El millonario filántropo
Daniel Manzano Diosdado

Era un día normal en mi aburrida vida. Hacía ya más de cinco años que estaba en la residencia de ancianos. Nunca pasaba nada. Mi vida no era más que una lenta espera, espera del día en que me acostara y no me volviera a levantar. Mi mayor excitación en ese momento era pensar que ese día tocaba pudding de postre en el comedor.

- Walter, cuéntale a mi hijo eso de que eras millonario y que lo perdiste todo. -Me dijo uno de mis compañeros, un octogenario bastante lúcido, al menos bastante lúcido en comparación con los demás.-

- Otro día, John. Voy al comedor.

Así eran todas mis conversaciones día tras día. No me gustaba la televisión, ni internet, lo único que me entretenía era leer la prensa todas las mañanas. Hasta eso le parece mal al médico de la residencia, dice que es malo para mi tensión. ¿Es que cree que quiero vivir eternamente? Si hasta empecé a fumar con casi ochenta años en un desesperado intento de reducir mi estancia aquí. Se ve que no entiende el mensaje. Bueno, realmente también fumo porque es adictivo, tremendamente adictivo.

Mientras iba paseando hacia el comedor, despacio ya que aún quedaba casi media hora para la comida, escuché mi nombre por el megáfono. Tenía una visita. Era extremadamente extraño, no había tenido una sola visita desde hacía ya tres años. Ni mis hijos ni mis nietos venían nunca a visitarme. Nunca me perdonaron que lapidara lo que ellos ya consideraban su herencia. Buitres. Les he dado su educación, ¿qué más quieren? Si quieren ser ricos que lo hagan como yo, desde abajo. Decidí acercarme a la recepción a ver si era un error. En cualquier caso todo aquello que me sacara de la rutina sería bienvenido.

Cuando llegué había un chico joven, de unos treinta años esperando. No lo había visto nunca. Vestía con una americana de pana, unas gafas de pasta negra y unos pantalones marrones. Parecía uno de los profesores que tuve en la universidad hace ya muchos años. Llevaba mucho tiempo sin salir de allí, así que a lo mejor era la nueva moda. Me reconoció en cuanto llegué.

- Señor Stevenson. -Me ofreció su mano respetuosamente. - Mi nombre en Peter Match, trabajo para la revista Times.

Entonces lo entendí. Un periodista. Al principio vinieron muchos, pero mi negativa a hablar hizo que poco a poco se fueran cansando y me fueran dejando en paz. Se ve que habían decidido volver a las andadas.

- No concedo entrevistas. -Dije sin darle tiempo a decir nada más.-

- Bueno, en cualquier caso le interesa escuchar lo que le vengo a decir.

Ciertamente quería salir de la rutina, pero hacía tiempo que había tomado la decisión de no conceder entrevistas. Prefería pasar a la historia como un millonario chiflado y filántropo antes que como un chiflado, y eso es lo que pasaría si me sinceraba con alguien. Decidí que no me interesaba nada de lo que ningún periodista quisiera contarme.

- Tiene usted razón, joven. -Respondí con cautela.- ¿Tiene usted interés en hacerme una entrevista?

- Sí, claro. Pero no es sólo eso.

- Pues yo no concedo entrevistas.

Me di la vuelta sin dejarle explicarse ni despedirme y continué mi camino hacia el comedor. El pudding me esperaba. A eso era a lo más que aspiraba ya. No se dio por vencido.

- La revista lo ha elegido como el personaje más relevante de la década pasada. -Me dijo antes de que me fuera.-

Por un momento me detuve. Estaba claro que el chico sabía hacer su trabajo. El personaje más relevante de la década. Hacía tiempo que creía haber vencido a mi ego por completo, pero eso me superó y me quedé pensativo. El personaje más relevante del mundo en esa década. Se dio cuenta de mi vacilación y se acercó.

- Vamos a hacer un número especial. Saldrá con o sin su entrevista. Piénselo, tiene la oportunidad de explicar al mundo porqué hizo lo que hizo.

Me quedé otro momento sin saber que decir. No debía explicar nada, dejar las cosas como estaban, pero realmente esto era algo que me sacaba de mi rutina.

- Mire, -dijo sabiendo que me iba a ir en cualquier momento- dejaré mi tarjeta aquí en la recepción. Piénselo, en un mes saldrá un monotema dedicado en exclusiva a usted y su obra. Si quiere tiene la oportunidad de explicarse. Puede llamarme en cualquier momento durante esta semana y vendré cuando quiera. Podemos hacer lo siguiente, hablamos un rato y luego usted decide, le prometo que no publicaré nada que usted no quiera, tiene mi compromiso de confidencialidad.

Entonces dejó su tarjeta en el mostrador de la recepción y se fue. No parecía una mala persona, pero en el mundo del periodismo siempre es mejor fiarse poco que fiarse demasiado, o eso decía mi experiencia. Hice caso omiso de lo que dijo y me fui al comedor.

Durante la comida no pude pensar en otra cosa. No es que la comida fuera estupenda en la residencia, pero ni siquiera presté atención al pudding. Eso era algo insólito en los últimos años. ¿Sería tan malo si hablaba con él? No sabía si le decía cualquier cosa como lo interpretaría. No, sin duda no era una buena idea, era mejor dejarlo todo tal y como estaba.

La idea de la tarjeta esperándome en la recepción no dejaba de atormentarme. Hubiera preferido que se fuera sin más. Las tardes además eran extremadamente aburridas y eso no ayudaba a no pensar en algo. La mayoría de los demás compañeros de la residencia estaban demasiado seniles como para tener una conversación fluida. Para colmo Thomas, que era el que más me entretenía, había muerto un mes antes. Intenté ver la televisión un rato, pero entre lo que siempre me ha aburrido y las preferencias de mis compañeros no aguanté ni media hora. Después de la cena me fui directo a mi habitación. Me puse a leer un manual de economía, recién publicado. Era inútil, no conseguía distraerme. Iba a ser el personaje más relevante de la década, según la revista Times. Ya había sido el personaje del año, diez años antes, y en ese momento me pareció una frivolidad. Claro está, en ese momento no vivía recluido en una residencia. Intenté dormir, pero fue también inútil, no me lo quitaba de la cabeza.

A la mañana siguiente, antes de ir a desayunar, me pasé por la recepción y recogí la tarjeta. Aún no había tomado una decisión, al menos no era consciente de ello, pero prefería tenerla yo. Al menos así tendría la oportunidad de destruirla si quería. No lo hice. Al medio día llamé al periodista.

- Señor Match. -No sabía muy bien que decir y me quedé callado.-

- ¿Es usted el señor Stevenson? -Era muy inteligente o mi voz era muy característica, una de dos.- ¿Quiere que vaya para la residencia?

- No lo se. -Realmente no lo sabía.-

- Como usted quiera, no quisiera presionarle. Si quiere puedo ir sólo a hablarle del número especial, sin entrevistas.

Realmente sabía hacer su trabajo y sabía mi punto débil, la soledad. Era difícil negarse.

- Me parece bien. Venga sobre las cinco de la tarde.

- De acuerdo, allí estaré. Muchas gracias.



Nos reunimos en el jardín de la residencia. Era un sitio muy bonito, verde y grande y con una fuente que le daba un aspecto muy bohemio. En otro momento de mi vida me hubiera gustado mucho, un sitio para pensar, en ese momento pensar era todo lo que hacía. Nos sentamos en una mesa que había cerca de la fuente.

- Me alegro de que haya accedido a recibirme. - fue lo primero que dijo. Realmente cuidaba todos los detalles, parecía cercano e inofensivo.-

- No se si se alegrará al saber que he decidido no conceder la entrevista. He pensado que será mejor así. Si quiere puede hablarme del número especial y quizás le pueda ayudar con la documentación.

Pareció no afectarle, había ensayado mucho esta actuación.

- No se preocupe en absoluto. Para mi hablar con un personaje de su relevancia es más que suficiente. El número ya está diseñado, de hecho. Constará de tres partes. En la primera hablaremos de su infancia en Brooklyn, de su instituto y de sus estudios de matemáticas en el Massachusetts Institute of Technology. Es todo muy neutro, como suelen ser estos artículos, casi todo lo hemos tomado de su biografía. Creo que le gustará mucho, es todo muy emotivo.

Se equivocaba. Había pasado ya tanto tiempo que no me emocionaba en absoluto. Esa era la parte de la historia sin polémicas. Nació en una familia humilde, destacó en el instituto, recibió una beca en el MIT, primero de promoción, su interés cambió de las matemáticas a la economía, etcétera. A lo mejor incluso encontraban algún antiguo compañero de la universidad que aún viviera para que dijera lo estupendo que era en esa época. Era mentira, claro, pero nadie hablaba mal de mi, al menos no en ese sentido.

- La segunda parte, -continuó el periodista- será como se convirtió usted en el hombre más rico del mundo. Eso lo sabe usted mejor que nadie, claro está. - Paró un segundo.- ¿Perdone, se puede fumar aquí?

- Claro, yo lo hago.

Sacó una pitillera del bolsillo y sacó dos cigarros, me ofreció uno y encendió el suyo. Dejó el encendedor encima de la mesa.

- Pues como le decía. Hay ya un análisis bastante avanzado sobre como fundó usted su empresa de inversiones, y como ganó más de cien millones de dólares el primer año. Hemos entrevistado a los hijos de algunos de los inversores que se hicieron rico gracias a sus predicciones. También hay otro artículo más científico, sobre el método que usaba usted para predecir el comportamiento bursátil. Sobre eso no se sabe demasiado, siempre fue usted muy reacio a dar explicaciones, por motivos obvios, pero ya sabe que hay muchas teorías. Incluso ponemos una foto del primer superordenador que usó usted. ¿Cómo se llamaba? Era el nombre de otro matemático.

- Turing I. -Le dije.- En honor a Alan Turing, el padre de la computación.

- Eso es, Turing. Si no me equivoco se llamaron todas así, ¿no? Hasta la Turing X. -Interpretó mi silencio como una afirmación.

- Pues sobre eso va la segunda parte. Sobre como en menos de diez años consiguió usted amasar casi cien mil millones de dólares. He de reconocer que no conocía muy bien esta historia, pero es impresionante. Según dicen los periodistas responsables era como si pudiera usted predecir lo que iba a ocurrir con total precisión. El mercado internacional no tenía secretos para usted. ¿Cómo lo hacía?

Empezaban las preguntas, la entrevista encubierta.

- Con modelos matemáticos, claro está. ¿Cómo si no?  -No estaba dispuesto a entrar en demasiados detalles, me había preguntado sobre esto un millón de veces en mi vida.-

- Ya, claro. Pero, y no me conteste si no quiere, otra gente también usaba modelos matemáticos. Lo suyo fue diferente.

Se le veía medir sus palabras cuidadosamente, por suerte yo estaba preparado para esto.

- Yo usaba mejores modelos. -Dejé claro que eso era lo más que iba a obtener.-

- Claro, de eso no hay duda. También hablamos un poco de la red de empresas que usted creo. Sabrá que es usted el mejor ejemplo de lo que llamamos el Sueño Americano. Una persona que sin ayuda consigue subir desde lo más bajo hasta la cima.

El Sueño Americano.  La mayor farsa de la historia de los estados unidos.

- Deberían ustedes sincerarse sobre eso. -Respondí indignado.-

- ¿Disculpe?

- Lo que ha oído. -Estaba muy harto de que se me pusiera como ejemplo de algo que era mayoritariamente una mentira peligrosa.- Que deberían, ya que son una revista seria, explicarlo bien. Expliquen que aunque yo formé mi fortuna desde abajo la mayoría de los ricos del mundo son gente que ha nacido ya rica, y que la mayoría de la gente pobre no tiene posibilidad alguna de crecer. Ya de paso pueden explicar que yo me hice rico gracias a un modelo, el capitalista, tremendamente injusto. Si quiere le puedo dar información acerca de algunas de las empresas en las que invertí, información humanitaria, quiero decir.

Eso le cogió desprevenido. No se esperaba un alegato anticapitalista de alguien que se hizo rico gracias al capitalismo, no cabía duda. Además, la revista Times no era especialmente enemiga del capitalismo, así que no hablaría de esto.

- ¿Y por qué lo hizo entonces? Invertir en esas empresas.

- Porque esas eran las reglas del juego. Yo no inventé el capitalismo, sólo participé de él. También porque hacerse rico es algo muy tentador, si tienes la oportunidad. Pero ustedes quieren alimentar la ilusión de la gente pobre, de que con esfuerzo podrán ser como yo y eso no es cierto, yo era un genio.

Una pequeña sonrisa apareció y desapareció rápidamente de su cara. No quería ofenderme, pero le pareció gracioso que me refiriera a mi mismo como un genio. Era verdad, lo que yo hice no está al alcance de la mayoría de las personas. No está al alcance de casi ninguna de hecho.

- Bueno, el artículo va sobre usted, comprenderá que no vamos a hacer un análisis económico de la época que le tocó vivir.

Era evidente que sí lo iban a hacer, pero falso.

- En cualquier caso, señor Stevenson, lo que usted hizo fue impresionante. Hay quien dice que podía ver el futuro. Su capital personal era el mayor del mundo con mucha diferencia. Era incluso más impresionante teniendo en cuenta lo que donaba a la beneficencia. De ahí pasamos a la tercera fase.

La tercera fase, la caída. Bonito nombre para describir una bancarrota.

- Aquí es donde nadie se aclara. Repentinamente decide usted reducir drásticamente sus inversiones y se dedica a un nuevo modelo de negocio. Más repentino fue que ni siquiera lo hizo en su país, Estados Unidos, sino que decide irse con su dinero a Europa. Comprenderá que la gente no lo entienda.

"La gente es idiota", pensé pero me lo callé. Si no sabían porqué invertía en una u otra empresa no podían comprender esto, ni aunque estuviera todo delante de sus narices. Nunca dejó de sorprenderme lo idiota que pueden ser algunos, principalmente los que dirigen los países.

- Y así fue como todo empezó a ir mal, al menos mal para usted. Si no me equivoco creó usted tres empresas de microcréditos, que concedieron en un año créditos por el valor de, espere que lo consulte, diez mil millones de euros. Eso sólo en España. No comprendemos bien porqué decidió centrarse en España, habiendo otros países en crisis en la Unión Europea. Y después estuvo su asociación de apoyo a la ciencia y la tecnología. ¿Cuánto invirtió ahí?

- No lo recuerdo.

- Bueno, mucho en todo caso. Realmente los españoles le deben estar muy agradecidos, en un momento en el que parece que va a bajar su economía llega usted y les salva de la crisis. Hemos entrevistado al presidente del país en ese momento. ¿Cómo se llamaba? Ah, sí, Rodríguez-Zapatero. Gran hombre. Habla maravillas de lo que usted hizo.

Eso ya colmó el vaso de mi paciencia.

- ¡Ese hombre es un idiota! No deberían hablar con él. De no ser por mi habría pasado a la historia como uno de los más inútiles presidentes que la humanidad ha tenido la desgracia de conocer.

Esta salida de tono le pilló muy desprevenido. Estaba claro que estaba sonsacándome información, pero no se esperaba que ese fuera precisamente el resorte que me hiciera saltar. No aguantaba oir hablar de ese hombre.

- ¿Disculpe? -Estaba casi en estado de shock.- Pensaba que tuvieron muy buena relación, él habla muy bien de usted. Incluso le dieron el mayor galardón del país, el premio del Principe, creo.

- ¿Y cómo va a hablar de mi si yo le salvé la vida? -Intenté relajarme.- La vida política, quiero decir. Antes de que yo decidiera intervenir en España estaba en caída libre. De no ser por mi España se hubiera hundido.

- Perdone, y no quiero ser descortés, pero creo recordar que España estaba mal, pero no tan mal como para hablar de "hundimiento". Creo recordar que el presidente lo calificó como una "desaceleración", ni siquiera como una crisis. ¿Cuándo empezó usted a invertir en España?

- A principios de 2008. -Encendí el cigarro que me había ofrecido antes, no quería hablar demasiado pero me estaba excitando.-

- Eso, cierto. -Miró alguno de sus papeles.- Entonces la economía estaba ya en recesión, pero aún no se consideraba crisis. A principios de 2009 la cosa empezó a mejorar, ¿no? En gran parte gracias a usted, sólo en 2008 se crearon en España más empresas que en toda una década, en gran parte gracias a sus microcréditos. ¿Qué hizo el presidente que le pareciera tan malo?  Es sólo curiosidad, le prometo que todo esto es confidencial y no saldrá a la luz si usted no quiere.

Me quedé un momento pensativo. ¿Debía hablar? Sabía que no era buena idea, pero tanto tiempo pseudoaislado me quemaba por dentro. Si era confidencial podía, pero no sabía si podía fiarme del chico. Llevaba demasiado tiempo sin hablar con nadie y más aún guardándome esto para mi.

- Lo hizo todo mal. Negó que hubiera una crisis, ante todo, y se gastaba el dinero del país en medidas electoralistas. De seguir así el país se hubiera hundido junto con Grecia, Portugal e Italia. Europa entera hubiera caído.

Era verdad, mis predicciones nunca fallaban y estaba claro lo que iba a pasar. La política electoralista de Rodríguez-Zapatero hubiera terminado de arruinar a España y al resto de Europa después.

- ¿Entonces piensa usted que Rodríguez-Zapatero iba a arruinar a  su país?

- Él no. El país ya venía arruinado de antes. ¿Cómo piensa alguien que un país como España, con tan poca industria, puede construir más viviendas en un año que Alemania y Francia juntas? Y encima el anterior presidente, ese tal Aznar, se enorgullecía de eso. Ese era aún más idiota que Rodríguez-Zapatero. Su economía era totalmente ridícula, era cuestión de un par de años que se estrellaran del todo. Al caer habrían arrastrado al resto de Europa.

- Bueno, pero no pasó, ¿no? Italia, por ejemplo sufrió mucho más que España, y aún así tampoco se puede decir que se hundiera. Tuvo una crisis, sí, pero no es que llegara a la bancarrota.
Intenté respirar hondo. Ya estaba decidido, hablaría con él porque si me iba sin soltar lo que tenía en la cabeza podría darme un infarto.

- No llegó a la bancarrota porque yo lo evité. -Dije lo más calmado que pude.- Estaba todo conectado. La Unión Europea era toda una, económicamente hablando. Si caía España caerían todos, por eso decidí actuar en España. Podría haberlo hecho en Italia también, pero el presidente de entonces, ¿cómo se llamaba? -Tuve que pensarlo un momento.- Berlusconi, eso. Ese era aún peor que Rodríguez-Zapatero, era corrupto además de inútil.

No se lo que pensó en ese momento. A lo mejor pensaba que estaba senil y que desvariaba. Por otro lado se veía que realmente me respetaba, o al menos lo fingía muy bien. Se quedó un momento pensativo, estaba midiendo su siguiente pregunta, había abierto la caja de la información sin quererlo y no quería que se volviera a cerrar.

- No lo entiendo. -Dijo al fin.- ¿Cómo puede usted saber lo que hubiera o no ocurrido?

- ¿Cómo se cree que me hice rico, joven? Prediciendo lo que iba a pasar. Los sistemas políticos son complicados, pero no tan complicados como para no predecir lo que va a pasar con una cierta probabilidad. Sólo necesitas un buen modelo. Bueno, eso y un superordenador, claro. Lo que iba a pasar estaba claro.

- ¿Y me lo puede explicar?

- Las políticas del gobierno español iban en la dirección totalmente contraria. Pretendían seguir a Keynes, gastando más cuando la economía va mal, pero sin ningún plan de futuro. Sólo gastaban y gastaban. Pensaban que era una situación transitoria que se resolvería sola, como por un milagro. Incluso oí que estaban barajando hacer un plan para bajar el paro a base de darle dinero a los ayuntamientos para que levantaran sus aceras y las volvieran a dejar igual. No me pregunte de donde viene esa información, eso es confidencial.

Me miró incrédulo. Era demasiado joven para conocer lo ilimitada que era la estupidez humana.

- Al caer España caería toda la zona sur de Europa. Saldrían del euro y sus nuevas monedas se devaluarían rápidamente. Esto también afectaría a Alemania, ¿quién iba a comprar sus coches ahora si valían cuatro veces más? En cinco años Europa estaría disgregada y en crisis. Eso no sería lo peor. -Me miró sorprendido, ¿podía haber algo peor?- Los conflictos en los países del sur empezarían pronto. La gente pobre suele aceptar su condición, pero si te han dejado ser rico por unos años y ahora te arruinan empiezan los conflictos. Después les seguiríamos nosotros.

- ¿Nosotros? -Preguntó sorprendido.-

- Claro, la economía es global. ¿Quién iba a comprar nuestros Ipads ahora? La crisis afectaría a todos los países. China sería el último en caer.

- Vaya, que apocalíptico. ¿Y por qué no pasó?

Me parecía sorprendente un periodista que no supiera enlazar nada. Luego me di cuenta de que quería que se lo contara yo. Le hice un gesto pidiendo más tabaco, me había requisado el mío en la residencia. Ya que iba a hablar al menos tenía que sacar algo a cambio.

- No pasó porque yo intervine. La única manera de evitar el colapso global era hacer lo que los políticos no hacían, reactivar la economía. Por eso empecé con los microcréditos.

- Eran para emprendedores, ¿no?

- Sí, y no me interrumpa cuando estoy hablando. Soy muy mayor y puede que no viva lo suficiente para terminar esta conversación. La idea era simple, dar dinero a gente que quisiera emprender, cambiar la economía española. Si tienes una idea para comenzar un negocio te la financiamos, si funciona lo devuelves, si no a otra cosa. En menos de un año se crearon más nuevas empresas que en toda una década anterior. Algunas de ellas son ahora de las más importantes del mundo.

Se hizo el silencio por un momento. Le veía en la cara que me quería preguntar algo, pero no se atrevía por si volvía a mandarlo callar. Lo dejé un momento así, que aprendiera a comportarse. Cuando consideré que ya habría aprendido la lección le hice un gesto para que me preguntara.

- Sí, lo de los microcréditos fue muy exitoso, aunque no como esperaba, ¿no? Quiero decir que muchos no se devolvieron y perdió usted mucho dinero.

- Es que esa es una medida que debía tomar el gobierno, yo ya sabía que iba a perder el dinero. -No pareció entenderme.- Es muy simple, si el gobierno dedica ese dinero a fomentar la innovación, aunque no lo recobre directamente lo recobrará con las empresas que triunfen. Estas empresas son las que activan la economía de un país. ¿Qué sería ahora de España sin Quantesp o Softmol? Esas empresas solas mueven casi más dinero que todas las demás de España juntas, incluyendo el grupo Inditex. Si en vez de hacerlo yo lo hubiera hecho el gobierno español hubieran perdido una miseria en comparación con lo que habrían ganado. Pero ellos no pensaban así, nada más que pensaban en construir casas, casas para nadie. ¿Sabe usted que todavía hay casas en España desocupadas que se construyeron hace casi veinte años, en plena orgía inmobiliaria? ¿Cómo iban a continuar así?

Otro silencio.

- Bueno, y aparte está lo de la ciencia, ¿eso fue pura filantropía?

- Por supuesto que no. Las empresas innovadoras no pueden crecer y desarrollarse sin científicos. Otra vez en España se estaba haciendo lo contrario de lo que deberían, estaban recortando en ciencia y tecnología. ¿Pero cómo iban a salir de la crisis así? Esperaban que un milagro hiciera a la gente comprar sus casa como locos, no había otra salida para ellos. Mire, le propongo un experimento, cruce la información de las empresas que surgieron de los microcréditos con la gente que se aprovechó de mi plan científico. Ya verá que muchos pasaron de un sitio al otro. Los microcréditos servían a medio plazo, la investigación a largo. El problema es que el gobierno de España por aquel entonces no era capaz de ver más allá de las siguientes elecciones.  

Otra vez se hizo el silencio. Esta vez era porque no sabía que preguntar. Era normal, demasiada información, pero así habían sido las cosas. Una vez escuchado estaba claro que todas las piezas del puzzle encajaban. El problema era que no se podía probar, los personajes secundarios nunca reconocerían que iban a comportarse de una manera tan estúpida, pero lo hubieran hecho. No tenía ninguna duda de lo que hubiera pasado sin mi intervención. Rodríguez-Zapatero habría lapidado el capital español de la manera más estúpida posible, luego habría perdido las siguientes elecciones. La llegada de los conservadores al gobierno español habría terminado de destrozarlo todo. Educación, ciencia, sanidad, derechos humanos, todo desaparecería mientras intentaban salvar lo que quedaba de su paupérrimo sistema económico. La única opción entonces hubiera sido abandonar la Unión Europea a tiempo, pero para eso hacían falta agallas, y eso no abundaba en la acomodada clase política española. Mientras, en los otros países en crisis las mismas medidas de austeridad seguían estrangulando a la población. Hambre, analfabetismo, enfermedad, conflicto, eso era lo que le esperaba a Europa, y después al resto del mundo.

 - Tiene que dejarme contar esto, señor Stevenson. La humanidad tiene que saberlo.

- ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene contarlo, joven? Lo hecho, hecho está. Además nadie lo creería. Todos saben que esas inversiones fueron mi ruina. Muy buenas para España y el mundo, sin duda, pero mi ruina. Cuando lo hice no dije que era para salvar el mundo, evidentemente, dije que era un negocio. Así conseguí más capital para poder hacerlo todo. Si lo cuento ahora dirán que sólo soy un viejo chocho que quiere disimular su último y grave error.

- Pero la gente lo entenderá, alguna gente al menos. ¿No cree?

- Es usted demasiado joven. ¿Realmente piensa que Rodríguez-Zapatero reconocerá que iba a gastarse el dinero del país en unas obras inútiles sólo para bajar el paro unos meses y salir mejor en las encuestas? Dirá que si yo no hubiera llegado él habría hecho lo que hice yo. El resto de los inútiles igual, dirán que yo les ayudé pero que la cosa estaba ya casi solucionada. No, prefiero dejarlo todo como está. Prefiero pasar a la historia como un genio que al final tuvo una mala jugada, antes que como un mal perdedor.

- Pero... -No le dejé terminar.-

- ¡He dicho que no! -Grité y se sobresaltó.- Es mi decisión. Le recuerdo que todo esto es confidencial, así que no se le ocurra escribir nada. Si lo piensa por un momento piense también que, aunque arruinado, tengo aún algunos amigos influyentes.

Empezó a recoger sus cosas, sabía que no tenía nada que hacer. Era el peor escenario posible, había conseguido su entrevista, era muy interesante pero no podía publicarla. Lo sentía un poco con él, pero ya sabía como iba a ser antes de ir. Si aún así accedió era problema suyo. Al final se levantó y me ofreció su mano.

- En cualquier caso ha sido todo un honor señor. Le prometo que el número será impecable, aunque no salga nada de esto. -Se quedó un momento pensando sin saber sin continuar.- Bueno, gracias también por salvar el mundo.

No pude evitar sonreír. La gente joven es tan ingenua.

- No me las de, joven. Yo sólo retrasé lo que es inevitable. El colapso del capitalismo se dará igualmente, sólo que la siguiente vez no estaré yo aquí para evitarlo. 



Relato de Daniel Manzano Diosdado. Licencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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El millonario filántropo

Daniel Manzano Diosdado

Era un día normal en mi aburrida vida. Hacía ya más de cinco años que estaba en la residencia de ancianos. Nunca pasaba nada. Mi vida no era más que una lenta espera, espera del día en que me acostara y no me volviera a levantar. Mi mayor excitación en ese momento era pensar que ese día tocaba pudding de postre en el comedor.

- Walter, cuéntale a mi hijo eso de que eras millonario y que lo perdiste todo. -Me dijo uno de mis compañeros, un octogenario bastante lúcido, al menos bastante lúcido en comparación con los demás.-

- Otro día, John. Voy al comedor.

Así eran todas mis conversaciones día tras día. No me gustaba la televisión, ni internet, lo único que me entretenía era leer la prensa todas las mañanas.
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El fin de Dios

Daniel Manzano Diosdado

- Almirante, ya estamos en órbita.

El Almirante levantó una mano indicando que lo había oído y siguió atento al monitor. El ambiente era tan tenso como había imaginado. La tripulación, militares experimentados todos, casi no respiraba. Era algo previsible, a fin de cuentas en menos de dos horas iba a comenzar la operación militar más importante de la historia de la humanidad.

- Estaré en mi dependencia revisando el plan de ataque. – Dijo el Almirante.

Piratas

Daniel Manzano Diosdado

- Señor.  -El radar ha detectado algo extraño.- Parece una nave, pero desde luego no es de las nuestras.

El capitán lo miró sorprendido. Llevaba más de diez años al cargo de esta nave, haciendo esta misma ruta entre la Tierra y la Colonia 2 y nunca había tenido ningún problema. Por otra parte los tiempos estaban cambiando, y él lo sabía.

- Mande una señal de aviso. Exija identificación.

El  oficial dio la orden al ordenador.

Azar

Daniel Manzano Diosdado

Aquel día empezó como cualquier otro. Julia salió de su casa temprano en dirección a la Escuela de Spintrónica, donde trabajaba. Le gustaba llegar temprano para poder desayunar allí y que los alumnos pudieran interactuar con ella. Era importante que la sintieran cercana y accesible. Sobre todo en los tiempos tan complicados que corrían. Ese día, sin embargo, no llegaría a la escuela.

Inteligencia Cuántica

Daniel Manzano Diosdado

La sala estaba oscura y un poco fría. A Jean no le gustaba en absoluto el entorno, le hacía sentirse incómodo, pero estaba dispuesto a soportarlo con tal de seguir en el proyecto. No olvidaba que era el primer psicólogo al que dejaban participar. Llevaba ya más de tres meses, y era sin duda el proyecto de su vida. En la sala había un terminal que daba acceso al superordenador más importante del momento.

- Hola, Joshua.

Mutantes

Daniel Manzano Diosdado

Bruce

Nunca olvidaré el día que conocí a Rachel. Fue el día en que mi vida cambió. De hecho, también fue el día en que su vida cambió. Nunca he sido especialmente inteligente, no llego a ser como un humano, pero creo puedo influir en las cosas. Eso es lo que Rachel me ha enseñado, que puedo hacer más cosas que las que pensaron cuando me diseñaron.

Era mi primer día como relaciones públicas en la mina de diamante.

Spintrónica

Daniel Manzano Diosdado

El comedor de la Escuela Técnica de Spintrónica de la tercera colonia estaba bastante en calma. Aún quedaba una semana para el comienzo del nuevo curso y no se encontraban las decenas de estudiantes que solían reunirse allí para comer, estudiar o, y principalmente, charlar. Entre el ir y venir de alumnos y profesores sueltos sólo un grupo, tres chicos y una chica, permaneció en una mesa durante bastante más tiempo.

Neurociencia. Capítulo III

Daniel Manzano Diosdado

- ¿Una copa de champán?

Pietro miró al señor Gordon y afirmó. ¿Por qué no? Estaban de celebración al fin y al cabo.

- Nunca dudé del éxito de nuestra colaboración. -Dijo el jefe mafioso.

"Mentiroso", pensó Pietro. "Dudas ahora mismo, por eso me has traído aquí. Incluso después de que ya hayas ganado más de un millón de dólares gracias a mí."

- Yo tampoco. -Respondió, y sonrió.

Neurociencia. Capítulo II

Daniel Manzano Diosdado

La noche era bastante fría, pero agradable. Pietro miró al cielo y se sintió más joven por un momento. Estaba todo lleno de estrellas. En la ciudad rara vez se paraba uno a mirar las estrellas, y nunca se veían tantas. Debería buscarme algo en las montañas para mi jubilación, pensó. Entonces, un golpe en el brazo lo devolvió a la cruda realidad. Había que seguir andando.

Ciertamente hacía mucho frío.

Neurociencia. Capítulo I

Daniel Manzano Diosdado

- Parece un mapa cerebral normal. - Dijo Pietro mientras ojeaba los papeles.- Un sujeto de unos treinta años. Aparecen varias reestructuraciones periódicas, no invasivas, en los últimos cinco años.

Se quitó las gafas de cerca mientras se frotaba los ojos. Este trabajo cada día le cansaba más, se sentía ya viejo para hacer lo mismo una y otra vez. Levantó la mirada y miró al señor Gordon, jefe del sindicato del crimen más famoso de la ciudad.
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