El fin de Dios
Daniel Manzano Diosdado
- Almirante, ya estamos en órbita.
El Almirante
levantó una mano indicando que lo había oído y siguió atento al monitor. El
ambiente era tan tenso como había imaginado. La tripulación, militares
experimentados todos, casi no respiraba. Era algo previsible, a fin de cuentas
en menos de dos horas iba a comenzar la operación militar más importante de la
historia de la humanidad.
- Estaré en mi
dependencia revisando el plan de ataque. – Dijo el Almirante. - Tenedlo todo
preparado y confirmar la posición de las demás naves.
Dicho esto cruzó
el puente de mando, no sin antes echar un último vistazo al desconocido planeta
que estaban orbitando. Una enorme esfera roja, muy similar a Marte, se
observaba por el cristal de la nave. También se comenzaban a ver el resto de
naves de la flota ocupando sus órbitas. Un total de cincuenta naves
participarían en la operación, aunque la mayoría estarían al otro lado del
planeta, por lo que no serían visibles.
Una vez llegó a su
dependencia, el Almirante cerró la puerta y sacó una botella de whisky escocés
de 12 años. Por supuesto, no estaba permitido tener alcohol a bordo, pero a los
capitanes de cada nave siempre se le permitía algún lujo. Lo sirvió en un vaso
y pensó en cómo había cambiado la tecnología espacial en menos de una década.
La primera vez que salió al espacio, para ir a la Estación Espacial Internacional,
aún no existía la gravedad artificial. Desde luego todo era mucho más cómodo
ahora. También pensó qué demonios hacía allí, orbitando un planeta extrasolar,
a cientos de años luz de distancia de la Tierra, al mando de una flota
internacional que, en menos de dos horas, iba a cometer la mayor atrocidad de
la historia de la humanidad. Probablemente la mayor cometida desde que existe
el universo.
Encima de su mesa
se proyectaba el holograma del planeta en cuestión. Lo ojeó distraídamente
mientras pensaba en cómo había llegado tan lejos. La respuesta, en lo que
concernía a su persona, era obvia. Héroe de la guerra de Irak y astronauta
reputado, no había nadie en todo el planeta más preparado que él. De hecho,
nadie había ascendido tan rápidamente de capitán a almirante en toda la
historia de los Estados Unidos. También, por casualidad y en gran medida en
contra de su voluntad, era la persona que más había participado en esta
historia desde el principio.
El entonces
Capitán Smith recordaba perfectamente el día que cambió su vida. Fue un 1 de enero,
en 2013, cuando recibió una llamada diciendo que la SETI (Search for
Extraterrestrial Intelligence, o Departamento de Búsqueda de Inteligencia
Extraterrestre), habían recibido una señal anómala y habían activado el
protocolo. En ese momento ya llevaba más de cinco años siendo el enlace entre
la SETI y el Pentágono, pero esta era la primera vez que tenía que hacer algo.
Siempre consideró el puesto como algo testimonial, un sobresueldo que le daban
como recompensa por los servicios prestados. Realmente nunca imaginó que algún
día tendría que trabajar.
Cuando llegó al
complejo vio que no se trataba de una broma o simulacro. Los técnicos iban de
un lado a otro, imprimiendo coordenadas, discutiendo casi a gritos y con una
extraña expresión de felicidad en la cara. Durante más de una hora el capitán
Smith intentó contactar con el director del centro, pero fue totalmente inútil.
Cuando ya se le acabó la paciencia la amenazó con precintarlo todo si no le
explicaban inmediatamente lo que ocurría. Sólo entonces la vicedirectora
encontró un momento para reunirse con él en su despacho.
La vicedirectora,
Elisabeth Simpson, era una científica reputada. Rondaba ya los cincuenta años y
se veía más difícil de impresionar que los
jóvenes que la rodeaban. Cuando entraron en su despacho, Smith se paró a
analizarla por primera vez. Se la veía bastante curtida. El Capitán pensó que
era lógico. Una mujer de esa edad tenía que haber entrado en el mundo de la
astrofísica cuando aún era un mundo vetado por los hombres, si había llegado a
vicepresidenta de la SETI tenía que tener un carácter de hierro. Cuando
entraron se sentaron en torno a su mesa y entonces le explicó qué ocurría, habían
detectado una señal que contenía un mensaje claro y conciso. El movimiento que
veía en el centro se debía a que habían reorientado todos los raditelescopios
al punto de detección, y estaban contactando observatorios vecinos para que
enfocaran sus telescopios ópticos en la misma dirección. Los más jóvenes
estaban muy excitados, pero la Doctora Simpson estaba aplacando sus
pretensiones con su lógica clara y experimentada. Todo parecía indicar que el
mensaje era falso. Fueron una serie de pulsos electromagnéticos que enviaban un
mensaje en código Morse. Este decía en inglés:
- HOLA HUMANOS.
El Capitán Smith
entendió al instante el escepticismo de la vicedirectora. Se podían imaginar
todo tipo de maneras de comunicación entre seres extraterrestres y humanos,
todo menos el código Morse. A pesar de
estar totalmente convencido de que se trataba de una broma comenzó a seguir el
protocolo de emergencia para estos casos. Contactó al Pentágono y comenzó el
programa de contención de la información. Fue totalmente inútil. La noticia fue
filtrada por los propios técnicos de la SETI, que ya habían subido la noticia a
la red social Tweeter. En menos de una hora era Trending Topic mundial y las
cadenas de noticias más serias empezaban a hablar del tema. Maldito internet, pensó,
al día siguiente consiguió que se despidieran a varios técnicos por esto y que
se restringiera el uso de smartphones.
Al día siguiente,
la noticia seguía propagándose rápidamente, pero también lo hizo el desmentido.
Reputados astrofísicos del mundo entero salieron en televisión desacreditando
el descubrimiento. El argumento era el mismo que el de la Vicedirectora
Simpson. ¿Cómo se iban a comunicar con nosotros los extraterrestres mediante
técnicas humanas? Además ya no se recibía ninguna señal, por lo que la
comprobación era imposible. Ni los radiotelescopios ni los telescopios ópticos
detectaban nada en absoluto en esa dirección. El sentido común y toda lógica
científica apuntaban a que la señal era de origen humano.
Después de una
semana todo seguía igual. No había más señales y el punto de la detección
parecía el más vacío de toda la esfera celeste. Sólo había dos hipótesis medio
razonables: o una civilización extraterrestre había aprendido Morse, e inglés,
y nos enviaba una señal desde una indetectable base espacial; o alguna potencia
extranjera había gastado una broma a los americanos enviando una señal que
pretendía ser extraterrestre desde un satélite o avión espía. La segunda era la
más razonable. El Pentágono montó en cólera al imaginar que los rusos o los
chinos manejaban una tecnología mucho más avanzada que la suya, y puso a todas
las agencias de inteligencia a trabajar en ello. Sólo los científicos más
soñadores y los más fieles seguidores de los programas pseudocientíficos y
teorías conspiranoicas creían la primera hipótesis. Tras un mes la SETI
descartó la señal como extraterrestre y comenzó a realinear los raditelescopios
a su posición anterior.
Pero la cosa no
quedó ahí. Un pequeño grupo de científicos e ingenieros de la SETI, jóvenes y
soñadores, decidieron hacer un pequeño experimento antes de volver al trabajo.
Ya que conocían el punto exacto de donde venía la señal decidieron responder. Era
algo extraoficial por lo que tuvieron que diseñar su propio dispositivo emisor.
Para eso usaron una antena parabólica y un emisor de radio. Enviaron un mensaje
claro y conciso, como el que recibieron.
- HOLA,
INTELIGENCIA EXTRATERRESTRE.
La respuesta no
tardó ni un minuto en recibirse.
- HABÉIS TARDADO
MUCHO.
Esta vez el
escándalo fue aún mayor. También lo fue el fracaso del protocolo de contención
de la información, ya que esta vez la señal fue detectada por decenas de
radioaficionados que había puesto sus equipos a observar el cielo. Sólo la
posición exacta del origen de la señal pudo ser contenida. Al día siguiente ese
era el único tema de conversación en casi todo el mundo. Tampoco se podía dudar
ya del origen extraterrestre de la señal, fue captada también por un satélite
de radiocomunicaciones.
El Almirante Smith
lo recordaba todo nítidamente, como si hubieran pasado sólo unos días.
Ciertamente recordaba melancólicamente aquellos días en los que todo era nuevo
y excitante. Pasó muchas noches sin dormir, pero no le importaba, cada día era
diferente al anterior y se vivía el sentimiento general de vivir el momento más
importante de la historia. No se sentía así desde la primera vez que salió al
espacio.
Se levantó de la
silla y miró de nuevo el holograma. En la imagen del planeta había una serie de
puntos rojos que marcaban los objetivos de los misiles, venían a cubrir el
planeta entero. Un total de cincuenta naves, que lanzarían diez misiles cada
una, participarían en el ataque. Quinientas bombas atómicas en total. Nunca el
ser humano había causado tanta destrucción en tan poco tiempo. Pensó en la
justificación que el Pentágono le había dado, a fin de cuentas era uno sólo el
objetivo, en otras guerras como Irak eran cientos de miles los muertos, pero
aquí sólo habría uno. Excusas, pensó. Lo que era cierto es que sólo había un
ser inteligente en el planeta. De hecho, dar tantos detalles sobre sí mismo
había sido el primero de una serie de errores que cometió y que condujeron a
esta situación.
La Vicedirectora
Simpson telefoneó directamente al Capitán Smith y le explicó la nueva
situación. Una vez se recibió el segundo mensaje ya no había duda alguna sobre
su origen. Ni chinos, ni rusos, ni ningún ser humano en general podía estar
detrás. Nadie podía explicar tampoco cómo podía haberse detectado y respondido
tan rápido.
Como otras
potencias habían detectado la señal, los estadounidenses ya no tenían el
monopolio de la comunicación extraterrestre. Por ese motivo, la vicedirectora
Simpson le pidió que contactara a la Casablanca para poner esto en manos de la
ONU. Si cada país empezaba a tener comunicaciones en distintos idiomas y con
distintos mensajes sería una locura. Aunque en principio era la SETI la que
mejor conocía el punto exacto donde se realizaba la comunicación era mejor no
arriesgar a confundir al interlocutor. Decidieron también ponerle un nombre, IE
(Inteligencia Extraterrestre). Con pocas ganas, pero menos opciones, el
gobierno americano tuvo que ceder el control a un organismo internacional. En
menos de una semana la ONU, la misma que tardaba meses en enviar ayuda
humanitaria urgente, formó un comité de expertos. También se acordó que la
comunicación se haría pública, salvo cuestiones de seguridad internacional. En
cualquier caso no era necesario ya. Cientos de radiotelescopios caseros
escudriñaban el cielo intentando recibir mensajes alienígenas.
Mientras, al
capitán Smith le encargaron trabajar con la NASA para diseñar un plan de
defensa ante un hipotético ataque alienígena. Fue un trabajo interesante pero
infructuoso. Aunque en la NASA trabajaban algunas de las mentes más brillantes
del mundo y el Pentágono dio unos recursos casi ilimitados, el trabajo era
imposible. No puedes defenderte de un ataque si no tienes una idea de cómo
será, y si hablamos de extraterrestres poco podemos imaginar. En cualquier caso
era una buena oportunidad de trabajar y pasar algún tiempo con sus antiguos
compañeros.
Si bien el comité
de la ONU se formó en menos de una semana, tardó más de un mes en formular una
serie de mensajes que enviar a la IE. Todo debía ser neutral, nada de mensajes
políticos ni religiosos, nada que lo pudiera enfadar, ni provocar, ni ofender.
Incluso había quien se oponía a que el mensaje se enviara en inglés, ya que
debía ser representativo de toda la humanidad y, por lo tanto, debía ir en
todos los lenguajes humanos. Afortunadamente el sentido común prevaleció y el
mensaje se envió en el idioma que la IE había usado. Sólo pudieron acordar tres
preguntas que enviar. "¿QUIÉN ERES?", "¿DÓNDE TE
ENCUENTRAS" y, finalmente, "¿CÓMO NOS HAS ENCONTRADO?". La
respuesta no tardó en llegar y estremeció al mundo.
- LLEVO MUCHO
TIEMPO OBSERVANDO, DESDE ANTES DE QUE EXISTIERAIS, YO OS CREÉ.
De nuevo, el
mensaje monopolizó todos los medios de comunicación. En la televisión, en
internet o en la calle practicamente nadie hablaba de otra cosa. Todo se llenó
de líderes religiosos indignados hablando de la gran farsa, de científicos cada
cual con su teoría estrafalaria y, cómo no, de tertulianos diciendo tonterías
sin sentido.
Se formularon un
millón de preguntas, pero por suerte la ONU bloqueaba el contacto. Cientos de
personas fueron a la sede de la SETI, con pancartas donde exigían enviar todo
tipo de mensajes, a cada cual más surrealista. Líderes religiosos incitaban a enviar mensajes cada
vez más insultantes, mientras otros aprovechaban el impacto mediático para
crear nuevas sectas y religiones. Radioaficionados de todo el mundo intentaron
enviar sus propios mensajes de paz o de odio, pero si recibió alguno no le hizo
ningún caso. Sólo interactuaba con los mensajes que recibía desde la SETI.
También se
descubrió pronto que la ONU era una trampa burocrática que imposibilitaba la
comunicación. Tardaron más de un mes en diseñar una respuesta apropiada. Todo
pasaba por decenas de asesores y políticos que debían dar el visto bueno a
cualquier detalle, y el tiempo se perdía en infructuosas discusiones. Se
decidió entonces crear otro comité, esta vez formado por científicos, que
realizara una comunicación más directa. El comité político pasó a un plano de
control. Se pensó que si se orientaba la conversación hacia un plano más
científico habría menos polémica. El Pentágono aprovechó la experiencia del
capitán como astronauta para conseguir que entrara en el comité. La
Vicedirectora Simpson también formó parte.
Durante más de un
año hubo una conversación más fluida y tremendamente productiva. La IE nunca
hacía preguntas, y respondía sólo a lo que quería, pero dio una cantidad enorme
de información. Explicó que vivía en un planeta similar a Marte, pero a cientos
de años luz de la Tierra. La comunicación se realizaba mediante un portal que
trasladaba la radiación, y la materia, de un punto a otro de manera
instantánea. Un pliege en el espacio-tiempo, lo denominaron los científicos.
Físicos de todo el mundo se morían por preguntar los detalles del dispositivo,
pero el comité político decidió que era más urgente averiguar más sobre el
interlocutor. Explicó como el portal llevaba allí cientos de miles de años,
desde poco después de formarse el planeta. Así había observado la evolución de
la vida terrestre desde su origen. Sin embargo, no supo que los seres humanos
éramos inteligentes hasta que inventamos las telecomunicaciones y parte de
nuestras señales se colaron por el portal. Según contó tardó años en aprender a
descifrarlas, pero cuando lo hizo se sintió fascinado por el entramado social
de la humanidad. Aprendió incluso a interpretar la señal televisiva y así
aprendió nuestros idiomas y como contactar con nosotros. La idea de contactar a
la SETI la obtuvo de la película Contact.
Una vez sabido que
nos observaba se intentó censurar las comunicaciones vía satélite. La mayoría
de las televisiones participaron voluntariamente, y decidieron no hablar del
tema en este tipo de emisiones. Una excepción fue el canal árabe Al-Jazeera,
donde a diario entrevistaban a imanes que declaraban la guerra santa a los extraterrestres.
Si la IE recibió estos mensajes no pareció entenderlos o importarle.
La conversación se
enfocó entonces hacia la IE en sí. Explicó que era el organismo más antiguo que
existía en la galaxia, al menos que él supiera. Había evolucionado por un
proceso darwinista, igual que nosotros, pero dando un resultado radicalmente
diferente. En ese planeta sólo había un organismo. Realmente, los biólogos
debatieron durante años si considerarlo un sólo organismo o una colonia
simbiótica. Lo cierto es que, aunque distintas células tenían distinta
información genética, sólo había una inteligencia, o una consciencia, por
llamarlo de alguna manera. No había depredadores, no había guerras. Tal y como
se interpretó aquel era el planeta de la armonía. Tampoco había fuentes de
energía salvo la estrella en torno a la que orbitaba. Todo esto inspiró a
científicos, pacifistas y ecologistas como un ejemplo a imitar, el Pentágono lo
interpretó como un símbolo de debilidad y vulnerabilidad.
- Almirante,
tenemos una comunicación entrante de la Tierra. - Se oyó por un altavoz.
El Almirante Smith
salió de su dependencia y se dirigió al puente de mando. Una vez allí le dieron
un sobre que contenía, recién impresas, las órdenes del centro de mando
terrestre. El método era totalmente arcaico, pero era una manera simple y
efectiva de evitar la interceptación de las comunicaciones. Un mensaje por
radio cifrado, con una clave única, y descifrado en un ordenador independiente
y sin monitor. La IE no podía saber de ninguna manera lo que había en el sobre.
El Almirante leyó el mensaje con cuidado, pero no había mucho que leer. La
operación seguía adelante. Todas sus esperanzas de que se suspendiera el ataque
en el último momento se esfumaron en un instante. En menos de una hora ya estaría
hecho.
Decidió permanecer
en el puente hasta el momento del ataque. Así no se atormentaría tanto pensando
en lo que iba a pasar. Por un momento pensó en suspenderlo todo, pero era
inútil, sabía que no serviría de nada. Si daba una orden contraria a las del
centro de mando el vicealmirante lo mandaría detener y el ataque se efectuaría
igual. Terminaría como Elisabeth. Era horrible pensar que era el último ser
humano cuerdo, el único que veía la gravedad de lo que iba a ocurrir.
Ni siquiera
tuvieron que analizar la IE. Él mismo dio todos los detalles sobre sí mismo que
necesitaron. Ocupaba toda la extensión planetaria, pero sólo en la superficie. Estaba
formado de carbono, al igual de nosotros. Realizaba la fotosíntesis aunque sin
clorofila, como ciertas bacterias terrestres. Tampoco tenía un sistema nervioso
centralizado, sino una especie de red neuronal que se extendía por todo el
planeta. Parecía que lo que más le interesaba era la biología.
Se ve que esta
pasión, por llamarlo de alguna manera, le llevó a la experimentación. Como en
su planeta sólo había un organismo, él mismo, decidió crear vida en otros
planetas y dejar que la evolución la moldeara a su antojo. Este fue el motivo
que le llevó a buscar planetas en su opinión habitables, sin temperaturas
extremas y sobre todo con agua, para "fecundarlos". Envió material
orgánico a estos planetas y esperó. Al parecer sólo en nueve planetas tuvo
éxito el experimento, y sólo en la Tierra la vida evolucionó a algo que se
pudiera considerar inteligente. Nosotros. Así fue cómo se creó la vida en la
Tierra.
La noticia cayó
como un saco en un planeta que se empezaba a acostumbrar a convivir con seres
extraterrestres. Muchos grupos religiosos usaron la estrategia de la negación.
Una excepción fue la iglesia católica, que mantuvo silencio durante bastante
tiempo para luego afirmar que, en caso de ser cierto, eso no entraba en
conflicto con su doctrina. Sin duda los dogmas religiosos se estremecieron más
en un día que lo hicieran anteriormente en sus miles de años de existencia.
Desde el punto de
vista científico también hubo un gran impacto. La hipótesis de que el origen de
la vida terrestre era extraterrestre, la panspermia, había sido descartada
hacía décadas. Ahora todos los biólogos y geólogos parecía que la habían
defendido siempre. Los paleontólogos en concreto no paraban de formular
preguntas abiertas y finalmente, la comisión les permitió comunicarse
directamente con la IE.
Durante meses la
IE explicó pacientemente como había sido la evolución de la vida. El puzzle fósil
se aclaró más que en toda la historia de la paleontología. También la IE dio
las coordenadas de otro planeta donde el experimento había tenido éxito y
propuso que lo analizáramos. La espectroscopia que se hizo del planeta no dio
lugar a dudas, contenía oxigeno libre.
Cuando se le
preguntó por los demás planetas, se negó a dar información. Sólo nos dijo que
nosotros éramos los primeros con los que contactaba, los únicos inteligentes.
También nos dijo que era muy improbable que un sistema evolucionara a seres
inteligentes, y que para conseguirlo necesitamos su intervención. Cuando descubrió
que los dinosaurios no evolucionaban en esa dirección tomó una opción radical.
Los exterminó para darle una oportunidad al segundo grupo dominante, los mamíferos.
Para eso desvió un asteroide de su órbita y lo hizo colisionar con el planeta.
A estas alturas
cada día se producía un shock a nivel mundial, así que era difícil valorar la
magnitud de la noticia. El shock era permanente. Evidentemente la idea de un
ser extraterrestre que decidiera sobre nuestra supervivencia en función de sus
caprichos no era agradable. Smith lo discutió con Elisabeth en varias
ocasiones, y vieron que sus puntos de vista eran muy similares. No lo veían tan
especial. Siempre habíamos vivido con el riesgo de que un asteroide se cruzara
en nuestro camino y nos exterminara, ¿qué diferencia suponía ahora? Tampoco le
parecía lógica la postura de la gente religiosa. ¿No habían tenido siempre la
imagen de un Dios vengativo que podía eliminar a la humanidad en un momento? Ya
lo habían encontrado. En cualquier caso el comité de la ONU decidió que la
humanidad se merecía un respiro y mandó al comité de comunicación centrar el
debate sólo en temas puramente científicos. Ahí la IE cometió su segundo error.
La alarma sonó,
sacando al Almirante de sus pensamientos. La hora había llegado.
- Todo el mundo a
sus puestos. Enviad la señal a las demás naves para que confirmen su posición.
- Señal enviada,
le contestó el vicealmirante.-
Debido al arcaico
sistema de encriptación la señal tardó más de cinco minutos en ser recibida por
las demás naves y confirmada. Todas las naves estaban en posición y listas para
el ataque. Ya no había marcha atrás. El Almirante sacó la llave que llevaba en
el cuello y la introdujo en su cerradura. Al girarla se activaron las cabezas
nucleares de la nave.
- Comenzad el
ataque. - Dijo firmemente.
En unos minutos la
nave tembló y por el panel se pudieron ver los misiles salir y dirigirse al
planeta rojo. Sólo una nave no lanzó sus misiles. El Almirante no sabía si se
debía a problemas técnicos o a un amotinamiento de la tripulación, pero daba
igual. El margen de error del plan de ataque asumía el fallo de hasta tres
naves no consecutivas, tristemente el éxito estaba asegurado. Ahora sólo
quedaba esperar.
La discusión
científica con la IE comenzó de una manera totalmente improductiva. Las
respuestas que daba, cuando las daba, eran ininteligibles. Un profesor del MIT
lo definió, irónicamente, como un intento de explicar física cuántica a un
chimpancé. Los humanos éramos los chimpancés, claro está.
La única e
importante excepción fue cuando se habló sobre la gravedad. En principio la
respuesta fue tan críptica como las demás, pero un joven físico ruso supo interpretarla.
A partir de lo dicho por la IE consiguió formular una nueva teoría de la
Relatividad General, y la usó para crear un nuevo modelo cosmológico. Este
estaba acorde con todos los datos empíricos conocidos, como la radiación de
fondo y la expansión acelerada del universo, pero sin necesidad de introducir
materia ni energía oscura. También se aplicó al Big Bang, dejándolo todo mucho
más claro que anteriormente. Mucha gente lo interpretó como una teoría del
origen del universo sin fisuras. Dos años después le dieron al joven el primer
premio Nobel en solitario en muchos años.
Sin embargo,
fueron las aplicaciones las que revolucionaron el mundo. La nueva teoría
alimentó la imaginación de científicos e ingenieros que se pusieron manos a la
obra en el diseño de nuevos dispositivos. En un par de años se crearon
prototipos capaces de aumentar o reducir el campo gravitatorio. También aparecieron
cámaras sin gravedad y naves espaciales que sí la tenían, nuevos sistemas de
propulsión, nuevos aviones. Todo esto reactivó la economía mundial y la crisis
internacional desapareció. Por primera vez en mucho tiempo la humanidad miró al
futuro con esperanza. La NASA prometió una segunda carrera espacial que
llevaría al ser humano más allá del sistema solar.
El Capitán Smith
fue relegado de su puesto en el comité de comunicación y se centró en la
colaboración con la NASA. Ahora sí parecía factible un sistema de defensa,
gracias a la nueva tecnología y a conocer el peligro concreto. Se comenzó a
diseñar un sistema para desviar meteoritos, y también se rediseñaron los
transbordadores espaciales. Afortunadamente, Smith siguió en contacto con
Elisabeth que le informó regularmente de la situación de las comunicaciones.
Pronto la IE cometería su último y fatal error, realizó su primera pregunta.
- ¿QUIÉN ES DIOS?
El comité de
comunicación no se esperaba ninguna pregunta, pero mucho menos esta. Eran todos
científicos y los temas teológicos les quedaban un poco lejos, así pues
decidieron trasladar la pregunta al comité político de la ONU y esperar. Dada
la complejidad e importancia de la pregunta tuvieron que formar un tercer
comité. Este lo formaban una veintena de líderes religiosos y filósofos. Como
era de esperar, el consenso nunca llegó. Las reuniones fueron eternas y los representantes
de las distintas religiones se peleaban entre ellos y con los filósofos. Cada
uno quería que fuera su creencia la más resaltada y vetaba o ridiculizaba las
de los demás. Finalmente la ONU decidió enviar una especie de enciclopedia con
todas las definiciones de Dios a través de los siglos, desde los Egipcios a la
actualidad. Era un galimatías.
La IE no entendió
muy bien semejante respuesta y volvió a preguntar.
- ¿QUIÉN ES DIOS?
El comité político
decidió dar una respuesta clara y concisa. Ya que las religiones mayoritarias
ahora eran monoteístas decidieron responder de una manera más clara y acorde
con todas.
- DIOS ES EL
CREADOR DEL UNIVERSO Y DE LA VIDA.
La respuesta, como
era habitual, no se hizo esperar.
- EL UNIVERSO NO
TIENE CREADOR. NO EXISTE NADA EXTERNO A EL UNIVERSO. LA VIDA EN VUESTRO PLANETA
LA CREÉ YO. ¿SOY YO VUESTRO DIOS?
Empezó entonces un
debate teológico-filosófico eterno. Durante más de un año se le intentó
explicar el concepto de Dios. Si él nos había creado a nosotros Dios sería
quien le creó a él. Para la IE esto no tenía ningún sentido. Él conocía a la
perfección los procesos que llevaron en su planeta a la formación de la vida, y
no había ningún ser inteligente supranatural detrás. Tampoco lo había en la
formación del universo. Esto último era ya defendido por bastantes físicos, que
habían visto en la nueva teoría del Big Bang una manera de explicar el origen
del universo sin recurrir a la idea de Dios. Por supuesto, los líderes
religiosos estaban muy nerviosos. Incluso el Papa, que siempre había mantenido
una prudente distancia sobre este tema, afirmó que la IE era un enviado del
diablo para tentarnos con su tecnología. Las amenazas de guerra santa se
recrudecieron desde el mundo islámico, pero también en los Estados Unidos.
Continuamente líderes políticos conservadores acusaban a la IE de todos los
males del mundo, como los huracanes, los terremotos o, según ellos, la
homosexualidad. También los ateos aprovecharon el momento. Sus asociaciones
crecieron en número e influencia y aprovecharon la coyuntura para hacer ver sus
reivindicaciones.
El debate
continuó, pero la IE no dio su brazo a torcer. La idea de un creador del
universo le parecía absurda, porque para eso tendría que ser externo al
universo y eso era una contradicción. Por otra parte no dudaba en referirse a
sí mismo como "vuestro Dios", ya que él creó la vida en la Tierra.
Cuando se cansó del inútil debate llegó a afirmar que los seres humanos no
éramos tan inteligentes como pensó. Eso fue un duro golpe, por un lado se
consideró un insulto a la humanidad, ya que la mayoría de los seres humanos son
creyentes. Por otra parte, el pánico se apoderó del mundo, si los dinosaurios
fueron destruidos por no ser inteligentes y nosotros ya no lo éramos, ¿qué
pasaría ahora con nosotros?
Este fue el caldo
de cultivo que aprovechó el Pentágono para comenzar a madurar la idea de un
ataque preventivo contra la IE. Al igual que hicieron en Irak, comenzaron a
propagar la idea de que acabar con una amenaza a la vida sobre la Tierra bien
valía una guerra. Además, en Irak murieron cientos de miles de seres humanos,
pero la IE era sólo una, ¿no valía una vida la seguridad humana? Así el
programa civil de la NASA se transformó en un secreto plan de invasión. El capitán
Smith fue el primer nombre en la lista para encabezar un hipotético ataque,
aunque para eso habría que promocionarlo.
Por supuesto, no
todo el mundo apoyaría semejante medida y por eso se mantuvo en secreto. Además
era sólo algo teórico, nadie decía que de verdad fueran a atacar a nadie. De
los opositores, Elisabeth Simpson fue la más feroz. La idea de haberse pasado
años buscando vida extraterrestre y que ahora el gobierno barajara la idea de
destruirla era algo intolerable. Amenazó con salir a la calle, revelar los
planes y formar una oposición popular. No tuvo la oportunidad de hacerlo.
Alegando riesgos para la seguridad nacional la encerraron en Guantánamo. El ya
Almirante Smith no podía soportar la idea de ver a su antigua colega como una
terrorista, pero poco podía hacer. Cuando habló con sus superiores sólo
consiguió la vaga promesa de que si todo acababa bien revisarían su caso.
La idea del ataque
preventivo fue creciendo, sobre todo cuando la IE dejó de interactuar. Al
parecer ya no estaba interesada en nosotros, y eso nos aterraba. ¿Estaría ya
planeando nuestra destrucción? Además había otro problema, la "nueva
revolución industrial", como ya se llamaba, estaba diezmando las reservas
energéticas del planeta. Los nuevos dispositivos hacían nuestra vida mucho más
fácil, pero tenían un coste energético enorme. El petróleo amenazaba con
acabarse antes de lo previsto. El gobierno norteamericano no podía ignorar el
hecho de que había un planeta, mucho más antiguo que la Tierra, en el que el
petróleo no había sido nunca extraído. Si la IE tenía una base de carbono, como
había dicho, en el subsuelo de su planeta debia haber grandes cantidades de oro
líquido. Suficiente como para alimentar a la humanidad varios siglos más. La
seguridad internacional y el conflicto religioso se convirtieron en una simple excusa,
y la idea del ataque se hizo más y más fuerte.
También los rusos
y los chinos habían pensado en ello. Si se iba a hacer había que hacerlo ya, y
entre todos. No se podía arriesgar a que la IE descubriera los planes y acabara
con nosotros. Además habría botín para todos. Así, discretamente, las mismas
empresas que fabricaban los dispositivos gravitatorios comenzaron a colaborar
con las distintas agencias espaciales para una supuesta revolución espacial. En
menos de dos años había una flota de 50 naves internacionales, entre
americanas, inglesas, rusas y chinas. Todavía trabajaban sobre una hipótesis,
pero una vez hecha la inversión habría que aprovecharla. Lo peor es que la IE
no había dado más señales de vida. Esto hacía que subiera la tensión en un
mundo de por sí tenso. Las luchas entre distintos grupos religiosos y las
agresiones a homosexuales, científicos o ateos habían aumentado. La gente se
sentía a la vez insegura y ofendida, y la repentina subida de los carburantes
no ayudó a la hora de apaciguar la tensión. Los Estados Unidos lo tenían claro,
o invadían todos los países productores de petróleo, como Venezuela, o invadían
el planeta extraterrestre. Cambiar su estilo de vida no les pareció una
posibilidad razonable. La idea de una nueva guerra mundial por el petróleo del
mundo estaba en boca de todos.
Finalmente, en una
reunión secreta los Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Rusia y China
decidieron comenzar la primera guerra interplanetaria. A fin de cuentas la IE
era un organismo que nunca había competido con ningún otro, en su planeta no
había depredadores y no sabía lo que era una guerra. Tampoco había población
civil que proteger, sólo llegar y destruir. Por supuesto habría una gran oposición
civil al respecto, pero eso se solucionaba no informando sobre el tema hasta
que ya se hubiera realizado el ataque. Así, el almirante Smith se convirtió en
el principal mando de una flota con orden de atravesar el portal y atacar el
planeta. Como era sabido que la IE era un organismo global había que destruirlo
todo, hasta la última sección de la superficie. De todas formas los destrozos
no importaban, lo que buscaban estaba en el interior. El almirante Smith se
convirtió en el líder militar del mayor genocidio de la historia de la
humanidad, aunque se tratara de eliminar a un solo ser inteligente. Por
supuesto esto le atormentaba, pero no veía manera de salir de ahí y usó la
autoexcusa de que si no lo hacía él lo haría cualquier otro. Un año y medio
después la tripulación y las naves estaban preparados y la flota cruzó el
portal.
Un resplandor
apareció en el panel. La primera cabeza nuclear ya había sido detonada. En un
momento aparecieron cientos más. El ser que había creado la vida en la Tierra,
se llamara Dios, IE o como quisiera, ya había desaparecido. Conteniéndose la
emoción levantó una mano y ordenó pasar a la segunda fase. Lanzarían satélites
para observar la evolución del planeta y volverían a la Tierra. El éxito de la
misión se comunicó a través del portal.
El Almirante
volvió a su dependencia. Pensó en Elisabeth. Ahora podría salir de Guantánamo,
aunque sabía que nunca le perdonaría. Él mismo nunca se perdonaría. Ni siquiera
los psicólogos del ejército podrían ayudarle. Él había dado la orden, él había
mandado destruir al único Dios real que la humanidad conocería. Ahora Nietzsche
tenía razón, Dios había muerto.
Relato del libro Spintrónica. Licencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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