante de mi hijo, menuda decepción.

    Pietro notó como le subía el enfado. Respiró hondo y trató de contenerse para evitar mostrar algún signo visible. Con la mafia era mejor no andarse con tonterías. Intentaba desesperadamente no pensar que ese idiota, que apenas sabía escribir se estaba riendo de él. Él era uno de los mayores científicos de su época, o al menos eso le gustaba pensar.

    - Se trata de un político. - Concluyó Gordon después de una pausa dramática. -

    Pietro pasó del enfado a la estupefacción. ¿Un político? Eso era imposible. Los políticos no se pasaban el día tomando decisiones de manera casi aleatoria. Tampoco estaban continuamente memorizando datos, para eso tenían a sus asesores. Sin duda esto era algún tipo de prueba, o alguien había mentido a la mafia dándole un mapa cerebral falso. De ser la segunda opción había alguien por ahí con poco aprecio a su pellejo. Pietro estuvo a punto de protestar, pero el sentido común le llevó a callarse. Llevaba ya muchos años trabajando con delincuentes, y sabía que enfadarlos era muy mala idea.

    Después de un incómodo silencio el señor Gordon decidió aclarar el tema.

    - Se trata del encargado del gobierno de controlar la inversión pública en bolsa.

    Pietro cambió inmediatamente la estupefacción por la incredulidad. Notó como el pelo de los brazos se le erizaba y su corazón se aceleraba. ¿El encargado de la inversión pública en bolsa? Desde luego explicaba su análisis, porque no dejaba de ser un corredor de bolsa, sólo que uno que manejaba cientos de millones de dólares al día. ¿Cómo era posible? Debía ser uno de los funcionarios más vigilados del país, con no menos de una decena de guardaespaldas. ¿Cómo demonios habían conseguido hacerle un mapa cerebral? Por enésima vez comprendió por qué trabajaba con esta gente, si bien intelectualmente no estaban muy capacitados su falta de moral los llevaba a conseguir lo que nadie más podía lograr.

    Cuando Pietro se recuperó del shock preguntó.

    - ¿De cuándo es?

    - De hace más de un año. - Respondió Gordon.

    Esta vez no pudo evitar soltar un bufido. De hace más de un año. ¿Qué pretendían? Era totalmente inútil.

    - ¿Y qué se supone que debo hacer? -Preguntó desencantado.- Es demasiado viejo. 

    - Mi padre me dijo que usted era un buen neurocientífico. -Dijo el joven.- Díganos usted lo que puede hacer.

    El enfado volvió tan rápido como se había ido. "Un buen neurocientífico". Él era el mejor neurocientífico, el padre de la neurociencia tal como se la conocía. Siempre fantaseaba con que sería premio Nobel de no ser por sus caras costumbres, que le llevaron a dejar la ciencia en busca de labores más lucrativas. Y eso se lo decía un adolescente poco menos que iletrado. Desde luego estaba siendo un día de emociones fuertes, y no había hecho más que empezar. Contuvo la respiración un momento y luego dijo pausadamente.

    - Si el mapa cerebral fuera de ayer, y estuviera completo, podría hacer lo que quisierais. Adivinar su comportamiento durante los próximos días con total certeza y durante un mes con bastante probabilidad de acertar. Podríamos saber como va a reaccionar ante cualquier estímulo y así adivinar sus movimientos bursátiles, o cuando va a ir al baño o acostarse con su esposa, lo que prefirierais. - Paró y bebió un poco de agua. Luego miró fijamente al joven y continuó.- Ahora, siendo de hace un años poco se puede hacer. Puedo concluir tendencias, pero en un negocio como la bolsa eso es poco fiable. Puedo extraer recuerdos, pero tampoco creo que sea muy útil. También puedo indagar en sus traumas del pasado, lo que queráis, pero no creo que hagamos dinero de eso.

    El jefe mafioso se mantuvo en silencio en todo momento, estaba claro que esto era más una clase particular que un negocio serio. Miró a su hijo y con un movimiento de cabeza lo animó a continuar preguntando.

    - ¿Pero cómo va a saber que hará? Usted puede analizar el cerebro, pero él seguirá siendo libre de hacer lo que quiera. Todo esto no es más que pseudociencia.

    De nuevo Pietro sintió la furia dentro de sí. ¿Acaso pretendían que diera una clase magistral sobre los fundamentos de la neurociencia moderna? Ni siquiera cuando era profesor en la universidad le gustaba. Miró a su jefe, y este le animó con la mirada a explicarlo.

    - ¿Has estudiado algo de física, chico? -Preguntó al joven.-

    - Por supuesto que sí. -Respondió su padre.- No pienses, Pietro, que eres el único en esta habitación con estudios. Mi hijo es uno de los primeros de su clase.

    Pietro comprendió que había traspasado la línea. A esta gente no hay que ofenderla, pensó. Siempre le podía el ego. Intentó tranquilizarse y comenzó a explicar pausadamente.

    - Claro que sí. Imagina, joven, que tienes una pelota y la dejas caer en un plano inclinado. ¿Sabes si se puede calcular el tiempo que tardará en llegar?

    - Por supuesto que se puede. -Respondió el joven, aunque puso cara de preferir que no le preguntaran el cómo.-

    - ¿Y dónde queda la libertad de la bola de bajar a la velocidad que quiera? -Preguntó Pietro. Este era el mismo ejemplo que ponía siempre en la facultad.-

    El joven mafioso miró a su padre, que le indicó con un gesto que lo pensara. La respuesta era obvia, una bola no tenía ninguna libertad. Sin embargo era una respuesta tan evidente que no podía indicar nada. Pietro no esperó a la respuesta para continuar.

    - El cerebro humano es igual, pero más complejo. Un sistema físico no tiene libertad para decidir nada, cumple las leyes de la física y punto. El cerebro no es una excepción. Tú te crees que eres libre, pero eso es sólo una ilusión. Haces lo que tienes que hacer. El problema es que tu cerebro es tan complicado que ni tú mismo puedes predecir su comportamiento. Ahora bien, dame a mí un buen escáner cerebral y sabré que vas a hacer en todo momento mucho mejor que tú mismo.

    La respuesta no le gustó al joven. Se quedó pensativo un momento y sacó un revolver con el que apuntó a Pietro. Genial, pensó este, no sería original ni para esto.

    - Entonces si le disparo no será culpa mía, ¿no? No lo decido yo. Nada que diga podrá convencerme.
    Pietro lo miró con cara de condescendencia, y luego miró a su padre. Este bajó el brazo de su hijo con la mano.

    - No seas ridículo, Walter. Pietro ha tratado con muchos asesinos en su vida y sabe que no vas a disparar. Sólo consigues ponernos en evidencia.

    Pietro esperó a que guardara el revólver para continuar.

    - No puedes demostrar nada disparando o no disparando. Los motivos por los que haces lo que haces seguirían grabados en tu cerebro.

    Walter suspiró. No estaba acostumbrado a discutir de ciencia, y mucho menos de filosofía. Él era sólo un adolescente. El hijo del más importante mafioso de la ciudad, no entendía por qué tenía que ir al instituto y mucho menos por qué tenía que discutir con este pedante. Al menos esto tenía alguna relación con su futuro trabajo, pensó.

    - Y si el cerebro es cómo dices, ¿por qué no puede predecir lo que hará el político este?

    Pietro se pasó una mano por su calva cabeza a modo pensativo. Bueno, la pregunta era lógica, aunque también predecible. Tampoco le gustó el tono que usaba el adolescente, ni ese "dices". No soportaba que cuestionaran su autoridad científica.

    - Podemos volver al símil de la pelota. Imagínate que te pregunto qué tiempo tardará una pelota en bajar un plano, pero no te digo como es la pelota, ni el plano. ¿Podrás averiguarlo?

    - Imagino que no. -Respondió el adolescente con tono apático. - Pero aquí sí sabemos como es el cerebro.

    - Ahí te equivocas. Sabemos como era el cerebro hace un año. - Hizo una pausa algo dramática.- El cerebro no se mantiene igual a través del tiempo. Lo que memorizas, las experiencias, lo que aprendes o el simple envejecimiento lo cambian. Evidentemente hay cosas que no cambian y se pueden adivinar tendencias, pero no se pueden predecir decisiones tan concretas como las que tomará este individuo. Eso sin contar las reestructuraciones.

    - ¿Reestructuraciones? -Preguntó el adolescente.

    - Sí. Es el método que se usa para evitar que los neurocientíficos hagamos nuestro trabajo. Básicamente consiste en hacer durante un tiempo cosas que no hayas hecho antes, vivir nuevas experiencias. Así el cerebro cambia de manera radical y es mucho más difícil adivinar qué va a hacer. Prácticamente todos los políticos y altos cargos lo hacen al menos una vez al año. Apostaría a que tu padre también.
    Gordon miró a Pietro indicándole que no siguiera en esa dirección. Parecía que tampoco quería que su hijo aprendiera demasiado pronto todos los secretos del oficio. Por supuesto la curiosidad del joven no podía frenarse tan fácilmente.

    - ¿Qué clase de experiencias? - Preguntó.

    - Pues de todo tipo. -Respondió Pietro.- Las primeras fueron realmente drásticas. Electroshocs, caída libre, miedo, incluso torturas en algunos casos. Poco a poco ya se vio que no eran necesarias medidas extremas. Es sorprendente lo que un pequeño estímulo puede llegar a cambiar en un cerebro. Una opción muy típica hoy en día es el puenting.

    - ¿Puenting? -Preguntó anonadado Walter.- ¿Me estás diciendo que los políticos de este país, y mi padre, van a hacer puenting una vez al año? Já. Se ve que no conoces a mi padre en absoluto.

    El joven miró a su padre de manera burlona y éste enfureció. Se dirigió a él y le pegó en la parte de atrás en la cabeza. El joven se tambaléo hacia delante.

    - Te he dicho, Walter, que no me faltes al respeto delante de nadie.- Dijo el mafioso.- Si no sabes comportarte será mejor que vuelvas a tu habitación y nos olvidemos de esto.

    Walter estaba rojo de furia, pero se contuvo. Estaba claro que era él el que había pedido a su padre que le enseñara los secretos del negocio, y no quería quedarse sin aprender. Pietro pensó que en un par de años, cuando ya se sintiera confiado, era muy probable que le disparara a su padre. Al fin y al cabo, los asesinatos entre miembros de la mafia no dejaban de ser casi rutina. Mientras él estuviera bien lejos no le parecía nada mal.

    - No he dicho que tu padre haga puenting, -aclaró Pietro para calmar la tensión- aunque apostaría a que lo hizo en algún momento en los últimos años. -Miró al joven, que seguía rojo de ira, pero escuchaba con atención.- La cuestión es no hacer siempre lo mismo, cuanto más nueva sea la actividad más cambiará el cerebro de modo que no pueda ser estudiado. Por ejemplo, para un escalador profesional el ir a hacer puenting, por muy peligroso que sea, no le afectará. Para él será más eficiente que se dedique una semana a estudiar, no se, historia o matemáticas. Pero para un político, con su vida de despachos y reuniones una buena descarga de adrenalina es algo inusual y puede cambiar su cerebro muy eficientemente.

    El joven ya estaba totalmente calmado y, para sorpresa de Pietro, parecía muy interesado en el tema. Pietro imaginó que estaría pensando en usar todo esto para ligar con alguna chica de su instituto.

    - Entonces con el mapa cerebral que te ha dado mi padre no puedes hacer nada. ¿No?

    - Como ya he dicho antes, no mucho. -Contestó Pietro.- Tiene más de un año y es probable que en ese tiempo haya habido alguna reestructuración. Puedo ver tendencias, costumbres como si es madrugador o perezoso, si toma alguna droga, como el café, regularmente. -Se pasó la mano por la calva y pensó por un momento.- También puedo indagar en el pasado. La información más reciente está continuamente siendo reemplazada por nuevas cosas, pero puedo saber cómo fue su infancia, si tiene algún trauma, si está obsesionado por una chica que conociera hace quince años. Muchas cosas, en definitiva, pero cosas improductivas. Si lo que os interesa es ganar dinero no puedo ayudar, es imposible predecir que acciones hará con suficiente precisión.

    Pietro miró al señor Gordon, ya que esta información también iba dirigida a él. Este tenía la misma actitud que al principio, confiada y burlona. Pietro sabía que esto no era todo, tenía un plan, pero no se lo quería contar para darle una lección a su hijo. Quería parecer más listo a los ojos de su hijo que un exprofesor de la universidad. Todo esto ya agotaba la paciencia del profesor. Llevaba ya más de veinte años dedicándose a la neurociencia delictiva, desde que se cansó del mundo endogámico y de la incertidumbre de la universidad. Desde entonces había hecho casi de todo, sobre todo adivinar que iban a hacer corredores de apuestas, políticos o jefes de grupos mafiosos rivales. Un par de veces también había hecho cirujía cerebral para que unos mafiosos pudieran usar a alguien de  señuelo para sus enemigos o la policía. Realmente, hacía mucho tiempo que había perdido los escrúpulos, mientras le pagaran y permitieran vivir mucho mejor de lo que hubiera hecho en la universidad sería feliz. La imagen de sus compañeros científicos viviendo con sus sueldos miserables, mientras él podía comprar casi lo que quisiera era el principal estímulo para seguir adelante. Sin embargo hacía ya tiempo que se sentía cansado, al menos en la universidad no vives con el temor constante a que un antiguo jefe te dispare en la cabeza, o la policía te encierre. Había pensado en retirarse, pero desaparecer no es en absoluto fácil, la mafia no deja nunca cabos sueltos. Principalmente hacía falta dinero, mucho dinero, y eso es incompatible con su lujosa vida. Últimamente, cada vez que lo llamaban soñaba con un gran golpe que le permitiera conseguir suficiente para retirarse a una isla. Por supuesto, ese gran negocio nunca llegaba, ni llegaría. Era consciente de eso.

    - ¿Y quién es este tipo, papá? -La pregunta, aunque no estaba dirigida a él, sacó a Pietro de sus pensamientos.-

    - Es un político muy importante. -Dijo el jefe, dejando claro que no se lo iba a explicar.-

    "Un político muy importante", pensó Pietro. Eso era quedarse muy corto. Era el encargado de la regulación bursátil del gobierno. Era el político más importante. Recordaba perfectamente la crisis de 2012, cuando perdió su trabajo en la universidad, aún era un joven científico idealista que quería cambiar el mundo para mejor. Cuando se le despidió, a pesar de que su tesis acerca del funcionamiento del hipotálamo fue clasificada como "una de las más brillantes de su generación", pensó que en otro sitio se le apreciaría. No fue así. La crisis azotó sin piedad a todos los países civilizados, y tras el derrumbe de la bolsa de diciembre de 2012 quedó claro que la ciencia básica tenía poco futuro. Estuvo trabajando en distintos sitios, pero en ninguno encontró el reconocimiento ni el salario que buscaba. Cuando se inventó la spintrónica, y los ordenadores clásicos comenzaron a ser sustituidos por ordenadores cuánticos, todo el mundo enloqueció con la nueva tecnología. Parecía que la investigación básica ya no tenía futuro. Casualmente fue ese avance el que permitió que se pudiera analizar algo tan complejo como un cerebro humano, y eso hizo que la gente perdiera interés en la neurociencia fundamental. Total si ya se podía predecir el comportamiento por completo poco más había que investigar.

    En lo económico la cosa también era complicada. Todo parecía indicar que la situación nunca se resolvería y se empezaron a barajar otras posibilidades. Casualmente después de este derrumbe fue cuando la mayoría de los estados del primer mundo decidieron que dejar la bolsa a su libre albedrío, si tal cosa existía, no era prudente. Así, crearon la figura de los inversores públicos en bolsa, políticos que controlaban gran parte del dinero del estado y lo usaban para influir en la bolsa. Todo cambió radicalmente. En principio se trataba de una manera de ayudar a empresas con problemas, pero en poco tiempo se vio su tremendo potencial, los políticos casi controlaban por completo el mercado bursátil. Las empresas pagaban sobornos multimillonarios para que el dinero público hiciera subir sus acciones. El resultado era esperable, los ricos se enriquecieron y los pobres empobrecieron. El cómo había conseguido el señor Gordon un mapa cerebral del político más poderoso del país, eso era toda una incógnita.

    - Bueno, imagino que habrá algo más que enseñarme, -añadió Pietro- si no, no entiendo que hago aquí.

    El señor Gordon pensó que ya había dramatizado bastante, fue a su escritorio y sacó otra carpeta. La dejó caer en la mesa que había delante de Pietro. Este miró el contenido detenidamente.

    - Otro mapa cerebral bastante completo. Este es de un individuo acostumbrado a la violencia, también paciente, un guardaespaldas imagino.

    Plas, plas, aplaudió el señor Gordon de manera burlona.

    - Sabía que podías impresionar a mi hijo. En efecto es un guardaespaldas. Es el guardaespaldas del mapa que te enseñé antes. Este si es reciente, tiene menos de dos semanas.

    Pietro volvió a sentir la excitación anterior. Aún no estaba claro que tenía en mente su jefe, pero no dejaba de ser todo increible.

    - ¿Quiére decir el jefe de los guardaespaldas?

    - Quiero decir el único guardaespalda. -Dijo el mafioso. Ante la cara de incredulidad de Pietro añadió- Se encuentra ahora mismo de vacaciones y mis contactos dicen que tiene sólo ese guardaespaldas. El resto de la seguridad lo confían en el secretismo acerca de donde está.

    Finalmente el corazón de Pietro se puso a latir como loco. Parecía que le iba a dar un infarto. Estaba claro que Gordon sí sabía donde se encontraba. Los contactos de esta familia eran impresionantes.

    - Pretende secuestrarlo, ¿no es así? Secuestrarlo y hacerle un nuevo escáner. El problema es que si entran donde se encuentre a tiros, y le hacemos el escáner, el gobierno lo sabrá y no le dejará seguir en su cargo.

    - Bueno, -respondió el mafioso- habíamos pensado en otra opción algo más radical. Secuestrarlo y que lo conviertas en nuestro aliado.

    Pietro no podía creer lo que había oído. ¿Convertirlo?

    - Eso no es posible. -Respondió.- La cirugía cerebral es un proceso muy invasivo. La cicatriz se nota a lo largo de toda la nuca y un simple escáner la revela. En cuanto vuelva a su trabajo lo descubrirán y se acabará el pastel.

    Ahora era el mafioso el que parecía enfadado. Hizo un gesto de decepción.

    - Bueno, le había dicho a mi hijo que eras el mejor, pero veo que tendré que retractarme. Hace unos meses me contactó un profesional chino diciendo que tenía una técnica de cirugía que no dejaba ninguna marca reconocible, no le he dado el trabajo ya que tú y yo tenemos una larga trayectoria, pero veo que me equivoqué.

    Pietro lo miró con cara condescendiente. ¿Un profesional chino? Seguro que era mentira, del chino o de él, pero era imposible. Para hacer una cirugía cerebral decente había que abrir prácticamente todo el cráneo, ¿cómo iban a hacerlo de manera que fuera indetectable? Era un sinsentido. Por otro lado el trabajo era demasiado jugoso. Si negociaba bien su porcentaje podría ser el trabajo que le retirara. ¿Pero cómo? Durante cinco minutos pensó y pensó, ¿cómo convertir al político sin que nadie lo detectara? Bastaría con que la operación pasara desapercibida hasta después de dar el golpe, pero era impensable que no revisaran a una persona con un cargo tan importante. La opción del escáner era también absurda. Sería muy difícil hacerlo sin que el  guardaespaldas los viera, por lo que habría que convertirlo o eliminarlo. Era una tarea imposible.

    Por fin, la idea le vino a la cabeza. Ahora lo entendía todo, era arriesgado pero factible. Tantos años de neurocientífico mafioso parecían haber cambiado su forma de pensar.

    - Lo tengo. Estoy convencido de que puedo hacerlo sin dejar ninguna marca. Tendré que prepararlo todo en un par de días y estar allí el día de la operación, claro está. Pero ya que tendré que correr el riesgo personalmente no acepto menos del 25% del reparto.

    El mafioso sonrió.  Miró a su hijo con cara triunfal y contestó.

    - Será el 20%, ya que nosotros hemos obtenido toda la información y eso nos ha costado ya mucho dinero. También hay otra condición. Walter será el encargado de la operación y le tendrás que rendir cuentas a él.

    Pietro no pudo reprimir una muesca de asco en su cara al oir la noticia. 


    Relato del libro Spintrónicalicencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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