Azar
Daniel Manzano Diosdado
Aquel día empezó como cualquier otro. Julia salió de su casa temprano en dirección a la Escuela de Spintrónica, donde trabajaba. Le gustaba llegar temprano para poder desayunar allí y que los alumnos pudieran interactuar con ella. Era importante que la sintieran cercana y accesible. Sobre todo en los tiempos tan complicados que corrían. Ese día, sin embargo, no llegaría a la escuela. Poco después de salir de su casa su dispositivo personal (DP), le entregó un mensaje. Era un holograma, pero cuando lo proyectó en vez de mostrar la imagen de una persona salió un mensaje de texto que decía: "Te han descubierto. Te esperan en el trabajo. Tienen tu mapa cerebral completo".
Aunque escueto, el mensaje era claro y aterrador. No podía ir a la
Escuela. Llevaba ya más de cinco años siendo la líder del Frente de Liberación
de las Colonias (FLC) en la Colonia 7, y sin duda estaba en peligro. Este tipo
de mensajes sólo se mandaban en caso de extrema necesidad, porque podían ser
fácilmente interceptados. Encima el mensaje decía que tenían su mapa cerebral,
¿cómo era posible? Un par de días antes le habían hecho la revisión anual en la
Escuela, que incluía una entomografía del cerebro, pero eso no es un mapa
cerebral. Se suponía, además, que su entrenamiento le permitía ocultar ciertas
cosas. Tenía que haber habido un soplo, sin duda, alguien la delató y por eso
habían profundizado más, hasta sacarle toda la información.
"Bueno, tengo que ponerme en movimiento", pensó. El oponerse
a la Tierra y AT era considerado alta traición, y la alta traición se castigaba
con la pena de muerte. Cogió su DP y le dijo: "Activa el protocolo de
emergencia." Luego lo tiró al suelo, el mensaje de aviso debía haber
salido ya hacia el resto del grupo y el DP se borraría al terminar. En
cualquier caso era posible que ya los estuvieran capturando, si tenían su mapa
cerebral lo sabían todo sobre ellos. Ahora la cuestión era dónde ir. Sin duda
la esperaban en la escuela y en su casa. En cuanto no se presentara en la
Escuela sospecharían del aviso y se pondrían a analizar en su mapa cerebral
donde iría. Sólo había una solución y ella lo sabía, dejar su destino al azar.
Rápidamente sacó un objeto de su bolsillo, una moneda. Se trataba de un disco
metálico que en la antigüedad se usaba para pagar bienes o servicios. El uso
que ella le daría era muy diferente, en una parte del disco había grabada una
cara y en la otra un escudo, lanzándola al aire podía obtener una decisión
aleatoria. Analizando su cerebro podían saber que iba a hacer eso, pero nunca
podrían saber lo que la moneda le diría.
Cara-cara norte, cara-escudo este, escudo-cara sur y escudo-escudo
oeste. Lanzó la moneda dos veces, cara-escudo, tocaba ir al este. Empezó a
caminar deprisa en esa dirección. Ya hacía unos minutos que tenía que haber
llegado a la escuela, y en breve empezarían a buscarla. El este no era precisamente
la mejor parte de la ciudad, pero tenía que seguir lo que la moneda decidía, si
no podrían empezar a rastrearla.
Mientras andaba, iba repasando mentalmente las consecuencias de todo lo
que había pasado en los últimos años. Durante los cinco últimos años había
liderado el FLC en esta colonia, desde que Tom se fue. Ahora estaban bastante
organizados, tenían miembros en todas las colonias y se oponían fuertemente al
control terrestre. Fabricaban sus propios dispositivos, tanto spintrónicos como
electrónicos, y trataban de difundir la verdadera historia de la humanidad.
También atacaban el monopolio tecnológico de AT y cada vez más gente se unía a
su causa. Todo esto lo sabía ella, y por lo tanto, también los agentes de AT.
Deseaba con todas sus fuerzas que esto no perjudicara a Tom, aunque eso era
complicado, ya que por suerte no sabía ni donde estaba ni que hacía en este
momento. Tampoco sabía mucho sobre el movimiento en las demás colonias. Todo
formaba parte de un protocolo de protección. Se trataba de proteger a los demás
precisamente de lo que había pasado, de la posibilidad de que les leyeran el
cerebro. Era evidente que si ella no sabía algo, no podían sacarlo de su
cerebro. Incluso de su propio grupo, en la Colonia 7, tenía información limitada.
Funcionaban por células más o menos independientes para mantenerse a salvo los
unos de los otros.
Cuando había andado menos de cinco minutos terrestres los vio. Iban sin
uniforme, pero eran claramente policías. No iban mirando al frente, sino
siguiento un pequeño dispositivo, sin duda el que les decía como se iba a
comportar. "Bueno, parece que sus cálculos no eran suficientemente
precisos como para deducir que los iba a ver." Pensó Julia. "Si no,
habrían tomado mejores medidas. Si no saben que los he visto aún tengo la
oportunidad de sorprenderlos". Estaba claro que sabían que iba a sortear
qué dirección tomar y habían seguido las cuatro. Julia metió la mano en su
bolsillo y pensó "si sale cara salgo a correr, escudo sigo
caminando". Le dio varias vueltas a la moneda sin mirarla y luego la
asomó, cara, tocaba comenzar a correr. Respiró hondo y salió corriendo por una
calle estrecha. Se encontraba en Washington 7, la ciudad más grande de la
colonia. Había casi medio millón de habitantes, allí debía ser posible
desaparecer. Miró hacia atrás y no vio a sus seguidores. Debían estar
reajustando su modelo. "Tengo unos minutos", pensó. En un momento
añadirían al programa la corrección correspondiente a haberlos visto y volvería
a ser predecible. La única manera de salir de ahí sin que pudieran seguirla era
clara, seguir confiando en el azar.
Continuó andando y en cada esquina dejó a la moneda decidir que rumbo
tomar. Lanzándola dos veces, como hizo antes, decidía si seguir de frente,
girar a la derecha, a la izquierda, o volver. Así se convirtió en una caminante
aleatoria en su propia ciudad. Lo único que tenía claro era que debía evitar
volver al centro, ya que en el centro había muchas más cámaras de vigilancia en
la calle y eso la hacía vulnerable. Debía alejarse hacia la periferia lo más
posible, por peligrosa que fuera. Para conseguir esto trucó las probabilidades.
Si salía una dirección que la alejara de su destino le daba otra oportunidad a
la moneda y la lanzaba otra vez, si a la segunda seguía saliendo el mismo
resultado, entonces le hacía caso. Así podía condicionar un poco al azar, sin
que dejara de ser aleatorio. Después de caminar así durante más de media hora
terrestre estaba segura de haber despistado a la patrulla. El problema era que
no tenía ni idea de dónde estaba.
Miró a su alrededor, definitivamente estaba perdida. La zona este de
la ciudad le era totalmente desconocida. El problema principal era, además de
no saber donde estaba, que al no tener su DP estaba desconectada del mundo. No
podía identificarse, ni pagar un hotel, ni llamar a nadie. No podía hacer casi
nada, salvo caminar. Debía decidir su estrategia pronto, porque era sólo una
cuestión de tiempo el que la capturaran. Por supuesto, no podía dirigirse a
casa de ninguno de sus colaboradores más directos, ya que las estarían
vigilando. Era probable incluso que todos ellos estuvieran ya detenidos. Por
otro lado si visitaba a alguno de sus conocidos, de fuera del FLC, era seguro
que adivinarían a quién. También tenía que actuar rápido, la policía no solía
hacer llamamientos públicos para perseguir a nadie, sobre todo si tenía que ver
con la liberación de las colonias, pero harían una excepción en breve si no la
encontraban. Julia conocía la única manera de salir de esta, continuar con lo
que estaba haciendo y dejárselo todo al azar.
Comenzó a pensar en sitios donde poder refugiarse y gente a la que
poder pedir ayuda. Si la policía no había hecho pública su búsqueda y captura
la gente no tenía por qué sospechar. Podía simplemente fingir que había perdido
su DP y necesitaba ayuda. El problema era hacer una lista suficientemente larga
como para que no pudieran controlarlos a todos, así al elegir aleatoriamente
alguien, la policía no estaría allí. Decidió hacer una lista conjunta, de
personas y lugares, para que fuera más larga. Entonces tomó conciencia de que
la gente la miraba un poco rara, en Washington 7 no era común ver a alguien
pensativo en la calle. Lo poco que se andaba en la ciudad era para ir a sitios
cercanos, para cualquier distancia mínimamente larga todo el mundo cogía el
subterráneo. Sin duda lo mejor que podía hacer era decidirse rápido. En un
momento hizo una lista con 10 componentes, 6 personas y 4 lugares, las personas
eran sobre todo compañeros de la escuela. Era demasiado corta. El problema era
también memorizar la lista, con el correspondiente orden para luego saber que
salía. Siguió pensando. Comenzó a añadir personas con las que tenía menos
trato, sitios que le eran de muy poca utilidad, como el ayuntamiento.
"Bueno, cuanto más larga mejor", pensó, y continuó pensando. Al final tenía 32 items.
20 personas entre las que había compañeros, estudiantes y vecinos, y 12 lugares
como su casa, el ayuntamiento o la Escuela. Pensó: "32 es un número
redondo, es una potencia de dos". Si lanzaba la moneda cinco veces
obtendría un número binario de cinco cifras, que podía transformar a un número
entre el 0 y el 31. "Mis conocimientos de computación clásica son aún bastante
útiles", pensó mientras sonreía. Dedicó aún un tiempo a memorizar la lista
de forma ordenada.
Lanzó la moneda, "cara-cara-cara-cruz-cruz ", en binario
sería 00011, es decir el número 3. Correspondía a la Escuela de Spintrónica.
"Mierda", pensó, la Escuela era el último lugar al que ir, era donde
la habían estado esperando. No debería haber hecho la lista tan extensa.
Tendría que sacarla de la lista y volver a tirar. Eso ya empezaba a complicarlo
todo, si empezaba a decidir por su cuenta la aleatoriedad no la protegería.
- ¿Se encuentra usted bien? -Le preguntó un chico.-
Julia se quedó un momento parada. Estaba empezando a llamar demasiado
la atención. Tenía que moverse y rápido. Entonces se le ocurrió una idea.
- Sí. Gracias. Estaba pensando en una cuestión. ¿Te puedo hacer una
pregunta?
- Eh, claro. Dígame - Dijo el chico claramente confundido.-
- Es por una cuestión científica. ¿Puedes decirme un número entre el 0
y el 31?
El chico se quedó parado, sin duda no esperaba una pregunta como esa.
Se veía que tampoco tenía mucha formación.
- No sé. ¿El tres? -Respondió.-
Julia se estremeció. La probabilidad de que saliera dos veces el 3
era, al principio, menor de 1 entre 1000. Si los agentes de AT eran capaces de
deducir la lista entera era muy probable que ese sitio lo descartasen por
improbable, ya que sabrían que no lo decidiría con un sólo acierto. Además,
ella estaba a punto de no ir cuando el chico la interrumpió, eso no lo podían
prever. Estaba decidido, tenía que ir a la Escuela. Por otra parte, si no
habían arrasado con todo todavía podía quedar algo de utilidad.
- ¿Puedo pedirte otro favor, chico? -Preguntó.-
- Sí, claro. Lo que quiera.
- ¿Puedes decirme dónde está el ayuntamiento? -Preguntar por la
Escuela hubiera sido demasiado evidente.-
Cuando hubo recibido las indicaciones se cubrió parcialmente la cara con
el pañuelo que llevaba en el cuello y comenzó a caminar. No tenía mucha prisa. Era
mejor esperar a que los alumnos salieran de clase para poder entrar sin llamar
mucho la atención, así que sacó la moneda y comenzó a andar erráticamente en
esa dirección.
Entrar en la Escuela no fue demasiado difícil. Había más de 3000
alumnos matriculados ese año, y al medio día había cambio de turno. Era
imposible controlar la entrada y salida de tanta gente. Julia no tuvo demasiado
problema en cruzar la puerta y entrar mezclada entre los alumnos. Una vez
dentro no supo muy bien qué hacer. Su
laboratorio era sin duda el primer sitio que habrían desvalijado, seguido por
su despacho. Era prácticamente imposible que hubieran dejado nada, ya que al
tener su mapa cerebral sabían perfectamente todo lo que guardaba y dónde. Lo
más seguro sería pedir ayuda a algún compañero que no estuviera implicado. Era
una apuesta arriesgada, ya que no sabía si habían anunciado ya que la estaban
persiguiendo, pero tampoco tenía muchas más opciones. Pensó en todos los compañeros con los que
tenía algún trato y que no pertenecían, que ella supiera, a la FLC. Salieron
diez, incluyendo algunos más que dudosos. Decidió, al igual que había hecho
antes, en dejar la decisión al azar. Hasta ahora había funcionado, más o menos.
Estaba empezando a calcular las combinaciones cuando la interrumpieron.
- Perdón, ¿Profesora Anderson?
Julia se volvió, la habían reconocido y no tenía sentido oponerse. Al
volverse vio a un joven, sabía que lo conocía pero no sabía muy bien de qué.
- Sí. -Dijo intentando parecer tranquila.- ¿Qué desea?
- Soy Charles, el nuevo profesor del Departamento de Dispositivos
Personales. - Julia asintió, era cierto que lo conocía aunque al no ser de su
departamento no lo recordaba.- Necesitaría hacerle unas preguntas. ¿Puede venir
a mi laboratorio?
Julia lo pensó por un momento. Podía ser una trampa, una manera de
capturarla sin llamar demasiado la atención. También podía ser verdad, no era
extraño que un joven profesor quisiera hablar con la decana de la Escuela,
aunque lo normal era hacerlo en su despacho. Al final decidió que el riesgo era
aceptable.
- Por supuesto. -Respondió.-
Se dirigieron hacia el laboratorio del profesor, que estaba en la
tercera planta. Julia intentó taparse la cara con el pañuelo todo lo posible
sin llamar la atención. Por suerte, en la facultad había tanta gente que
incluso los ordenadores cuánticos de AT tardarían un tiempo en revisar todas
las bases de datos. "Hubo un tiempo en que para revisar una base de datos había
que revisar los datos uno a uno y se tardaba mucho más tiempo", pensó,
"ojalá fuera entonces, no podrían descubrirme tan rápido". Tenía
siempre sentimientos contradictorios con la spintrónica y la computación
cuántica en general. "Es una gran técnica que cayó en manos
equivocadas", solía decir a sus mejores amigos, "por eso tenemos que
romper el monopolio".
Una vez llegaron al laboratorio entraron y el joven profesor cerró la
puerta. No había nadie más. Era normal que los profesores más jóvenes
trabajaran solos, en cualquier caso.
- ¿Le apetece una taza de té? - Preguntó Charles.-
- Claro. -Respondió Julia. -
Charles cogió una taza, la llenó de agua y le introdujo una bolsita de
té. Se lo ofreció a Julia.
- Muchas gracias. -Dijo esta. -
Entonces miró el laboratorio. Estaba bastante desordenado, cosa normal
entre los profesores. No había nada de luz natural, cosa normal entre los
profesores más jóvenes. Encima de un
estante había un DP a medio desmontar. Incluso para los profesores eso
constituía una violación de las patentes de AT, pero también era algo muy
común. Era inútil ponerle freno a la curiosidad innata de los científicos.
- No debería haber venido a la universidad, Profesora Anderson. La
andan buscando.
Julia se estremeció. Parecía que sí habían anunciado que la buscaban.
- ¿Quién? -Respondió, aunque sabía muy bien de quien se trataba.-
- No se haga la tonta conmigo. -Respondió el joven.- Sabe muy bien de
que le hablo. Esta mañana llegó una circular diciendo que cualquiera que la
viera tenía que comunicárselo a la policía. Es usted una rebelde.
Julia respiró hondo. Estaba claro que no podía engañarlo, él lo sabía.
Sin embargo si fuera de la policía o simpatizara con AT ya la habría
denunciado, parecía más bien que quería conseguir algo. Todavía tenía alguna
oportunidad.
- ¿Y por qué no me ha denunciado? Si me encubre se convierte usted en
cómplice.
Charles se quedó pensativo por un momento. Parecía no impresionarle
mucho la situación.
- Veo que lo ha hecho usted muy bien, no la han pillado en toda la
mañana. A pesar de tener su mapa cerebral.
Julia no supo qué decir. Cualquier excusa era inútil, si la habían
pillado no había nada que hacer. Miró a su alrededor buscando una excusa, algo
que decir. Todo era inútil. En un momento se podía ver esposada y camino a la
Tierra, donde sería juzgada y condenada. Entonces comprendió algo que lo cambiaba
todo. ¿Cómo podía Charles saber que tenían su mapa cerebral? Eso no es algo que
se anuncie en una circular. Sólo había una manera.
- No me va a denunciar. -Le dijo.- Es usted uno de los nuestros.
- Es usted muy inteligente, profesora. -Respondió el joven.- Por
suerte trabajamos en células independientes y no me conocía, si no habría ido a
la cárcel junto con los otros tres profesores.
A Julia no le gustó oírlo, aunque ya se lo había imaginado. Los otros
profesores de la FLC habían sido capturados, lo otros que ella conocía, claro.
Era evidente que lo habían deducido de su mapa cerebral y no habían sido
avisados a tiempo. ¿Qué podía hacer ahora? Tampoco estaba claro si podía
confiar o no en Charles. A lo mejor todo esto era una estrategia, una manera de
infiltrarse en la FLC. Lo único que podía hacer era seguir con el juego.
- ¿Y qué podemos hacer ahora? -Le preguntó. -
- Bueno. Yo no estoy muy alto en la cadena de la FLC. De hecho hace
sólo un par de meses que colaboro con ustedes. Suficiente, imagino, para
recibir un aviso sobre usted y su situación. Por otro lado, creo que la puedo
ayudar. - Sacó un DP de un cajón.- Este es un dispositivo personal limpio, le
ayudará a crear una nueva identidad.
Julia lo miró escéptica. Parecía todo una trampa. Si llevaba tan poco
tiempo en la asociación era muy extraño que le hubieran dado un DP limpio. No
se producían con tanta facilidad. Le hubiera gustado preguntarle más cosas,
pero le daba miedo saber. Todo lo que sabía hasta ese día había condenado a
muchos de sus amigos. Ya no quería saber nada más sobre la organización.
Prefería salir de ella para siempre a seguir poniendo en peligro a sus amigos.
- La veo escéptica. Imagino que se pregunta de dónde ha salido el
dispositivo. Es de fabricación propia, lo hice yo. Gracias a usted, desde
luego.
Julia no se encontraba nada bien. Empezaba a dolerle la cabeza y a
tener náuseas. Demasiadas emociones para un día. No entendía lo que Charles le
decía.
- Déjeme explicarme - continuó-, usted o alguien cercano a usted
difundió hace unos cinco años unos informes sobre spintrónica en la red de la
Escuela. Fueron eliminados rápidamente por AT de la base de datos, pero yo
conseguí guardar una copia a tiempo. Por eso me interesé en trabajar en la
Escuela, aprendí más de esos informes que de todo el tiempo que pasé aquí
estudiando. Usted me proporcionó el conocimiento que se me negaba.
Julia recordaba esa operación. Había sido un fracaso. Intentaron difundir
los apuntes con todo lo que sabían sobre spintrónica a todos los alumnos,
mediante la Red de la escuela. No duraron ni cinco minutos. Era impensable que
alguien los hubiera copiado.
- Desde entonces trabajo en esto. Creo dispositivos y hace unos meses
contacté con uno de los suyos. Me dijo que si era verdad que podía fabricar
estas cosas les sería muy útil.
"Es un genio, o un infiltrado", pensó Julia. Alguien que
consiguiera fabricar una copia de un DP a partir de ese conocimiento tan
teórico tenía que ser un genio, o un mentiroso. Por un momento sintió que le
fallaban las piernas, y se sentó.
- Están en mi cabeza, Charles. -Dijo al fin.- No sé si eres un
mentiroso o un genio, pero no hay mucho que hacer. Si trabajas para AT mejor
detenme ahora, porque no te diré nada más de lo que ya sabéis. Si no lo haces,
olvídame. Aunque me crees una nueva identidad no creo que pueda eludirles
eternamente. Los he esquivado gracias al azar, pero sabrán en todo momento lo
que voy a hacer. No puedo seguir así.
- Hay una manera de librarse de esto, Julia. -Su voz parecía sincera.-
Hace mucho tiempo, cuando la gente quería no ser predicha mediante los mapas
cerebrales usaban un truco. Tienes que tener una experiencia intensa y nueva,
algo que cambie tu cerebro para siempre.
Julia conocía el método, se usaba desde hace años. Deportes de riesgo,
drogas o tortura eran métodos habituales para cambiar el cerebro de una manera
apreciable. Hacía muchos años que no se recurría a medidas tan drásticas.
- ¿Y qué podemos hacer, Charles? ¿Salto por la ventana?
- No es necesario, profesora. Cualquier cosa que no haya hecho antes
valdrá. Las drogas eran muy comunes, o tener relaciones con alguien más joven
que usted. -Al decir esto no pudo evitar
sonreír.-
Julia no pudo evitar sentirse alagada. No era el momento, de eso no
había duda, pero la halagaba en cualquier caso.
- Créeme, hijo, que eso lo he hecho demasiadas veces. - Respondió.- Y
no me gustan las drogas. Además, no me siento bien.
- Bueno, profesora. Dejaremos las relaciones para otro momento, pero
las drogas son una buena opción. Sabía que no las tomaría, Tom me advirtió,
pero es la mejor solución.
Julia intentó levantarse, pero no pudo. El nombre de Tom la golpeó
como una maza. Por un momento se movió convulsivamente.
- ¿Qué tienes que ver con Tom? - Dijo balbuceando.- Y no pienso tomar
drogas.
- Ya lo sabrá a su debido tiempo. - Respondió Charles.- Y en cuanto a
las drogas, ya le he dicho que es la mejor opción. No hace falta que se las
tome, porque ya lo ha hecho. -Dicho esto señaló la taza de té.-
Julia entonces comprendió. La habitación pareció hacerse enorme.
Intentó maldecirlo, pero ninguna palabra salió de su boca. Parecía como si
pudiera volar. Escuchaba aún a Charles hablar, pero era como si estuviera en otro
mundo, muy lejos de allí. Ella ya se había ido, iba a explorar rincones de su
cerebro que ni sabía que existían. Sin duda cuando volviera no sería la misma
persona.
Julia se despertó. Estaba en una cama, en una habitación oscura y con
la ropa puesta. Miró alrededor desconcertada, no recordaba mucho de lo que
había pasado. Conversaba con Charles, se sintió rara y perdió el conocimiento.
Quizás la habían capturado, aunque la cama era demasiado cómoda para tratarse
de una celda.
- Luz. -Dijo y la luz se encendió. -
Al principio le costó acostumbrarse. Parecía más sensible a la luz de
lo habitual. Entonces lo recordó, drogas, Charles la había drogado. Debía aún
tener las pupilas algo dilatadas.
- Un poco menos de luz. - La intensidad de la luz bajó.-
Por fin pudo ver donde estaba. Parecía una habitación de hotel. Al
lado de la cama había una mesita y en ella había una botella metálica y un
dispositivo personal spintrónico. Al ver la botella se dio cuenta de lo
sedienta que estaba. La abrió y la olió, parecía agua. Estaba tan sedienta que
tuvo que bebérsela pese a sus dudas. Luego cogió el DP. Al tocarlo este se
activó y proyectó un holograma. Era Tom.
- Hola Julia. -Comenzó el holograma.- Perdona el mal rato, Charles me
ha dicho que te drogó. No lo teníamos previsto, pero creo que fue una buena
decisión. No podía permitir que siguieras siendo tan predecible para la
policía, aunque debo reconocer que lo hiciste muy bien. Nadie se esperaba que
fueras a la Escuela. Ahora estás a salvo, entre la experiencia nueva de las
drogas y todo lo que ha sucedido, que la policía no sabe, no podrán seguirte
más. Se puede decir que eres una nueva persona. -Hizo una pequeña pausa.- Según
parece hacía tiempo que te seguían, pero esperaron al reconocimiento médico
para poder hacerte el mapa cerebral. La organización está patas arriba. Han
detenido a al menos cinco compañeros.
Julia se sentía fatal. Sabía que no era responsable de lo que hubieran
obtenido de su cerebro, pero no lo podía evitar.
- Esto lo ha cambiado todo. Tenemos que cambiar de estrategia. Hacía
tiempo que entre las organizaciones de todas las colonias estábamos pensando en
un cambio táctico. La difusión de conocimientos no ha resultado tan útil como
esperábamos. -Julia sabía que tenía razón, pero no le gustaba ninguna
alternativa. Siempre había sido la más pacifista de la cúpula de la organización.-
Tienes que reunirte conmigo y te llevaré a un lugar seguro. Este DP simula
totalmente a uno auténtico, tiene una identidad falsa para ti y te permitirá
pagar el hotel, usar el transporte o comunicarte. Es totalmente seguro, lo
fabricó Charles. El chico es un genio. Cuando estés lista dile que te muestre
el punto de encuentro y ve allí. Imagino que todavía puedes pensar que esto es
una trampa y que no soy el verdadero Tom. -Ciertamente lo pensaba.- Sólo te
diré que siento mucho lo que te dije la última vez que nos vimos. No era verdad
y los dos lo sabemos. Pregúntale también al DP por tu nueva identidad, saldrás
de dudas.
"Bueno, o es él o también le han espiado el cerebro", pensó.
En cualquier caso, ya estaba cansada de huir. Su vida entera estaba marcada por
el miedo a ser descubierta. Y tenía razón el Tom del holograma, la difusión de
conocimientos no estaba resultando tan bien como habían esperado. Tampoco tenía
muchas más opciones.
- DP, dime mi identidad.
- Ellen Ripley, 43 años, soltera, maestra, vive en la calle 54 de
Washington 7.
No pudo evitar reírse. Ellen Ripley era la protagonista de una
película prehistórica, o prespintrónica como preferían decir, que Tom y ella
habían visto juntos. Les encantó por lo simple y emocionante que era. Incluso
era bidimensional y tuvieron que proyectarla en una pared, lo que le daba un
toque bohemio. No había duda de que Tom estaba detrás de todo esto.
Se levantó y se sintió mareada. Aún le duraba la resaca de las drogas.
Aún así decidio no a esperar a encontrarse mejor. Tenía demasiadas ganas de
terminar con todo esto. Cogió el DP y le preguntó.
- DP, muéstrame el punto de encuentro.
Un mapa se proyectó en el aire y le mostró la ciudad. Había un punto
indicando donde se encontraba ella y otro en el punto de encuentro. Estaba
totalmente fuera del centro. Al menos dos horas andando desde la última salida
del subterráneo. Bajó a la recepción del hotel y se dirigió al mostrador.
- Quiero dejar mi habitación. -Dijo poniendo el DP falso sobre el
mostrador. -
- Claro, señorita Rippley. -Respondió el mostrador, Julia tuvo que
contenerse la risa.- Active el modo de
pago.
Julia puso el dedo en el DP y se efectuó el pago. Parecía no haber
ningún problema.
- ¿Me puede decir dónde está la entrada al subterráneo más cercana,
por favor?
- Claro. -Respondió la misma voz. Se proyectó un mapa que indicaba que
la entrada estaba a menos de cincuenta metros.-
Julia se puso en camino. Si el DP había servido para pagar el hotel
igualmente le debería dejar entrar en el subterráneo. Al menos parecía menos
arriesgado que andar durante horas por la ciudad. Cuando llegó a la entrada se
subió un poco el pañuelo del cuello y bajó en el ascensor gravitatorio. No era
hora punta y no había demasiada gente. Quizás hubiera sido más prudente esperar
al medio día, pero ya no tenía paciencia.
Pasó por el control sin ningún problema. Al llegar a los andenes no
había ni veinte personas allí. Era el sitio ideal para que la capturaran. Por
suerte tampoco había policía. Indico a su DP el destino y le calculó la ruta.
No tuvo que esperar ni un minuto cuando el primer vagón que debía tomar pasó
flotando. Lo tomó y en menos de cinco minutos ya estaba en su destino. Allí
cambió de vagón y se dirigió a la estación de destino. En menos de 20 minutos
ya había cruzado la ciudad. No había señal alguna de que la hubieran detectado.
Salió del subterráneo y se puso a caminar en dirección al punto de encuentro.
Caminó cerca de dos horas. Esta parte de la ciudad era totalmente
desconocida para ella y le daba bastante miedo. Progresivamente, los edificios
de Washington 7 fueron degenerando en casas pequeñas y luego en chabolas. A
medida que avanzaba había más gente en las calles, niños corriendo, familias
enteras e incluso animales de compañía como perros, algo impensable en la
ciudad. También se veía gente sentada en las aceras, tardó un tiempo en
asimilar que estaban pidiendo comida. Nunca había visto nada semejante. En la
ciudad vivían sin ser conscientes de la situación de la periferia, y eso que
estaba a escasas dos horas. Ni ella, ni nadie de su entorno podían imaginar que
tan cerca había gente pasando hambre. Hambre de verdad. ¿Qué habrá aún más
allá?, se preguntó. Ahora sí que sintió que su lucha era inútil. Llevaba muchos
años intentando compartir el conocimiento con los colonos, spintrónica,
electrónica, historia. Sin embargo, ella misma no sabía lo que pasaba a unos
kilómetros de su casa. Lo que más le sorprendía era que mucha gente parecía
feliz. Era evidente que ellos desconocían de la ciudad casi lo mismo que ella
de la periferia. No sabían como vivía la gente de la ciudad, con sus
comodidades. Si lo supieran es muy probable que se rebelaran, pero no lo
hacían. Eran dos mundos unidos geográficamente pero parecía que estuvieran a
millones de kilómetros de distancia.
Entonces los vio. Había un hombre y una mujer que estaban igual de
fuera de lugar que ella, y la estaban siguiendo. No cabía duda, eran policías.
No seguían ningún dispositivo, así que tenían ya que saber que su mapa cerebral
no les era útil. Simplemente la debían haber detectado en el subterráneo, o
alguien la había visto y delatado. La cuestión es que estaban muy cerca de
ella. Sin disimular sacó su DP del bolsillo y le ordenó sacar el mapa. Estaba a
unos 300 metros del punto de encuentro, detrás de unas chabolas. Había que
darse prisa, y ella no era demasiado deportista.
Sin dudarlo echó a correr. Ya no valían ni estrategias, ni azar, ni
disimulo, sólo si conseguía llegar al punto de encuentro antes de que la
pillaran conseguiría librarse. Esperaba que Tom controlara su posición mediante
el DP y estuviera allí esperándola. Miró atrás y vio a la pareja de policía
correr detrás de ella. Por suerte los había pillado desprevenidos y había
conseguido ganar unos metros. Giró siguiendo las indicaciones que había visto
anteriormente en el mapa. Al girar vio que se acababan las chabolas, el punto
de encuentro estaba en un solar vacío y poco después comenzaba el bosque. Nunca
había estado en él, los colonos no eran muy aficionados a una naturaleza que ni
siquiera era autóctona del planeta. Tom no se veía por ninguna parte. Volvió a
mirar atrás y allí estaban los policías, a escasos 50 metros de ella. No sabía
qué hacer, estaba empezando a no poder respirar y si Tom no estaba allí no
tenía escapatoria. Finalmente, decidió dirigirse hacia los árboles, era
imposible que llegara antes de que la alcanzaran, pero no iba a rendirse.
"Al menos tendrán que correr", se dijo a sí misma.
Corrió todo lo deprisa que pudo, hasta la extenuación. Cuando ya no
pudo más, muy lejos aún del bosque, paró y se derrumbó en el suelo. No había
escapatoria posible. Ya le parecía raro que aún no la hubieran atrapado.
"Estoy en mejor forma de lo que pensaba", se dijo a si misma. Sin
embargo, al mirar a los policías comprendió que su escapada poco o nada tenía
que ver con sus facultades físicas. Lo que vio era difícil de creer, incluso
para ella, que estaba al día de los más recientes avances tecnológicos. Los
policías no podían avanzar hacia ella porque estaban a más de un metro sobre el
suelo, levitando. Julia nunca había visto nada semejante, bueno, los vagones
del subterráneo levitaban y los ascensores también, pero no las personas. Más
raro aún era que lo hicieran en contra de su voluntad. Los dos policías tampoco
parecían creerse lo que les pasaba, hacían aspavientos e intentaban de todas
formas volver al suelo. Era una imagen cómica.
De repente, fue Julia la que empezó a levitar. Se levantó del suelo
despacio pero a un ritmo constante, y no se paró a un metro del suelo como los
policías. Siguió subiendo de manera continua. Entonces miró al cielo y la vio,
una pequeña aeronave se encontraba estática sobre ella. Sin duda tenía
tecnología gravitatoria que le permitía controlar cuerpos a cierta distancia.
Tampoco había duda de que ahora la querían a ella. No podía resistirse aunque
quisiera, no sabia cómo. Estaba claro que su destino era la aeronave y era
inevitable.
Cuando llegó a la aeronave entró por una especie de escotilla que
tenía en la parte inferior. Entró con suavidad y la dejaron caer cuando estaba
a unos 20 centímetros del suelo. Entonces miró a su alrededor, estaba en una
especie de sala de máquinas, con monitores y dispositivos de control. En uno de
los controles se encontraba el responsable de que ahora estuviera allí. Era
Charles.
- Perdone profesora por la rudeza del transporte. -Dijo sonriente.-
Comprenderá que era peligroso dejarnos ver por la superficie. -Le dio a un
botón y se cerró la escotilla. - Hay alguien que quiere hablar con usted.
Se abrió la puerta de arriba. Mediante unas escaleras de mano Julia
cruzó a otra sala más grande. "Curioso que puedan elevarme a decenas de
metros de distancia y aquí se usen escaleras". En la sala había un hombre
esperándola. Era Tom.
- Hola Julia. Me tenías muy preocupado.
Julia no sabía muy bien qué decir. Hacía muchos años que no lo veía,
pero seguía siendo igual de familiar para ella que antes. Era lo único familiar
entre tantas cosas extrañas.
- Hola Tom. Me alegro de verte. ¿Te has comprado una aeronave? Veo que
te va bien la vida.
Tom sonrió, seguía siendo la Julia que conocía.
- Bueno, veo que conservas el mismo humor irónico de siempre. Veo
también que ya conoces a Charles, nuestro nuevo fichaje. - Le hizo un gesto.-
Deberíamos ir saliendo ya, Charles, estamos llamando demasiado la atención.
- A sus órdenes, mi capitán. -Dijo este con tono burlón, y se fue. -
La aeronave comenzó a moverse lentamente, o eso parecía. No se notaba
la aceleración y la gravedad se mantenía constante todo el tiempo.
- ¿Qué pasa Tom? ¿Desde cuando tenemos naves y hacemos a la gente
volar?
Tom respiró hondo. Había mucho que explicar. Por suerte tenían todo el
tiempo del mundo.
- Esta guerra está cambiando Julia. Llevamos ya años intentando
difundir la historia de la humanidad, creando dispositivos libres del monopolio
de AT, enseñando spintrónica, y no hemos conseguido mucho. Has visto como vive
la gente en la periferia de la ciudad, eso no es nada con lo que pasa en otras
colonias, en las minas, en los campos de cereales. Tienen mutantes por todas partes
trabajando como esclavos. Auténticos seres humanos diseñados exclusivamente
para ser explotados.
Julia asintió, sabía lo de los mutantes y sabía que había pobreza. Lo
sabía, pero no lo había visto nunca.
- Además la lucha con AT es imposible. Es una organización enorme. Un
entramado laberíntico de burocracia. Al final siempre terminan pagando los funcionarios. Funcionarios que realmente no
tienen responsabilidad sobre lo que está pasando. Además, la gente es muy
reacia a salir del monopolio, los que viven bien no quieren saber la verdadera
historia de las colonias, ni les importa la gente que no vive tan bien.
- Sabes que yo no soy tan pesimista, -le interrumpió, aunque en el
fondo sabía que tenía bastante razón. - Poco a poco se van logrando grandes cosas.
- Bueno, esto es demasiado "poco a poco". Por eso hace un
par de años decidimos cambiar un el rumbo y robamos algo de tecnología
gravitatoria de AT. Esta nave fue nuestro primer prototipo. Ahora podemos
viajar de manera autónoma de una colonia a otra, o a la Tierra. Podemos cambiar
a una estrategia algo más agresiva.
Julia suspiró. Por eso se pelearon hace ya tantos años, Tom no
entendía que la violencia terminaría por engendrar más violencia. Era muy
idealista y tenía buen corazón, pero tendía a ser demasiado agresivo.
- ¿Y qué vais a hacer? ¿Eh? ¿Atacar las naves de AT? - Julia estaba
demasiado excitada. Demasiadas emociones para un sólo día.- No contéis conmigo,
ni con mi grupo. Seguro que las demás colonias están de acuerdo.
- Todas han aceptado ya, Julia. Tú eras la última que tenía que dar el
visto bueno. Además, me temo que ya no podrás seguir dirigiendo la FLC en la Colonia
7. Eres demasiado famosa.
Julia enfureció. Locos. Todos se habían vuelto locos.
- ¿Y por qué nadie me consultó? -Preguntó. - ¿Le preguntaste a todos
los demás antes que a mi?
- Se te iba a consultar ahora, -dijo Tom más calmado- pero sabía que
te opondrías. Por eso consulté antes a los demás. No te pienses que vamos a
empezar una guerra, Julia, es todo mucho más sutil. Deja que te lo explique.
- ¡No! -Gritó.- Ya he experimentado el riesgo de saber más de la
cuenta. Cuanto menos sepa mejor. Lo único que quiero es que me busquéis una nueva
identidad en otra colonia, donde pueda estar tranquila y dejar la vida de
guerrillera. Prefiero no enterarme de nada más.
Tom la miró comprensivo. Era su decisión y tenía que respetarla,
aunque significara no volver a verla nunca.
- Como prefieras, ponte cómoda. Sabía que ibas a reaccionar así y lo
habíamos preparado. Tienen una identidad nueva para ti. No la conozco ni siquiera
yo, así si me capturan no podrán descubrirte.
Julia lo miró sorprendida. ¿Cómo sabía lo que iba a pedirle?
- No me mires así. -continuó Tom.- Se puede conocer a una persona sin necesidad de un mapa cerebral.
Relato del libro Spintrónica. Licencia Creative Commons Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.0 Unported License. Esto viene a decir que sois libres de copiarlo, distribuirlo o prestarlo, sin interés comercial ni obra derivada, siempre que se cite al autor.
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